Esta ruta es muy especial, ya que es la primera que se materializa para un grupo de usuarios y usuarias de los centros cívicos de la Marina dentro del marco de las celebraciones del mes friki. Así, el sentido de este recorrido es destacar las curiosidades de Ciutat Vella que ya han sido marcadas en su mayoría en este blog: recopilar aquello que bien se nos pasa desapercibido por un lugar muy conocido entre nosotros, o cuyo origen o por qué está ahí, desconocemos.
Una ruta que, por otra parte, nos desvela que lo friki no es actual, que lo raro siempre ha estado entre nosotros, y que la historia no empieza y acaba con listas de reyes, guerras o cambios políticos.
En la historia, y más en la local, se puede colar perfectamente un perro azul adosado a una muralla, un elefante sosteniendo sobre sus lomos un castillo, o un par de angelitos “traviesos” capaces de gesticular en plena edad media como si estuvieran en un cuarto oscuro del Gayxample.
Tal si eres los que pisa el centro solo para visitar la FNAC o el Corte Inglés, como el que lo recorre cada vez que tiene ocasión, esta ruta de rarezas de Ciutat Vella te permitirá mirar con otros ojos estas calles tan transitadas pero no siempre tan observadas.
Curiosidades de Ciutat Vella
El extraño dibujo de Plaza Cataluña
Resulta emblemático empezar en pleno epìcentro no solo del distrito, sino de la vida de la ciudad. Un lugar tan transitado como, paradójicamente, desconocido.
Plaza Cataluña es una plaza que causa sentimientos encontrados… Un dolor de cabeza histórico parecido al que ha estado dando la de Glòries desde su concepción en el plan Cerdà.
La analogía no es casual, ya que es Glòries y no plaza Cataluña la que estaba concebida para ser el centro neurálgico de Barcelona. Fue la voluntad popular la que acabó desplazando este punto en torno al comienzo de las Ramblas y del Paseo de Gràcia: los dos lugares predilectos para que la burguesía se dejara ver.

Desde entonces, la plaza Cataluña se ha reformado en infinidad de ocasiones, siendo dos las más relevantes y la que acabaron por darle el aspecto actual: una primera en torno a la Exposición del 29, en la que se configuró su espacio central y se decoró con numerosas esculturas, y una segunda en torno a la década de los años 60, en la que se colocaron las fuentes gemelas y el característico marmolado azul, rojo y blanco.
Y es en este icónico suelo donde encontramos la primera de las curiosidades de Ciutat Vella, ya que su forma de rueda no es nada casual: responde a la simbología del Rotary Club.


El Rotary es un club internacional con nada más y nada menos que 46.000 subsedes repartidas por todo el mundo, las cuales se dice que la matriz se creó como escisión de los masones a principios del s.XX, llevando a cabo sus propias doctrinas basadas en los principios masónicos pero con un caracter eminentemente más elitista.
¿Tal es su influencia como para estampar de forma gigantesca su logotipo en la zona más icónica de una ciudad? En total conviven entre nosotros en torno a 1.400.000 rotarios, Todos ellos caracterizados por un alto poder adquisitivo y una red de contactos privilegiada. De ahí a que no solo hayan estampado la rueda dentada en plaza Cataluña, sino que encontremos huellas de su actividad a lo largo de muchas más localidades y ciudades.
La moreneta más conservadora
La virgen de Montserrat es todo un icono de Cataluña. No hace falta ser fiel creyente para apreciar el folclore y la cultura que en torno a esta divinidad se ha escrito y dibujado.
No obstante, en tiempos conflictivos como resultó la Guerra Civil, no resultaba conveniente hacer mucha apología de la cristiandad dado el gusto republicano por hacer arder iglesias.
Es por ello por lo que, en esos tiempos, no solo la Moreneta tuvo que hacer las maletas y ocultarse de las llamas, sino que todas las iglesias de la ciudad cerraron a cal y canto sus puertas para evitar un posible saqueo en el mejor de los casos, una reducción a cenizas en el peor.
Este cese de toda actividad religiosa dejó huérfanos a miles de creyentes barceloneses que no encontraban a quién dirigir sus rezos… a excepción de la pequeña representación de la virgen que encontramos en la columnata frente al ahora Corte Inglés.
Para la exposición del 29, el Ayuntamiento convocó un concurso público a mediados de la década de los 20 en el que se instaba a artistas escultóricos que presentaran obras destinadas a decorar la plaza Cataluña.
Las condiciones eran que estas obras estuvieran relacionadas con la historia o idiosincrasia catalana, siendo una de las esculturas seleccionadas la que Eusebi Arnau realizó para homenajear el descubrimiento de la virgen en las montañas montserratinas.

Así, en una hornacina de la columnata en la que lucen los escudos de la ciudad de Lleida, Arnau representó a Joan Garí, el monje a quien se le atribuye el descubrimiento de la Moreneta, la cual sostiene con su mano derecha.
Al ser una obra escultórica poco llamativa en cuanto a su trasfondo religioso, estar arrinconada entre árboles y tras una columna, esta representación virginal pasó por fortuna totalmente desapercibida por las tropas republicanas, por lo que a día de hoy aún podemos apreciar esta reproducción entre tenderetes de buses que transportan guiris al aeropuerto y una legión de palomas.
Los más creyentes de la época, aprovechaban el paseo por la zona para santiguarse discretamente ante la moreneta, saciando de esta forma la falta de espacios para la espiritualidad.

La ventana indiscreta del carrer Fontanella
Gran culpa de que hoy plaza de Cataluña, a pesar de su monumentalidad, a pesar de los esfuerzos de diferentes ayuntamientos por hacerla apacible y agradable, siga pareciéndonos un lugar ajeno, es el tremendo destrozo y expolio que se ha hecho a su patrimonio colindante.
Resulta difícil apreciar como un museo al aire libre de esculturas y artísticos rincones cuando todas las miradas se nos van sin querer hacia el mostrenco edificio del Corte Inglés.
Este edificio, en otro contexto, no resultaría tan agresivo. Su estilo contemporáneo y perfectamente adaptado para su funcionalidad, no es el problema: el motivo de por qué muchos barceloneses lo odian es por esa frase manida de arquitectos de querer hacer «dialogar un edificio con su entorno». El del Corte Inglés en plaza Cataluña no dialoga, directamente te apuñala.

Pinterest a través de Barcelona Ara i Abans
Si a eso le añadimos que para su construcción y posteriores ampliaciones, se ha ido llevando por medio edificios modernistas que sí hacían del entorno de plaza Cataluña un espacio monumental (como la casa Vicenç Ferrer, las casas Girona i Bonsoms o la casa Sicart), podemos culpar abiertamente a El Corte Inglés de plaza Cataluña de haberla desfigurado por completo.
Además, como un chiste de mal gusto o un desagradable recordatorio de que allí había algo más bonito, los estudios encargados de su última reforma en 1994 (MBM y Antoni Puigdomènech), decidieron «conservar» en su fachada del carrer Fontanella la tribuna modernista de la Casa Sicart, una de sus víctimas.
Y entrecomillamos «conservar» porque ni eso fueron capaces… Debido al mal estado de la tribuna original, la que apreciamos hoy en medio del frío hormigón es una reproducción en piedra artificial.

El callejón Diagon de Barcelona
Asomándose al mismo carrer Fontanella, frente a la malograda tribuna modernista se encuentra una calle que de por sí no nos dice nada y sin embargo está repleta de curiosidades de Ciutat Vella. Una calle más de las tantas del Gótico que no sabes a dónde van a desembocar.
Sin embargo, el carrer Estruc encierra una gran historia que, desde la década de los 90 y gracias a un mediático espiritista, se nos recuerda a través de diversas placas cabalísticas, simbología oculta en la numeración de cada vivienda y otros particulares detalles que la recorren.
Y es que aquí, tal como reza la placa del número 22, se vendía desde la Edad Media la llamada «pedra escurçonera», que no era más que un hueso de las cabezas de las serpientes mediante el cual, aplicado sobre la herida, se retiraba el veneno de víboras y escorpiones.
El encargado de vender tal ingenio era un afamado alquimista del s. XV llamado el Astruc Sacanera (el brujo Sacanera). Actividad que llevaba a cabo desde un herbolario que sobrevivió hasta la pasada década de los 80 en el número marcado por Ricard Bru, el mencionado espiritista que quiso regalarnos el recuerdo de esta calle dedicada al gremio de los curanderos.





Un termómetro publicitario de récord
Cuando comentaba que en ocasiones paseábamos sin observar, me refería a hechos como el saber que en Portal de l’Àngel se encuentra el termómetro de Can Cottet. Un termómetro que todos conocemos pero que difícilmente ponemos nombre: nos hemos acostumbrado a él e incluso le tenemos el suficiente cariño como para evitar su desaparición y, sin embargo, desconocemos cómo ha llegado allí, cuál es su función además de medir la temperatura y qué historias encierra que lo convierten en un objeto tan interesante dentro del paisaje barceloní.
Este termómetro de récord (con sus 20 metros, en su día fue el de mayor tamaño del mundo) acompaña a la historia de una óptica también Guinness (Can Cottet, al momento de su inauguración en 1902, era la más grande de Europa, con 2.000 m2 de exposición). Una óptica que, agradecida con el éxito que Barcelona le brindó desde el primer momento, quiso corresponderla con un regalo «a la altura».
Es como en la década de los 40 y tras ver uno similar en Copenhague, la familia Cottet encargó el termómetro para servir de indicador y, de paso, de reclamo para la exitosa óptica.
El termómetro de Portal de l’Àngel no se pudo inaugurar hasta febrero de 1956, curiosamente en plena ola de frío que produjo que, al contar con un rango de medición que va de los -5º a los 45º, pareciera estropeado. Siendo éste preciso momento (el de su inauguración) el único en el que el termómetro ha marcado su mínimo en sus ya 70 años de historia.

El Ángel que voló de Ciutat Vella a Hostafrancs
Otro de los motivos de esta ruta es para responder a preguntas que no nos hacemos hasta que nos la formulan, por muy cotidianas que puedan resultar… ¿Por qué la calle comercial más cara de Barcelona, se denomina Portal de l’Àngel?
La respuesta la encontramos en la historia que dio lugar a este rincón y en una hornacina que se encuentra en la esquina del edificio del Banco de España con el carrer de Santa Anna. Allí nos espera el Ángel Custodio, o más bien la réplica del Ángel Custodio… aquel que nombra a esta avenida peatonal a 3.360 euros el metro cuadrado.
En esta misma zona se encontraba el Portal dels Orbs (de los ciegos), el más frecuentado por unir plaza Sant Jaume y Catedral con las rutas comerciales. Tal era su importancia que era la primera puerta en abrirse cada día y en la última en cerrarse.
El cambio de «de los ciegos» a «del Ángel» viene, como muchas denominaciones medievales, de una leyenda. En concreto la que dicta que en una visita de San Vicente Ferrer a la ciudad, se le apareció un ángel en este lugar, indicándole que estaba allí para defender la ciudad.
Necesitada la iglesia católica de adeptos, no tardaron en aprovechar lo popular de la aparición para hacerle una capilla al ángel y fomentar su devoción mediante una talla en madera allá por 1466.
Y allí permaneció el ángel junto a su puerta hasta 1854, momento en el que las murallas caen y se ve obligado a mudarse a la cercana capilla de Santa Anna, donde pasó una breve estancia de 3 años.
Llegado 1857 se produce la anexión de Hostafrancs a Barcelona, y como gesto de unión y buena voluntad, la ciudad regaló al ahora barrio, la imagen del ángel, que desde entonces encontramos en la capilla de la iglesia del Àngel Custodio del carrer Sant Roc.
¿Y la imagen que permanece en la hornacina del Portal de l’Àngel? Se trata del regalo de un particular, el escultor madrileño Ángel Ferrant Vázquez, que como pasó con Can Cottet, agradecido a la ciudad quiso tener un detalle que permaneciera en el recuerdo.
Para ello, inspirado por el movimiento de la Reinaxença, Ferrant indagó en el anecdotario popular y dio con la historia del ángel, que quiso devolver a su lugar original en 1955.

Todo un cementerio frente a una tienda de deportes
Y de un madrileño a la plaza que honra a esta ciudad. En la plaza Vila de Madrid se encuentra toda una curiosidad que ahonda en el, no tan siempre reivindicado, pasado de Barcino.
Al derruirse en 1954 el convento carmelita de Santa Teresa, quedaron al descubierto en su subsuelo un total de 85 sepulcros romanos. Todos ellos en torno a un camino. Enterramientos que datan de en torno a los siglos I y III d.C.
Pese a lo llamativo de las lápidas, se trata de un enterramiento para ciudadanos de clase media-baja, como demuestra su disposición más alejada de las murallas.
De ese lejano 1954 no solo nos quedó el legado al descubierto de las tumbas romanas, sino también, aprovechando la urbanización de la plaza, un homenaje a la maja madrileña, que luce con aires de chulapa como icónico elemento que hermana a las dos ciudades.



Un hostal con un pasado lleno de misterio
Las curiosidades de Ciutat Vella no siempre están tan al descubierto como en medio de una plaza o dentro de una hornacina en una céntrica calle peatonal: a veces no solo hay que mirar, sino que te tienen que contar hacia dónde dirigir la miradad.
Cuando pasamos frente al número 11 del carrer Portaferrisa no vemos más que un simple hostal de los tantos que llenan Ciutat Vella. Sin embargo, si reparamos en el frontón de su puerta…
Sobre este nos encontramos dos querubines que sujetan un triángulo, que se sitúa encima de unos ladrillos, sujetando uno de ellos dos reglas y el otro una llana y un compás.
Podría parecernos un elemento decorativo sin más, pero estamos ante símbolos muy representativos de la logia masónica: ambos niños simbolizan para los masones la inocencia y la pureza ante la tarea de la construcción del hombre iluminado. El niño de la derecha se le representa como carpintero, y el de la izquierda como el cantero, dispuestos a levantar un templo de sabiduría universal.
Todo ello nos hace pensar que, antes que hostal, este era espacio de reunión de esta sociedad secreta que, vistas las marcas que nos van dejando a lo largo de la ciudad, ya no debería serlo tanto…

La decoración del carrer Petritxol
Hemos visto como una sola persona (Ricard Bru en el carrer Estruc), es capaz de mantener viva la memoria de una calle pero, ¿Qué sucede cuando son todos los vecinos los interesados en ella?
El resultado lo tenemos en el carrer Petritxol: un espacio famoso por sus chocolaterías pero que, en sus apenas 140 metros, encontramos otros tantos elementos singulares que la convierten en todo un museo al aire libre pleno de curiosidades de Ciutat Vella como l’auca del senyor Esteve dándote la bienvenida, azulejos que te permiten seguir una historia como si leyeras un cómic, cerámicas anunciando la normativa de decencia de la calle… incluso un Picasso en madera que recuerda que allí se encuentra la primera galería de arte del estado, muy frecuentada por el artista malagueño.
Todo esto no sería posible únicamente por la voluntad municipal, -que tiene otras 4.500 calles que adecentar-. El hecho de que aquí se constituyera en 1947 la primera asociación de vecinos de Barcelona, ha tenido mucho que ver con que Petritxol sea de por sí una de las curiosidades de Ciutat Vella más visible de principio a fin.
También en cuanto a logros particulares, ya que Petritxol se convirtió por ello, en la primera calle peatonal del centro en un «temprano» 1959.




Un perro azul y una tortuga insolente
La Casa de L’Ardiaca actúa de buena telonera de lo que la plaza Nova nos llega a ofrecer. Tan solo la imponente fachada catedralicia ya hizo que mereciera la pena que, para la apertura de esta plaza, se derrumbara un centenar de edificios y desaparecieran calles al completo (dicho así quizás no…).
No obstante, la vivienda desde tiempos medievales del arcediano (la mano derecha del obispo) tiene las suficientes peculiaridades como para destacar por méritos propios dentro de esta ruta de curiosidades de Ciutat Vella. Y entre todas ellas, que un perro completamente azul, luzca como acompañante del santo patrón del barrio, bien merece una parada.
El perro no es otro que el de San Roque (Sant Roc), que aquí no es que no tenga rabo, sino que, efectivamente, este es del color del cielo.
La razón de esta coloración tan particular no es otra que el descuido de un vecino, Manuel Pontí, que a principios del s. XIX, cuando los habitantes de Ciutat Vella se alternaban para lucir y cuidar la imagen del santo patrón, tuvo un incidente con la figura que acabó con el pobre cánido completamente destrozado.
Dorador de profesión, el bueno de Pontí quiso arreglar el desaguisado creando él mismo la figura de un nuevo perro, preguntando a los regidores de qué color lo querían. Estos, en tono medio de enfado, medio burlón, exclamaron: «¡hombre, si te parece píntalo de color azul cielo!».
No sabemos si Pontí carecía de sentido del humor o lo tenía en exceso que acabó pintándolo de esta tonalidad… Y así permaneció hasta que en 1936 destruyeron la imagen. Posteriormente, se restituyó pero con un perro de color marrón, sin la broma – error de Pontí y con ello, sin uno de los testimonios clave de unas celebraciones centenarias… hasta que la voluntad popular quiso que en 2015 se restituyera la imagen original, con su perro como toca: de color azul cielo.

¿Y la tortuga? Para encontrarla tenemos que dar la vuelta al edificio y asomarnos a la entrada de l’Ardiaca desde el carrer de Santa Lucía. Allí encontramos a uno de los elementos más emblemáticos del Gòtic: el buzón modernista de Domènech i Montaner.
Este buzón, creado como elemento característico del edificio cuando lo ocupó el colegio de abogados, «esconde» todo un insulto a la profesión. A saber: 5 vencejos, una hiedra de 7 hojas y una tortuga. ¿Qué quiso expresar Domènech i Montaner con estos elementos?
Con los 5 vencejos quiso simbolizar la rapidez con la que la justicia debe actuar, que sin embargo, por culpa de los abogados, se ve enmarañada (como la hiedra) en una serie de pleitos y papeleos que la convierten en un sistema lento y exasperante, como el caminar de la tortuga.

Las fachadas viajeras de Sant Felip Neri
Toda la plaza Sant Felip Neri, a pesar de ser concebida hace apenas un siglo, da las suficientes historias como para tener su propia ruta.
La que es la plaza más misteriosa y, probablemente, hermosa del Gòtic está trágicamente marcada por el bombardeo de la aviación fascista de 1936. Por suerte, hay más curiosidades de Ciutat Vella en este rincón que las marcas de la metralla: en concreto dos fachadas que se han colado en este espacio.
Se tratan de las fachadas del antiguo gremio de Calders y el de Sabaters, que el arquitecto Adolf Florensa tuvo a bien rescatar durante la década de los años 50 en plena creación del «falso gótico» que tanta fama ha dado a esta céntrica Barcelona.
En el caso de la fachada del gremio de Calders (hoy entrada a la escuela de la plaza), vino de un punto tan atípico y lejano como la plaza Lesseps, donde a su vez viajó desde el carrer de la Bòria.
En el caso de la fachada del gremio de Sabaters (hoy museo del calzado), su procedencia era el hoy extinto carrer de la Corribia.

¿Y qué provoca que dos edificios cambien de localización así como así? Pues las reformas urbanísticas que tanto caracterizaron a la Barcelona de la primera mitad de siglo, donde lo que estorbaba para hacer hueco, fuera.
Barcelona venía del corsé de las murallas que provocaba calles desordenadas y estrechas, y le había cogido mucho gusto a eso del urbanismo higienista que trajo consigo el plan Cerdà. Es por ello por lo que, con el Eixample a pleno gas, se decidió abrir calles, plazas y amplias avenidas donde apreciar, por ejemplo, la nueva fachada de la Catedral.
Así surge el plan de la Vía A en 1911, posteriormente conocida como Vía Laietana, que se llevó por delante 2199 casas y 85 plazas y calles, entre ellas la que servía de sede del gremio de Calders.
El mismo planteamiento se llevó a cabo para crear la plaza Nova (de ahí su nombre), abierta casi a la par que la urbanización de Sant Felip Neri, de ahí a que se «rescatara» uno de los edificios que iba a ser derrumbado para decorarla.

La calavera más famosa de Barcelona
Pensar en Barrio Gótico es pensar en el puente de este estilo que une la casa dels Canonges con el Palau de la Generalitat.
El pont del Bisbe es mucho más que un nexo entre el poder ejecutivo y el eclesiástico: toda una apoteosis de simbología masónica que tiene como culmen la calavera atravesada por un puñal y rodeada de acacias que sirve como clave.
Una calavera que la leyenda cuenta que solo puedes mirar una vez, que a la segunda vez que cruzas este puente observándola te perseguirá la mala suerte… a menos que lo atravieses de espaldas o acudas a frotar el caparazón de la tortuga del buzón modernista. De ahí que el pobre esté tan pulidete…

El zoo particular de Quasimodo
Pensar en la simbología de una catedral nos lleva a pensar en santos como Sant Jordi, Eulàlia, Mercè, Madrona… pero no hay nada como unas buenas gárgolas para «darle chicha» a un lugar tan sacro.
Las de Barcelona son bien dignas de considerarse otras de las curiosidades de Ciutat Vella: un unicornio, un elefante sosteniendo un castillo, un caballo desbocado, un buey… el ábside del carrer de la Pietat cuenta con un rico bestiario.
El patrocinio gremial con el que se construyó gran parte de la catedral fue clave para que, en concreto el caballo, mire hacia el carrer Frenería, siendo allí donde se situaban los artesanos de las monturas de los equinos.
En cuanto al elefante y el unicornio, forman parte del imaginario exótico de la época. En plena Edad Media, los unicornios no eran seres fantasiosos, sino uno más de los animales cuya existencia «se conocía», a pesar de no haberse visto, que curiosamente era lo mismo que pasaba con los elefantes… De ahí a que el que sale representado en la catedral, tenga unas formas tan extrañas: ningún escultor de la época había visto uno.
Otra de las curiosidades de Ciutat Vella que rodea al elefante de la catedral es que, se dice que el día que deje caer de sus lomos el castillo que sostiene o baje la trompa, los cimientos de la ciudad caerán también. Algo que no resultó cierto, ya que la trompa ha tenido que ser repuesta en varias ocasiones.




Ángeles sodomitas frente a la Santa Inquisición
Que un rey puede hacer realmente lo que le de la gana no es invento de «eméritos»… Que se lo digan a Carlos V que, enemistado con el obispo de Barcelona, no tuvo mayor ocurrencia que colocarle dos angeletes juguetones frente a la puerta que servía de acceso para las autoridades eclesiásticas en la catedral.
La obscenidad, el pecado público y la exhibición de ello eran tres elementos que más podían hacer rabiar a la iglesia inquisitorial. Por ello, Carlos V ideó que, aprovechando los puttis (pequeños angelotes desnudos, frecuentes en la imaginería renacentista) que decoraban numerosos marcos del palau, se tallaran en las ventanas más cercanas a la puerta de Sant Iu un par de ángeles en el que uno de ellos introduce por la baja espalda a otro un fuelle, y un tercer angelote que se introduce una forma fálica. Pura poesía.


Unos pechos en bandeja y una casa que «ni dentro ni fuera»
Nos asomamos a la cercana plaza del Rey para encontrar en ella la que es la vivienda más deslocalizada de la Edad Media, que no es otra que la del Botxí (o verdugo).
La maldición que pesaba sobre el botxí le impedía vivir dentro de las murallas, y fuera de ellas era altamente repudiado por sus vecinos. Es por ello por lo que su vivienda oficial se sitúa justo en este lugar. Adosada en plena muralla, de forma que no está ni dentro de la ciudad medieval, ni fuera. Ni sí, ni no.
¿Y por qué era una profesión maldita? Digamos que cortar cabezas no es que fuera lo que más deseas que te diga tu hijo que es a lo que se quiere dedicar cuando sea mayor… Ser el encargado de dar matarile a los reos provocaba un lógico rechazo entre la población, de ahí a que, cuando llegaba el turno de las ejecuciones públicas (que mucho repudio pero ahí estaba media Barcelona los días de matanza, que no había fútbol en la época ni tele…), no es que hubiera largas colas para ser el que pegaba el hachazo.

La forma que tuvo el gobierno local de incentivar la profesión era convirtiendo al verdugo en funcionario: ofreciéndole casa, sueldo y beneficios como quedarse las pertenencias del ajusticiado, que vendía en un lugar no muy lejano de la plaza del Rey: el carrer del Pou Dolç.
No es la única de las curiosidades de Ciutat Vella que se dan en este lugar: en la capilla de Santa Ágata (entre la casa del Botxí y la escalinata) encontramos un curioso cuadro de estilo gótico que decora la capilla de la santa en el Saló del Tinell.
En él se representa a Santa Ágata con sus pechos sobre una bandeja de plata, en representación al martirio que sufrió por rechazar al senador Quintiliano y por cristiana. Una explícita muestra gótica por la cual se reivindica a Ágata como la patrona de las afectadas por el cáncer de mama.

Un ángel con cara de pocos amigos
De la plaza del Rey a la del Ángel, cuyo nombre proviene de un San Miguel que fue el encargado de dar el chivatazo de una acción con la que un cura pretendía hacerse rico…
Esa acción no fue otra que robar un dedo al cuerpo yacente de Santa Eulàlia, en una época en la que contar con una reliquia de tal calibre suponía generar más royalties de la Sagrada Familia a través de su eterna construcción.
El acto de fetichismo necrológico divino se produjo durante el traslado de Eulàlia de Santa María del Mar a una catedral ya consagrada a su nombre. Traslado que se produjo en 1339.
La comitiva iba rodada hasta que, a la altura del carrer de la Llibretería, la tumba comenzó a pesar más y más hasta que resultó imposible moverla. No fue hasta que el cura confesó el hurto y repuso el dedo al cuerpo de Eulàlia, que se pudo reanudar el traslado.
Esta confesión fue posible gracias a otro dedo: el de San Miguel señalando al culpable y que, de forma tan aterrorizante, se representa en esta plaza.

Una constelación que esconde a un icono catalán
Y llegamos a la plaza de Sant Just, donde se encuentra la iglesia dedicada a este santo y a su hermano gemelo, Pastor, que en un truco de ingenio marketiniano eclesiástico, se convirtieron en los Castor y Polux cristianos.
Y a todo ello está simbolizada la iglesia, con una representación de la constelación de géminis en el techo a través de las claves que unen los nervios de las bóvedas.


No es esta la única de las curiosidades de Ciutat Vella que encontramos aquí: la mayor de ellas tiene que ver con el que es uno de los más renombrados símbolos de la Cataluña tanto cristiana, como no cristiana, y que ya ha sido protagonista en la primera parada de esta ruta de las curiosidades de Ciutat Vella.
Hablamos de “la Moreneta”, cuya representación en el tímpano de la entrada y su reproducción en el interior, está más que justificada.
Y es que a Sant Just i Pastor fue a parar la auténtica virgen de Montserrat en su periplo por evitar las llamas republicanas allá por el 1931. Así lo asegura un documento de cesión firmado por el propio monasterio y que permanece en la sacristía de Sant Just.
¿Acaba aquí una de las curiosidades de Ciutat Vella más históricas? Obviamente no. Lo que hace extraña a esta reproducción de la Montserrat es que se sospecha que de copia tiene poco… pudiendo estar ante la genuina y original moreneta.
¿A qué se deben estas conjeturas? Básicamente a que, cuando a principios del nuevo siglo, se tomó la figura original para una rehabilitación, s ereparó que ésta carecía de un agujero que la original tenía documentada en su parte trasera para la colocación de lirios a modo de ofrenda. Un agujero del que carecían todas las copias documentadas… ¿a excepción de cual? Efectivamente la de Just i Pastor, que sí cuenta con esta cavidad.

Una plaza de la que nos cuesta aprender su nombre y un enorme oso rojo que nos lo recuerda
La plaza Antonio López dejó de existir en 2018, cuando el ayuntamiento de los comuns montó toda una jornada festiva para despojar al indiano esclavista de los méritos que le hacían poseedor de un espacio a su nombre a final de Vias Laietana, y una escultura en medio de ésta.
Esta acción pretendía resignificar espacios de la ciudad dedicados a figuras con cuestionable pasado. Así, el marqués de Comillas perdía la distinción y el reconocimiento por su activa participación en el esclavismo como comercio durante sus viajes a las Indias.
La plaza se cambió de nombre por el de Idrissa Diallo. Un cambio muy simbólico, ya que Diallo era un guineano que murió en extrañas condiciones en el CIE de Zona Franca en diciembre de 2012. De esta forma, el honor dado a un esclavista pasaba a pertenecer a quien pudiera haber sido su esclavo de convivir en el mismo tiempo. Una justicia poética que vino continuada por numerosos cambios en el nomenclátor de la ciudad, pero que dejaba sin acción (o sin revuelo) a otros espacios de similares características, como los homenajes a Joan Güell o al propio Cristobal Colón.
Para reforzar el mensaje del cambio de nombre, la mañana del 27 de enero de 2022, la por entonces vacía peana apareció con la imagen de un inmigrante abrazando un enorme oso de dos metros, ambos en un rojo intenso que hacía imposible que pasaran desapercibidos.
Ambos aparecieron con nocturnidad y, suponemos, que alevosía, de manos del artista urbano James Colomina. Capaz de hacer entrar una grúa y anclar una pesada estatua en plena noche sin ser advertido por nadie.
Tras la polémica suscitada, la estatua fue retirada con la misma discreción que su colocación, quedando el episodio como una de las curiosidades de Ciutat Vella más recientes e inusuales.




Un reloj que no marca absolutamente nada
Un reloj sin agujas es, como diría Sabina, como una palmera en el Museo de Cera. Un elemento vacío de su significado que no hace más que, si acaso, decorar.
Sin embargo, el reloj que corona los magníficos pórticos de Xifré (el que fuera el edificio particular más caro jamás construido en la ciudad) dice mucho más que las horas…
Se trata de una representación de la diosa Urania, que es la que porta las agujas, en toda una manifestación pública de lo que es la presencia de la masonería en la ciudad en el s. XIX.
A Urania (diosa griega de la astronomía y astrología) se la representa con el compás, símbolo masón por excelencia. Pero mucho más clarividente y curioso para el observador de las curiosidades de Ciutat Vella es que el reloj solo tiene marcadas las siguientes cifras: el uno, el dos, el tres, el seis, el nueve y el doce. Si sumamos estos números el resultado es 33, el número más sagrado dentro de la logia masónica.

Una gigante obra Pop Art fruto de un pacense
Ya es toda una rareza una cabeza en estilo pop art de 12 metros en pleno paseo marítimo. Así resulta la “cabeza de Barcelona”, obra atribuida a Roy Lichtenstein, abanderado de este estilo pictórico colorista y desenfadado al que dio fama mundial junto a Warhol.
Esta brillante escultura llegó aquí en torno al 92, dentro del proyecto “Barcelona Posa’t Guapa” en el que el ayuntamiento olímpico se afanó por adecentar la ciudad de cara a la cita como sede de los JJOO del 92.
Y aunque la obra ciertamente parte de un boceto del autor norteamericano de 1985, “unos cardan la lana y otros se llevan la fama”, ya que el verdadero encargado de darle forma fue el escultor de Badajoz Diego Delgado Rajado.

Y para terminar… una langosta reducida a gamba
La ruta curiosidades de Ciutat Vella termina en un punto muy emblemático dentro de las reformas olímpicas. Como su hermana la cabeza de Barcelona, la “gamba” de Mariscal es otra de las obras englobadas en aquella gran reforma que se hizo para la Barcelona olímpica, aunque ésta no parte del Ayuntamiento, sino de un particular y, aún años más atrás si nos referimos a su entorno, del primer alcalde de la democracia barcelonina.
El moll de la fusta era un rincón hostil antes de la pretensión de la Barcelona olímpica. Conocido así por ser el lugar donde se descargaba la madera, el ahora muelle de Bosch i Alsina lucía desgarbado, sucio, sin la clase que se le presupone al frente marítimo de una ciudad turística.
Esto bien lo sabía Narcís Serra antes que Maragall. Al igual que también sabía que si quieres reformar algo de forma radical, necesitas un evento de importancia que lo justifique.
Por ello, el primigenio alcalde democrático se las ingenió para organizar un desfile de las fuerzas armadas frente al moll de la fusta, propiedad del ejército por aquel entonces.
De esta forma, Serra no solo involucraba al estado para el adecentamiento del muelle, sino que también provocaba la cesión de este espacio a la ciudad. Este paso fue clave para que ésta comenzara su mítico lavado de cara frente al mar.

Y de ese primigenio primer adecentamiento, al que nos ocupa y dio lugar a “la gamba”.
Una vez el moll de la fusta lucía ya digno para que la ciudadanía pudiera disfrutarlo, llegó una segunda fase de su reforma: la puesta en marcha olímpica, la cual contemplaba que en éste se situaran chiringuitos y restaurantes, pero para que no afearon el paisaje, éstos deberían lucir sin rotular las pérgolas que se habían dispuesto para ellos.
El dueño de uno de ellos, el Gambrinus, tuvo una idea para que, sin rotular, su restaurante destacara sobre los demás. Aprovechando su amistad con Javier Mariscal, quien a su vez nos legó el Cobi, le contactó para que le diseñara una mascota igual de icónica. Nacía así la gamba de Mariscal.

Tna solo quedaba instalarla en el chiringuito, para lo que tirando nuevamente de agenda, contó con la ayuda de un maestro fallero.
La gamba así saludó desde este popular rincón hasta que a mediados de los 90, el ayuntamiento retiró la concesión de la licencia a los chiringuitos de Moll de Fusta por la degeneración debida al ocio nocturno a la que se había abocado la zona.
El dueño del Gambrinus hizo las maletas pero eso sí, llevándose consigo su icónica gamba.
El Ayuntamiento, que la consideraba ya parte del paisaje y, por tanto, del patrimonio de la ciudad, litigió hasta que ya en 2004, pudo hacerse con los derechos de la gamba, lista para un nuevo macroevento barceloní: el fórum de las culturas.
Y bajo esta gamba acaba esta particular ruta de las curiosidades de Ciutat Vella, que tanto nos regala un falso gótico, como unos amorosos ángeles copuladores.
