El Palau Lloctinent es un gran ejemplo de la arquitectura civil de la edad Media en Barcelona. Construido en piedra de Montjuïc y con influencias del renacimiento italiano, casa a la perfección con el estilo imperante en otros palacios como L’Ardíaca, Sala de la Reial Audiència (Museu Frederic Marès) o la Casa dels Canonges.
En todos ellos es común la construcción de tonos grisáceos en torno a un patio con escalera que da acceso a las diferentes estancias, residiendo el aspecto diferenciador en los detalles que se añadan posteriormente a la fachada, puertas, ventanales y celosías. En el caso del Palau Lloctinent, encontramos en estos detalles un curioso caso de insulto eclesiástico, que hoy día no pasaría ni un solo filtro de lo denominado como «políticamente correcto».

Palau Lloctinent: urbanismo a medida de un rey
El aparente parecido que tienen unos edificios con otros (al menos, estructuralmente) en esta zona de la ciudad responde al urbanismo típico medieval, en el que los diferentes estratos se «arremolinaban» en torno al centro de poder, que en Barcelona desde siempre, ha sido la Plaza Sant Jaume.
Así, nos encontramos con el poder eclesiástico (Catedral, Casa de l’Ardiaca, Casa del Degà); con el noble (Casa Padellàs, Verger del Palau, Casa dels Canonges); y finalmente con el monárquico (Saló del Tinell, Mirador del Rei Martí) al que se le suma el Palau Lloctinent. Todos en el espacio que encorsetaba las murallas.

El Palau Lloctinent (palacio del lugarteniente), era el espacio habilitado en 1549 para ser habitado por el representante del rey en Cataluña (virrey), aunque nunca llegó a cumplir esta función. Su localización en la plaza de edificaciones monárquicas (del Rei), hizo que finalmente sirviera de anexo al Palau Reial Major.
De hecho, Carlos V (monarca en el momento de su construcción), llegó a usarlo como nexo entre sus dependencias y los espacios de rezo que frecuentaba, construyéndose un pasadizo que por un extremo a través de un puente en el carrer dels Comtes le llevaba a la tribuna real de la Catedral, y por otro a la capilla real de Santa Ágata. La razón de usar el Palau de Lloctinent con este fin no era otra que no mezclarse con el populacho.

Lo obsceno como insulto a través de los pequeños detalles
Cuando pensamos en decoración renacentista, se nos viene a la cabeza ricas tallas, motivos florales, referencias a elementos eclesiásticos y comerciales… En el caso del Palau Lloctinent, la decoración se concentra mayoritariamente en balaustradas en las ventanas de la primera planta, y decoración en los marcos.
Fue este el espacio decorativo que el propio Carlos V aprovechó para «hacer una jugarreta» al obispo de la ciudad. Carlos V se llevaba realmente mal con Jaume Cassador, máximo representante eclesiástico en Barcelona por aquel entonces, y no se le ocurrió otra forma mejor de «chincharlo» que mediante la ofensa.
¿Y qué podía ofender más a un obispo en aquel entonces? La obscenidad, el pecado público y la exhibición de ello. Para ello, Carlos V ideó que, aprovechando los puttis (pequeños angelotes desnudos, frecuentes en la imaginería renacentista) que decoraban numerosos marcos del palau, se tallaran en las ventanas más cercanas a la puerta de Sant Iu, por aquel entonces las principales de la Catedral, unos angelotes sodomitas.

Los ángeles del vicio del Palau Lloctinent
Carlos V era consciente que, como rey y máxima autoridad, se podía tomar la licencia sin ningún tipo de reparo. Todo a pesar de que a apenas unos metros del Palau, en la Plaza de Sant Iu, residía la sede de la Santa Inquisición.
No obstante, para que la ofensa fuera eclesiástica y no notoriamente pública, tuvo la elegancia de mandar a que se tallaran de formas alegóricas y aunque directamente estuvieran en los remates de las ventanas más próximas a la Catedral, se vieran con disimulo.

Es así como en la esquina con plaza de Sant Iu y carrer dels Comtes, encontramos un ángel introduciéndose un fuelle por el ano, con cara gustosa; y como remate de la ventana de al lado otro ángel practicando una felación a lo que parece el falo de un ser mitológico.
Estos angelotes llevan desde 1547 practicando la sodomía de forma pública, pero con discreción y llamando la atención únicamente de quienes conocen su existencia. Una invitación a fijarnos en los pequeños detalles que se esconden en Barcelona.

Un vínculo estrecho con la Corona de Aragón
Que sirviera de «atajo» real no es la única utilidad que el Palau Lloctinent ha tenido al servicio de «sus majestades»: desde 1863 y oficialmente, hasta 1993, ha sido sede del Archivo General de la Corona de Aragón.
Actualmente sigue manteniendo las funciones de lugar de interpretación histórica como espacio para actos protocolarios, exposiciones y cursos referentes a la corona, pero los más de 100.000 documentos, pergaminos y legajos que custodiaba, se encuentran actualmente en un edificio de construcción específica para este fin, en el carrer Almogavers 77.
El traslado de los archivos al edificio del Fort Pienc, no ha impedido que el Palau se quedara vacío de joyas históricas ni referencias a la Corona Aragonesa: accediendo a la escalera desde el lateral izquierdo nos encontramos como la Porta de Sant Jordi, que enlaza con el Saló del Tinell.

Esta puerta de bronce se trata de una obra contemporánea de 1975 del artista Josep M. Subirach, que fiel a su estilo, representa a un Sant Jordi custodio y geometrizado, rodeado de diferentes elementos que evocan a la Corona de Aragón. Tales como escudos de los diferentes reinos, un mapa del Mediterráneo y frases del Llibre dels Feits (crónicas de Jaume I) en latín y catalán.
Llegados a este punto, no podemos dejar de mirar al techo, donde apreciaremos un impresionante artesonado de madera que data del siglo XVII, con decoración que se asemeja al casco volteado de un barco.

El Palau de Lloctinent a día de hoy
Pese a perder su funcionalidad como archivo histórico, el Palau de Lloctinent sigue manteniendo su funcionalidad como lugar de difusión de la cultura medieval e imperial aragonesa. Además de los tesoros anteriormente mencionados, encontramos otras piezas como el dintel de una de sus ventanas expuesto en el patio con la leyenda «paine povr ioie».
Este latinismo hace referencia a la divisa caballeresca que identifica al condestable Pedro de Portugal, que fue proclamado rey de la corona de Aragón durante tres cortos años, de 1463 a 1466, al reclamar la corona el legitimado rey Juan II, que contaba con los apoyos de Aragón, Valencia, Sicilia y el Consell Catalán.

La traducción sería «la alegría por el dolor», que en una nada romántica visión, expresa cómo la fatalidad siempre llega y se lleva todo disfrute. Con ese entusiasmo, no nos extraña en absoluto que perdiera la corona…
Por último, el Palau de Lloctinent destaca como una de las sedes más populares de la celebración de L’Ou com Balla el día del Corpus.
