En Barcelona hay edificios de viviendas que, sin entrar en ninguna ruta monumental, se pueden considerar auténticas joyas urbanísticas. Entre ellos hoy destacamos los Pórticos de Xifré (en catalán els Porxos d’en Xifré): un edificio mastodóntico en su fecha que a pesar de su ya de por sí esbelta presencia, esconde mucho más de lo que muestra.
Este imponente edificio neoclásico que hoy en día se sitúa en el paseo de Isabel II a tocar de Pla de Palau y frente a la Llotja de Mar, es el capricho de un indiano del s.XIX, de los tantos y tantos que configuraron el urbanismo burgués barcelonés en aquella época a costa de invertir lo ganado en las Américas en residencias ostentosas y monumentales. Pero no estamos ante un indiano cualquiera…
Pórticos de Xifré: un pequeño París a pie de playa
Hablamos de Josep Xifré, a quien podríamos definir sensacionalistamente como «el Rockefeller catalán del s. XIX» (si es que Rockefeller hubiese amasado su fortuna con la trata de esclavos, el ron y el aguardiente… aunque sí tenían en común los negocios bancarios), ya que estamos ante el indiano que mayor fortuna hizo y, como tal, quiso exhibirla en forma de residencia de tamaño descomunal y con aires monumentales. Es así como en 1836 encarga a los arquitectos Josep Buixareu y Francesc Vila la ejecución del que sería el edificio particular más caro construido en Barcelona: los pórticos de Xifré.
¿Y cómo un edificio de viviendas se convierte en la edificación más cara jamás construida por parte de un particular? Además de su considerable tamaño, aunque hoy lo veamos bien entrado en tierra el edificio se construyó en lo que aquella época era aún terreno marino. Ya existían barrios marineros como la Barceloneta asentados a poca distancia, pero estos se aprovechaban de entradas de tierra firme, y en el caso que nos ocupa, era el mar el que apenas distaba unos metros de los actuales pórticos.
El relevo como el edificio más caro de la ciudad |
El siguiente edificio en ostentar el título del más caro de la ciudad ya tuvo su impronta modernista. Se trata de la Casa Fuster, situado al final del Passeig de Gràcia, en el número 132 y lleva la firma del célebre arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner, que no lo pudo ver acabar en el año 1911. A día de hoy, el significado de edificio caro responde más a cuestiones de localización y especulativas que no a la nobleza de sus materiales y ostentación ornamental. En base a ello, podríamos darle el título al edificio Francesc Macià 10. |
Este hecho produjo que los cimientos se toparan con tierras blandas y poco firmes, para lo que se requirió de toneladas de piedra que asentaran los pilares y aseguraran la edificación. Todo ello sumado a la infinidad de detalles que se labraron en la piedra de las canteras de Montjuïc, contar con comodidades exclusivas como los primeros sistemas de agua corriente de la ciudad, lo cuidado de su planta y fachada y la intervención de artistas de la época para su decoración, convirtieron a la Casa Xifré (su nombre oficial) en la más cara jamás construida en Barcelona.
Este hecho más que importarle, le llenaba de orgullo a Xifré, que quería legar a la ciudad una obra a la altura de sus numerosos negocios y, de paso, aportar a la fisionomía de Barcelona un pequeño pedazo de París, ya que todo el edificio se inspira en uno previamente existente en la calle Rivoli, entre las Tullerías y el museo del Louvre.
Pórticos de Xifré: un edificio con firma colonial… y masónica
Como testigos de la procedencia de la fortuna que permitió su construcción, los Pórticos de Xifré están decorados con medallones sobre los pilares con los rostros de personajes ilustres vinculados a la América colonial: Pizarro, Hernán Cortés, Colón, Alonso de Ercilla, Magallanes o Elcano son algunos de los más reconocibles, como también lo son los símbolos masónicos con los que se remata el edificio. Para reparar en cómo se le atribuye a Xifré pertenecer a la logia, nos debemos fijar en el frontispicio, donde se puede leer la siguiente inscripción:
«Uranie coeli motus scrutatus et astra» (Urania está siempre atenta del movimiento del cielo y las estrellas)
Aquí la primera pista, puesto que a Urania (diosa griega de la astronomía y astrología) se la representa con el compás, símbolo masón por excelencia, pero mucho más clarividente y curioso para el observador es el reloj que corona el edificio, en el cual únicamente se marcan con cifras el uno, el dos, el tres, el seis, el nueve y el doce. Si sumamos estos números el resultado es 33.
Un conjunto digno de postal
Pese a lo pretencioso del proyecto, no debemos negarle a los Pórticos de Xifré que valen cada real de la fortuna que costó, amortizados a base recoger entre sus viviendas además de la familia Xifré, otros burgueses de bien que fueron ocupando sus amplias estancias, que eran admiradas hasta tal punto de protagonizar la que es, a día de hoy, la primera fotografía realizada en España.
Esto sucedió el 10 de noviembre de 1839, cuando un discípulo de Daguerre llamado Ramon Alabern, eligió los Pórticos de Xifré como paisaje para la que sería la primera instantánea (que de rápida no tenía nada… 20 minutos se tardaba en plasmar la imagen en una plancha recubierta de plata) del país. Lejos de ser un dato anodino, el evento se celebró a la altura de los hechos, contando con numeroso público e incluso una banda de música que amenizó la espera, todo financiado mediante la venta de boletos para el sorteo del daguerrotipo resultante.
Un vecino ilustre y un café para continuar la historia
Casi seis décadas después de su construcción, en 1895, se instalaron desde Málaga una familia cuya firma pasaría a la historia: los Picasso, que tras un fallido paso por La Coruña, desembarcaban en Barcelona al conseguir el padre de Pablo una plaza como catedrático en la Escuela de Bellas Artes. Así, la azotea de los Pórticos de Xifré fue testigo de los primeros paisajes urbanos que pintó un joven Picasso de apenas 14 años, muchos de los cuales, se conservan a día de hoy en el Museo Picasso de la ciudad.
No fue la terraza el único rincón de la Casa Xifré del que Pablo Picasso era asiduo: el restaurante cafetería que culmina la esquina del edificio con Pla de Palau, se convirtió en uno de los centros de reuniones del pintor malagueño y otras celebridades de la altura del doctor Fleming o Ava Gardner (amén de la logia masónica, que también se dejaba ver más allá de la simbología patente en la fachada). Hablamos del Set Portes: el local decano de la ciudad famoso por sus arroces y por otras tantas historias que merece la pena contar aparte.