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Ruta por la avinguda Meridiana

La avinguda Meridiana lleva condenada desde los años del desarrollismo a ser una simple vía de paso, una autopista urbana sin más interés que llevarte al centro de la ciudad desde su periferia más obrera. Aprovechamos su reciente pacificación para poner en valor una arteria histórica y repleta de rincones curiosos.

La ruta de la que toda guía turística escaparía… ¿Puede una autopista urbana ofrecer algún tipo de interés histórico o cultural? La avinguda Meridiana sí, y aprovechando su reciente pacificación y la necesaria reducción de carriles para una arteria perfectamente integrada en la ciudad, ponemos en valor una vía que se concibió como una de las más importantes de la ciudad y que el desarrollismo condenó al olvido.

¿Por qué una ruta por la Avinguda Meridiana?

Sería utópico recomendar a un turista que viene a ver la Sagrada Familia y a pasear por las Ramblas, que se asome por la frontera entre Sant Andreu y Nou Barris. Incluso ofensivo para una Barcelona que busca escapar de la gentrificación y que se refugia en sus barrios huyendo de los AirBnB, los alquileres desmedidos y el bullicio de sus «must see» reflejados en la Lonely Planet.

No obstante, esta ruta no es solo un homenaje a la arteria que Ildefons Cerdà concibió como una de las tres vías principales que marcaran su Eixample, la que marca frontera junto con el Paral·lel a su alabada planificación urbanística, sino también una reivindicación para que los locales conozcan y no teman acercarse a un espacio rodeado de hitos históricos, urbanísticos y culturales.

El puente de Sarajevo, el canódromo de la Meridiana, Can Dragó o el nuevo entorno de Glòries son algunos puntos destacables que bien merecen cuanto menos una mirada, a los que sumar alrededores como el Clot, Congrès, La Pegaso o la Casa del Agua, punto fundamental para entender la importancia histórica de esta avenida.

Ruta por la Avinguda Meridiana

Inicio: Casa de l’Aigua (L11)

Final: Cascada del Parc de la Ciutadella (L1)

Duración: 2 horas. Hora y media más si añadimos los desvíos (8 km.)

27 paradas

Casa de l’Aigua de Trinitat Vella

Justo en la zona en la que la C-33 comienza a denominarse como Avinguda Meridiana encontramos el primero de los puntos de interés.

Se trata de la Casa de l’Aigua de Trinitat Vella: una edificación modernista de Pere Falqués (el arquitecto municipal que, entre otras obras, creó las farolas de la Avinguda Lluìs Companys y las de Passeig de Gràcia) que pretendía aprovechar, a comienzos del s. XX, la misma agua que trajo prosperidad para la ciudad en forma del mítico Rec Comtal.

Así, justo donde la Trinitat Vella y la avinguda Meridiana se tocan, encontramos la estación de bombeo y la casa del guarda. Dos obras hoy en día aprovechadas como instalaciones del MUHBA pero que, ya en 1919, permitieron que en la zona se pudiera seguir aprovechando el torrente de Montcada que, siglos atrás, había permitido una industria próspera para los pueblos de la zona.

Qué ver en los alrededores
La importancia del agua en el crecimiento de esta zona se hace patente cuando, apenas cruzando la C-58 nos encontramos en la ribera del Besòs, y junto a ésta otra de las edificaciones clave para que Barcelona pudiera seguir la senda de crecimiento que le ofrecía el Rec Comtal años despues de su soterramiento.

Se trata de la Estación de Tratamiento de Aguas del Besòs, cuyo nombre nos puede sonar actualmente a infraestructura fría y sin gracia pero que, gracias al buen hacer de los arquitectos de la época, hoy aún luce como un oasis modernista frente a las posteriores aberraciones que llenaron la orilla del Besòs de grises cementeras y tendidos eléctricos.

Construida en 1891 para bombear las aguas subterráneas del río, Falqués se inspiraría en su construcción en ladrillo para las Casas de les Aigües de las dos Trinitats.

Casa de l’Aigua de Trinitat Nova

Encontramos justo al otro lado de la avinguda Meridiana desde el punto en el que nos encontramos la Casa de l’Aigua de Trinitat Nova, que no es más que una extensión de la de Trinitat Vella, a la que está conectada mediante unos conductos soterrados bajo la autovía.

Los edificios que el equipo de Pere Falqués diseñó para este sector fueron los encargados del almacenamiento y tratamiento del agua bombeada por la estación vecina. Este último proceso era de vital importancia, ya que la construcción de estas estaciones respondían a la epidemia de tifus que asoló Barcelona en 1914 y que fue agravada por la falta de tratamiento de las aguas que iban llegando al cada vez más creciente Eixample.

Desde este conjunto modernista se llevaba el agua necesaria para abastecer al nuevo barrio, ya que la torre de les Aigües de l’Eixample Dreta y la de Dosrius resultaban insuficientes para una población cada vez más creciente y con mayores necesidades.

Qué ver en los alrededores
En los comienzos del s. XX era muy común que las cooperativas obreras, -gracias al fomento del Ayuntamiento mediante la ley de Cases Barates de 1911 mediante la cual, se cedían terrenos y se ofrecían ayudas para que trabajadores migrantes se establecieran en torno a la industria y los gremios-, crearan barrios enteros en torno a una fábrica o profesión gremial.

Es así como a lo largo y ancho de Barcelona nos encontramos pequeñas casas de aspecto noble, -normalmente en estilo modernista, novecentista o victoriano-, creadas para acoger trabajadores de un mismo sector, como es el caso de La Font d’en Fargues o Can Baró para periodistas; la Font Florida para los trabajadores de Can Butsems y Casaramona o las del carrer Comte Güell para la Sociedad Bienestar Obrero.

En el mismo carrer que la Casa de l’Aigua de Trinitat Nova, frente al Casal del Barri nos encontramos con Les Cases dels Carters, construidas en torno a la década de los años veinte por el gremio de carteros. Es así como, entre el enjambre de VPOs y bloques comunales que caracteriza a Nou Barris, nos encontramos un conjunto de cinco chalets unifamiliares de aires eclécticos recogiendo varios estilos de la arquitectura catalana de finales del XIX y principios del XX.

Estas casas son uno de los últimos ejemplos de Cases Barates realizadas con cierto gusto arquitectónico y con la finalidad de proporcionar estatus y bienestar a sus moradores. El desarrollismo y una dictadura poco preocupada por el desarrollo de la clase obrera, trajo infames ejemplos como las autoconstruidas de Can Peguera, el cercano Baró de Viver y el Bon Pastor, o las promovidas de Ciutat Meridiana, Bellvitge en L’ Hospitalet, Ciutat Cooperativa en Sant Boi o Zona Franca y casi todo Nou Barris.

Puente de Sarajevo

La avinguda Meridiana está atravesada por cuatro puentes, todos acumulados en el tramo que divide a Sant Andreu de Nou Barris, donde llega a contar con hasta 14 carriles.

Es en este tramo, perpendicular a la Casa de l’ Aigua de la Trinitat Nova y uniendo el carrer de Sa Tuna (Nou Barris) con el de Almassora (Sant Andreu) donde nos encontramos con el puente de Sarajevo: un temprano ejemplo de la transformación de la avinguda Meridiana de eje caótico a eje verde.

Iniciando las políticas de descongestión y embellecimiento de la zona, en 2015 el Ayuntamiento contó con el equipo de arquitectos BCQ (creadores de la Biblioteca Joan Maragall de Sant Gervasi o la reforma de la Plaza de la Vila de Madrid, entre otras reconocidas obras) para convertir un puente de los años 80 creado para el tráfico rodado sin ningún tipo de recurso estilístico, en una plataforma peatonal ejemplo de la arquitectura sostenible.

Es así como, al poco de adentrarse la Meridiana en el tejido urbano barcelonés, nos encontramos con un puente de hierro y acero corten repleto de pérgolas, que lo convierten en un jardín colgante capaz de convertir la experiencia de atravesar una autopista urbana en un oasis de calma donde sentarte en uno de sus bancos.

El puente de Sarajevo cuenta también con placas solares destinadas a su autoabastecimiento eléctrico y otros elementos de alta sostenibilidad como un hormigón capaz de eliminar partículas de polución y reducir el impacto acústico.

Qué ver en los alrededores
Humilde, incluso anodina, pero repleta de historia encontramos a pocos metros del puente la Església de la Santíssima Trinitat: una más de las iglesias parroquiales que pueblan los barrios obreros de la ciudad.

La razón de su importancia reside en que se encuentra en el turó de Finestrelles, -histórico acceso a la ciudad desde época medieval a través de la carretera de Ribes (hoy carrer del Clot, Gran de la Sagrera, Gran de Sant Andreu y Ribes)-, como sustituta de la capella de la Santissima Trinitat que da nombre al barrio.

En pie desde 1944, fue ejecutada en estilo contemporáneo por el hijo del afamado arquitecto modernista Enric Sagnier, que tuvo previsto decorar su fachada profusamente pero que, a día de hoy nos aparece desnuda debido a que la falta de presupuesto en plena posguerra la dejó inacabada.

Creu de terme de Sant Andreu

Dirigiéndonos hacia el sur, antes del cruce de la Meridiana con la Ronda de Dalt, nos encontramos con una réplica de una de las cruces de término que marcaban las entradas a las villas de la Barcelona medieval, en concreto, a la de Sant Andreu.

En el mismo camino que comunicaba Sant Martí y Sant Andreu, con la plana de Vic y los Pirineos (la carretera de Ribes, siendo este mismo tramo donde se encuentra la cruz, denominado carrer de Ribes por ello) encontramos esta réplica de 1996, que imita a la originaria del s. XIV.

Esta réplica no solo tiene importancia de remitir a las históricas puertas de entrada de la ciudad, sino por encontrarse en este mismo punto la mítica «quinta forca» a la que hace referencia la muy barcelonesa expresión, que alude a la lejanía de esta horca en comparación con las otras cuatro situadas en Pla de Palau, Portal de Sant Antoni, Pla de la Boquería y en Creu Coberta.

¿Y qué hacía aquí una horca junto a la creu de terme? Ser el punto donde se ejecutaban públicamente a los maleantes, cuyos cadáveres se dejaban expuestos varios días a la entrada de la ciudad para advertir con ello del futuro que les esperaba a quienes no venían con buenas intenciones.

Qué ver en los alrededores
Desviándonos hacia el lado Besòs pegados ya a la ronda de Dalt nos encontramos con uno de los parques más particulares de la ciudad, el de la Trinitat Vella.

Finalizado en 1992 con la intención de llevar el esplendor olímpico más allá de Montjuïc, el Parc de la Trinitat Vella aprovecha un espacio prácticamente inurbanizable por encontrarse en pleno nudo de la C-58 con la Ronda de Dalt y la Ronda Litoral, trayendo un espacio de alivio y respiro a un barrio ahogado entre autopistas.

Para ello se contó con los prestigiosos arquitectos Joan Roig y Enric Batlle, que idearon un parque con forma de anfiteatro en torno a un estanque, del cual parte una colina delimitada elegantemente por una poblada fila de álamos del que parten diferentes plantaciones formando círculos concéntricos.

Destacan dos esculturas de gran valor artístico: la Dona que es Banya, realizada en mármol de Carrara dentro del mismo estanque, y Cavalls Desbocats, un conjunto de 15 caballos realizados en aluminio fundido.

Habitatges RENFE

Al hablar de les cases dels carters hacíamos referencia a la tendencia del s.XX de realizarse pequeños núcleos de viviendas en torno al cooperativismo.

A pesar que en ese mismo texto, nos referíamos a las construcciones posteriores (mediados del s.XX) como una pérdida del sentido arquitectónico y la comodidad habitacional, encontramos algunos dignos ejemplos de la construcción comunal propia del desarrollismo como las viviendas que la RENFE promulgó para sus trabajadores en plena avinguda Meridiana, ya cruzada la ronda de Dalt en el barrio de la Prosperitat.

A simple vista nos parecen un grupo de viviendas promovidas o de protección oficial más, pero su planta y distribución resultan únicas.

Alzadas en forma de Y, esta concepción impide que se elimine el patio interior como única vía de ventilación, permitiendo que cada uno de los tres brazos disponga de sus propias corrientes de aire y una mayor iluminación natural.

Qué ver en los alrededores
La avenida Río de Janeiro transcurre paralela a la Meridiana tras los edificios de la RENFE, y aunque en un principio tal como ocurre con los bloques cooperativistas, puede que no nos diga nada a simple vista, esconde varios rincones de interés en cuanto a la fisionomía de la ciudad.

El primero de ellos es la Medianera Escultórica: considerada la escultura más larga de la ciudad con sus 300 metros de longitud. Se tratan de 11 piezas de hormigón dispuestas en diferentes posiciones que acompañan el recorrido del último tramo de la avenida, urbanizado en la década de los 80. Esta escultura recibió el premio FAD de 1989.



Justo donde termina, encontramos la plaza dels treballadors i les treballadores de la Harry Walker, remodelada en 1999 en los terrenos liberados de la fábrica de piezas de automoción que, aunque fundada en 1914 en Sants, se trasladó a este rincón en 1957.

De esta plaza destaca la fuente pérgola que, en forma de pirámide invertida, hace caer agua desde su tejado a su centro a través de láminas de madera de color whisky, jugando con la semejanza del apellido del promotor automovilístico con el de la popular marca de destilados.



El primero de los tramos de la avenida, y el más antiguo de ellos, lo encontramos cruzando el passeig de Valldaura, donde nos espera el cementerio de Sant Andreu, datado en 1839, lo cual le da un aire romántico y modernista aportado por sus numerosos panteones de los que destacar algunos como el de la familia Martí, la familia Benguerel o el del Santet de Sant Andreu, con una tradición similar al popular Santet de Poblenou.

En este cementerio también encontramos el Panteón del Soldado, donde desde 1940 descansan los restos de combatientes franquistas. Este hecho ha supuesto que, antes de que en 2010 se promulgara la Ley de Memoria Histórica, fuera vandalizado por contar con símbolos dictatoriales que han sido oportunamente cambiados por constitucionales.

Pont del Dragó

Mucho más discreto que el de Sarajevo, en el cruce de la avinguda Meridiana con el passeig de Valldaura nos encontramos con un puente cuya historia remite a 1862, cuando se construyó como ferroviario para salvar el desnivel que los torrentes del Collserola creaban en la zona.

Hasta 1950 no se convirtió en un puente de tráfico rodado, motivado por la expansión de la Meridiana hacia el barrio de la Trinitat, que hasta entonces seguía siendo merecedor de la expresión «quinta forca» por ser un núcleo ajeno al resto de la ciudad.

Este puente, hoy en día, no puede competir con el de Sarajevo o el de Calatrava en cuanto a interés arquitectónico más allá de su decoración en trencadís azul y blanco, pero hace un par de décadas sí que destacaba por contar con dos grandes dragones de fibra de vidrio colgando de su techo.

Estos dragones se colocaron en 1987 por petición popular, en referencia al topónimo de Can Dragó que recibe la zona. Este nombre proviene de la masía de Can Dragó, que se terminó de demoler en los 60 para dejar paso a la Meridiana como autopista urbana. Los dragones desaparecieron años más tarde debido a la falta de mantenimiento, siendo sustituidos por el trencadís, de mejor conservación y mantenimiento.

Qué ver en los alrededores
«Can Galta Cremat» es el popular nombre que recibió la fábrica textil de los hermanos Mateu, en el barrio de Sant Andreu desde 1896.

Actualmente solo encontramos la chimenea como testigo del prolífico pasado textil e industrial del barrio, que acogió importantes fábricas como la Fabra i Coats, la Maquinista o la ENASA (fabricante de los populares camiones Pegaso).

Hoy esta chimenea no siente el trajín de los obreros, pero sí el de uno de los motores culturales del barrio. Junto a ésta se encuentra el Centre Municipal de Cultura Popular, que desde 2006 vela por las tradiciones del barrio.

Otro de los recuerdos que deja Can Galta Cremat para la posteridad es el de haber sido, -según la leyenda popular-, la inspiradora de la creación de manos de Francesc Moragas i Barret, de la Caixa de Pensions per a la Vellesa i d’Estalvis en 1904.

Lo que motivó a Moragas a crear La Caixa fue ver la obra Els vells, de Ignasi Iglésias en el Romea en 1903. Obra que se inspira en los despidos masivos de trabajadores de avanzada edad de Can Galta Cremat a comienzos del XX.

Parc de Can Dragó

Tras cruzar el puente del mismo nombre nos topamos con la primera pacificación digna de mención de la Meridiana, dejando de ser una simple autopista gris para ensancharse y equiparse con espacios para el paseo y recreo de sus vecinos.

Estos espacios se integran en el complejo de Can Dragó, creado entre 1990 y 1992 aprovechando nuevamente el empuje de la inversión olímpica y dignificando una zona caracterizada por su elevado nivel de ruido, polución y carente de servicios y espacios públicos.

Aprovechando nuevamente el espacio librado con la demolición de Can Dragó (llamada así por acoger esta masía en los años de la guerra de Secesión a una guarnición de soldados franceses denominados como los dragones) y gracias a la cesión de la RENFE (propietaria de esos terrenos) se creó un parque público de 15.000 m2 que actúa como el gran pulmón de la avinguda Meridiana.

En él no solo encontramos un insólito espacio de paseo en plena autopista urbana, sino también notables rincones como la piscina municipal de mayor tamaño de la ciudad, el Club de Atletismo de Nou Barris y el campo de fútbol del Club Alzamora.

En cuanto a monumentalidad destaca por dos elementos muy significativos. El primero de ellos lo encontramos aprovechando un desnivel del parque, en cuya cumbre encontramos nada más y nada menos que las réplicas de las aurigas olímpicas que decoran el estadio de Montjuïc.

Estas réplicas de las esculturas de Pau Gargallo se colocaron para la inauguración del parque como uno de sus elementos centrales, después de que la autora, Marta Polo, tuviera que realizarlas dado el estado deteriorado de las originales del escultor vanguardista. Habiendo creado el molde para las del Estadi Lluís Companys, se aprovechó una segunda copia para traer el espíritu olímpico a Nou Barris.

El segundo de los elementos monumentales lo encontramos justo en el extremo del parque, en el cruce con el paseo de Fabra i Puig. Allí se encuentra la escultura contemporánea «Tall Irregular Progression: a les víctimes del terrorisme». Una obra del prestigioso escultor Sol Lewitt, internacionalmente reconocido por el uso del cubo en diferentes formas abstractas como elemento conceptual.

En este caso, los cubos simulan el crecimiento de la civilización, en un homenaje a las víctimas del trágico atentado terrorista que se vivió en el cercano Hipercor de la avinguda Meridiana.

Que desde 2003 este memorial se sitúe aquí y no a la entrada del hipermercado se debe a que el tamaño y su configuración, desaconsejaba situarlo Meridiana abajo, aprovechándose la amplitud de esta zona para su instalación.

Qué ver en los alrededores
Adentrándonos en el Sant Andreu más clásico nos encontramos con una joya bien oculta a la par que bien conocida por sus habitantes: la plaza Mercadal.

Se trata de una plaza porticada en cuyo espacio central se encuentra encajado el mercado municipal de Sant Andreu, en activo desde 1906 y reformado en 2019.

Abordarla supone trasladarnos a la Barcelona de las villas, gracias a su estilo neoclásico y las posteriores intervenciones que limitaron el tráfico de vehículos y redujeron el acerado.

Como curiosidad, antes de que existiera su mercado central, se llegaron a organizar corridas de toros en torno al año 1891 en su interior.

Heron City / Som Multiespai

Nou Barris certificó su integración dentro del tejido barceloní con un gesto muy significativo dentro de la era capitalista: teniendo su propio centro comercial y su propio Corte Inglés.

Desde 2001, recién inaugurado el s. XXI, los vecinos del noreste de Barcelona ya no requerían tomar el metro para ir a comprar a plaça Catalunya, contando con sus propias instalaciones macrocomerciales y de ocio de manos de la empresa británica Heron Internacional, que ideó para la zona un centro comercial en torno a un gran patio, -donde se encuentra una fuente interactiva, otra con juego de luces y música al gusto de la Font Màgica o, más cercana a ella, la de la fuente Manuel de Falla-, con espacios de restauración, tiendas y salas de cine.

Renombrado desde 2018 como Som Multiespai, ha sufrido cierta decadencia desde entonces, aunque su sola presencia sirvió para revitalizar este sector y dotarlo de modernas oficinas.

Qué ver en los alrededores
La plaza Sóller es un símbolo del resurgir de Nou Barris tras los años del desarrollismo. Creada tras la demolición de una fábrica a principios de los ochenta gracias a la presión vecinal, -que exigían un espacio de ocio, recreo y verde entre tanta presión urbanística-, supuso un cambio en la planificación urbanística de la periferia barcelonesa, atrapada durante décadas entre bloques de hormigón, cemento y ladrillo.

Es así como desde 1983, el barrio de Porta cuenta con la que fuera la plaza transitable más grande de la ciudad (hoy es la del Fòrum), dividida en una amplia zona ajardinada y otra denominada de las «duras», ambas unidas por un estanque que, con diversas alegorías en materiales nobles como el ónix o el mármol rosa, evocan a lo mediterráneo.

En esta plaza encontramos otros equipamientos como el Ateneu La Bòbila, el Kasal de Joves de Porta o el Centre Cívic Porta-Sóller.

Estación de Fabra i Puig / Sant Andreu Arenal

Otro de los hitos que hicieron más amable y habitable la zona norte de la avinguda Meridiana fue la llegada del metro y el tren, hecho que se produjo en 1954 con la construcción de la estación intermodal de Sant Andreu Arenal.

De esta forma, los barrios de Sant Andreu y Nou Barris quedaban conectados con el centro de Barcelona en apenas 15 minutos y con localidades como las situadas en el litoral barcelonés o tarragonés sin necesidad de tener que acudir a la lejana estación de Sants.

Construida en un estilo racionalista / clasicista, destaca su característico color bermellón entre columnatas blancas, que lo convierte en una construcción muy visible y destacable frente al entramado del passeig de Fabra i Puig con el ensanche de la Meridiana.

Desde 2019 perdió su denominación de Sant Andreu Arenal en favor de Fabra i Puig, para evitar confusiones con la cercana estación de trenes de Sant Andreu Comtal, que también perdió el apellido quedando como Sant Andreu a secas.

Qué ver en los alrededores
La església de Sant Pacià fue finalizada en 1895 en unos terrenos al sur de la aún villa de Sant Andreu, en un estilo neogótico que lo hace destacar entre las edificaciones de su alrededor.

No obstante, lo que suscita mayor interés de esta iglesia parroquial no es otra cosa que su pavimento. Concretamente el mosaico que podemos encontrar en el centro de la nave. ¿Cómo puede un edificio elegante y monumental, verse superado por su solería? La respuesta la encontramos en uno de los mayores atractivos de Barcelona y fruto de que atraiga en torno a los 12 millones de turistas anuales: Gaudí.

Fue en esta iglesia donde Gaudí comenzó sus primeros trabajos como arquitecto, incluso antes de acabar la carrera, con el encomendado por parte de su maestro, Josep Fontserè, de una sencilla obra datada en 1879 pero que, como todo lo que tocó, ha quedado para la posteridad.

Canódromo de la Meridiana

Adentrándonos un pelín hacia el lado Llobregat de la Avinguda Meridiana una vez superada Fabra i Puig nos encontramos con una de las edificaciones más singulares y emblemáticas de la zona Meridiana.

Se trata del Canódromo que lleva el nombre de la avenida: lugar de encuentro de los vecinos de La Sagrera y Congrés que, de 1963 a 2006 acudían a ver carreras de galgos en un edificio que, por su particularidad arquitectónica, ha sido declarado como Patrimonio de la Ciudad.

Las carreras de galgos fueron un entretenimiento muy común entre la sociedad franquista, llegándose a organizar en este canódromo hasta 14 campeonatos de España durante sus 43 años de existencia. Con la llegada de la Democracia, este pseudodeporte comenzó a caer en decadencia hasta que en 1999, el de la Meridiana era el único canódromo activo en toda la península.

Tras su cierre en 2006 ya se ideó conservar su tribuna / edificio principal como espacio de creación de empresas, lo que facultó que en 2016 se convirtiera en Parque de Investigación Creativa / Ateneo de Innovación Digital. La pista de competición se abrió y quedó convertida en un parque público.

Qué ver en los alrededores
El Canódromo de la Meridiana se convirtió en la instalación estrella del barrio de Congrés, un barrio cuya planificación urbanística y creación es, cuanto menos curiosa.

Como ha sucedido con otros barrios como el Fòrum-Diagonal Mar, las faldas de Montjuïc o, incluso, Plaça Catalunya, Congrés ha surgido en su totalidad fruto de uno de los grandes eventos que, cada ciertas décadas, se celebran en la ciudad.

El evento en cuestión no es otro que el XXXV Congreso Eucarístico Internacional, de donde surge el nombre del barrio. Este congreso supuso todo un evento en la ciudad al movilizar a 77 países y 300 000 congresistas, entre ellos 12 cardenales, 302 arzobispos, obispos y abades y 15 000 sacerdotes, religiosos y seminaristas. Entre otros actos, hubo una ordenación de 820 presbíteros en el estadio de Montjuïc, la ordenación más multitudinaria registrada en la historia de la iglesia católica.

Tal despliegue para un congreso, que dio forma a todo un barrio, se debió a que su celebración se produjo del 27 de mayo al 3 de junio de 1952, momento en el que el dictador Franco se veía necesitado de grandes eventos que le otorgaran proyección internacional y le validaran dentro de la comunidad. Para ello, dado su fervorosa religiosidad y el favor con el que contaba de la comunidad eclesiástica, celebrar el Congreso Eucarístico era la puesta en escena perfecta.

Es por ello por lo que, a pesar de estar España sumida en la posguerra, no se escatimó en medios para la celebración, que se llevó a cabo en diferentes puntos de la ciudad como Montjuïc, Plaza Catalunya o la confluencia de Diagonal con la avinguda Pedralbes, donde se instaló el altar de clausura, un monolito conmemorativo y se le dio nombre a la plaza como de Pío XII: el Papa por entonces vigente.

De cómo este despliegue religioso dio forma al barrio de Congrés se lo debemos a los meses posteriores de su celebración. Las numerosas donaciones obtenidas de familias burguesas permitió la creación del Patronato de Viviendas del Congreso Eucarístico, destinado a promover viviendas para la creciente oleada de inmigrantes que acudían a la ciudad.

Gracias a estos fondos se pudo planificar y construir todo un barrio de 16 hectáreas en el que cada rincón (desde su configuración, con forma de cruz latina o simulando la plaza de San Pedro del Vaticano) recuerda a la celebración eucarística.

Hipercor de la Avinguda Meridiana

Esta parada tristemente poco tiene de monumental, pero es necesaria para el recuerdo de los hechos que allí acontecieron el 19 de junio de 1987, cuando la banda terrorista ETA colocó un potente explosivo en el hipermercado de la avinguda Meridiana, causando la muerte de 21 personas y 45 heridos.

Este deleznable acto supuso el atentado de mayor calibre de la banda vasca en sus cuatro décadas de sanguinaria historia.

Hoy en día el Hipercor de la avinguda Meridiana sigue en funcionamiento, y el memorial que recuerda este brutal atentado, instalado 16 años después unos metros Meridiana arriba, al comienzo del parc de Can Dragó tal como hemos descrito en la séptima de las paradas de esta ruta.

Qué ver en los alrededores
El Parque de la Pegaso se inauguró un año antes del atentado del Hipercor. Situado justo a sus espaldas, ocupa el espacio de la antigua fábrica de camiones ENASA, fabricante de los populares Pegaso.

Se trata de un importante pulmón verde para el barrio de La Sagrera, siendo el primer parque urbano creado en democracia (a excepción del parc de Can Sabaté, que al encontrarse en un interior d’illa, en ocasiones se ignora como tal) y marcando la tendencia posterior de desmasificar demográficamente los barrios a costa de aprovechar terrenos liberados por fábricas u otras edificaciones para zonas verdes.

Desde 2019 este parque cuenta con el atractivo del «pop»: un conjunto de columpios infantiles de considerable tamaño con forma de este animal marino.

Edificios Meridiana

Tal como ya tuvimos ocasión de comentar a la hora de hablar de los edificios de la RENFE, la era del desarrollismo no impidió notables ejemplos de edificios colmena que, a pesar de su función de alojar y servir como auténticas ciudades verticales, destacan por sus formas arquitectónicas y por usar soluciones que facilitan la habitabilidad.

Es el caso de los dos edificios Meridiana proyectados por dos de los más aventajados arquitectos barcelonenes: Oriol Bohigas (port olímpic, DHUB) y Antoni de Moragas (Park Hotel).

Pese a las diferencias estéticas de ambos bloques de pisos, repiten premisas como el estilo brutalista (donde se prima la funcionalidad a la floritura arquitectónica y donde aparecen los materiales de construcción sin apenas revestimiento o decoración) y una amplia preocupación por el aprovechamiento del espacio y la ventilación de las estancias.

De esta forma, encontramos en el edificio Meridiana de Bohigas una innovación arquitectónica que será una constante en posteriores construcciones de viviendas con una orientación no adecuada para una iluminación y ventilación óptima.

Se trata de la ventana en forma de tribuna, con oberturas hacia el sur y cerramientos en el norte. Solución que sirvió para que se denominen a esta tipología de edificios como «colmenas» y que vemos en otro notable ejemplo de la ciudad: el bloc Les Corts.

En cuanto al edificio de Moragas, que se construyó en el solar adyacente al mismo tiempo (1961-1963), prescinde de la solución de las tribunas de Bohigas para resolver la mala orientación y acude a la clásica balconada, con la característica de utilizar barandillas de hormigón que faciliten la ventilación a la par que no impiden la intimidad de ocultar su interior.

Qué ver en los alrededores
La «modernidad» (hablamos de construcciones de los años 60…) de los edificios Meridiana contrasta con la bellísima y clásica plaza de Masadas, que encontramos a tan solo un par de calles de la trasera de estos dos ejemplos característicos del brutalismo en Barcelona.

La considerada como «plaza mayor» de la Sagrera, data de 1877. Construida siguiendo el estilo neoclasicista, supone una de las tres únicas plazas porticadas que encontramos en Barcelona, junto a la plaza Reial y la plaza Mercadal de Sant Andreu.

Con esta última comparte la peculiaridad de haber contado con un mercado en su interior, que fue eliminado a finales de los años 80.

Església de Sant Joan Bosco

El espíritu de la construcción de los edificios Meridiana se trasladaron al mundo eclesiástico en ejemplos como la església de Sant Joan Bosco, donde encontramos formas atípicamente vanguardistas para la época (1970) y el uso.

Construida siguiendo los principios del brutalismo, su elemento más característico es el tejado, constituido mediante la yuxtaposición de diferentes cuerpos piramidales rompiendo con el clasicismo del tejado a dos aguas o simplemente plano.

Qué ver en los alrededores
En la trasera del bloque que encontramos frente a la església de Sant Joan Bosco encontramos la plaza de Islandia.

Una plaza que estéticamente se ve realzada por un juego de fuentes muy curioso, pero que no llamaría más la atención dentro de la historia de la ciudad si no fuera por lo curioso de su construcción.

Se trata de una plaza «patrocinada». Construida en 1995, en plena resaca del fervor olímpico (es decir, en plena ruina del ayuntamiento), se ideó que la plaza tuviera una fuente que simulara un geiser.

Para encontrar financiación, alguien del equipo municipal se le ocurrió que, dada la analogía con el paisaje del país, se dedicara la plaza a Islandia y se buscara un patrocinador en la gélida nación. Dicho y hecho: la comercializadora de bacalao islandés Copesco-Sif se apuntó al plan y puso la financiación necesaria para que la plaza contara con un estanque del que sobresalen varias láminas de acero corten y cinco surtidores que llegan a alcanzar una altura de hasta 18 metros.

A la inauguración de esta recóndita plaza de Navas acudió el alcalde, Pasqual Maragall, y la presidenta de Islandia en aquel momento, Vigdís Finnbogadòttir.

Mural de la Gent Gran

El arte urbano en Barcelona ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. Con embajadoress del estilo como Roc Blackbloc, Lily Brick o Uriginal, comienza a ser común toparte con una obra mural de proporciones monumentales y con un estilo y estética que realza el entorno.

Es el caso del mural de la Gent Gran que encontramos en plena avinguda Meridiana a la altura del parc de Camp de l’Arpa. Un mural realizado de forma conjunta por Elisa Capdevila y Miquel Wert patrocinado por el Consell Assessor de la Gent Gran en 2021, momento en el que la asociación a favor del bienestar de la tercera edad cumplía 30 años de actividad.

El mural se compone de un tríptico en el que se aluden a tres escenas de la vejez: la asistencia médica, las actividades recreativas y la reivindicación por la mejora de condiciones.

Qué ver en los alrededores
El carrer Rogent actúa de carrer major del Camp de l’Arpa desde que, con gran acierto, se peatonalizara en 1990 como parte del lavado de cara olímpico de la ciudad.

De esta forma, una calle repleta de edificios modernistas de planta baja pero grisácea por un alto tráfico rodado (llegó a tener tranvía y línea de autobús que lo conectaba con Collblanc), se convirtió en un paraíso para el paseo, profusamente arbolado y con curiosidades como una «oca extraditada» o el edificio que aquí nos ocupa: la antiga escola d’Arts i Oficis.

Este edificio modernista del año 1893 tenía la finalidad de formar en las artes industriales a los habitantes de Sant Martí, ante la creciente instalación de fábricas en la zona y la falta de mano de obra.

Esglesia de Sant Martí del Clot

Nos encontramos en plena zona de la avinguda Meridiana ya pacificada, por lo que el entorno ya nos comienza a resultar muy cambiante y diferente a medida que nos vamos acercando a su vertiente sur.

A esta altura, la salvaje y gran autopista urbana que se nos presentaba al principio y que a medida que se adentraba en la ciudad, se iba «amabilizando», ya resulta todo un bulevar donde no temerle al tráfico.

Esto beneficia a barrios antes encajonados como el Clot, donde se asoma la esglesia de Sant Martí desde la rambla propia del barrio.

La iglesia que hoy apreciamos, a pesar de su aspecto clasicista, no se trata de la original, sino de una obra de Nil Tusquets de 1941 construida con planta de basílica en sustitución de la anterior, diseñada por Pere Falqués (el mismo que inauguró con sus torres de les aigües la ruta) y destruida durante la Guerra Civil.

Frente a ella nos encontramos con una escultura de Frederic Marés que representa al canonge Francesc Rodó i Sala en la plaza que le han dedicado a este párroco, muy querido en el barrio a principios del s.XX. También se trata de una nueva reconstrucción, ya que la original, también a cargo de Marés pero en bronce, fue destruida para fabricar munición.

Qué ver en los alrededores
El barrio del Clot, sobre todo a esta altura, resulta profusamente monumental. A su rambleta y sus curiosas pajaritas habría que sumarle el carrer del Clot, que actúa como carrer major de un pueblo que vivió su esplendor con la incipiente industria del s.XIX y al calor del rec comtal, que permitía el movimiento de los molinos de las farineras.

Como producto de su prolífica industria, el Clot contaba con estación de trenes propia que lo comunicaba con Zaragoza desde 1912. Una vez conectado el barrio con Sants, quedó en desuso hasta su cierre en 1972.

Tras años de abandono, en 1986 se aprovechan sus terrenos y gran parte de las estructuras ferroviarias para crear un parque, en el que encontramos las arcadas (que no corresponden a ningún acueducto, pese a ser esa la creencia popular), muros de ladrillo y la chimenea.

Estos elementos clásicos se combinan con otros más vanguardistas como la obra Ritus de Primavera, que aprovecha el patio creado por los arcos de la antigua estación para simular un altar, en el que dentro de una fuente a varias alturas surgen diferentes piezas de bronce, entre ellas, una piña.

Casa Josep Sabadell

En esta zona de la Meridiana ya se hace patente la cercanía con el centro de la ciudad en cuanto el modernismo y el novecentismo comienzan a asomar con cierta asiduidad.

Uniendo ambos estilos nos encontramos con una extraña obra como resulta la Casa Josep Sabadell. Un edificio de viviendas que perteneció a uno de los últimos gobernadores de la vila de Gràcia (y promotor del fallido Casino de la Rabasada), y que al construirse en 1914, se asoma en un estilo ecléctico en el que se mezclan elementos de diferentes corrientes ante la inminente desaparición del modernismo.

Esta característica y que se encuentra en un visible chaflán desde la avinguda Meridiana hacen que el edificio destaque notablemente, sobre todo por sus llamativas tonalidades azules y rojas sobre un fondo claro.

También destaca de la Casa Josep Sabadell sus símbolos plenamente catalanistas, como resultan las representaciones de la leyenda de Sant Jordi, la cruz de Sant Andreu, la mare de Déu de Montserrat y Sant Jaume.

Edifici d’habitatges de la Caixa

El racionalismo manifiesto por Bohígas y Moragás en los vecinos norteños de la avinguda Meridiana de esta mole, responde precisamente a clasicismo que edificios como éstos promovidos por la Caixa manifestaban allá por la década de los 40.

Construido para acoger a directivos y familiares de la Caixa, representa el tipo de arquitectura noble típica del franquismo temprano, donde las reminiscencias clásicas y el uso de elementos como el frontón o la balaustrada, son frecuentes para evocar la grandeza de la cultura pasada.

Es uno de los tantos edificios que, con el mismo estilo, La Caixa fue construyendo en estas décadas. Vemos otros ejemplos en Tarragona, Sabadell o en el barrio de Les Corts. En todos ellos se añadieron elementos que aludían al trabajo y a la industria. En este caso, lo vemos representado en las esculturas de Ramon Bonet que asoman en torno a la cúpula de pizarra que culmina el chaflán.

La Farinera del Clot

Justo en la esquina en la que la Meridiana se encuentra con la Gran Vía y con Diagonal, dando forma a la plaza Glòries, encontramos una de las numerosas moliendas de trigo que, al calor de los torrentes del Collserola y el Rec Comtal, se encargaban de fabricar la harina y que convirtió al Clot en una potencia comercial de este procesado.

No obstante, para cuando se construyó este ejemplo, en 1908, el Rec Comtal no era ya más que un recuerdo del germen agrícola e industrial del barrio. Sus molinos ya no lo movían los torrentes, sino modernas maquinarias de moliendas autónomas.

Convertida hoy en un activo centro cívico del barrio, la antigua Farinera de Sant Jaume estuvo en activo hasta 1991. Temiendo su demolición, el barrio no tardó en movilizarse para que se convirtiera en un edificio de uso público y se respetara tanto su historia, como su fisionomía como recuerdo del pasado del Clot.

De estas movilizaciones surgió su uso como centro cívico y la configuración ecléctica del edificio actual, de 1999, donde al ladrillo visto de estilo modernista industrial se le sumó estructuras acristaladas y de acero corten.

En el interior, tal como demandaban sus vecinos, se conservan numerosas piezas de maquinaria harinera usadas en su época de esplendor.

Plaza Glòries

La historia de la plaza Glòries es acorde a su tamaño, así como a los dolores de cabeza que a consistorio tras consistorio, ha causado su planificación y urbanización.

Concebida en un principio dentro del plan Cerdà como la plaza central de la ciudad, donde se unían sus tres vías principales (la avinguda Meridiana, la Gran Vía y Diagonal), este mérito se lo quitó la plaza Catalunya por voluntad popular.

Tras este temprano desdén, la plaza Glòries ha quedado abocada a servir de eje para las principales salidas / entradas a Barcelona. Es desde este punto donde la avinguda Meridiana comenzó a idearse como una extensión de la C-33 y la Gran Vía como la C-31, creciendo ambas en carriles a partir de Glóries.

Tal fue así que, en los albores de la Barcelona olímpica, mientras toda la ciudad se «posaba guapa«, a la plaza Glòries se la endosaba un cinturón viario, «el tambor», que la condenaba a nudo circunvalatorio. Un espacio intransitable e impracticable, que nadie quería fotografiar.

La segunda mitad del s. XX se caracterizó por una total priorización de la movilidad en transporte privado antes que la configuración de una ciudad para el viandante, y la plaza Glòries en su última década fue el ejemplo más paradigmático.

Con la llegada del XXI, conceptos como la ciudad verde y la movilidad sostenible comenzaban a ganar fuerza, y el hecho de que todo un cinturón viario se situara en una zona céntrica y plenamente integrada en la Barcelona monumental suponía una cicatriz demasiado evidente para una ciudad que quería presumir de modernidad. Es así como la «ingeniosa» solución del tambor viario tan aplaudida tan solo una década antes, ahora era una horrorosa estampa que borrar en cuanto se tuviera ocasión.

Con la renovación de la zona, que contaba con hitos tan señalados como el nuevo TNC, la torre Glòries (anteriormente conocida como Agbar), el DHUB y els Encants Vells, todos construidos en la primera década del s. XXI, meterle mano al nudo circulatorio ya no era un capricho, sino una imperiosa necesidad de devolver al lugar el sitio que se merece en el tejido urbanístico barcelonés.

Es así como, siguiendo la tendencia iniciada desde los primeros consistorios democráticos, Glòries dejaría de ser una gran rotonda para convertirse en un gran parque. Proyecto que comenzó a ejecutarse en 2014 con el deseado derribo del tambor, que daría paso al soterramiento de las vías en 2022 y la creación de la Gran Clariana, el deseado parque que aún sigue creciendo a la vista de todos los ciudadanos.

Torre Glòries

Si bien no está situado de pleno en la avinguda Meridiana, es imposible no atravesar esta vía y reparar en el que fue el primer elemento transformador de la nueva plaza Glòries, el que certificó que allí se estaba produciendo el nuevo cambio que la introduciría en pleno s. XXI y, por fin, como el foro deseado para la ciudadanía (y no para el coche) que ya el mismísimo Cerdà ideó para este rincón.

Finalizada en 2005 como Torre Agbar, es un diseño de Jean Nouvel en colaboración con Fermín Vázquez, siendo su característica más notable su forma redondeada (tal vez inspirada en un geiser como asegura su autor, tal vez en los pináculos de Gaudí y las montañas de Montserrat, o quizás, tal como la ciudadanía afirma, en algo mucho más obsceno) y su iluminación nocturna, a base de un vistoso juego de luces leds que se configuran de diferentes formas según la ocasión.

Este hecho marcó el camino para la nueva verticalidad barcelonesa: el concepto de rascacielos dejaba de ser el de una torre vertical erguida, recta y plana, para convertirse en un elemento más armonioso y acorde con su entorno más inmediato, en este caso en el de la modernidad de un nuevo distrito, el 22@, destinado a representar esa Barcelona del nuevo siglo.

Disseny Hub Barcelona / DHUB

La ideación de la nueva plaza Glóries tuvo mucho de experimentación. La plaza no se estaba ideando como un todo sino como un mosaico en el que cada rincón debía sumar, y el destinado al nuevo museo del diseño de Barcelona debía ser digno de un sello, el de la marca BCN, del que tanto se presumía.

El nuevo edificio que debía albergar diversas colecciones museísticas esparcidas por toda la ciudad, como las del Museo de las Artes Decorativas, el Museo de Cerámica, el Museo Textil y de Indumentaria y el Gabinete de las Artes Gráficas, fue diseñado por el equipo MBM (Oriol Bohigas, Josep M. Martorell, David Mackay), un grupo de arquitectos de larga tradición en la ciudad y que entendían que cada nueva construcción debía sumar a su entorno y no aislarse de él.

Es así como al DHUB, pese a su atrevido diseño que incluso invade la plaza en sus plantas más altas, le acompaño una intervención en sus alrededores, compuesta por un espacio ajardinado, un lago artificial y diferentes juegos de pérgolas que invitaban a transitar la plaza.

El DHUB cambió así las reglas hasta ahora llevadas a cabo en Glòries, donde no se debía darle la espalda, sino invitar a su descubrimiento.

Encants Vells

La plaza Glòries, pese a ser un espacio que se fue arrinconando dentro de la gran ciudad, también disfrutaba de sus propias tradiciones, como era en este caso la celebración del mercado de Bellcaire o Encants Vells.

Las sucesivas obras en la plaza y la construcción del tambor viario, lo fueron arrinconando perdiendo vínculo con este espacio, hasta que dentro de la transformación arquitectónica del espacio, el Ayuntamiento tuvo a bien darle un espacio a este antiguo mercadillo, pero introducido plenamente en el nuevo contexto de contemporaneidad que, por fin, la plaza comenzaba a respirar.

Es así como en 2014 llega un nuevo vecino a la plaza, esta vez sí desde la misma avinguda Meridiana que, con una trayectoria accidentada similar a Glóries, homenajeamos. Se trata del llamativo e innovador para su uso, diseño de Fermín Vázquez para el nuevo Mercat dels Encants Vells.

El elemento más destacable del mercado, pensado para ser transitado al aire libre, es su cubierta, a 25 metros de altura y con diferentes niveles e inclinaciones que, gracias a sus tonos dorados y plateados, actúan de espejo para lo que en el interior del recinto sucede: el trajín constante de compradores y vendedores.

Teatre Nacional de Catalunya (TNC)

Desde 1996 es el ejemplo más constatable de que existen amplias diferencias entre los diferentes sectores de la avinguda Meridiana. En este caso hablamos de un espacio donde la magnificencia y el esplendor monumental se hacen patente en toda una construcción megalómana del laureado arquitecto barcelonés Ricardo Bofill.

Para la sede del Teatre Nacional de Catalunya, el autor del hotel Vela o el experimental edificio Walden 7, ideó una edificación dentro de su etapa más clasicista, con una más que obvia inspiración en los templos griegos siendo éste una gigantesca reproducción de uno dórico en el que una no menos descomunal escalinata nos lleva a su interior, visible debido a su total acristalamiento e introducido en la modernidad gracias a las estructuras tubulares que lo sustenta.

L’Auditori

A la obscena magnificencia del TNC, le acompañó en el tiempo la construcción de otro espacio cultural de similar importancia: el Auditori.

Obra del reputado arquitecto Rafael Moneo, resulta un fuerte contraste con su vecino, en cuanto para l’Auditori la composición clásica se deja de lado para dar lugar a un edificio de formas rectas y horizontales, siguiendo la corriente racionalista pero contrastada dentro de las vanguardias por el uso del cubo compacto, como queriendo atrapar lo que sucede en su interior.

Parc de l’Estació del Nord

Del paisaje contemporáneo que nos ofrece pasear por el tramo de la avinguda Meridiana colindante con Glòries, pasamos a uno más clásico, que nos invita a introducirnos en el cada vez más cercano entorno de la Ciutat Vella. A la par se puede apreciar el enorme contraste que ofrecen las medianeras desnudas y visibles del Fort Pienc, la postal constumbrista de la clásica y apreciada churrería que se sitúa sobre el puente del carrer Marina con el aún por renovar, Poblenou febril de fondo, y el trajín del campo de fútbol del Fort Pienc y la estació del Nord.

En los antiguos terrenos donde se encontraban las vías de esta última se sitúa el parc de l’Estació del Nord: el espacio perfecto para transitar por todas estas Barcelonas descritas desde diferentes niveles de altura, y que tiene como aporte artístico más significativo un estilo denominado como «Land Art», donde los diferentes elementos del propio entorno se convierten en obras de arte.

Es el caso de las colinas más cercanas a la entrada de la hoy estación de autobuses, donde éstas se recubren de cerámica dispuesta en trencadís, para crear pequeñas montañas gaudinianas por magia y obra de la artista Beverly Pepper, que también creó la iluminaria del parque.

Arxiu de la Corona d’Aragó

Los más de 100.000 documentos, pergaminos y legajos que custodiaba el Palau Lloctinent referentes a la gobernanza y gestión de la Corona d’Aragó desde 1863 requerían un espacio que no solo pusiera en valor toda esta colección, sino que también los conservara adecuadamente y permitiera su consulta con mucha más comodidad y ordenabilidad que el céntrico y medieval construcción real.

Es así como a partir de 1993, se traslada toda esta incalculable obra a un nuevo edificio en la avinguda Meridiana, en el que el equipo B01 Arquitectes prescinde del peso histórico de la colección y, a través de dos edificaciones de baja altura, los introduce en la contemporaneidad con una estética semejante al de las bibliotecas modernas.

Cascada monumental de la Ciutadella

El final de la ruta (o principio, según como la planteemos) nos recuerda que a la Avinguda Meridiana puede que los años del desarrollismo la hayan desplazado a algo periférico, pero que su carácter y concepción van más allá de pisos colmena y bloques de hormigón de diez plantas.

Tal como Cerdà la imaginó era para que sirviera de frontera entre su Eixample y el resto de la ciudad, que no era otra que la de las villas: la de Sant Martí de Provençals, la de Sant Andreu, Gràcia y las que crecían más allá de esa quinta forca.

Esta vocación hace que su punto de partida no sea otro que el centro de la nueva Barcelona, la que derribaba sus murallas medievales y dejaba atrás la fortaleza que la oprimió durante siglo y medio para convertirla en un espacio abierto y monumental, donde mostrar al mundo todo lo que había avanzado desde aquellos oscuros años a través de la industria.

Esa fue la puesta de largo del Parc de la Ciutadella, y su cascada monumental una de las muestras estrella de la Exposición Universal de 1888. Decorada con un grupo escultórico de temática mitológica, está coronada con una cuadriga, sobre la que viaja la diosa Aurora: símbolo de progreso y libertad.

Y no es solo éste el elemento (los carros olímpicos) que se repite en la avinguda Meridiana: también una obra de Fontserè que, como es el caso de la església de Sant Pacià que visitamos en Sant Andreu, tenía a su cargo a un joven Gaudí que comenzaba a despuntar como arquitecto y que pudo participar en el diseño de la cascada.

Culminan aquí 8 kilómetros que nos sumergen en más de un siglo de historia: desde que un Ildefons Cerdà la eligiera como frontera de su Eixample, -aprovechando que por allí pasaba el meridiano 2º 13’ 45’’.38 E y podía hacerlo coincidir en la torre del Rellotge con el paralelo 41º 22´34 (avinguda Paral·lel)-, hasta que en la segunda década del s. XXI el Ayuntamiento decidiera que ya bastaba de convertir una vía vital para sus vecinos, en una autopista con la que cruzar la ciudad.

La Avinguda Meridiana: una vía ignorada a la sombra de sus hermanas nobles Gran Vía y Diagonal, que pide ahora paso y reconocimiento no solo entre sus vecinos.

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