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Secretos de las calles de Barcelona

Carrer del Clot: un paseo por dos siglos de industria, comercio y barrio

El carrer del Clot se nos presenta hoy en día como «el carrer major» del barrio, y hubo una época que lo fue de todo Sant Martí. Paseamos por su rico legado modernista y heredero de las industrias del s. XIX-XX.

Que hay más de una Barcelona es un hecho notable desde el mismo momento que, saliendo de las Ramblas, te diriges a cualquiera de sus cuatro puntos cardinales. Si el elegido es el este, nos encontraremos con el Clot: un barrio que navega entre la reciente modernidad del eje Glòries, el pasado agrícola de Sant Martí y un carácter industrial propio que le valió ese manido apodo del «Manchester catalán» hace un par de siglos.

Todo ese compendio de costumbres se concentran en una vía que ha actuado desde hace siglos como ese carrer major que existiría si a día de hoy Sant Martí (el distrito al que pertenece) siguiera siendo municipio independiente, con tan solo la Rambla de Poblenou como vía que le pueda hacer sombra. Hablamos del Carrer del Clot: 1.300 metros cuyos pasos se cuentan por siglos.

Carrer del Clot

El Carrer del Clot como carrer major: un museo de la vida industrial al aire libre

Con una industria asentada y con una privilegiada red de transportes (aunque también, irónicamente, las imponentes vías que le acercaban a Zaragoza, les alejaba a su vez del resto de la ciudad como hoy lo hace la Meridiana o el nudo de Trinitat Vella), el Clot creció desde el s. XIX entre chimeneas, humildes colonias industriales pero también palacetes y elegantes edificios modernistas donde se situaban las grandes fortunas fabriles. Todas estas eligieron el carrer del Clot como centro de negocios y escaparate de su opulencia, una calle que aún a día de hoy, sigue siendo el centro de la vida del barrio.

El motivo de este asentamiento viario responde a que lo que hoy conocemos propiamente como carrer del Clot, era antiguamente la carretera de Ribes: una importante vía de comunicaciones que unía los municipios de Sant Martí y Sant Andreu con la llanura de Vic y los Pirineos, atravesando la Trinitat (en el punto en el que se situaba la mítica Quinta Forca) Torre Baró, Montcada y el Collserola a través del paso de Finestrelles.

Para descubrir más sobre la Quinta Forca y las diferentes que existieron en Barcelona, os recomendamos la lectura del artículo:
Creu Coberta: cruce de caminos con una bienvenida algo dantesca

La carretera de Ribes permitía a los diferentes terratenientes, comerciales y burgueses de estas zonas disponer de una rápida comunicación para los negocios y el comercio, de ahí a que «los carrers majors» de los diferentes municipios que atravesaba, se situaran sobre ésta.

Actualmente un pequeño tramo de su antiguo recorrido conserva el nombre de Carretera de Ribes, concretamente desde el final del carrer Gran de Sant Andreu hasta la Casa de l’Aigua de Trinitat Vella

Centrándonos en el tramo que corresponde al carrer del Clot, a continuación repasaremos desde su nacimiento en el cruce de la Meridiana con el carrer Independencia, hasta convertirse en el carrer Gran de La Sagrera, los rincones que han convertido en esta vía en una de las de mayor personalidad de Barcelona, fruto de su carácter forjado a base de un pasado ganadero, obrero e industrial.

La Farinera del Clot

El primer gran símbolo no solo del carrer del Clot sino de todo el barrio, indicativo de su riqueza como potencia industrial lo encontramos nada más comenzar la calle, justo en la esquina donde también la Meridiana empieza a despegar como autovía. Se trata de la Farinera del Clot, una de las numerosas moliendas de trigo que al calor de los torrentes del Collserola y el Rec Comtal, se encargaban de fabricar la harina y que convirtió a la zona en apreciada por este procesado del cereal.

Para cuando se creó en 1908, el Rec Comtal no era ya más que un recuerdo del germen agrícola e industrial del barrio, y funcionaba a base de modernas maquinarias de moliendas autónomas. Convertida hoy en un activo centro cívico del barrio, la antigua Farinera de Sant Jaume estuvo en activo hasta 1991, momento en el que el barrio ya comenzó a movilizarse para que se convirtiera en un símbolo del pasado del Clot. El edificio actual, donde al ladrillo visto de estilo modernista industrial se le sumó estructuras acristaladas y de acero corten, es fruto de una reforma de 1999.

En el interior del hoy Centro Cívico, se conservan numerosas piezas de maquinaria harinera, como los molinos accionados mediante rodillos, los elevadores de semillas o las separadoras de la sémola y molienda.

Les Cases Baixes

Siguiendo el paseo como las galerías de un museo sobre la actividad industrial del s. XIX-XX, lo siguiente que nos encontramos dejando atrás la Farinera es un conjunto de casas bajas que conservan en su totalidad la fisionomía que ya tenían en el siglo XIX. Se trata de una veintena de viviendas destinadas a los obreros de las fábricas cercanas, que hoy persisten con ese carácter de pueblo con el que se construyeron, sin superar la planta y con un tejado a dos aguas que aísla la estampa de la arquitectura propia del lugar, en cuyo fondo se puede apreciar la torre Glòries en su esplendor.

Casa Josep Lledó

Teníamos la fábrica, teníamos las casas obreras, ya solo nos quedaba el edificio burgués modernista para cumplir con la triada en apenas 100 metros de recorrido. Esa guinda pertenece a la Casa Josep Lledó, que asoma esquinera nada más acabar el grupo de casas bajas, lo cual le permite proyectar dos fachadas simétricas donde el modernismo se concentra en los marcos de balcones y puerta, y la coronación del edificio, con pináculos y terminaciones onduladas.

Casa Ramon Aguyé

El modernismo contenido de la Casa Josep Lledó se convierte en todo un exhibicionismo de elementos icónicos de este estilo arquitectónico al llegar al número 46 del carrer del Clot. A este edificio residencial no le falta detalle pese a su relativo pequeño tamaño, con tan solo tres ventanales de anchura. Destaca las dos hileras de tribunas simétricas solo rotas por la balaustrada de la primera planta y balconada de la cuarta.

En los alrededores…:
Sería un pecado pasear por el Carrer del Clot y no hacer parada frente a su mercado. Diseñado por Pere Falqués para el mismo periodo en el que reformó el Ayuntamiento de Sant Martí, consta de tres naves (estructura que repetiría 8 años después para el Mercat de Sants) en estilo pre-modernista. Destaca el uso de cerchas (armaduras de acero visto), ladrillo y cristal.

Can Paloma

Nos encontramos en el punto más céntrico del barrio, en la esquina que se asoma a la plaza de Font i Sagué, contigua a la del Mercat del Clot, desde donde también surge la peatonal calle de la Séquia Comtal. Tal espacio tan codiciado no podía ser ocupado mas que por un edificio singular como el que nos encontramos, de estilo eclético y en cuyos bajos se sitúa la papelería Can Paloma, activa desde 1883.

Sucursal de la Caixa de Pensions

Dando la espalda a Can Paloma dirección montaña, nos encontramos un ornamentado edificio noucentista cuya fachada ocupa todo el chaflán. Se trata de una de las sucursales de la Caixa de Pensions, que posteriormente sería La Caixa, y cuya situación en el barrio atestigua la importancia de esta vía dentro del Clot como centro neurálgico y de operaciones.

El edificio data de 1915 y su uso se reparte entre la administración financiera y viviendas en sus dos plantas superiores. Destaca el mosaico dedicado al que se postula como fundador del barrio, Sant Martí de Tours, en el cual aparece entregando la capa al mendigo, una representación muy común entre los seguidores del santo. El conjunto se completa con un campanar, un reloj y diversas huchas decorativas como alegoría al ahorro que fomenta la entidad propietaria del edificio.

Centro Cultural Islámico Catalán

Pese a que no se encuentra en el carrer del Clot (está en la calle Rafael Capdevila), su influencia se nota desde este, siendo la fachada contigua a la Caixa de Pensions. Se trata de un centro de divulgación de la cultura islámica (con una notoria biblioteca dedicada a ello) cuya presencia desde el carrer del Clot destaca por su entrada, visible desde la calle que, siguiendo la tradición musulmana, está profusamente decorada con motivos alegóricos y una fuente al estilo de los patios andalusíes.

Can Budesca

Nada nos llama la atención del número 92 del carrer del Clot si no es porque levantamos la cabeza. Sobre un anodino y antiestético bazar chino, se encuentra en el tímpano que corona el edificio un plafón de cerámica policromada en el que se representan dos ranas refugiadas bajo un paraguas.

Estamos ante uno de los clásicos anuncios cerámicos que poblaban la ciudad a principios del s. XX y que, a diferencia de otros tantos (como el de jabones Lagarto que se encontraba sobre el bar Trole), ha sobrevivido a los años pese a cambiar de uso el edificio. ¿Y qué hacen dos ranas en este rincón del Clot? Son parte del anagrama de una empresa familiar, la de José Budesca, que usaba este edificio como vivienda y como taller de fabricación y reparación de paraguas, actividad que perduró hasta finales del s. XX cuando sus herederos lo arrendaron a los actuales inquilinos.

¿Y por qué dos ranas? No sabemos exactamente si se debe a la simpatía que estos dos anfibios despertaba al señor Budesca, pero sí podemos afirmar que la rana es uno de los símbolos del barrio, tal como atestiguan las 8 que decoran el Ayuntamiento de Sant Martí como recuerdo del pasado del ahora distrito que, antes de ser fabril, fue un lodazal y una sucesión de charcas y lagunas donde las ranas campaban a sus anchas (el carrer Llacuna homenajea a este hecho).

Plafón cerámico que anuncia el taller de paraguas Budesca en el carrer Clot
Los plafones cerámicos fueron un reclamo publicitario muy común a principios – mediados del s. XX, de los cuales se conservan muy pocos. Éste del taller Budesca, en el carrer del Clot, es todo un símbolo del barrio.

Casa Jaume Patau

Mediana con mediana de Can Budesca nos encontramos con uno de esos edificios que pese a su profusa decoración y a su gusto estético, nos pasa desapercibido como uno tantos del Eixample o falta de los excesos del modernismo imperante. Eso no quita para que la Jaume Patau nos espere en este rincón del Clot repleta de detalles que la sitúan entre el eclecticismo y el noucentismo siendo merecida la parada, ya sea por sus barrocos acabados o por ser obra del prestigioso arquitecto Villar Carmona, que por aquel entonces (finales del s.XIX – ppios del XX) ejercía de arquitecto municipal de Sant Martí.

Todo lugar que acogía a la burguesía local se distinguía por sus construcciones modernistas. El Clot no iba a ser menos y expone el movimiento en torno a su carrer principal.

Casas Unifamiliares

100 números más tarde, volvemos a una revisión de las Cases Baixes que inauguraban este historicista tour por la arteria principal del barrio del Clot. En este caso la simpleza de la fachada costumbrista se ve sustituida por la decoración modernista imperante de la época de su construcción (principios del s. XX), destacando en este conjunto de casas las molduras y los rosetones que ocupan el poco espacio que ofrece la única altura de una planta.

Cases modernistes del carrer Clot. El modernismo es un movimiento que se basó en los detalles de las fachadas, lo cual permitía a cualquier propietario con interés en mostrar su adhesión al entramado burgués, señalar su opulencia a través de los detalles decorativos.

Las Pajaritas de Ramón Acín

Al finalizar el primer tramo del carrer del Clot (y el de mayor interés histórico-cultural) nos encontramos en el carrer Aragó una intervención a esta altura que distingue profusamente el urbanismo de esta arteria. Se trata de un bulevar elevado y peatonal en su parte central que popularmente se ha denominado como la Rambleta del Clot (a pesar de que en el nomenclátor sigue figurando como carrer Aragó).

Este tramo es parte de la campaña que durante la década de los noventa y principio de los dosmiles se conoció como Barcelona Posa’t Guapa, y que nos legó diferentes ornamentaciones como el popular mural «Balcones de Barcelona» entre otros. A la hora de «hacer un lavado de cara» al Clot, se decidió otorgarle un paseo emblemático a modo de Rambla modernizada como los que ya disfrutaban El Carmel, Badal o la cercana Prim, y para decorarla, además de una estructura de jardinera fotovoltaica se recuperaron dos piezas legadas por la hija de Ramón Acín y la casa Huesca: reproducciones de las emblemáticas pajaritas que el escultor anarquista realizó para el parque central de la ciudad aragonesa.

Las emblemáticas Pajaritas anarquistas de Ramón Acín decoran ambos extremos de la rambleta del Clot, como símbolo de la lucha obrera del barrio y como homenaje a la población aragonesa que tanto sirvió a la historia de Sant Martí

En los alrededores…

Poco antes de encontrarnos con la primera de las Pajaritas de Acín en el lado Llobregat, se alza a nuestro frente la iglesia de Sant Martí del Clot (no confundir con la fundacional de Sant Martí, situada en la Verneda), construida con planta de basílica en sustitución de la anterior, diseñada por Pere Falqués y destruida durante la Guerra Civil. Frente a ella nos encontramos con una escultura de Frederic Marés que representa al canonge Francesc Rodó i Sala, párroco muy querido en el barrio. La original, también a cargo de Marés pero en bronce, fue destruida para fabricar munición también en 1936.

Cases Segismundo Obradors

Salimos del núcleo principal de esta arteria (y del barrio) para adentrarnos camino a la Sagrera. En el primer tramo nada más cruzar la Rambleta del Clot, nos encontramos con un conjunto de edificios modernistas firmados por el prolífico arquitecto Josep Graner Prat (decimos firmado porque Graner era un conocido signatario: arquitecto que firmaba obras sin realizarlas por incompatibilidad o por no tener titulación los principales artífices). Pese a que no podemos negar su belleza, se trata de un conjunto residencial que bien podría haberse situado en una manzana del Eixample, cuya principal singularidad es la de convivir con edificaciones que, a estas alturas del carrer, no tienen ningún tipo de atractivo.

Torre del Fang

Tenemos que remontarnos ya al final del carrer del Clot, a tocar ya con la Sagrera, para que éste recupere su interés histórico dentro del barrio, y lo hace con una construcción histórica a la altura de la importancia de la calle, lo cual disculpa los tres tramos anteriores anodinos y propios de un barrio residencial crecido en la segunda mitad del s.XX.

Estamos ante el, algo ruinoso, poco legado que queda del primigenio Sant Martí: una masía del s. XVII que atestigua el pasado agrícola, pero señorial, del incipiente municipio. De propiedad municipal desde 1983, está a la espera de una nueva reforma (las fachadas de las cinco naves contienen elementos de distintas etapas, que pasan del gótico al renacentismo) que le aporte el esplendor que tuvo en su día.

En esta Torre del Fang sitúa Amades la leyenda del «Cor Menjat», en la cual se cuenta como Dolça de Provença, la mujer de Ramón Berenguer I, pasaba aquí largas estancias junto a su amante. Éste último, capturado por el conde, fue torturado y su corazón ofrecido como manjar mediante engaño a Dolça, que tras enterarse de lo que había consumido, no volvió a comer hasta morir de hambre.

Puente de Bac de Roda

Terminamos este paseo por el carrer del Clot justo en el punto que separa Sant Martí de Sant Andreu, y donde las vías ferroviarias de La Sagrera quedan a la espera que se finalice por fin esa faraónica obra que traerá a este rincón una nueva estación de AVE. Aunque el paisaje a esta altura destaca por la enorme cicatriz que dejan las vías en el terreno, numerosas y a cielo abierto, los amantes de la arquitectura contemporánea tienen un punto clave que visitar en el puente que une la avenida de Felipe II con Bac de Roda.

Se trata de un puente proyectado por el «star-architec» Santiago Calatrava, una de sus primeras obras pese a que ya encontramos numerosos elementos característicos de su impronta (como el uso del blanco y el arco atirantado). Premio FAD de Arquitectura en 1987, contrasta con un entorno puramente residencial y que ya desde aquellos lejanos 80, está a la espera de la conversión definitiva que la estación promete traer consigo.

El carrer del Clot hoy en día: un eje vital de Sant Martí

Pese a que haya perdido su importancia industrial y hoy día no sea más que un distrito residencial, el carrer del Clot conserva sus aires burgueses y sigue siendo transitado a diario por sus habitantes que, a pesar del empuje del eje Glòries, siguen eligiéndolo como centro neurálgico y punto de encuentro.

No obstante, se trata de un carrer muy fragmentado, cuyo primer tramo es el que concentra toda la actividad del barrio diluyéndose a medida que nos adentramos en el segundo (una vez cruzado Aragó) y sobre todo tercero, ya tocando con la Sagrera en Bac de Roda, donde los aires de los tiempos industriales han sido totalmente borrados a base de bloques de residencia de clase media y el tajo bien visible de unas eternas obras de la estación de AVE.

Un AVE que tal como hiciera el tren a Francia y sobre todo, el tren a Zaragoza, promete darle una nueva vida a esta zona tan vinculada con los transportes y que se verá a cada extremo, energizada gracias a las obras de la Barcelona del s. XXI.

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