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Bombas en Barcelona: una ciudad que presume de explosividad

En ocasiones Barcelona exhibe su historia sin complejos, aunque esta refleje un salvaje bombardeo a Sant Andreu y Gràcia o un atentado contra la burguesía en el Liceu. Es el caso de las bombas expuestas que podemos encontrar en tres rincones de la ciudad.

La denominación de «Rosa de Fuego» que recibió la ciudad a principios del siglo pasado le hace justicia: Barcelona es una ciudad acostumbrada a arder, y de cierta manera, es una circunstancia de la cual incluso, -a excepción de sus grandes tragedias-, ha sabido sacar rédito.

¿Cómo se puede incorporar algo tan violento en el imaginario popular? Reinterpretando y contextualizando, que es lo que sucede con los ejemplos que a continuación exponemos de bombas en Barcelona que ya no dañan, sino que decoran.

Bomba en el carrer Sòcrates, Barcelona

3 bombas en Barcelona expuestas al público

La bomba del carrer Sòcrates

Es una vecina más del barrio de Sant Andreu desde principios del s. XX, aunque su historia se remonta nada más y nada menos que a 1843. Esa es la fecha en la que la bomba incrustada en la fachada del número 2 del carrer Sócrates fue lanzada por el General Prim para reprimir a los vecinos del por aquel entonces, pueblo de Sant Andreu.

Así, en la esquina de Sócrates con la populosa Gran de Sant Andreu, podemos apreciar sobresaliendo del exterior de una casa modernista una singular pieza que recuerda la actuación represora del que, posteriormente, se convirtiera en presidente del Consejo de Ministros por el breve periodo de un año (1869-1870).

Que hoy tengamos como testigo de una de las tantas represiones que la ciudad, combativa desde siempre, sufrió hace dos siglos es fruto de dos circunstancias. En primer lugar de la llamada revuelta de la Jamancia, llamada así por la lengua caló «jamar», que significa comer (era común que la etnia gitana se enrolara en estas luchas para obtener comida con ello), y que se produjo en el mencionado 1843.

Bomba en Barcelona: carrer Sòcrates, Sant Andreu

En aquella época la Barcelona obrera ya estaba «levantada en armas» ante los frecuentes cambios de modelo político y la creciente centralización del Gobierno hacia Madrid, lo cual producían injerencias en el comercio local que molestaban (y mucho) a una ciudad y sus alrededores crecida a base de los negocios.

Eso produjo que un 22 de septiembre de aquel año, el pueblo de Sant Andreu se revolucionara pidiendo mayor representación local en el Gobierno supuestamente liberal. La respuesta desde éste fue contundente, con un general Prim deseoso de ganar méritos para crecer en una carrera militar que prometía exitosa, bombardeando la vila.

Esta actuación militar dio lugar a la expresión «caixa o faixa» (caja o faja, todo o nada), ya que el General Prim se jugaba la faja (faixa) de general ante un pueblo que no se amedrentaba lo más mínimo y lo podía llevar a la tumba (caixa)

Una de esas bombas cayó en el edificio que hacía esquina desde el carrer Casesnoves (hoy Gran de Sant Andreu) con Sant Jaume (hoy Sòcrates), no llegando a estallar, lo cual nos lleva a la segunda de las circunstancias de por qué hoy vemos una bomba atravesando la fachada de un edificio de Sant Andreu.

El dueño de este edificio conservó la carcasa de la bomba como testimonio de la resistencia de un barrio que forjaba su carácter en la combatividad de sus vecinos, llegándose a conocer este edificio como «el de la bomba».

Para darle aún mayor personalidad, cuando se reformó a manos del arquitecto Joaquim Rivera Cuadreny en 1909 para convertirse en una casa modernista, la familia propietaria decidió exhibir la reliquia en la balconada de la primera planta, permaneciendo incrustada desde entonces en la Casa Emili Bové.

Prim y Barcelona: una relación de auténtico amor – odio
¿Cómo puede un general que bombardeó de esta forma toda una vila, recibir homenajes como la plaza más céntrica de su Reus natal o una estatua ecuestre en pleno Parc de la Ciutadella?

La respuesta la encontramos en unas actuaciones un tanto desiguales de un general que, en su afán por crecer militar y políticamente, actuaba en ocasiones de forma errática a su pensamiento político.

Realmente el General Prim era un consumado catalanista que, cada vez que tuvo ocasión, no dudó en beneficiar y velar por los intereses, sobre todo comerciales, de su Cataluña natal. De hecho, por actuaciones como la Revuelta contra Espartero en la que defendió Barcelona de las tropas Carlistas, se ganó el favor de la población que, apenas una década después, asistía contrariada al ver como su general usaba el mismo castillo, el de Montjuïc, para bombardearla.

Este bombardeo, del cual pertenece como recuerdo la bomba del carrer Sòcrates, obviamente hizo que perdiera los apoyos de la sociedad catalana, pero un discurso de disculpas y sus pasadas acciones a favor de la sociedad catalana le permitieron obtener un escaño como diputado por Barcelona en 1851, escaño que desde Madrid le intentaban arrebatar por sus conocidas filias hacia Cataluña.

Prim cumplió con lo prometido y desde las diferentes posiciones políticas que le llevaron hasta presidir el Consejo de Ministros en 1869, favoreció notablemente a la industria y a la sociedad catalana, quedando sobre todo en el recuerdo de la historia de Barcelona que fue él, desde su posición como jefe de Gobierno, quien permitió que la temida y odiada fortaleza creada por Felipe V se convirtiera en el Parc de la Ciutadella.

De ahí a que a día de hoy su figura ecuestre presida una de las plazas más céntricas del parque y que su nombre no esté tan ligado a la masacre que él mismo propició desde Montjuïc durante la Jamancia.
Bomba en el carrer Granada del Penedès

La bomba del carrer Granada del Penedès

Suena a broma o intencionalidad que en un carrer llamado Granada, encontremos como elemento más característico una ídem decorándola, pero como sucede en la historia, nada y todo puede ser casual.

Sant Andreu no fue el único pueblo que sufrió la ambición de Prim durante el sofoco de la revuelta de la Jamancia: desde el castillo de Montjuïc también tuvo a bien apuntar hacia la vila de Gràcia para sofocar a su también exaltada población. Y como en esto de caracteres, ambas villas se parecían, también los graciençs quisieron quedarse un «recuerdo» del momento.

Es así como desde finales del s. XIX, en el número 12 del carrer Granada del Penedès encontramos una bomba defectuosa ya desprovista de su metralla y, para quitarle hierro a lo que representaba, rematada con una estrella de cinco puntas.

Una granada en el carrer Granada, ¿casualidad?
Desde 1980 la granada graciença de Prim dejó de encontrarse en el carrer de la Granada (denominado así por su peculiar decoración) para honrar, así de rebote, al pueblo del Alt Penedès por razones de practicidad: que no la confundieran con el carrer Ciutat de Granada.

La reordenación del nomenclátor que la llegada de la Democracia había propiciado (por eso de eliminar a Jose Antonios, Francos y generalísimos, entre otras denominaciones), propició este cambio consistente en añadirle un apellido a esta calle para, así de golpe, distinguirla de la de Poblenou pero sin perder del todo su identidad.

Identidad que, curiosamente, -antes incluso de que Prim dejara por allí un recuerdo de la hazaña que lo hizo general-, siempre estuvo vinculada a la denominación granadina, ya que en documentos datados en torno al s. X, se nombra a la zona baja de Gràcia donde se encuentra esta calle como el campo de la Granada, probablemente por rodearse de huertos donde se cultivaba esta fruta.
Bomba en Barcelona: carrer Granada del Penedès

La bomba de la Sagrada Familia

La tercera de las bombas que podemos ver en Barcelona expuestas es, a su vez, la menos visible y la menos útil armamentísticamente hablando. Se trata de una inofensiva escultura propiciada por Gaudí para decorar uno de los rincones de la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia, concretamente el pórtico de la Virgen del Rosario.

La escultura, denominada «la tentación del hombre», representa a un anarquista recibiendo del mismísimo diablo una bomba Orsini, granada muy popular entre revolucionarios que estallaba gracias a un mecanismo que la activaba al impactar contra una superficie.

Tallada en 1895, la razón por la que Gaudí decidió realizar esta alegoría se debe a su profundo sentimiento religioso, el cual le hacía censurar de forma impetuosa cualquier manifestación política armada, que la identificaba con una parte oscura del alma y, tal como representó explícitamente, con el dicho popular que «las armas las carga el diablo».

La manifestación política a la que nos referimos es concretamente la que se produjo en el teatro del Liceu en 1893, cuando el 7 de noviembre, el anarquista Santiago Salvador lanzó desde el quinto piso de las plateas dos de estos artefactos hacia el patio de butacas, donde se encontraba la alta burguesía catalana apreciando la obra «Guillermo Tell» de Rossini.

La segunda de las bombas no estalló, quedando amortiguada por la falda del regazo de una señora ya fallecida por el impacto de la primera, que produjo 22 muertes y 35 heridos. Esta segunda bomba se expone en el MUHBA.

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