Muchas veces nos reconocemos como amantes del arte solo cuando visitamos museos, sin darnos cuenta que hay piezas que nos rodean que en conjunto pueden resultar mucho más valiosas que unos lienzos colgados de un elegante palacete. Piezas que son altamente democráticas, que bien pueden ser apreciadas por el más culto mecenas, por aquel soberbio paleto capaz de colgar un Miró en un baño sin saber más de él que su propio renombre o por quien acude cada mañana al mercado carrito de compra en mano.
No hablamos de los Gaudís o las fachadas modernistas que con mayor o menor atino, podemos identificar como obras de arte, sino de aquellas piezas que en vez de en una glorieta o sobre un edificio, podríamos perfectamente visualizar sobre una peana de un museo o galería de arte cuán David de Miguel Ángel o Pensador de Rodín. Obras que son tan maestras como las manos que las esculpen pero qué, sin embargo, esa gratuidad con la que la disfrutamos más que una ventaja la convierten en un hándicap para su autor, como si el arte regalado valiera menos.
En Barcelona somos afortunados en poder apreciar muchas obras de este tipo, de grandes maestros que, desperdigadas por todo el mapa, colectivizan el privilegio del arte de autor. Sin el contexto de «alta cultura» que da su musealización pero con el mismo valor de quien se gasta 20 euros en visitar el Louvre. Hoy desde BeCiNadas os proponemos una ruta para descubrir ese arte público de la mano de la obra de un escultor, Pablo Emilio Gargallo Catalán, merecidamente venerado en su Zaragoza natal donde disfruta de un museo a la altura de quién es considerado como uno de los escultores más importantes e innovadores del siglo XX, pero que en Barcelona, pese a desarrollar gran parte de su obra en esta ciudad, su nombre escapa a sus piezas, muy presentes en el día a día de los ciudadanos como vamos a descubrir en esta ruta museística.
Pablo Gargallo: el Picasso de la escultura
Esta comparativa no es una licencia nuestra para realzar la categoría de artista de Gargallo, comparándolo con quizás el más influente artista del s. XX, sino que tanto la vida como la obra de ambos Pablos se cruzaron y tuvieron mucho en común en la Barcelona de principios del siglo pasado de la que fueron coetáneos.
No solo fueron amigos hasta el punto de compartir estudio y tertulias de café (amistad que Gargallo, como veremos más adelante, reflejaría de forma anecdótica en un punto concreto de la vila de Gràcia), sino que ambos se empaparon de los ideales y las corrientes artísticas que llevarían a ambos a revolucionar sus ramas: Picasso a través del Cubismo y Gargallo a través de la vanguardia y el expresionismo.
¿Por qué una ruta de Pablo Gargallo en Barcelona?
Insistimos en el texto introductorio: es un homenaje a un gran artista (señalado como uno de los mejores escultores españoles) que a falta de un Gernika o, por trasladarlo a su disciplina, un Moisés, solo se le aprecia en su conjunto cuando se lee su amplia obra o en su museo zaragozano, a pesar de que sus piezas están presente en lo más notable (y también en lo más mundano) de la Barcelona que pretendemos descubrir en esta web.
Este «ninguneo» no es exclusivo de Gargallo. Bien podría protagonizar una ruta similar y de igual calidad artística escultores de la talla de Llimona o Marés, con el plus de ser barceloneses (algo que no descartamos en un futuro), pero precisamente por ser ajeno a la ciudad y aun así formar parte inherente de su obra, es más merecedor de que la conozcamos. ¡Bienvenidos a la Barcelona de Gargallo!
La Barcelona de Pablo Gargallo
[Pulsando sobre cada marcador azul (el marcador, no la letra) obtendrás un resumen sobre cada parada y enlaces a artículos explicativos]
Inicio: Plaça Espanya (L1)
Final: Plaça de Sant Jaume (L4)
Duración: dos / tres horas a pie (10 km.)
21 paradas.
MNAC (Museu Nacional de Catalunya)
Nuestra ruta comienza en un páramo de los que las florituras de quienes escribimos nos hacen definir como «incomparable». Se trata del Palacio Nacional de la Exposición de 1929, hoy sede del Museo Nacional de Cataluña (MNAC). Tras deleitarnos con las instagrameables vistas del entorno de Plaza España desde lo alto de las cascadas que van a parar a la Font Màgica, en el interior del no menos monumental palacio nos encontraremos con un ecléctico museo que recolecta piezas con más de 15 siglos de historia.
En el pabellón dedicado al Arte Moderno nos encontraremos con varias piezas de Gargallo, de las que destacan dos en concreto: Gran Bailarina (1929) y El Violinista (1920). En el primer caso nos encontramos con una figura de una bailarina (se dice que inspirada en Teresa Boronat) para la que Gargallo ya ponía en práctica los principios que definirían su última etapa creativa (y por la que es más reconocido), uniendo rasgos del cubismo con el figuratismo mediante la superposición de piezas y la inclusión de los espacios vacíos como parte de la obra.
En el caso de El Violinista nos encontramos con una obra no expuesta, lo cual no impide que su importancia requiera que nos detengamos en ella. El motivo por el cual no se expone al público es por su peligroso estado de conservación, debido a que se trata de una escultura en la que Gargallo comenzaba a experimentar con diferentes materiales, lo cual le llevó a combinar una estructura de madera que recubrió con planchas de plomo batido. Esta inusual combinación, fruto de su aún inexperiencia fuera de los materiales clásicos (la piedra, el mármol y el bronce), produjo que con el tiempo los gases emitidos por la descomposición de la madera (acelerada al no estar al aire) dañaran la cobertura produciendo ampollas. Ha sido fruto de una experimental técnica de restauración que ha permitido su recuperación aunque aún no culminada.
No es la única pieza de Gargallo que se encuentra oculta en los almacenes del MNAC. Le acompañan en esta estadía las obras «Maternidad» (1927), un pequeño bronce bocetario del que sería la misma escultura que se expone en su museo zaragozano, y su «Retrato del marchante Santiago Segura» (1917), una composición en arcilla englobada dentro de su obra retratista. Sí que se expone una obra de la misma etapa, la que representa a su amigo Isidre Nonell en forma de máscara y en bronce.
Los Aurigas del Estadi Olímpic
Nos adentramos en la falda de Montjuïc en busca de la segunda parada de la ruta, que compite en espectacularidad con la primera y en etapa constructiva, al ser otro de los edificios más notables de la urbanización de la montaña con motivo de la Exposición de 1929.
Rodeando el MNAC nos encontramos con unas escaleras mecánicas que nos llevan directos a la avenida del Estadio, al cual nos dirigimos.
En su monumental fachada, -la que asoma a la anilla olímpica-, podemos apreciar que la culminan dos aurigas muy al gusto de los juegos grecorromanos. Esta pareja, compuesta por un hombre y una mujer sobre el carro tirado por dos caballos, son obra del escultor zaragozano que, pese a realizarlas en su periodo más vanguardista (1929), recoge los preceptos más clásicos de la escultura de Gargallo.
Esta vuelta al origen se debe a que, al igual que sucediera dos años antes con las piezas de plaza Cataluña (que analizaremos un par de paradas más adelante), el proyecto requería de un gusto tradicional para conformar la fachada principal de un estadio que ya fue creado con carácter olímpico seis décadas antes de que lo fuera de pleno derecho.
Originariamente el estadio se planteó para acoger las Olimpiadas de 1936, a las que Barcelona partía como favorita al acordarse que el COI se reuniría para tomar la decisión en la ciudad en el mes de abril de 1931. La proclama de la II República hizo cancelar la cita y finalmente recayó la sede en Berlín.
En un principio las aurigas estaban realizadas en hormigón, lo cual propició que, en la década de los 60, presentara un mal estado de conservación debido a la exposición a las inclemencias del tiempo y a la falta de mantenimiento de las instalaciones. Las que vemos actualmente son producto de un arduo trabajo de reconstrucción en el que participaron la hija de Gargallo y la escultora Marta Polo.
Una vez se pusieron en marcha las obras de rehabilitación con motivo de las Olimpiadas del 92 y que devolverían al estadio su esplendor inicial, Polo pudo reproducir con exactitud las piezas faltantes de las aurigas gracias a fotografías antiguas y a los modelos a escala existentes en el museo zaragozano, hasta poder hacerlas lucir como lo hicieron en 1929.
Los jinetes haciendo el saludo olímpico
No nos vamos muy lejos para la tercera de las paradas. Deshacemos brevemente el camino realizado para encarar la fachada más reconocible del estadio y nos dirigimos a la que se convertiría en todo un símbolo aquel verano de 1992, la puerta de Maratón, junto a la que se encuentra el emblemático pebetero olímpico.
Para ver dos obras más de Gargallo en este estadio debemos atravesarla y una vez situados en las gradas, darnos la vuelta y, bajo el reloj veremos a dos jinetes también de corte clásico realizando el saludo olímpico y portando elementos propios de los juegos, como la diadema y los cabellos y barbas rizados. Es en estos detalles donde Gargallo quiso dejar patente parte del expresionismo con el que trabajaba en el año de la elaboración de estos bronces, siendo la expresión facial de tintes cubistas.
Estos dos jinetes que actualmente continúan en la cara interior de la puerta de Maratón, tuvieron un pequeño pasado itinerante cuando, de 1981 a 1989, se situaron flanqueando la puerta de acceso al Palau de la Virreina, en Las Ramblas. También existen unas copias en el museo Pablo Gargallo de Zaragoza.
La Vendimiadora
Seguimos la avenida del Estadi hasta que se convierte en la avenida Miramar, que nos llevarán al final de su recorrido hacia los jardines del mismo nombre. Cambiamos las vistas iniciales de la cara norte de Barcelona por éstas de la cara sur, con el puerto en primer término y unos jardines de gusto afrancesado decorado por tres esculturas, entre ellas, como no podía ser de otra forma, un Gargallo.
Se trata de la Vendimiadora, una de las «exiliadas» de plaza Cataluña (conjunto de esculturas que fueron concebidas para la plaza en el concurso público de 1927 pero que, por falta de decoro algunas o por no coincidir con el gusto burgués de la época, se destinaron finalmente a este rincón y a la entrada del Palau Reial de Pedralbes), y en ella vemos la maestría de Gargallo en las formas «empoderadas» de una payesa cuyo clasicismo es notable pero en cuyas facciones ya se vira hacia el cubismo de la última etapa del genial escultor, a pesar de suscribirse a la corriente del noucentismo.
La importancia de esta escultura en lo representativo de la obra de Gargallo es tal que, en 2010, el Ayuntamiento de Zaragoza solicitó a los herederos y a la ciudad de Barcelona, el molde original para poder reproducirla en bronce. Hoy la copia recibe al visitante del museo Pablo Gargallo de Zaragoza.
Taller en el carrer Sant Martí
Preparamos las piernas para un paseo que no por largo, deja de ser agradable. Bajamos por el paseo de Miramar camino al parque de la Primavera, un inmejorable mirador al barrio de Poble Sec. La bajada nos llevará directo al carrer Nou de la Rambla: el mejor nexo entre la montaña de Montjuïc y el centro de la ciudad por su ambiente alegre las 24 horas y por ser una calle que recoge gran parte de la idiosincrasia de la ciudad a través de la cultura del ocio.
A la altura de la plaza de Raquel Meller, en su cruce con el Paral·lel, ofrecemos nuestros respetos a la estatua de la ilustre cupletista que tanto alegró los teatros de esta zona de la ciudad en los años 20 y giramos rumbo a Sant Pau del Camp, el mejor ejemplo del románico de la ciudad. Este viraje nos introducirá en el corazón del barrio del Raval, donde cerca de su Rambla y del emblemático (y viajero) Gato de Botero, encontramos el nº 1 de la calle de Sant Martí. Un lugar que por sí solo no nos dice nada, pero que a finales del s. XIX supuso el primer estudio de Gargallo, alquilado tras culminar su formación con el ilustre Eusebi Arnau (escultor modernista que decoró la casa Lleó Morera, casa Amatller, el Hotel España, Palau de la Música y el Hospital de San Pau entre otras obras).
Carrer Nou de Sant Sadurní
El rincón de las profundidades del Barrio Chino (quedaría más de un siglo para que la Rambla del Raval pacificara medianamente la zona) elegido por Gargallo para sus primeras obras no era casual: a lo propio de situar los talleres en el Raval de principios del XX por su bajo coste y su ambiente inspiracional, se unía que solo un par de calles más adentro camino a la Rambla se encontraba la vivienda familiar.
Para encontrar el lugar donde Gargallo pisó Barcelona por primera vez a los 7 años, debemos cruzar la Rambla del Raval camino a la Filmoteca. Tras el pintoresco hotel Barceló nos encontramos con las típicas viviendas anodinas, de aburridas fachadas asépticas y sin ningún tipo de gusto estético que caracterizan las VPO, las cuales, de seguir viviendo los Gargallo – Catalán en su primera vivienda barcelonina, les hubiese correspondido habitar, ya que es bajo esos cimientos donde se encontraba la casa del escultor.
El Liceu
Tras dos paradas que nos dicen más de lo ambiental que de lo cultural en la vida de Gargallo, nos dirigimos a un punto insigne en todo mapa turístico de Barcelona: el Liceu. Para llegar a este templo operístico atravesamos la plaza Salvador Seguí hasta abordar el carrer Sant Pau, no sin antes observar a nuestro alrededor un entorno, el del carrer d’en Robador que, aún un siglo después, conserva ese aire decadente que tanto inspiró a los artistas del s. XX que frecuentaban la zona.
Sin ningún tipo de pérdida, al final del carrer de Sant Pau desembocaremos en el famoso mosaico de Miró en la Rambla que sirve de «alfombra roja» a todo aquel que visita el Liceu, un edificio clave para los primeros encargos privados de Gargallo en la ciudad. La razón es que su padre era el jefe del retén de bomberos que permanentemente hacía guardia en el teatro (ya sabemos la querencia del Liceu por salir ardiendo), un trabajo que permitía al señor Mariano Gargallo entablar contacto con los numerosos burgueses que elegantemente acudían a la ópera muchas veces más preocupados por aparentar que por disfrutar de un Madame Butterfly.
Madame Butterfly que tuvo su primer pase en España en el por entonces teatro El Bosc, cuyo dueño, Josep Valls, se hizo amigo del patriarca de los Gargallo. Esta amistad sirvió para que nuestro protagonista tuviera la oportunidad de decorar con mascarones la entrada al teatro el Bosc: máscaras que aún a día de hoy permanecen junto a la cartelera de los hoy multicines graciençs. Anecdóticamente, también debemos señalar al Liceu en la vida de Pablo Gargallo como el lugar donde, junto a sus hermanos, pudo debutar sobre las tablas, realizando los coros en algunas de las obras representadas.
Sala Parés
Pese a que no podemos hablar de un «autor maldito» que en vida no fuera reconocida su grandeza, a Pablo Gargallo el reconocimiento general le llegó tarde, en los últimos años de su ya por aquel entonces maltrecha vida. Trabajos no le faltaron desde que saliera de aquel taller de Eusebi Arnau, pero durante las dos primeras décadas del s. XX Gargallo tuvo que lidiar en varias ocasiones entre el umbral de la pobreza y el aire bohemio del artista modernista.
No sería hasta los alegres años veinte cuando definitivamente recibiera los espaldarazos de crítica y público que le permitiría no solo crear su propia obra con solvencia, sino también atender encargos y disfrutar de protagonizar exposiciones en prestigiosas galerías, entre ellas esta Sala Parés del carrer Petritxol, que a lo largo de sus más de 150 años de historia ha visto a pasar a Picasso, Rusiñol, Dalí y también a Gargallo.
En 1933 le dedicarían desde este chocolatero, pero también artístico rincón, una retrospectiva ya con el reconocimiento que a día de hoy aún disfruta, del de un genio escultor de técnica perfecta y de creatividad aún más alabable. Sería de las últimas exposiciones que en vida pudo atender ya que, en diciembre de 1934 fallecería en Reus, tras recibir el último homenaje en su centro de lectura.
Pastor del Águila
Tras la breve introducción en el corazón de Ciutat Vella, volvemos a la Rambla para dirigirnos a Plaza Cataluña. Allí, en la hilera de esculturas que se sitúan a la derecha del Homenaje a Francesc Macià nos encontramos justo en el centro con una de las tres encargadas a Gargallo para decorar la plaza en el marco de los eventos de la Exposición de 1929. Se trata del Pastor del Águila, una escultura modelada en corte clásico pero con facciones semi-cubistas que se engloba dentro de la etapa costumbrista del zaragozano.
En esta etapa Gargallo se encargó de realizar obras que evocaran a la vida payesa con un fuerte carácter de empoderamiento. Retratando la vida del campo no con sus penurias y pesares, sino con determinación y fuerza, como ya transmitía la Vendimiadora de los jardines de Miramar (que debía acompañar a este Pastor en Plaza Cataluña).
Aquí vemos estos rasgos en cómo el pastor protege al cordero del ataque de una águila, donde lejos de dejarse amedrentar, responde al ataque con firmeza. No es la única representación pastoril que realizó el zaragozano para el foro por excelencia de la ciudad, ya que si cruzamos al lado montaña, justo en el altar aterrazado que se sitúa entre las fuentes gemelas, encontramos la segunda de las obras del concurso público al que optó Gargallo en 1927 para la plaza.
Pastor de la Flauta
Pablo Gargallo ya gozaba de un renombre en la ciudad. Ya no era el ayudante de Doménech i Montaner o Puig i Cadafalch, ya no era «el rematista» de insignes edificios públicos de la ciudad. Su maña con el cincel y su paso como experto de varias instituciones artísticas (profesor de Escultura y Maestro de Repujado en la Escuela Técnica
de Oficios de Arte de la Mancomunidad de Cataluña, profesor de Escultura de la Escuela de Bellos Oficios entre otros cargos) le valió para exponer en el punto neurálgico de la ciudad junto a consagrados de la talla de Llimona, Marès o Clará.
Es por ello por lo que al momento de plantear nada más y nada menos que una colección de 28 estatuas para plaza Cataluña, su nombre resonó tanto como para contar con tres obras en ella. En este rincón cercano al Passeig de Gràcia nos encontramos con la que representa a un pastor tocando el flautín, que si bien salió de los mismos moldes, se trata de una copia de la original, que tuvo que ser sustituida en 1993 al resultar la piedra arenisca con la que se realizó gravemente erosionada por el tiempo y por la humedad que produce la cercanía con las fuentes.
Hotel Colón
Para la siguiente parada no hace falta que nos movamos del magnífico conjunto de esculturas que componen la terraza norte de Plaza Cataluña. Basta con que nos demos la vuelta y observemos el edificio que a día de hoy aloja la tienda Apple, ese que en su día, en 1934, acogió el hotel Colón, donde aquel diciembre Gargallo disfrutó de su última exposición pública en vida.
Pocos días después fallecería en el homenaje que el Club de Lectura de Reus le realizaría el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes.
Els 4 Gats
Seguimos nuestra ruta por el lado mar, bajando plaza Cataluña hacia Portal de l’Angel. Allí, adentrándonos por el carrer Montsió nos topamos con un elegante y muy ornamentado edificio modernista de Josep Puig i Cadafalch, en cuyos bajos se encuentra el emblemático establecimiento Els 4 Gats, que a imagen y semejanza de los cafés parisinos de Montmatre, acogía tertulias de la élite cultural de la época.
A esas tertulias no faltaba un joven Gargallo, que con apenas 17 años hacía cuadrilla con ilustres de la talla de Picasso, Isidre Nonell, Ramón Casas, Santiago Rusiñol y otros tantos que permitieron que las ideas modernistas cuajaran en las nuevas generaciones de artistas a las que Gargallo pertenecía, y así quedó plasmado en sus primeras obras.
Palau de la Música Catalana
Seguimos el carrer Montsió hasta que se convierte en el carrer de Julià Portet y finaliza en la vía Laietana. Al otro lado de esta avenida nos espera una de las grandes joyas del modernismo catalán: el Palau de la Música Catalana. Ejecutado por Lluís Domènech i Montaner en torno a 1908, el genial arquitecto contó con los mejores colaboradores de la época a la hora de pulir los detalles de este impresionante edificio patrimonio mundial.
Entre esos colaboradores estaba Eusebi Arnau, que no dudó en contar a su vez con Gargallo para que le ayudara a decorar los diferentes espacios del interior del edificio. Así, debemos concretar una muy recomendable visita al palau para toparnos con su legado en este Patrimonio Mundial de la Humanidad. En concreto, es obra de Gargallo la decoración que corresponde a la embocadura del escenario, que presenta un enmarcado escultórico espectacular con alegorías a la música popular y al Orfeón Catalán en un lado, y a la música culta e internacional en el otro.
Carrer del Comerç 28
Salimos del interior del Palau para recorrer el carrer de Sant Pere Mes Alt hasta su desembocadura, no sin antes apreciar la influencia del propio Gargallo en la obra de otro gran escultor vanguardista de renombre: Jaume Plensa, cuyas características caras dimensionales flanquean la entrada al recinto.
Al finalizar Sant Pere Mes Alt, ya convertido en el carrer del Rec Comtal, giramos hacia la derecha por el carrer del Davant del Portal Nou, que nos lleva a otra de las arterias del laberíntico barrio del Born: el carrer del Comerç. A la altura del número 28 nos detendremos ante un edificio de pequeñas balconadas y color azul desgastado por el tiempo, de semblante a los muchos que pueblan estas calles pero cuyos cimientos acogieron en su planta alta, el último de los estudios que tuvo Picasso en Barcelona, propiedad precisamente de su amigo Pablo Gargallo que se lo cedió mientras él mismo se encontraba en una de sus muchas inclusiones parisinas.
Antiguo Edificio de Bellas Artes
Giramos a la altura del edificio de la UPF para abordar el passeig de Pujades. Al poco de comenzarlo rumbo al parc de la Ciutadella, nos encontramos con un enorme solar que hasta hace bien poco, acogían los juzgados. Esta insulsa explanada (lo sabemos: esta parte de la ruta está quedando algo deslucida por lo mucho de evocadora pero lo poco de monumental), tiene de relevante en este viaje por la obra de Gargallo en que fue la piedra angular dentro de su trayectoria escultórica.
Antes que juzgados, este poco agraciado terreno fue un esplendoroso centro de miradas debido a que acogía el gran Edificio de Bellas Artes para la Exposición de 1888. Diez años después de su inauguración y manteniendo su uso museístico, debutaba nuestro protagonista con un relieve de escayola fruto de su experiencia en los talleres de Eusebi Arnau. ¿Y cómo todo un edificio de gran valor artístico ha acabado en tierra yerma? Tratándose de Barcelona, donde personajes como el detestado alcalde Porcioles han esquilmado sin escrúpulos ni gusto artístico, obras modernistas a golpe de pelotazo inmobiliario, nada nos debe sorprender al respecto, pero en este caso concreto, fueron los desperfectos que le causaron los bombardeos de la Guerra Civil los que propiciaron que, en una España sin fondos para florituras, fuera más rentable su demolición.
Monumento al actor Lleó Fantova
La ruta lo exige, pero encontrándonos donde nos encontramos, es obligado que aprovechemos para adentrarnos en el parc de la Ciutadella. El que otrora fuera el espacio más odiado de la ciudad por obra y gracia de una Felipe IV rencoroso y con total falta de mano izquierda con los disidentes (y si un adjetivo caracteriza a la ciudad a lo largo de los siglos, es el de revolucionaria), hoy día luce como no el más grande, pero sí el más monumental (con permiso del Park Güell) y fruto de improvisados planes de domingo (con permiso de Montjuïc).
Entrando justo al lado del Castell dels tres Dragons (un Domènech i Montaner que sirviera de restaurante en la Expo del 88), girando a mano izquierda, antes de llegar a la Cascada Monumental nos encontraremos escondido entre la ajardinada vegetación el busto del actor Lleó Fontova. Esta obra de 1910, donde Gargallo ya comienza a practicar su particular mezcla de clasicismo con vanguardia (tal como se aprecia en el pedestal, cuya máscara representativa de las obras teatrales representadas por Fontova nos recuerda a las que Gargallo elaboró para el teatro El Bosc ), se engloba dentro de una de las iniciativas de los organizadores dels Jocs Florals, que propusieron adornar el parque con bustos de catalanes ligados a las artes y a la propagación de la cultura.
Como escultor en ciernes y bien relacionado, Gargallo recibió este encargo que completa una colección de otros 9 bustos en los que participaron ilustres del cincel como su maestro, Eusebi Arnau, Manuel Fuxà, Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner y Pere Falqués entre otros.
Casa Llotja de Mar
Nos adentramos en el parque hasta dirigirnos a su salida por el Passeig dels Til·lers, que nos hace encarar la amplia avenida del Marquès de L’ Argentera hacia nuestra siguiente parada, la Llotja de Mar.
Es en este edificio, por aquel entonces (finales del s. XIX – recién iniciado el s. XX) se encontraba la Escuela de Bellas Artes de La Lonja, en la cual el padre de Picasso fue profesor y el genial artista comenzó su formación de dibujo. De forma coetánea, Gargallo inicia sus estudios de escultura, siendo los ilustres Agapit Vallmitjana i Barbany y Manuel Fuxà i Leal sus principales maestros de escultura.
También se le debe a la Llotja dentro de la carrera escultórica de Gargallo, el ser el espacio donde recibió la primera oportunidad de viajar a su loada París, gracias a una beca obtenida en 1902 (y que tuvo que prorrogar hasta 1903 debido a la inesperada muerte de su padre) que le permitió entrar en contacto con artistas de la talla de Max Jacob y estudiar a Rodin.
Busto del doctor Reventós
Nos adentramos de nuevo en el barrio del Born. Pasando por su emblemática Catedral del Mar, a pocos metros nos encontramos con la plaza del doctor Jacint Reventós, dedicada al ilustre médico pionero de la Tisiología en Cataluña y de la Neumología en España, además de uno de los artífices de las tertulias d’ els Quatre Gats, donde tuvo un contacto muy cercano con el protagonista de nuestra ruta.
El 28 de diciembre de 1995, con motivo del homenaje póstumo mediante el cual recibió el nombre de la plaza, se decidió colocar una copia en una placa conmemorativa con un altorrelieve de un busto que su amigo Gargallo le hiciera en vida en 1923 (el original lo encontramos en su museo zaragozano).
Taller de alfarería del Carrer Gíriti
A apenas unos metros de la plaza de su doctor y amigo personal, subiendo por el carrer de l’Argentería dirección a Via Laietana nos encontramos con el minúsculo carrer Gíriti a mano derecha, cuya relevancia en la vida de Gargallo responde a ser allí donde se encontraba el taller de su primer maestro, Eusebi Arnau.
Es en este pequeño rincón de fisionomía tan típica del Born donde con apenas 14 años Gargallo comienza su carrera escultórica en un taller de alfarería del cual no percibe sueldo alguno, hasta que su tío materno Fidel Catalán le consiguió un puesto de aprendiz, nuevamente sin sueldo, con el escultor Eusebi Arnau i Mascort, el cual le abriría las puertas a los círculos más elitistas del gremio.
Urano (Casa de la Ciudad de Barcelona)
Terminamos la ruta a lo grande, con una de sus obras más emblemáticas en uno de los rincones más emblemáticos y significativos de la ciudad: el Ayuntamiento. Solo tenemos que cruzar vía Laietana para encontrarnos frente al carrer de Jaume I, que desemboca en la plaza Sant Jaume que acoge tanto el Palau de la Generalitat como la Casa de la Ciudad.
En uno de los rincones del patio nos encontramos con la escultura Urano, una de las obras cumbre del artista. Realizada en su última etapa, en 1933, puso en práctica con ella revolucionarias técnicas como el recurso del vacío total (donde el no-espacio aporta tanto para la figuración como la propia talla) con formas ya totalmente integradas en las vanguardias.
Representa al dios Urano a lomos de Pegaso, siendo la pieza que se encuentra en el Ayuntamiento, una copia en bronce del original, en yeso, que fue cedida por la fundación museística a nombre del escultor en 1991, mediante una tirada que incluyó varias piezas.
La Barcelona de Gargallo fuera de ruta
La ruta es extensa y variada: de la magnificencia de los grandes eventos barceloneses que representa Montjuïc, hasta la mismísima Casa Consistorial previo paso por el eje Born – Ciutadella. Aún así, aún quedan rincones de la ciudad donde el encanto de la maestría de Gargallo al cincel queda reflejada.
Aurigas Olímpicas de Can Dragó
¿Maravillados por los espectaculares remates que Gargallo concibió para el Estadi Olímpic de Montjuïc en 1929? Hay una forma aún más cómoda y cercana de admirar estas obras a pie de calle.
Aprovechando que la escultora Marta Polo reprodujo los aurigas durante la reconstrucción del estadio para el 92, se realizó una segunda copia en bronce que fue a recalar al parque de Can Dragó, en el barrio de Porta (Nou Barris).
Allí, a 10 kilómetros en línea recta de los «originales» (que fácilmente se duplican al tener que atravesar todo un Eixample y Guinardó, además de salvar la complicada orografía barcelonesa), nos encontramos con los aurigas olímpicos sobre un talud, obra del arquitecto Enric Pericas, que aprovecha una de las colinas del parque para que el galopar de los caballos den una impresión mayor de fuerza a la obra.
Hospital de la Santa Creu i Sant Pau
La excusa de seguir la obra de Gargallo es perfecta para adentrarnos en este magnífico recinto merecidamente nombrado Patrimonio de la Humanidad. Desde que el visitante aborda el Hospital de Sant Pau, se ve atraído por un gran número de detalles que forman composiciones imposibles de imaginar hoy día para un uso hospitalario.
Dentro de esos detalles, Gargallo fue el encargado de todas las figuras que decoran el cuerpo central del edificio de administración y la torre del reloj. También son de su autoría los paneles con las obras de misericordia que hay en la escalera de honor a nivel del primer piso y las imágenes y el escudo que nos encontramos en el salón de actas.
¿Y cómo acabó Gargallo a solo un lustro de comenzar a cincelar, haciéndose cargo de tan magna obra junto a otros ilustres modernistas? Tal como comentamos en el caso del Palau de la Música, Gargallo colaboró con Domènech y Montaner en varias de sus obras. Una colaboración que no fue ni casual, ni siquiera a elección del propio arquitecto: fue la mediación de su maestro, Eusebi Arnau, el que propició tal suma de talentos.
Domènech i Montaner tuvo total libertad tanto creativa como financiera a la hora de hacerse cargo del diseño del hospital, por lo que quiso contar con el mejor escultor de la época para su ornamentación, que no era otro que el propio Arnau. Con la cartera repleta de encargos, entre ellos la Casa Amatller también de manos de Domènech i Montaner, le solicitó contar con la colaboración del por aquel entonces su pupilo. Fue esta solicitud la que permitió que no solo Gargallo se hiciera con los cincelados más notables de Sant Pau, sino que la colaboración con el arquitecto modernista continuara posteriormente.
Parroquia de San Juan Bautista de Gracia
De Sant Pau al corazón de Gràcia, concretamente a una de sus iglesias más notables que forma una encantadora estampa junto a la plaza de la Virreina. En este caso, la parada poco tiene que ver con la escultura aunque sí mucho con la vida del propio Gargallo, ya que fue allí donde, en 1915 se casó con Magali Tartanson, una joven costurera francesa que conoció en París gracias a la mediación de Juan Gris.
Bosque Multicines
Lo que a día de hoy nos puede parecer unos multicines sin más, tienen una gran relevancia histórica no solo de manos de nuestro protagonista, que en su frontón esculpió los rostros de sus amigos Isidre Nonell, Raventós y Picasso, sino como histórico teatro de la vila (el primero que tuvo) y de la ópera de la ciudad, siendo allí donde se estrenó por primera vez en España la ópera Madame Butterfly.
Carrer Pau Gargallo
Terminamos las referencias fuera de ruta hacia nuestro más insigne escultor del s. XX (o al menos, el más influente) con la calle con la que la ciudad le quiso rendir homenaje, que no se encuentra en un lugar casual.
Situado en el barrio de La Maternitat, en plena zona universitaria, se le quiso dar nombre a este referente de las artes precisamente a la calle donde se sitúa la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, como un oportuno guiño a la posible influencia que pudiera ejercer en los alumnos que escogieran estos estudios.