Tan visible y tan desconocida… Si te preguntas qué ver en Montjuïc, la respuesta es mucho más que el Poble Espanyol o la Anella Olímpica. La muntanya màgica es un lugar al que todo barceloní ha tenido ocasión de mirar y visitar en multitud de ocasiones. Siendo el refugio cultural y natural que es, no es extraño que se elija como lugar de recreo para cualquier domingo en el que no apetezca coger el coche.
Sin embargo, pese a reunir espacios que, como la Font Màgica, es capaz de atraer hasta tres millones de visitantes anuales, aun guarda secretos, e incluso obviedades, que no son del todo conocidas y/o visitadas.
Este año estrenó incluso un PR. la ruta Montjuïc 360: un recorrido senderista que la rodea al completo llevándonos por rincones como el fossar de la Pedrera o la Foixarda que pueden resultar totalmente desconocidos para el visitante medio.
Aun así, por el hecho de basar su trazado de 11 kilómetros en un recorrido que evite el asfalto, se deja rincones imprescindibles que no pueden quedar fuera a la hora de preguntarnos qué ver en Montjuïc como los jardines Mossen Cinto Verdaguer o los de Joan Brossa, y no repara en otros imprescindibles ocultos como el altar armenio o el memorial del SIDA.
Este artículo pretende desentrañar todo lo que la montaña mágica nos puede ofrecer, y en combinación con el artículo dedicado a la ruta Montjuïc 360, no deja rincón sin contar sobre todo lo que ver en Montjuïc.
Qué ver en Montjuïc: lo que te cuentan las guías, lo que no, lo que esconde y lo que exhibe
Hablar de Montjuïc en un tono local es complicado: son 450 hectáreas en las que caben de todo. Desde una de las atracciones turísticas que conforman el podio de las más visitadas de la ciudad, hasta un altar armenio al que los amantes de la chanson française le ofrendan flores a Charles Aznavour.
Hablar por ello de la Anella Olímpica como algo desconocido o reseñable a la hora de indicar qué ver en Montjuïc resulta irónico, e incluso insultante, para un barceloní que «pixa pins» en esta montaña desde que empieza a echar los dientes. Es por ello por lo que hemos intentado reparar en los must desde una perspectiva curiosa, desde detalles como por qué suena la gran campana que se encuentra junto a las Picornell a las 12 y a las 7 cada día, o por qué la escultura de Carmen Amaya se encuentra junto a Charlot, Joaquim Blume y Charlie Rivel.
De igual forma, daremos comienzo indicando aquellos rincones no tan obvios a la hora de hablar de qué ver en Montjuïc, dejando otros como el Poble Espanyol o la Font Màgica para el final, para quienes quieran conocer con todo detalle hasta lo que ya es bien visible.
Por último, recordar nuevamente que este artículo complementa al dedicado a la ruta Montjuïc 360, por lo que si no aparece el Castell, la Fundació Miró o el Mirador del Alcalde, es porque ya se ha hablado de estos rincones en ese mismo artículo.
Qué ver en Montjuïc: lo oculto o lo que desconocemos su significado
¿Es desconocido el mayor parque de la ciudad destinado únicamente a suculentas y cactus, donde encontramos más de 1.000 ejemplares? Es probable que al estar arrinconado tras los jardines de Miramar y con un acceso no tan cómodo, los jardins Costa i Llobera no sean del todo conocidos por los barcelonines ni entre en los primeros puestos de las listas sobre qué ver en Montjuïc, pero no deja de ser un rincón accesible para quien tenga el más mínimo interés o esté suscrito a la TimeOut.
Sin embargo, más visible como resulta una escultura frente al Estadi Olimpic puede resultar mucho más desconocida, como esas piedras que sobresalen con motivos surcoreanos y en las que solo reparan los runners que se dirigen hacia Miramar; o una «Cibeles» en mitad de una rotonda inmensa y que aún así es ignorada como si lo único que pudiera aportar es un cambio de sentido.
Este es el tipo de rincones que abordaremos en primer lugar, dejando el qué ver en Montjuïc de las guías turísticas para el final, por si os quedáis con el mono de conocerlo todo sobre el rincón más mágico de la ciudad.
Mirador del Llobregat
Aunque apuntando más bien hacia el Tibidabo desde la ladera de la Font Florida, el mirador del Llobregat ciertamente permite una de las mejores vistas de la ciudad del lado del río que delimita el área metropolitana por su vertiente sur.
Sin embargo, sin una Sagrada Familia clara en el horizonte, y con los rascacielos de L’Hospitalet como mayor reclamo, este mirador es de los menos transitados de la montaña, pese a estar presidido por toda una autoridad en Barcelona.
Y es que, además de las vistas, destaca de este rincón dos elementos muy monumentales y que, sin embargo, languidecen ante quienes se detienen antes en el Poble Espanyol o tienen prisa por alcanzar la Anella Olímpica: Se trata de la fuente de Ceres y de la estatua de Sant Jordi.
En el primer caso estamos ante una de las primeras fuentes públicas de la ciudad, en pie desde nada más y nada menos que 1830. ¿Paseaban los barcelonines y las barceloninas ya por aquel entonces por Montjuïc? Estos lares no eran más que instalaciones militares y torrentes que quedaban al otro lado, por lo que para dar con el origen de la fuente de Ceres tenemos que remontarnos a un lugar que, en aquellos tiempos, sí que se estaba estableciendo como lugar de paseo.
Se trata de nada más y nada menos que el Passeig de Gràcia, de donde es originaria esta Ceres viajera. ¿Qué provocó que se tuviera que mudar? Algo muy propio de la Barcelona del s. XIX: un bombardeo como respuesta a una revuelta.
La fuente, que era y es de considerable tamaño, estorbaba a la hora de una noble tarea como era bombardear la frecuentemente insurrecta vila de Gràcia. De ahí a que en 1870 se trasladara… a Poblesec.
Suya es la culpa de que la plaza del Sortidor se denomine así, siendo Ceres ese sortidor que, como un elefante en una cacharrería, sus notables dimensiones hicieran que su nuevo barrio no se sintiera del todo cómodo con ella.
Pese a que nadie dudaba de su valor artístico, la plaza no era lo suficientemente espaciosa como sí que era el passeig de Gràcia para acogerla. De ahí a que nuevamente Ceres tuviera que coger las maletas y, esta vez sí de forma definitiva, se instalara como uno de los elementos que ver en Montjuïc en los albores de la Exposición Universal de 1929.
Así, Ceres se convirtió en la mitológica acompañante del que es el mito por excelencia de la ciudad: Sant Jordi, que desde 1924 luce sobre un pedestal en pleno mirador, siendo ésta una de las obras más reconocidas del prolífico escultor Josep Llimona.
Se dice que para su talla, Llimona se inspiró en el prestigioso oncólogo Duran i Reynals, del que era amigo.
Museu Etnològic
Dejamos la puerta de entrada a la Anella Olímpica y, por tanto, un espacio muy turístico para adentrarnos en la colina. Unos metros tras la trasera del MNAC nos encontramos con el Museu Etnològic, que no solo destaca por su colección, sino también por ser el primer edificio de la ciudad que se construyó específicamente para dedicarse a la exposición museística.
Inaugurado en 1973, lo más destacable de la edificación son sus murales cerámicos, decorados por Eudald Serra, y que cubren el frontón de un edificio con una clara inspiración en las construcciones de Frank Lloyd Wright. Una apuesta de qué ver en Montjuïc muy propia para aficionados y profesionales de la arquitectura, además de para quienes disfrutan de los museos repletos de curiosidades.
Palauet Albéniz
Seguimos hacia el corazón de la montaña para toparnos nada más y nada menos que con toda una residencia real. De los rincones más ocultos y de menor acceso (por no estar abierto al público con frecuencia) de Montjuïc.
Se trata del Palauet Albéniz, denominado así por ser la intención convertirlo en un museo de música en el que el busto del compositor clásico estaría presente. Su destino finalmente fue el de residencia real, ya que aunque Alfonso XIII contaba con el palau de Pedralbes para sus estancias en la ciudad, se requirió una segunda residencia dentro del mismo recinto de la Exposición de 1929.
Es así como se contó con arquitectos propios de la casa borbónica para crear una edificación que, por esa misma peculiaridad, se asemeja a otras que podamos encontrar en Castilla o la misma Madrid, como la Granja de San Ildefonso o el Escorial.
Este hecho no solo se hace notar en los tejados de pizarra y las combinaciones de ladrillo y piedra, sino en unos jardines versallescos y la fuente cascada de grandes dimensiones que sirve de recibidor.
Otras de las curiosidades que esconde el recinto es una cúpula pintada por el mismísimo Dalí a finales de la década de los 70, así como varios Goyas repartidos por las estancias.
Jardines de Joan Maragall
Creados para ampliar el terrero dado al Palauet Albéniz, actúan como un anexo a los jardines del palacio real de Montjuïc.
Surgieron en la década de los años 60, en sustitución del Palau de les Missions y el Palau d’Art Modern, demolidos para llevar a cabo un ajardinado que ya fue proyectado por el mismo Forestier (el paisajista que dio forma a la urbanización de la montaña en la década de los 10 y 20 del s. XX).
De todo el espacio destaca el templete de Susana, así como las numerosas esculturas y columnas de gusto clásico. En sus terrenos se encuentra también la ermita de Santa Madrona, -la única de las construcciones religiosas que perdura de las numerosas que hubo en la montaña antes de su urbanización-, dedicada a la que es una de las matronas de la ciudad.
«A Ferrer i Guàrdia»
En un lugar tan significativo como las escaleras mecánicas que nos llevan desde el MNAC a la anella Olímpica nos encontramos recibiéndonos antorcha en mano a la portentosa figura de un hombre que la alza como queriéndonos guiar con ella.
Este hombre nada tiene que ver con el espíritu olímpico, sino con la iluminación de la razón, ya que se trata de una potente alegoría en dedicatoria a Francesc Ferrer i Guàrdia: el pedagogo creador de la escuela moderna. Una escuela basada en el autoconocimiento, la razón y alejada de los preceptos religiosos.
Ferrer i Guàrdia fue injustamente acusado de instigar los sucesos que desencadenaron la Semana Trágica de Barcelona, y con ella la quema de conventos e iglesias, lo cual produjo que acabara fusilado en el Castell de Montjuïc el 13 de octubre de 1909, pese a la multitudinaria oposición de la ciudadanía y de instituciones europeas.
En su honor, en Bruselas crearon esta alegoría que se encuentra en la capital de la Unión Europea desde 1911 y, de forma tardía pero justa, en este rincón de Barcelona desde 1990.
Campana de la Pau
Situada a la entrada de la Anella Olímpica, junto al Jardí de Aclimatació, se trata de un regalo de la empresa Mercedes Benz y la región alemana de Baden-Württemberg con motivo de los Juegos Olímpicos.
Esta campana, que se hace ver y sentir desde muchos puntos de la montaña, pesa nada más y nada menos que 6.800 kilos, siendo con ellos la campana más pesada de las que se ponen en movimiento de Cataluña y también de las más voluminosas, gracias a sus 2,04 metros de diámetro.
Por tanto, estamos ante no solo un elemento que ver en Montjuïc, sino también para escuchar, estando programada para tocar el Ángelus dos veces al día: a las 12 de la mañana y a las 7 de la tarde.
Otra de sus curiosidades es que cuenta en su bronce con los anillos olímpicos, el nombre de Mercè (su denominación real), los escudos de Barcelona y Baden-Württemberg, así como los perfiles de la catedral, la Sagrada Familia y Montserrat.
La denominación de campana de la Pau le viene porque, junto con todos estos elementos, aparece la palabra paz en diversos idiomas, entre ellos el catalán, el castellano, el euskera, árabe, chino, ruso y esperanto.
También destaca la inscripción tallada en su base, donde podemos leer la siguiente dedicatoria por parte de las autoridades y empresas alemanas que participaron en su creación: “l’esperit d’Olímpia plani damunt la humanitat, i la pau i la llibertat siguin perdurables. Barcelona, JJOO’92”.
Monument a l’Amistat Catalanacoreana
La acera que se encuentra justo enfrente a la entrada principal del Estadi Olímpic es de las más injustamente ignoradas a la hora de decidir qué ver en Montjuïc. Competir con el pebetero, justo al otro lado, o con otros elementos de la Anella, la hacen languidecer excepto para quienes buscan sombra o se dirigen corriendo hacia Miramar.
Son estos últimos quienes quizás por afinidad con lo representado, reparan más en el curioso elemento decorativo situado frente al arco de entrada al Lluís Companys: un conjunto de volúmenes redondeados, relieves y metales con elementos orientales.
En esta extraña composición de piedras y bronce en la que destaca la figura de un atleta y grafías coreanas, podemos ver al maratoniano Young-Cho Hwang, que ganó la prueba reina en las olimpiadas de 1992.
Esta circunstancia sirvió para que el gobierno coreano, en homenaje a su ciudadano ilustre, quisiera regalar a la ciudad de Barcelona su altorrelieve en 2001. Escultura que fue resignificada para representar la amistad del pueblo catalán con el coreano, tal como se desprende de la dedicatoria del poeta Cho Byung Hwa tallada al pie de la composición.
Jachkar armenio
Y de Corea del Sur pasamos a Armenia en apenas unos metros. Exactamente en el muro del Palauet Albéniz que rodea a la avinguda de l’Estadi nos encontramos con uno de los dos altares armenios de los que disponemos en la ciudad.
Todo un símbolo Patrimonio de la Humanidad que recuerda allá donde se instala el silenciado holocausto del país exsoviético: una masacre que se llevó por delante a más de 1,5 ciudadanos de este rincón por parte del Imperio Otomano (actual Turquía).
Es así como, desde este espacio oculto de Montjuïc, el pueblo armenio, discretamente, procura que no caiga en el olvido los horrores de la guerra cada 24 de abril… y también, de forma más lúdica, cada 1 de octubre: día en el que rinden homenaje a su ciudadano más ilustre, Charles Aznavour, que nos dejó en esa fecha de 2018.
La Dama del 29
Escondida en un discreto rincón entre la plaza de Neptuno y el Museu Olímpic nos encontramos con la escultura de una mujer abrazada a sus piernas, como queriéndose ocultar aún más de las miradas de quienes buscan qué ver en Montjuïc.
Se trata de la Dama del 29: una obra presentada por un discípulo de Rodin para la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1942 celebrada en Barcelona.
De esta convocatoria pasó a los almacenes municipales, hasta que el peor alcalde de la historia de la ciudad decidió colocarla en este sombreado rincón para homenajear a los propulsores de la Exposición de 1929. ¿Con qué criterio? Con el mismo con el que igual te destrozaba el Eixample que te desfiguraba la ciudad: ninguno.
Es así como la obra «meditació» (su nombre original) pasó a ser la Dama del 29, y cómo los propulsores de la Exposición no reciben la merecida atención por culpa de un regidor inculto e inepto para el cargo.
Font de la Bellesa
Situada en la rotonda que da entrada tanto a los jardines Joan Brossa como a los de Cinto Verdaguer, nos encontramos con la estilizada figura desnuda de una mujer, representativa de la belleza.
Es obra de Josep Llimona, que aprovechó la circunstancia del aperturismo de la Exposición del 29 y de la excepción de Montjuïc como espacio libre de censura escultórica para colocar aquí uno de sus desnudos, en una época en la que la burguesía acostumbraba a desterrarlos lejos de la púdica mirada del centro de la ciudad.
Hort de la Font Trobada
En 2017, gracias a una asociación de vecinos de Poble Sec, se recupera en la ladera norte, -la más cercana al barrio-, uno de los huertos históricos que hacían del Montjuïc pre-urbanizado, punto de encuentro para sus vecinos.
Se trata de l’Hort de la Font Trobada, un proyecto ahora autogestionado pero que, en el s. XIX, suponía el lugar donde los habitantes de la montaña y de Poble Sec se reunían no solo para recoger la codiciada agua que emanaba de los manantiales y fuentes de la montaña (y que, junto a sus hierbas como la farigola, se le atribuían poderes curativos), sino también para realizar picnics y celebraciones familiares.
La Font Trobada era la más popular de Poble Sec por su cercanía, pero no era el único punto de románticos domingueros del s. XIX: competían con la font del Gat, la font del Tir, la font de Vista Alegre y la legendaria font d’en Pessetes, donde en 1848, un excursionista encontró enterrada una olla repleta de monedas de oro.
Así, gracias a la acción popular y no al impulso de un gran evento, a día de hoy tenemos en este rincón algo más que ver en Montjuïc que nos acerca directamente a sus orígenes: un Montjuïc rural y de punto de encuentro.
Jardines Petra Kelly
Los jardines Petra Kelly, de la extensa red de parques que ver en Montjuïc, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que resultan los más desconocidos.
La razón es obvia: sin un reclamo potente como las esculturas de los jardines Joan Brossa, la colección de suculentas del Costa i Llobera o la de plantas acuáticas de los Cinto Verdaguer, los jardines Petra Kelly poco tienen que ofrecer no ya al turista, sino al barceloní que se molesta a alcanzarlos en su ya considerable altura.
Y quizás las vistas sin afluencia de público sea el mejor reclamo del Petra Kelly. Esto y los homenajes en forma de esculturas a dos ecologístas de pro: la propia Kelly, que fue quien fundó el partido de los verdes alemán en 1980 (primero en reclamar desde la política el cuidado por el entorno), y el también germano artista Joseph Beuys, un firme defensor del ecologismo y militante de los verdes.
Y del verde político al verde de la ciudad, ya que dentro de los jardines Petra Kelly se encuentra el vivero municipal «Tres Pins», que surte a la ciudad cada año con más de un millón de plantas. No es de lo mejor que ver en Montjuïc, pero sí de lo que agradecerle.
La denominación «Tres Pins» precisamente le viene de una de esas fuentes a las que hacíamos mención en el anterior punto del recorrido, y en la que los barcelonines del s.XIX acudían para dominguear bajo la sombra de esos tres ejemplares.
Camp de tir
¿Qué relevancia tiene un campo de tiro con arco dentro de una montaña en la que se puede practicar todo tipo de deportes, incluyendo el cricket, el beisbol, la doma de caballo o la carrera de obstáculos para perros?, ¿por qué destacarlo como algo que ver en Montjuïc?
En primer lugar estamos ante una de las instituciones pre-olímpicas más prestigiosas de las que ver en Montjuïc, en activo desde 1984, pero principalmente porque es en estas mismas instalaciones, donde históricamente se sitúa el génesis de la montaña y el de su denominación.
Entre las instalaciones de tiro y el mirador del alcalde encontramos un inaccesible bosque mediterráneo en el que se encuentra el cementerio judío del que proviene etimológicamente Montjuïch, o lo que es lo mismo, monte de los judíos.
Hablamos de un cementerio más que centenario, datado de la época medieval. De ahí a que a la hora de darle denominación a la montaña, sin existir más que si acaso, el castillo de Port, pesara la existencia de este campo santo para quienes no tenían ni la voluntad, ni el permiso de ser enterrados junto a las parroquias cristianas, como era tradición antes de que se instaurara el primer cementerio municipal (el de Poblenou).
Qué ver en Montjuïc: los «greatest hits» de toda guía turística
Tras conocer quién era Petra Kelly, por qué el rey puede dormir si le apetece en plena montaña o que quien porta una antorcha a las puertas de la Anella Olímpica, más que atleta del deporte, lo era de la ilustración, toca la visita obligada a esos lugares que conforman la Barcelona de los 12 millones de turistas, tan admirada como odiada.
Esos mismos lugares que, igual no visitamos con tanta frecuencia por ser locales, pero que ver, vemos a lo largo del año mucho más que el altar armenio, o que igual no acudimos a ellos simplemente porque sabemos que ahí están, y ahí seguirán como buena «marca Barcelona» que son con sello de denominación de origen.
Jardins Costa i Llobera
Tal como indicábamos en la introducción, este parque igualmente es desconocido para muchos barcelonines, pero, sin embargo sí que es conocido al menos por los lectores del New York Times (de la edición de 1987, todo hay que decirlo…), cuando uno de sus periodistas lo incluyó en el listado de los 10 mejores jardines del mundo y, por tanto, como el imprescindible que ver en Montjuïc dentro de esta categoría.
¿La razón de que este apartado rincón, sea señalado como lo más importante que ver en Montjuïc y Barcelona, superando a proclamados espacios verdes como el Park Güell, la Ciutadella o los de Laribal? Ser un espacio dedicado plenamente a las plantas de origen desértico y tropical, lo que permite apreciar al aire libre una colección de más de 1000 suculentas y cactus.
Por si esta curiosidad no nos sirviera de poco, las vistas al puerto son despejadas y únicas en toda la montaña, que gracias a su distribución aterrazada permite que podamos disfrutar del paisaje marino durante todo el recorrido.
Jardines de Joan Brossa
Tras el cierre del que era el parque de atracciones de Montjuïc desde 1966 hasta 1998, esta zona, anteriormente militarizada, se ajardinó convirtiéndose en un espacio verde más que sumar a la montaña y dedicándose, como no podía ser de otra manera, a un poeta catalán.
Destacan varios elementos entre su vegetación típicamente mediterránea, como las áreas de juego infantil, con xilófonos acolchados instalados en el suelo que suenan mediante el impacto con el pie; el actual Esfèric BCN, centro de eventos que con anterioridad fue el pabellón de ciencias de la Exposición del 29 y quiosco de la cervecera Damm; los restos del bar Fanta, con su icónico parasol de hormigón; así como cuatro esculturas que sirvieron de decoración para el parque de atracciones.
Estas esculturas de bronce representaban a cuatro personajes de la cultura popular como lo son Carmen Amaya, Charles Chaplin (Charlot), Joaquim Blume y Charlie Rivel, convirtiéndose cada una de ellas probablemente en el mayor reclamo de este ahora parque.
Jardines del Mossen Cinto Verdaguer
Justo al otro costado de los jardines Joan Brossa se aprovechó en los años 70 el espacio de una antigua pedrera, -como muchos otros lugares de Montjuïc-, para crear un espacio a imagen y semejanza de los jardines Costa i Llobera, pero en esta ocasión dedicado a las plantas bulbosas y, sobre todo, acuáticas.
Es así como, además del lago central, destaca como elemento más característico de este espacio las treinta albercas aterrazadas que se sitúan en torno a una escalinata. En ellas se encuentran flores de loto, nenúfares y otras plantas acuáticas que conviven junto a una considerable colonia de anfibios.
Otro de los espacios reseñables de este jardín y de los que ver en Montjuïc es su entrada más baja, que da a la avinguda de Miramar, donde un florido escudo de la ciudad de grandes dimensiones da la bienvenida al visitante.
Faro de Montjuïc
Su localización remota y el hecho de no estar abierto al público los 365 días del año (solo para actividades sociales de la Autoridad Portuaria), nos ha tentado a la hora de incluirlo en el apartado de qué ver en Montjuïc de las curiosidades secretas. Pero estando bien visible desde la ronda litoral y el hecho de ser el único faro vigente de la ciudad desde 1904, ha decantado su posición entre lo que ver en Montjuïc que todo barcelonés de pro conoce.
Pese a apenas contar con una centuria de antigüedad, es uno de los enclaves más históricos de la montaña al permitir la «jubilación» del antiguo faro de la ciudad (la torre del rellotge) y, con ello, la ampliación del Port Vell y el crecimiento del puerto comercial.
Al situarse en la loma de una montaña a más de 100 metros de altura, prescinde de la característica forma de torre de los faros para componerse de dos edificios de planta rectangular y de estilo novecentista, situándose su haz de luz entremedio de ambas edificaciones.
La mejor forma de apreciarlo es desde la mencionada ronda litoral, pero un reciente incendio ha permitido que se despeje la maleza de esta ladera de la montaña y se pueda visualizar desde el baluarte o el camino de ronda que circunda el castillo, unos pasos justo después del Monumento al Metro.
Jardín Botánico de Barcelona
Tal como hemos visto en la ruta original de Montjuïc 360, el cierre del jardín botánico histórico en 1986 propició la creación de uno «contemporáneo» en 1999, aprovechándose los amplios terrenos liberados por la escombrera municipal.
Es así como un año antes de dar la bienvenida al nuevo milenio, se inaugura este espacio que, al contar con mayor territorio expositivo, no solo se dedica a mostrar y conservar las plantas de regiones mediterráneas de Cataluña, Baleares y Pirineos, sino de otros lugares del mundo donde encontramos este clima, como es el caso de Australia, California, Chile, Sudáfrica, norte de África y el Mediterráneo oriental, al que sumar Canarias y repetir con las Baleares.
Destaca también una amplia colección de bonsáis en su invernadero, así como la propia composición del lugar, que aprovecha el desnivel para, mediante la denominada como «arquitectura fractal«, jugar con la posición triangular para que las plantas reciban las horas de sol adecuadas para su crecimiento.
Cementerio de Montjuïc
Oficialmente denominado como cementerio del Sudoeste, se construyó en 1883 para aliviar la saturación que sufría el cementerio del Este (Poble Nou) ante el exponencial crecimiento de la ciudad.
El hecho de que coincidiera en el tiempo con el apogeo de la burguesía, el modernismo y la construcción del Eixample potenció su vasta monumentalidad, ya que fue común que las grandes familias de indianos, industriales, financieros, políticos y, en definitiva, alta burguesía, al tiempo que construían sus viviendas en el nuevo barrio, también dedicaran un espacio en Montjuïc para un mausoleo o panteón que dejara impronta para la posteridad del potencial económico o estatus social.
Además de auténticas obras arquitectónicas firmadas por Cadafalch, Sagnier, Montaner, o escultóricas de la mano de Clará, Marés o Llimona entre otros, también encontramos la sepultura de notables personajes de la sociedad barcelonesa, como la de Ildefons Cerdà (que reproduce la cuadrícula del Eixample), Joan Miró, Francesc Cambó, Joan Gamper, Buenaventura Durruti, Dolors Monserdà o Rossend Arús entre otros.
La Anella Olímpica
Es el símbolo del resurgir de Montjuïc como montaña emblemática para los barceloneses. Se trata de las principales infraestructuras creadas para los Juegos Olímpicos de 1992, reordenadas en torno a una explanada y una plaza (plaza Europa) que sirven como enorme hall al aire libre para los asistentes a los eventos que en ella se celebran.
Los elementos que se engloban dentro de la denominación Anella Olímpica son:
Estadio Olímpico Lluís Companys
Construido con motivo de la Exposición de 1929 y con pretensión de albergar las Olimpiadas de 1936, la proclamación de la II República dio al traste con este proyecto.
Desde entonces, el Estadi Olímpic dejó de contar con ese apellido para pasar a nombrarse como «Estadio Municipal de Montjuich», hasta que en la década de los 80 y con Barcelona ya como sede oficial de los Juegos del 92, recuperó su histórica denominación y, junto a ella, una remodelación casi integral que lo ha convertido en el emblemático espacio que es a día de hoy.
Se trata del elemento más clásico de la Anella, así como el que lo preside. Sus elementos decorativos como los aurigas de Gargallo, contrastan con elementos más contemporáneos como la cubierta del Palau Sant Jordi.
Palau Sant Jordi
Obra del arquitecto ganador del premio Pritzker Arata Isozaki (que también legó el parasol del Caixafórum) para sustituir al antiguo vertedero de basuras por un moderno pabellón multifuncional.
Es considerado como obra maestra de la arquitectura e ingeniería por ser el primer edificio en el que se ponía en práctica la técnica de montaje mediante gatos hidráulicos, siendo la cúpula primeramente construida a ras de suelo para posteriormente izarse y encajarse con estos instrumentos.
Es, actualmente, el equipamiento de mayor uso de las instalaciones olímpicas, al servir de escenario para conciertos multitudinarios como los de Madonna, Justin Bieber, Rihanna, Katy Perry, Kylie Minogue, etc, eventos deportivos y congresos, con capacidad para hasta 20.000 asistentes.
Explanada olímpica
El espacio que articula el Estadi Olímpic, el Palau Sant Jordi, las Piscinas Picornell y la plaza Europa se diseñó como un gran salón donde recibir a lo grande a cualquiera de los asistentes a los eventos del 92, de igual forma que se había hecho con las otras dos celebraciones en mayúsculas de la ciudad: el passeig Lluís Companys para la Expo del 88, y la Avinguda Reina María Cristina para la del 29.
El juego de cascadas, estanques y jardines aterrazados combinan con dos elementos muy característicos de esta gran puerta de bienvenida a las principales instalaciones olímpicas: las torres de luz y la obra «Cambio», de Aiko Miyawaki.
«Cambio» es un enorme conjunto de 36 pilares de hormigón rematados con filamentos metálicos que los unen entre sí, haciendo de la obra escultórica un espacio transitable y que, gracias al juego de reflejos, cambia su fisionomía con el paso de las horas del día.
Plaza de Europa
El antecedente a la explanada olímpica es una gran plaza abierta de forma circular, rodeada en su mitad por unas galerías en las que se hace alusiones a la cultura europea a través de diversas inscripciones.
El hecho de que se encuentre separada de la explanada es la complicada orografía de Montjuïc, que provocó que los autores de su urbanización, Federico Correa, Alfonso Milà, Carles Buxadé y Joan Margarit, tuvieran que configurarla a otra altura y unirlas mediante una gran escalinata, dejando un estanque en su interior como elemento cohesivo.
Jardí de Aclimatació
Es el elemento más histórico de la Anella Olímpica. Datado en el 1930, fue creado por Rubió i Tudurí (Plaza Macià, jardines Vicens Vives, jardines de Pedralbes) en el espacio que dejó libre los pabellones de Suecia e Italia.
Su nombre viene de la finalidad de su creación: preparar un espacio adecuado para que 250 plantas extranjeras pudieran «aclimatarse» al entorno mediterráneo. Estas plantas fueron traídas de los 5 continentes para la Exposión Universal celebrada el año anterior.
Tras el posterior abandono que sufrió todo Montjuïc llegada la posguerra, con el esplendor olímpico también llegó el de este espacio, que sirvió como antesala a la gran y monumental explanada, así como para «aclimatar» a los visitantes, que tuvieron que soportar las temperaturas veraniegas de la ciudad.
En 2003 se completó con el Memorial del SIDA, que sin resultar invasivo con el entorno, integra una serie de losas alargadas que rodean a un olivo, símbolo mundial de paz. El memorial, creado a iniciativa de la ONG Projecte dels Noms, culmina con un poema de Miquel Martí i Pol.
Piscinas Bernat Picornell
Dedicadas al nadador y fundador de la Real Federación Española de Natación, Bernat Picornell i Richier, se trata de una de las instalaciones que, junto al estadi, ya existían previas a la cita olímpica del 92.
Las Picornell se construyeron en 1969 como sede del Campeonato Europeo de Natación de 1970, constando de tres piscinas: una interior, otra exterior y otra de saltos, que a día de hoy siguen utilizándose tanto para uso público, como para competiciones nacionales e internacionales.
Institut Nacional d’Educació Física de Catalunya (INEF)
¿Puede un centro de formación en Educación Física ser uno de los must que ver en Montjuïc? Sí si su autor no es otro que RicardoBofill.
Construido a la par que la urbanización de la anella olímpica, se trata de un edificio muy identificativo con la etapa clasicista del que probablemente sea, de los contemporáneos, el arquitecto catalán más afamado. Estas formas que recuperan elementos griegos y romanos también podemos identificarla en otras de sus obras fácilmente, como el Teatre Nacional de Catalunya, el Espaces d’Abraxas o el barrio de Antigone en Montpellier.
Este clasicismo fácilmente reconocible (todo el edificio evoca a una construcción griega), pretende alinear la modernidad de toda la anella, con sus claras reminiscencias, las olimpiadas griegas. Para ello, Bofill añadió al edificio elementos anexos como un obelisco o torsos de atletas.
Antes de la sede de la INEF, aquí se encontraba un depósito de aguas, que en conjunción con la escombrera que era el ahora Palau Sant Jordi, nos da una idea de la importancia que tuvo la reconversión olímpica de la zona.
Durante Barcelona 92 acogió el centro de prensa y pruebas de lucha libre y grecorromana, además de las pruebas paralímpicas de judo para invidentes.
Torre Calatrava
No es solo algo que ver en Montjuïc, sino en toda ciudad que haya desplegado un macroproyecto en los 90 y primeros dosmiles. Ningún macroproyecto urbanístico en territorio español puede denominarse como tal si no cuenta, al menos, con un Calatrava.
En el caso de la anella olímpica lo encontramos en la torre de telecomunicaciones, que cuenta con todos los elementos identificativos de las construcciones del afamado (y también denostado) arquitecto valenciano.
Con su gama monocromática en blanco, las formas ondulantes orgánicas y el trencadís, también blanqueado, es fácil asociarlo con su autor, que alineó su inclinación con el eje propio de la Tierra.
No es esta la única curiosidad que esconde la torre. Si nos fijamos en la fuente-escalinata que une la plaza Europa con la explanada olímpica, veremos inscritas las horas, actuando la sombra de la torre como un gigantesco reloj de sol, concretamente el más grande de la ciudad con sus más de 100 metros de altura.
Y como buen Calatrava, la torre no está exenta de su particular rumor propio de arquitectos del star-system: se dice que su diseño y construcción sirvió como «premio de consolación» para Calatrava por parte de la ciudad, ya que él era el más firme candidato para la adjudicación de un proyecto aún más goloso: la torre de telecomunicaciones de Collserola, que finalmente recayó en sir Norman Foster.
El resto de instalaciones que completan la anella olímpica son el Estadio Pérez de Rozas – Nuevo Estadio Pau Negre – Parc del Migdia, y de forma «extraoficial», el estadio de atletismo Joan Serrahima, el campo de Agility Barcelona Ciutat Comtal, La Foixarda, el Club de Tenis Pompeya y el club de Natación Montjuïc.
Poble Espanyol
Llegamos a uno de los must en mayúsculas, de los subrayados, remarcados y fotografiados en los artículos de qué ver en Montjuïc y, en consecuencia, siendo éste de los más invadidos por las hordas de turistas y los autobuses de colorines que tanto abarrotan la ciudad.
Que este hecho, y el de ser considerado una especie de parque temático, no nos impida disfrutar de un rincón que, ciertamente, es artificio puro, pero no por ello carente de historia y vínculos con la ciudad.
Su origen es el del primer esplendor de Montjuïc: la exposición de 1929, para la cual se pretendía que los visitantes se pudieran empapar de la cultura y arquitectura española.
Para ello, el consistorio encargó a Francesc Folguera, Ramon Raventós, Miquel Utrillo y Xavier Nogués, -arquitectos y pintores-, que realizaran una especie de «road trip» por todo el país en busca de edificios y estilos representativos para esta muestra.
Estos cuatro amigos, influenciados por un quinto, el ingeniero Carles E. Montañés, fueron los que imprimieron todo el carácter que el Poble Espanyol aún conserva a día de hoy. Con amplias subjetividades como una mayoritaria representación de la arquitectura turolense (Montañés era de allí) frente a la nula de Madrid, en respuesta al centralismo que esta región de siempre ha demostrado.
A quienes este rincón les parece puro artificio, indicarles que podría haber sido peor, ya que el proyecto original contemplaba que tan solo se reprodujeran fachadas, como si fuera todo un Cortylandia a lo grande.
Al comenzarse el proyecto, alguien con mucho mejor gusto, decidió que aquello resultaría demasiado poco auténtico y se crearon edificios con volumen con la intención de que en su interior se realizaran talleres. Esto permitió que perdiera su carácter efímero y se mantuviera tras la exposición.
Como (triste) curiosidad, no siempre ha acogido turistas. Durante el periodo de la Guerra Civil (1936-1939) se convirtió en un campo de concentración de presos, donde se les interrogaba y se les sometía a trabajos forzados. así como el lugar donde se recibió con honores al indeseable de Himmler en 1940.
Font Màgica
Otro de los must, por no decir «el must». Sin duda la atracción que encabeza todos los artículos de «qué ver en Montjuïc» dirigidos a los turistas.
Y es por ello por lo que poco más se puede decir de esta instalación que forma parte de las intervenciones para la Exposición Universal de 1929. Una instalación que atrae cada año a más de 3 millones de turistas, compitiendo mano a mano con la Sagrada Familia y el Camp Nou (ambos con 3,5 millones) por ser la atracción más visitada de la ciudad.
Pese a ser casi centenaria, el diseño original de Carles Buïgas resultó tan moderno y eficaz en su concepción, que apenas ha sufrido cambios desde la década de los 20. Construida en menos de un año gracias a 3.000 operarios que trabajaron en ella, no fue hasta los 80 que se le añadió música al espectáculo de luces y aguas.
La otra gran modernización vino para los Juegos Olímpicos, siendo la de más relevancia la digitalización algorítmica que sufrió la década pasada, gracias a la cual ahora cuenta con unos 7.000 millones de combinaciones posibles de agua y luz.
Pavelló Mies Van der Rohe
Construido como el pabellón alemán para la Exposición del 29, en su día no fue nada apreciado dada su simpleza y poca funcionalidad (apenas exponía la popular silla Barcelona, creada para el evento, y la estatua «Matí», de Georg Kolbe.
Desmontado en la década de los 30, la creciente fama del arquitecto Mies Van der Rohe, -artífice del «menos es más» en arquitectura-, y su consideración como el edificio inaugural de la arquitectura moderna, hizo que con el paso de las décadas, despertara en el sentir de los profesionales de la construcción, la necesidad de devolverlo a su lugar de origen.
Es así como, por iniciativa de un movimiento encabezado por Oriol Bohígas, se inicia su reconstrucción en 1983. Hoy es sede de la Fundación Mies Van der Rohe y uno de los imprescindibles que ver en Montjuïc sobre todo si te apasiona la arquitectura.
MNAC
La culminación de la monumental entrada a la Exposición Universal del 29 es este palacio nacional, hoy sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Se trata de la instalación principal del evento, creada para la recepción de autoridades y celebraciones protocolarias, además de como expositor de arte español y dependencias reales (por si el Palauet Albéniz se quedaba pequeño).
Su estilo es del denominado como renacentismo castellano, ya que, además de la recuperación de elementos clásicos propios de este estilo, también añade otros más regionales, como las torres de clara inspiración en la Giralda sevillana.
Desde 1934 actúa como museo de arte catalán, pero su actual colección no se configura como tal hasta 1990, cuando fusiona sus obras con las del museo de arte moderno. De todas las obras expuestas, destacan sobremanera las de arte románico, una de las más extensas del mundo, y la de arte moderno, con piezas de Ramón Casas, Gaudí, Fortuny, Rusiñol, Llimona, Munch, Nonell, Tàpies, Anglada Camarasa, Dalí o Miró.
Como curiosidad, los 9 haces de luz que proyecta cada noche desde su cúpula representa cada una de las letras de la ciudad de Barcelona, cuyo nombre dibuja en el cielo.
Les Quatre Columnes
Parece que llevan toda la vida allí, pero las cuatro enormes columnas de 11 metros proyectadas por Josep Puig i Cadafalch no entraron en el listado de qué ver en Montjuïc hasta hace bien poco, 2010.
¿Cómo unas columnas clásicas, que se aprecian en cualquier postal de Montjuïc, apenas tienen una década de historia? Porque se trata de una reproducción de otras anteriores, demolidas durante la dictadura de Primo de Rivera junto antes de comenzar la Exposición Universal.
Las originales fueron las piezas fundacionales de la urbanización de Montjuïc, siendo lo primero que se colocó cuando se decidió dejar de usar la montaña como fortín militar y empezar a abrirla a la ciudadanía. Esto ocurrió en 1918 y de manos del arquitecto del Palau de la Música y el Hospital de Sant Pau, que como buen regionalista, quiso representar las cuatro barras catalanas de forma majestuosa a la entrada de la montaña.
Esa catalanidad es la que condenó a la obra, que una década después por obra y gracia de las ordenes dictatoriales, dejaron paso a una más aséptica políticamente hablando, Font Màgica.
Llegada la década de los 90 y con el fervor olímpico aún en el cuerpo, voces parecidas a las que pidieron la restitución del Pavelló Mies Van der Rohe, reclamaban el regreso de las columnas como símbolo de una nueva Cataluña renacida.
Este regreso no llegó hasta ya entrado el s. XXI, y unos metros más cercanos al MNAC que las originales, ya que la Font Màgica llegó a su primigenio sitio para quedarse.
Palacios de Alfonso XII y Victoria Eugenia
Cadafalch no solo se encargó de las cuatro columnas, sino también de los palacios gemelos que circundan la plaza que hoy lleva su nombre.
Estos dos palacios, los primeros construidos en el Montjuïc monumental, se realizaron en la etapa de Cadafalch denominada como «groga», donde frecuentó el uso de tonos ocres, esgrafiados y reminiscencias tanto a la arquitectura regionalista catalana como andaluza.
Como curiosidad, las puertas gemelas reproducen la de la iglesia parroquial de Caldes de Montbui, y las torres se asemejan a las del pont reial de Valencia.
Avenida Reina María Cristina
Pese a que Cadafalch pretendiera que sus columnas fueran la entrada al recinto del Montjuïc monumental, la instauración de la Exposición Universal en esta zona cambió la configuración del proyecto, conformando la autentica entrada al recinto las dos torres venecianas y el juego de palacios expositivos y fuentes que rodean a la Avenida Reina María Cristina.
Las torres venecianas, creadas por Ramón Reventós (el mismo del Poble Espanyol) de clara inspiración en las de la plaza de San Marcos de Venecia (de ahí su denominación), fueron las encargadas de dar la bienvenida al evento, pretendiéndose su demolición una vez acabase la Expo del 29. Algo que no sucedió por voluntad popular dado el juego que daba en la nueva configuración de plaza de España.
A su alrededor se realizaron los pabellones destinados a exponer al mundo los avances y la industria catalana: el Palau del Vestit (derecha mirando hacia el MNAC), el Palau de Comunicacions i Transports (izquierda), Palau de la Metal·lúrgia, Electricitat i Força Motriu (tras el del Vestit) y el Palau de Projeccions de l’Exposició, hoy sustituido por el Palau de Congressos en una de esas Porcioladas que el peor alcalde de la ciudad nos legó.
De todos ellos destacan los murales del Palau de la Metal·lúrgia, agregados en una reforma de 1969 y que resultan muy característicos de la decoración de la época, -como podemos ver las entradas a otros edificios del Eixample, en estaciones de metros o edificios públicos como los de Zona Universitaria-; la escultura de El Forjador, de Josep Llimona y que se trata de una reproducción de la existente en Plaza Catalunya y en los fondos del MNAC; y Dona amb Nen, que con extrañeza nos saluda arrinconada desde la columnata de la avinguda Paral·lel.
Todo ello, junto con el juego de fuentes de Carles Buïgas que recorren toda la avenida, crean un conjunto de gran bienvenida desde la puerta más monumental de Montjuïc, y cuya espectacularidad sirve para grandes eventos como las campanadas de Fin de Año, el piromusical de la Mercè o conciertos tan emblemáticos como el que nos legó el Barcelona de Freddie Mercury y Montserrat Caballé.
Font del Gat
Con permiso del Grec y las escales del Generalife, es el elemento más destacado de los jardines de Laribal y todo un patrimonio de la cultura popular barcelonesa.
Muy conocida por la canción La Marieta de l’ull viu (Baixant de la font del gat, una noia, una noia, baixant de la font del gat, una noia i un soldat.) nos encontramos con la font del gat escondida en una ladera rocosa de la montaña, dentro de un cueva que le sirve de hornacina y cuyo caño cuenta con la cabeza de un gato esculpido por Josep Antoni Homs en 1918.
El agregado del gato de Homs es posterior al descubrimiento de la fuente, y en homenaje a que según la cultura popular, fue descubierta por este felino, en 1855.
Este lugar, tal como se menciona con la Font Trobada, era de los más frecuentados en Montjuïc antes de su urbanización en el s.XX, siendo muy común que, sobre todo los habitantes de Poblesec, lo visitaran en festivos para realizar comidas y celebraciones en torno a la fuente.
Teatre Grec
La Ciudad de Barcelona tiene cierta predilección por reinterpretar el pasado trayéndolo al presente. Así, a la reproducción de un barrio gótico en pleno s.XX, le precedieron otras construcciones «de época» como este teatro de formas clásicas tallado en una antigua cantera de piedra.
Es otra de las obras de Ramon Raventós para la Expo del 29, inspirándose en el teatro griego de Epidauro, del s. IV a.C.
El Grec, tal como se le conoce popularmente, es un must de los sitios que ver en Montjuïc cada julio, ya que cuenta con su propio festival de verano, por donde se dejan ver estrellas de la escena clásica y contemporánea como Rufus Wainwright, Mayte Martín, el Orfeó Català, Raül Refree, la Orquestra Simfònica del Liceu, Fatoumata Diawara, Isabelle Huppert y otras piezas tanto teatrales como de música y danza que llenan cada año las 1000 localidades del teatre Grec.
Paseo de la Fama y Museu Olímpic
Justo frente al pebetero desde el cual se dio inicio a las XXV Olimpiadas modernas en Barcelona 92 podemos encontrarnos diversas pisadas en bronce.
Estas pisadas corresponden al calzado deportivo con el que ilustres atletas han pasado a la historia del deporte mundial. Así nos encontramos con la huella de Nadal, Severiano Ballesteros, Mónica Seles, Pau Gasol, Arantxa Sánchez Vicario y otros tantos ilustres que nos dirigen al Museu Olímpic.
Destaca la de Nadia Comaneci, que al realizar sus ejercicios sin calzado, es simplemente su pie, de un tamaño digamos que simpático respecto a la media allí expuesta.
El Museu Olímpic es una instalación de 2007 en el cual se da repaso a la evolución del deporte desde la era clásica a la actualidad a través de diversos objetos pertenecientes a la colección Juan Antonio Samarach, como la bicicleta con la que Induráin ganó sus 5 tours o la antorcha olímpica del 92.
Funicular de Montjuïc
Ya hemos visto como para la Exposición del 29, el recinto contaba con toda una puerta de acceso monumental a la que no le faltaba detalle y con la que se facilitaba el subir a la montaña. Pero hablamos de una montaña que cuenta con 450 hectáreas de extensión. ¿Era suficiente una única entrada?
El acceso por la zona norte, colindante a Poble Sec, facilitaría que los visitantes pudieran acudir a Montjuïc desde una avenida que, por aquel entonces, estaba totalmente en auge: el Paral·lel. El problema era que esta zona era mucho más escarpada que la la plaza España, y aunque existían caminos centenarios de subida, eran de una rusticidad impropia para la burguesía imperante.
¿Cómo se resolvió el problema? En pleno crecimiento de la red de metro, se apostó por un transporte híbrido que pudiera salvar la pendiente con la comodidad de un tren ligero: el funicular.
Y Raventós, que también se haría cargo de su construcción, no diseñó un funicular cualquiera, sino el más rápido creado hasta el momento, capaz de trasladar al castillo a más de 6.000 viajeros cada hora.
No se trata de un error indicar que el funicular llevaba pasajeros hasta el castillo, ya que en un principio esta era su última parada, pero con la instalación del teleférico en 1970 realizando el mismo trayecto, comenzó a caer en desuso.
Eso provocó que, tras una reforma iniciada en 1981, ya no se volviera a abrir el segundo tramo, que dejó de estar en funcionamiento en 1984.
Piscina Municipal de Montjuïc
Anteriores incluso que las Picornell son este conjunto de piscinas municipales. Datadas en 1929 como otra más de las instalaciones que crecieron en la montaña al calor de la Exposición del 29, sin embargo alcanzan su esplendor en 1955 con la celebración de los Juegos Mediterráneos, y obviamente en el 92 con la cita olímpica.
De aquí son las imágenes más icónicas de la natación mundial, al menos en lo que a citas olímpicas se refiere, ya que al situarse en una ladera pronunciada y carecer de graderío norte, permite que los saltos cuenten con todo el skyline de Barcelona como escenario.
Escenario que se volvió referente dentro de la cultura pop en 2004, gracias al videoclip de Kylie Minogue «Slow», rodado en esta misma localización y donde desde su inicio, se reproduce uno de los tantos saltos que aquí sucedieron 12 años atrás.
39 rincones que, combinados con los 12 que desgranamos en la ruta PR-C229, no deja dudas a qué ver en Montjuïc: absolutamente todo.
Índice de rincones que ver en Montjuïc que no se han mencionado en el artículo
- Miramar
- Monumento a la Sardana
- Jardines del Mirador del Alcalde
- El Castillo de Montjuïc
- Fossar de la Pedrera
- Miradores del Migdía
- Polvorín de Montjuïc
- La Foixarda
- Ermita de Santa Madrona
- Jardines de Laribal
- Fundació Miró
- La Satalia