Que ahora todos los clase media soñemos con la Lotería y que podamos comprarnos un ático, lo debemos en parte a un diputado que supo montárselo muy pero que muy bien: se trataba de Francesc Cambó, afamado cofundador y líder del Partido Regionalista muy bien relacionado con el comercio y la burguesía de principios del s. XX. A estos logros habría que sumarle el de propulsor de la Vía Laietana y habitante del que era el edificio más alto de Barcelona en los locos años veinte: la casa Cambó.
Francesc Cambó: un visionario populista de firmes idearios burgueses
Cambó es uno de esos personajes públicos cuya manera de referirse al pueblo, trasciende de su condición política. Con unas formas muy de antigua escuela en las que el consenso y la voluntad de convencer ante su causa, estaba por delante de la controversia o el enfrentamiento.
Este estilo le llevó a despertar simpatías entre bandos muy contrarios. Así, Cambó a pesar de ser un férreo defensor de la cultura catalana como propia y definiéndose como regionalista acérrimo, con sus tablas consiguió lidiar con partidos de distinta ideología y contar con el favor del pueblo tanto catalanista, como españolista moderado. Lo que viene a ser caer bien tanto en Madrid, como en Barcelona.
Todo a pesar de que suyo es el discurso popular de «Monarquia? República? Catalunya!» que realizó en favor de un Estatut propio desde los ahora Multicines Bosque y cuyo magnetismo haría sonrojar al propio Artur Más.
… haciendo prevalecer la Barcelona de las élites
Pese a sus arengas, como empresario no era tan «populista», siendo uno de los promotores de la demolición de la parte de Ciutat Vella – Born que daría lugar a partir de 1908 a la Vía Laietana, aunque ello supuso llevarse por delante todo un barrio histórico y las viviendas de quienes lo habitaban.
Esta acción urbanística, capricho de una burguesía que no contentos con el gusto parisino del paseo de Gràcia, querían «su pequeño Manhattan», acabaría salvajemente con un centenar de casas y palacios en una operación con claros tintes especulativos: reducir la densidad de un barrio extremadamente poblado y ofrecer un espacio nuevo de crecimiento con la comodidad de unir el mar con el centro de la ciudad.
Pese a esa manida comparativa con Manhattan propia de toda ciudad que crecía en base a la altura, la real inspiración de la Vía Laietana era la escuela de Chicago: levantar edificios de gran alzada pero anodinos estéticamente, donde tan solo las plantas bajas y altas contaban con algún remate estilístico.
Como buen propulsor, uno de los primeros edificios, concretamente el que ocupa el número 30, sirvió de residencia para nuestro protagonista: la casa Cambó, que estableció tres hitos para la época en el que se construyó, 1923.
La Casa Cambó: el edificio tres veces pionero
Hoy lo vemos con cierta estética pero también con disimulo. En una Vía Laietana cuyos tramos centrales destacan más por lo que encontramos a su alrededor, que por lo edificado en la propia avenida, la Casa Cambó llamaba la atención desde su construcción no solo por ser de los primeros que ocupaban los amplios solares despejados con la «operación Vía A» (nombre primigenio de la Vía Laietana)…
Cambó, un hombre de los que se definen como «avanzado para su tiempo», quiso aprovechar los terrenos liberados para construir con 8 plantas en que era en aquellos años el edificio más alto de la ciudad (primer hito). Tras acabarlo, al contrario de cómo era tradición, decidió establecerse en el ático y sobreático, movido por las notables vistas de la ciudad y del mar que ofrecía tan extraordinaria altura (y sobre todo porque dotó a la construcción de ascensor).
Así, Cambó se convirtió en el primer dueño de una edificación que no ocupaba la planta principal, a la cual ni había añadido tribuna: los acabados estilísticos los concentró en las últimas plantas en las que decidió establecerse, poniendo de moda entre los burgueses esta atípica particularidad que desde entonces sería la tónica general (segundo hito).
Hasta que Cambó cambió la tendencia, los áticos eran las viviendas más infravaloradas dentro de una edificación. Pensadas como almacén al ser simples remates decorativos o espacios que daban acceso a la azotea, solo la necesidad creciente de vivienda las hicieron habitables, aunque de forma precaria ya que no existía el ascensor, resultaban húmedas y más expuestas a las inclemencias.
El privilegio de vivir «por encima de los demás»
Insistimos: sin querer desmerecer a la persona por encima del personaje, Cambó tendría mucho de populista, pero por encima de todo, era burgués. Por tanto, a la hora de ocupar el edificio, siguiendo la tradición de que la zona ocupada por los nobles no siguiera el mismo patrón que el resto de las viviendas, el ático y sobreático de Cambó no se diseñó para menos…
Para su decoración y aprovechando sus contactos en el Ayuntamiento, contó con Rubió i Tudurí, nada más y nada menos que el urbanista diseñador de jardines al que le debemos desde el embellecimiento de Montjuïc, hasta otros enclaves de la ciudad como la plaza Francesc Macià, Turo Park o los jardines de Pedralbes.
Tudurí tiró de experiencia y trató el espacio como si fuera público, dotándolo de pequeños estanques, fuentes y glorietas que obviamente se convirtieron en la envidia de cualquier acaudalado barcelonés.
El ático siguió habitado por una de las hijas del político regionalista, la mecenas Helena Cambó, hasta su fallecimiento el 22 de enero de 2021. El resto del edificio fue adquirido por su nieto Pau Guardans Cambó, que lo convirtió en un hotel en 2005.
Para el resto de la edificación, Cambó estableció sus oficinas y la que supondría el germen de su propia fundación (que no recibiría su nombre y oficialidad hasta 1999), que fiel a su ideario catalanista se encargaba de difundir y asegurar la cultura propia de la región.
A Cambó de hecho, le debemos la elaboración de una colección capital en la protección y difusión del catalán: la colección Bernat Metge, en la que se tradujo a la «llengua propia» los grandes clásicos de la literatura latina y romana (tercer y último hito).
Una Barcelona que miraba al otro lado del Atlántico
Tal como hemos comentado, la Vía Laietana y por tanto todos sus edificios, se creó a imitación del estilo imperante en Estados Unidos y en concreto en las construcciones de la Escuela de Chicago: estilo en el que se priorizaba el uso del hormigón y la solución denominada como «muro cortina» consistente en fachadas lisas de mampostería y acristaladas, con predominio de la horizontalidad y verticalidad.
El hormigón comenzó a introducirse en la construcción barcelonesa en la primera década del s. XX, no siendo común su uso hasta concluir su primer tercio. El primer edificio construido con este material en la ciudad es Can Damians
La Casa Cambó, como modelo que debía servir de inspiración al resto, estructuró su fachada en tres partes bien diferenciadas: un nivel inferior donde destacan los pilares y el atrio de entrada, con una leve decoración neoclásica; un segundo nivel que constituye el cuerpo central dedicado a oficinas y con la estética racionalista propia del movimiento de Chicago, y por último el nivel superior, rupturista con la sobriedad de la fachada y con aires palaciegos.
Adolf Florensa (arquitecto del edificio y de otros tantos de Vía Laietana) rompía así definitivamente con el modelo modernista y novecentista para una vía que ya no era Eixample, y por tanto, con un estilo propio y definitorio de los nuevos tiempos.
Casa Cambó: una vivienda de lujo para la anarquía
La casa Cambó supuso el cambio de hábito a la hora de habitar un edificio para la burguesía en la década de los 20, pero también lo supuso para los anarquistas en la de los 30… Esto se debe a que el 19 de julio de 1936, -un día después del alzamiento que dio inicio a la Guerra Civil-, la CNT de Durruti que contaba con su sede a pocos metros, inició una serie de ocupaciones que comenzó con el cercano edificio de Fomento de Trabajo.
Esta ocupación inaugural al edificio que aún hoy hace esquina entre Vía Laietana y la avenida a la que da nombre Francesc Cambó, se fundamentaba en que Fomento de Trabajo se consideraba contraria a los sindicatos, y como que los de Durruti le tenían muchas ganas… (hoy en día el equivalente a Fomento de Trabajo sería esa CEOE a la que también se le tiene «cariño» desde la masa obrera).
Y como suele suceder con esto de invadir y confiscar edificios, ya que estaban en faena decidieron ocupar también la Casa Cambó, de la que habían llegado a los oídos de los obreros las maravillas que en ella se encontraban.
Dado el ambiente de crispación que ya se respiraba, Cambó y su familia ya habían huido temerosos de la reacción del pueblo (como un Pujol en Andorra, en su caso la contienda le pilló en su yate «Catalonia» navegando por el Adriático… no volvió, instalándose después en Suiza y finalmente en Argentina), quedando únicamente el portero, del que anecdóticamente se cuenta que abrió amablemente a los exaltados invasores con la única petición de que no mancharan el ascensor.
Tan sorprendidos quedaron los cenetistas de lo que allí encontraron que no dudaron en usar las instalaciones como apoyo al partido (la sede de la CNT-FAI la situarían en el edificio de Fomento). La propia Federica Montseny se hizo cargo del edificio hasta el final de la contienda.
La Casa Cambó a día de hoy
Tanto por su historia, como por ser uno de los primeros ejemplos de la arquitectura racionalista en la ciudad, la Casa Cambó se encuentra protegida como bien cultural de interés local (BCIL), lo cual ha impedido que en su última reconversión, se pierda su fisionomía y detalles estilísticos.
Esta reconversión se llevó a cabo en 2005, cuando todo el edificio a excepción del ático (propiedad por aquel entonces de la hija de Cambó tal como mencionábamos al comienzo) se convirtió en el Grand Hotel Central, a manos de Pau Guardans, nieto del político y propietario gracias a comprar cada una de las partes de sus trece hermanos.
Siguiendo en este sentido la tradición europeísta de su abuelo (Cambó se inspiró en su viajes por el viejo continente para establecer modelos turísticos de lujo, promoviendo la llegada del Ritz a Barcelona), convirtió todas las plantas de oficinas del edificio en suites para recuperar un estilo de alojamiento clásico, inspirado en otros grandes hoteles de Londres, Viena, etc.
Respecto a la colección Bernat Metge y otras obras de mecenazgo (como Colección Bíblica Catalana y la Hebraico-Catalana), en 1999 se fundó la Fundació Francesc Cambó con la intención de preservar este legado y promover obras de similar calado. Con la reconversión a hotel, la fundación mudó sus oficinas al edificio colindante.