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Un paseo por los relojes más curiosos de Barcelona

Perder el tiempo en Barcelona es fácil, lo que no lo es tanto es desconocerlo. Decorando edificios públicos, luminosos de establecimientos y centros comerciales, mediante campanares emblemáticos o incluso por los suelos…, las horas en Barcelona se marcan puntualmente y es difícil escapar a su control.

Pero tal como sucede con todo lo que es parte de esta ciudad, los relojes de Barcelona no se basan únicamente en lo funcional, y buena muestra de ellos son estos 10 ejemplares cuya historia o diseño hacen que, lo que marquen y cuando lo marquen, sea lo de menos.

10 relojes curiosos de Barcelona

Uno de los relojes curiosos de Barcelona es el luminoso de Vía Laietana, sobre el suelo e indicando la hora a través de luces

Reloj luminoso de Vía Laietana

El «incluso por los suelos» de la introducción no era ninguna concesión poética: en Barcelona encontramos varios ejemplares en plena solería del viario público, y en el caso del de Vía Laietana, tiene encima la peculiaridad de iluminar sus horas y minutos.

Lo encontramos en el número 69, frente al hotel H10 Cubik (que participó en su restauración datada en 2018), pero originariamente era un elemento publicitario de la Banca Roses, que fue quien lo mandó construir al relojero Juan Cabrerizo unos meses antes del estallido de la Guerra Civil, inaugurándose el 31 de diciembre de 1935.

Pese a que su principal promotor quebró, aún nos queda su logotipo: el Hermes de casco alado (otra representación más del Dios del Comercio, tan presente en Barcelona que hasta tiene su propio club de fans: los cazadores de Hermes) en el centro de la esfera.

Detalle de Hermes con el escudo de Barcelona en el reloj luminoso de Vía Laietana

Reloj luminoso del carrer Rocafort

El de Vía Laietana no es el único ejemplo de relojes en Barcelona que, como prediciendo lo que pasaría con los smartphones, te permiten ver la hora con la cabeza gacha. De hecho, el reloj luminoso de Vía Laietana es el hermano menor de uno previo de similar diseño: el reloj luminoso del nº 2 del carrer Rocafort, del que distan 6 años de diferencia y cuyos padres son los mismos: Juan Cabrerizo y la Banca Roses.

La razón de esta duplicidad es que en este mismo lugar se encontraba otra de las sedes del que años más tarde sería el Banco Condal, que quiso aprovechar este rincón cercano a Paral·lel para que, con motivo de la Expo del 29, le sirviera de reclamo publicitario. Solo encontramos sutiles diferencias con su predecesor en la representación de Hermes, más críptica en la de Sant Antoni.

El reloj luminoso de Rocafort solo se distingue de otro de los relojes curiosos de Barcelona, el de Vía Laietana, por la representación de Hermes, más críptica en este caso

El reloj analemático de la Plaza Reina María Cristina

Y seguimos hablando de horas bajas con otro de los relojes que decoran el pavimento barcelonés. En este caso la extraña posición está más que justificada, ya que se trata de un reloj analemático, es decir, un reloj en el que la sombra se proyecta sobre un analema, que no es otra cosa que la figura que dibuja la sombra del sol en un mismo espacio durante todo el año.

Esta figura acaba dibujando un ocho alargado o deformado, con forma de madeja, en el que quedan marcados los doce meses del año y, alrededor de todos ellos, las cifras horarias formando un arco. ¿Y dónde encontramos el gnomon (el proyector de sombra en los relojes solares) en este amplio espacio de diez metros cuadrados?

El reloj analemático de María Cristina es uno de los relojes curiosos de Barcelona

Como es propio de los relojes analemáticos, para saber la hora nuestro propio cuerpo y, con ello, nuestra propia sombra es la encargada de mostrarla. Para ello únicamente nos tenemos que situar sobre la marca del mes en curso «et voilà»: hacia la franja hacia la que nos proyectemos será la hora solar.

«En Barcelona tenemos un segundo reloj analemático de aún mayor tamaño, construido en el Fòrum 7 años más tarde con motivo de la Expo de 2004»

El «astrolabio» de la Plaza del Sol

No llega a ser tan emblemático para el resto comparado con el de la Puerta madrileña, pero sí para los orgullosos graciençs, que tienen en su reloj solar todo un símbolo de la zona.

Construido como una de las piezas emblemáticas de la reforma que la plaza recibió en 1986 y, como obvio homenaje a su nombre, este reloj solar destaca tanto por ser semiesférico, -emulando a la bóveda celeste-, como sobre todo por encontrarnos en torno a él a los 12 signos zodiacales, que descansan a su alrededor en bronce como sus diferentes representaciones.

De entre ellos, su autor Joaquim Camps (a quien le debemos el Gaudí exiliado del Portal Miralles) destacó dos figuras: Virgo y Sagitario, que presiden el conjunto llamado erróneamente por los graciençs como astrolabio, ya que este se trata de un instrumento de medida de las estrellas y no temporal.

Los relojes del teatro Poliorama

Viajamos de Gracia a plenas Ramblas pero sin dejar de tener como protagonista a las estrellas, ya que en lo que hoy es más conocido como el popular teatro Poliorama, se encuentra el edificio de la Real Academia de Ciencias y Artes: una institución que hasta principios del s. XX, se encargaba de la observación de los cuerpos celestes desde este ahora concurrido rincón de la ciudad.

Como encargados municipales de medir el tiempo, los miembros de esta ilustrada sociedad colocaron en el cuerpo central del edificio un reloj de agujas con el que marcar la hora oficial de Barcelona. Tal era la precisión de su maquinaria que no había barcelonés que paseara por esta zona y no pusiera en hora su reloj.

Pero no es éste el único elemento emblemático del edificio del teatro Poliorama referente a la medición del tiempo: en su interior encontramos un reloj astronómico de maquinaria suiza datado en 1869, el cual refleja el sistema planetario del momento, razón por la que no aparecen en él ni Neptuno, ni siquiera se debatía sobre la inclusión de Plutón.

A éste le acompaña un calendario perpetuo en el que se refleja la hora de 24 ciudades y una colección museística de otros relojes y astrolabios. Por si todo este despliegue de homenajes a la medición del tiempo, no fuera suficiente, aún queda uno con un especial significado: el reloj «fallido» (no da las horas) de Joan Brossa, que bajo el nombre de «Reloj Ilusorio», plasma la relación del edificio con las artes y el paso del tiempo. Se trata de la segunda de las poesías visuales que realizó como escultor.

El reloj del teatro Poliorama es uno de los relojes curiosos de Barcelona por indicar desde el s. XIX la hora oficial local

La torre del reloj

No podemos hablar de los relojes más emblemáticos / curiosos de Barcelona sin referirnos propiamente a la torre del reloj.

Situada en el puerto, hizo la función de primigenio faro desde 1772 hasta que la crecida del espacio marítimo lo dejó en desuso a favor del más moderno y práctico faro de Montjuïc. Fue así como el antiguo faro del muelle de pescadores, dado su perfil monumental, se libró de la demolición al convertirse en 1904 en una torre de reloj de cuatro esferas.

Como curiosidad, este reloj / faro, no solo ha hecho la función de alumbrar y guiar la jornada de los pescadores barceloneses: fue pieza clave en el hito mundial de determinar el sistema métrico, al usarlo Pierre Méchain como punto de referencia de sus particulares mediciones a la hora de la gesta de indicar cuánto mide un metro.

Lo que pocos saben es que hoy no solo actúa como indicador de la hora, sino también como torre mirador, siendo la zona numérica de la cristalera que indica el número 7 una ventana oculta que permite observar la ciudad a través de la esfera.

La torre del rellotge se usó antes como faro del puerto y como eje de medición para calcular el sistema métrico

El Campanar de Gràcia

Seguimos con los relojes – torre y nos vamos de nuevo a Gràcia para visitar el que probablemente es el símbolo más emblemático y relevante de la villa. Si el reloj solar de la Plaza del Sol es orgullo de sus vecinos, la torre de la hoy plaza de la Villa de Gràcia lo es de todo el barrio, ya que además de dar la hora desde 1864, el campanar que lo culmina fue el encargado de avisar de la revuelta de las Quintas y, con ello, de prepararse ante la llegada de las tropas represoras.

Esta revuelta (además de producir el primer traslado de «la Cibeles barcelonesa«) tuvo como consecuencia que el primigenio reloj se deteriorara por los bombardeos y tuviera que ser sustituido. Una pena, ya que se trataba de un reloj de Albert Billeter, el afamado suizo que acrecentó la colección del hoy teatro Poliorama.

La torre, que se construyó bajo la dirección de Rovira i Trias, responde a la necesidad de que el, por entonces, pueblo de Gràcia, dispusiera de medios para conocer la hora desde cualquier lugar gracias a sus 30 metros de altura, así como de un campanar, ya que las iglesias graciencas carecían de torres para llamar al rezo.

De esta función religiosa nos queda como recuerdo los relieves de «marieta», que es como se conoce popularmente a la campana, y que representan a San Isidro, la Mare de Déu de Gràcia y el santísimo sacramento junto al escudo de la villa.

El campanar de Gràcia es todo un símbolo del barrio como uno de los relojes curiosos de Barcelona y como una de las campanas, la Marieta, más emblemáticas

El reloj de Mariscal

Uno de los artistas más prolíficos con la marca Barcelona en su era olímpica es el valenciano Javier Mariscal. A él le debemos no solo a Cobi, la entrañable mascota de los JJOO, sino también «la gamba» del paseo del puerto, la revitalización de Palo Alto en Poblenou con su estudio y el reloj que nos ocupa, que forma parte de la decoración del Centro Comercial L’Illa desde su inauguración en 1993.

Se trata de un reloj cuyos elementos más llamativos son sus números, que además de seguir los trazos propios de la obra de Mariscal, -que destacan por alargar las curvaturas naturales-, se encuentran dispersos en diferentes espacios de la obra sin seguir su orden natural.

Así, mientras el reloj se sitúa en el frontón de una de las entradas laterales que dan acceso a las oficinas desde el carrer Numancia, encontramos el tres reposando en la pared que flanquea el lado derecho, mientras que el 6 se sitúa directamente sobre la escalera de entrada, el 9 fuera del propio espacio delimitado como acceso sobre un pedestal y el 12 bocabajo en el techo.

El reloj de sol bifilar de Bogatell

Solo en Barcelona hay catalogados en torno a 140 relojes solares. Muchos de ellos visibles y muy reconocibles por sus agujas (gnomon) y marcas horarias desde fachadas de iglesias o edificios como la Casa de les Puntxes, pero otros tantos como los analemas no tan reconocibles.

Este situado en el espigón de Bogatell entraría dentro de la segunda de las categorías. Su extraña apariencia y que lo más destacado de él sean las inscripciones «temps vertader» y «hora bona», lo hace parecer una alegoría al paso del tiempo en un lugar dado a perderlo contemplando el horizonte.

«Las inscripciones temps vertader y hora bona hacen referencia a que únicamente el sol puede marcar la hora real»

Pero lo que realmente desvela esta apariencia de escultura alegórica, es un llamado reloj bifilar, cuya interpretación requiere una masterclass. Para poder conocer la hora, tenemos que fijarnos en la intersección de dos sombras: la que proyecta la pieza recta de eje norte-sur, y la que proyecta la pieza con forma de parábola de eje este-oeste.

Una vez encontramos el punto exacto donde se cruzan ambas sombras el esfuerzo nos merecerá la pena, ya que no solo conoceremos la hora solar, sino de propina el día, el mes del año y hasta el signo zodiacal. Todo gracias a Rafael Soler Gayà, ilustre miembro de la Societat Catalana de Gnomònica (ya sabéis que ya os lo hemos contado…: gnomon = aguja… es decir, estudiosos de los relojes solares) que lo instaló en 1993 en este rincón de la costa barcelonina.

El reloj-sifón

Seguimos este recorrido por 10 relojes curiosos de Barcelona con una de esas anécdotas que tanto gustan por esta página: un reloj que está donde está por romanticismo hacia otras épocas pese a la falta de contexto y que permanece escondido de la mirada del paseante que solo se fija si conoce su historia.

Es el reloj-sifón de la Avinguda Roma 105. Un sifón de cemento que triplica el tamaño natural de esta pieza de coleccionismo (o de vermuteros), lo cual le permite alojar en su interior un reloj de agujas apreciable desde la calle.

¿Cómo ha llegado un reloj-sifón de más de medio metro de altura, a decorar el frontón de un taller mecánico? La razón la encontramos en que aquí se encontraba la fábrica de sifones A. Puértolas desde nada más y nada menos que 1895, que usó en 1960 este reloj-sifón como reclamo publicitario (al modo de la óptica Cottet lo hizo con su afamado termómetro) y como marcador del horario de sus trabajadores.

Ya hace un par de décadas que la fábrica se trasladó a Terrassa, donde sigue operando bajo el nombre comercial de Sanmy y ofreciendo su producto estrella adaptado a los nuevos tiempos, con envases no retornables de la marca Geiser. Lo que sí que quedó bajo protección del Instituto del Paisaje Urbano, -que lo restauró y señalizó mediante una placa en 2006-, fue el mítico reloj-sifón, como recuerdo de hasta dónde llegó la industria en Barcelona.

Uno de los relojes curiosos de Barcelona que realmente no lo es

El reloj 10 + 1 se sale de la cuenta porque realmente no lo es… Nos referimos al que decora el frontón de los pórticos de Xifré, toda una curiosidad porque ni tiene agujas, ni gnomon que lo haga funcional: es un mero elemento decorativo que dice mucho más de lo que esconde, que de lo que muestra.

Se trata realmente de una representación de la diosa Urania, que es la que sostiene las agujas como símbolo de su poder de controlar el paso del tiempo. Simbología reforzada por la inscripción: «Uranie coeli motus scrutatus et astra» (Urania está siempre atenta del movimiento del cielo y las estrellas).

¿Y cómo llega la representación de una diosa griega a coronar un edificio colonialista del s. XIX? La respuesta la encontramos en los dictados de la orden masónica, de la que se sabe que pertenecía Xifré y otros ilustres barceloneses de la época que llenaron la ciudad de su simbología: tan poderosa como para ser capaz de detener el tiempo.

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