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Porcioles y la Dama del 29: un destierro fruto de la incultura

Ejemplos de la mala gestión en la ciudad del alcalde Jose María de Porcioles sobran, pero es en los pequeños detalles donde mejor se refleja la falta de sensibilidad y profesionalidad del regidor franquista: un notable pero desconocido caso lo encontramos en la mal llamada Dama del 29, víctima cultural de la incapacidad de gobierno de este personaje.

En Barcelona el arte escultórico público es rico y variado: tenemos homenajes explícitos donde el honorado aparece tal cual, como las estatuas a Gaudí y a Rovira i Trias; homenajes alegóricos como las del poeta Joan Maragall o la escalera invertida en honor a Francesc Macià; homenajes populares como el Pau Farinetes de Les Corts o el Negre de la Riba en Barceloneta; arte visual como los poemas de Joan Brossa o los Mistos de Claes Oldenburg; y arte inofensivo o decorativo sin más como la Blancanieves de Gal·la Placídia o la oca del Clot.

En cualquier caso, sea cual sea la obra escogida, ya sea quien la instala o el propio pueblo, le dota de su propio significado que justifica su posición. De esta forma, El Nen de la Rutlla por ejemplo es todo un símbolo del Guinardó: sin tener un vínculo o historia especial con este barrio, su emblemática posición y su identidad lo hace indisoluble a sus vecinos.

Sin embargo, hay estatuas que delegadas a rincones ocultos, por una aleatoriedad en su simbología o por falta de contexto, pasan totalmente desapercibidas sin que ningún barcelonés la reclame como propia. Es el injusto caso de La Dama del 29: una auténtica obra de arte ninguneada por la incapacidad de gobierno del peor alcalde de la ciudad.

Un «suma y sigue» de un alcalde negado para el cargo

Porcioles, el «punching ball» favorito de esta página, merece el título antes atribuido por decisiones que, escudadas en el progresismo y en la necesidad de crecer de la ciudad, la llevaron del ejemplar urbanismo del Eixample al caótico y desabastecido Bellvitge o Ciutat Meridiana.

Suyas fueron las ideas de colocar «de la noche a la mañana» en pleno Horta, dos depósitos de gas en terreno hasta ese momento, urbanizables (las «pelotas de Porcioles«), permitir edificar junto a la Sagrada Familia obstaculizando su crecimiento y cambiando el proyecto original de Gaudí para siempre, los «barrets del l’Eixample» que afearon notablemente el perfil de un hasta entonces, monumental barrio de principio a fin, y casi destruye el parc de la Ciutadella como si de un reencarnado Felipe V se tratara, para nada más y nada menos, que colocar Mercabarna en los terrenos liberados.

No se trataban de simples ideas peregrinas: eran actos fundamentados y escudados en una ambiciosa especulación que haría sonrojar al propio Jesús Gil o al mismo Zaplana. Aferrado al cargo durante 16 largos años gracias a su cercanía con el régimen (se dice que Franco «admiraba» su poco raciocinio y le enternecía su torpe tartamudeo a la par que agradecía la fidelidad que le ofrecía), ostenta el trágico título para la ciudad del alcalde más longevo (de 1958 a 1974). Quizás el hecho de que no se votara tuviera algo que ver…

Porcioles era fiel aliado de constructoras que, como la poderosa Núñez i Navarro (N&N), imponían sus intereses económicos a la estética y cultura de la ciudad, hasta tal punto de perpetrar atentados artísticos como la destrucción de la modernista Casa Trinxet, de Puig i Cadafalch (izquierda, imagen de Wikipedia), en pro de construir un anodino edificio de oficinas (derecha, imagen de Google Earth)

Porcioles hizo de su proyecto, «la Gran Barcelona«, un despropósito tras otro, y mientras otros alcaldes pasan a la historia por dejar huella como Maragall con la admirada expansión olímpica, el franquista lo hace dejando cicatrices como las que obligó a los vecinos de Vallbona a asfaltar y alcantarillar sus propias calles.

Porcioles, el activismo vecinal y el nacimiento de Nou Barris
De lo único que se le puede agradecer al señor Jose María de Porcioles es que, gracias a su pésima gestión de la ciudad, produjo un movimiento vecinal sin precedentes que acabaría desembocando en todo un distrito de nueva creación: Nou Barris.

Pese a su asentada memoria como parte de la ciudad, Nou Barris no surge como tal hasta la división territorial «permanente» que se llevó a cabo en 1984 y mediante la cual se distribuyeron los 10 distritos y 73 barrios que conforman hoy Barcelona. Con anterioridad, estos terrenos se dividían entre Horta y Sant Andreu, comenzándose a construir hace apenas medio siglo, a finales de los 60 coincidiendo con la oleada migratoria y el desarrollismo.

El germen de Nou Barris lo encontramos en la Guineueta, donde alrededor del torrent de la Guineu se empezaron a construir los primeros edificios que acogerían a los emigrantes venidos sobre todo del sur. Tal era la cantidad de emigrados que recibía por aquellos tiempos Barcelona que el Ayuntamiento no tuvo (ni quiso) margen para la planificación, y pronto brotarían edificios colmenas de 14 plantas y casas de autoconstrucción entre fanguizales y calles improvisadas sin luz ni saneamiento.

Es en uno de esos asentamientos autoconstruidos, la Guineueta Vella (hoy Canyelles) donde surgió el primer movimiento vecinal del que aún hoy Nou Barris hace gala, y todo gracias a una vecina todoterreno y luchadora a la que le faltan los homenajes: María Àngels Rivas.

La razón de la primera de las revoluciones vino de las incómodas visitas que los funcionarios del Ayuntamiento de Porcioles comenzó a hacer a los vecinos de Canyelles en 1972, en los que se les instaba a firmar un documento de expropiación a cambio de unos pisos en Ciutat Meridiana con una entrada prohibitiva para sus rentas. María Àngels Rivas, consciente de que muchos de sus vecinos ni conocían, ni se les explicaba qué estaban firmando, fue casa por casa explicando y convenciendo a todos de las razones por las que no debían abandonar sus hogares, que molestaban para la construcción del segundo cinturón (hoy Ronda de Dalt). Gracias a la lucha de Rivas, que siguió de activista hasta el último de sus días, se consiguió que el consistorio les ofrecieran casas de mejores condiciones a pocos metros de las que poseían, en lo que hoy es la Vía Favéncia.

Condiciones que no pudo conseguir para los malogrados primeros habitantes de Ciutat Meridiana. Fruto puro y duro de la especulación, este barrio surgió de la primera oleada de finales de los 50, con un Porcioles pletórico por firmar contratos con constructoras que se hacían de oro en base a construir con materiales baratos y entregar las llaves de viviendas aún por acabar y sin el terreno por urbanizar. Tales eran las condiciones que, por sus fiestas mayores, incluso organizaban concursos de cacerías de ratas para llamar la atención sobre lo que allí sucedía.

Todos estos hechos se recogían y daban eco en la revista que publicaba la primera asociación de vecinos de la zona, denominada 9BARRIOS, motivo por el que el distrito surgió con el nombre actual, a pesar de estar compuesto por 13. Hechos como las deficientes construcciones promovidas por Porcioles que no culminaron con la plaga de ratas, teniendo su máximo nivel de despropósito en el que fue el primer caso de aluminosis de España, manifestado décadas después de las construcciones cuando, el 11 de noviembre de 1990 todo un bloque de pisos de cuatro plantas en el Turó de la Peira se desplomó por entero en la madrugada, atrapando a todos sus habitantes y causando la muerte de una señora de 71 años.

El activismo de Nou Barris sigue vivo medio siglo después de su surgimiento, y está lleno de nombres propios que, como el de Rivas, son desconocidos por el barceloní medio pero auténticos héroes del ahora distrito. Es el caso también de Manuel Vital, que ya en plena transición, tuvo la ocurrencia de «secuestrar» el autobús que él mismo conducía y llevarlo a Torre Baró, solo para demostrar así que este barrio de calles estrechas y cuestas empinadas podía tener un servicio que se le negaba por su orografía hasta ese momento: transporte público. Ejemplos de lo que la lucha por los derechos básicos puede conseguir pese a la ineficacia e incapacidad de muchos políticos… y pese a Porcioles.
Bellvitge, pese a ser de L’Hospitalet, se construyó siguiendo los plantes de Porcioles para su «Gran Barcelona» y representa el tipo de construcción aplicada a otros barrios como la Mina, la Verneda, Sant Ildefons en Cornellà y Ciutat Meridiana. Las casas colmena, la falta de servicios públicos e incluso acabados (en Bellvitge construyeron su propio túnel para poder atravesar la Gran Vía)

La Dama del 29: un injusto homenaje random fruto del reciclaje

1250 palabras y ni una sola mención al tema que inspira este artículo… pero así es la historia, que nos lleva de un lugar a otro de viaje sin que siempre éste sea lineal… (excusas para mi notable capacidad para salirme del guion). Ahora sí: ¿Y qué tiene que ver la cada vez más demostrada repugnante gestión de Porcioles al frente del Ayuntamiento, con el estatuario de la ciudad y con una Dama fechada en el 29?

La Dama del 29 no es más que una estatua de una mujer armoniosa, en actitud reflexiva, que bien podría competir en belleza con las esculturas de Plaza Catalunya o las desterradas en Pedralbes y que, sin embargo y sin razón aparente, en vez de lucir en una plaza emblemática ha sufrido su propio exilio en un rincón hermoso pero inhóspito de Montjuïc.

Y es que a pesar de situarse junto a la avinguda del Estadi, justo entre dos puntos candentes como son el Museu Olímpic y la Fundació Miró, hace falta adentrarse entre la arbolada «campo a través» para llegar a la solitaria plaza de tierra que preside esta magnífica escultura realizada nada más y nada menos que por un aprendiz de Rodin: Richard Chaveau Vasconcel.

Pese a tener de maestro a uno de los mejores escultores de la historia, Vasconcel no hizo carrera como cincelador, siendo esta obra, llamada «Meditació» (y no Dama del 29 pese a que así la conozcamos), de las pocas que se le conoce al ser presentada en 1942 en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Barcelona.

De esta exposición, la bucólica escultura pasó directa a los almacenes municipales, de los que fue rescatada en 1970 por ¡tachán! Porcioles. ¿Era admirador nuestro vilipendiado alcalde de la escultura y las bellas artes? Más bien un oportunista que, ante la necesidad de dar homenaje a los creadores de la Exposición Universal de 1929, no tuvo mayor ocurrencia que buscar la escultura más aséptica posible para atribuirle falsamente ese título.

De cómo la dama meditando se convirtió en la Dama del 29

Barcelona es una ciudad que siempre se ha caracterizado por crecer a ritmo de eventos. Así, la Exposición de 1888 nos trajo la Ciutadella, Arc de Triomf y armonizó el eje este de Ciutat Vella que durante los dos últimos siglos se había caracterizado como zona militar y de aire extremadamente medieval.

De las Olimpiadas del 92 qué decir… sin ellas no tendríamos más playa que la Barceloneta, el tren nos atravesaría sin dejarnos cruzar para ver el mar y, si bien Montjuïc fue el eje principal, absolutamente toda la ciudad se benefició de un plan en el que la clave era «poner guapa a Barcelona«.

Sin embargo, la primera puesta de largo de «la Muntanya Màgica» llegó para la Exposición de 1929, dejando de ser un bosque de «pixapins» que acudían a sus fuentes para domingos, festas majors y noches de Sant Joan, así como otro fortín militar para abrirse a la ciudad y sus visitantes, con construcciones tan emblemáticas como el Estadi, el Poble Espanyol, la plaça de Espanya, la Font Màgica o el Palau Nacional (hoy MNAC).

A este lavado de cara de la zona sur le acompañó la enésima reforma de plaça Catalunya, el «Glòries» de principios del s. XX debido a las múltiples transformaciones que sufrió hasta acabar por estas fechas con la fisionomía «casi» actual (si algo hizo bien Porcioles fue, Museu Picasso aparte, colocar las fuentes gemelas en esta céntrica plaza).

Todo ello bien hacía merecedor de un homenaje a quienes propulsaron el primer gran salto de la Barcelona moderna a la contemporánea, pero si bien Rius i Taulet disfruta de su memorial como impulsor de la de 1888 con un conjunto monumental en el passeig Lluís Companys frente al parc de la Ciutadella, los impulsores del 29 tuvieron la «desgracia» de que fuera Porcioles quien se acordara de ellos…

Así, a Pich i Pon, Cambó, el Baró de Viver y el Marquès de Foronda, como a quien le toca el primo de los regalos cutres en el amigo invisible, les tocó el alcalde menos sensibilizado con la cultura y el arte a la hora de ser homenajeados… y eso se nota en que, a pesar de que la, ahora ya sí, Dama del 29 es una obra a la altura de cualquier homenaje, a nada, pero ni remotamente, nos sugiere o nos evoca ni a los impulsores, ni a la propia exposición.

Tan solo una tímida inscripción nos da pistas del «patinazo» de Porcioles, con la frase inscrita de: «als creadors de l’exposició», sin ni siquiera rematar que se refiere a la del 29…

El retablo y la escultura de Porcioles

¿Y tiene en la ciudad tan olvidable personaje, algún tipo de homenaje como el de sus iguales del 29 a los que él mismo torpemente homenajeó? Cuesta pensar que la ciudad rinda pleitesía a tal calamidad de igual forma que lo hace con Tarradellas o Macià, y ciertamente no disfruta de ese honor… aunque sí encontramos dos ejemplos en los que su figura tiene presencia pública: uno fruto de él mismo y otro en respuesta a sus atrocidades, de manos del inigualable Joan Brossa.

Ambos están presentes aunque ocultos, y por supuesto, rodeados de polémicas, como no podría ser de otra forma en tal personaje. El primero de ellos, el retablo, lo encontramos nada más y nada menos que en el Ayuntamiento, donde Porcioles se hizo construir en 1958 una capilla presidida por la Moreneta y a la que le acompañan otros protagonistas santorales como la Mercè, la Virgen del Pilar, san Olegario, san José Oriol, santa Eulalia, san Pedro Nolasco y san Raimundo de Peñafort… y de forma exuberantemente humilde, el propio Porcioles, que para eso la construyó él.

La Capilla del Buen Consejo, que así la hizo llamar, fue objeto de revisionismo en 2015, con la llegada de los Comuns a la alcaldía, en el mismo conjunto de acciones que eliminó los bustos monárquicos de las salas de representación populares.

Si este primer «autohomenaje» destaca por un ego desmedido, el segundo hace justicia a historias como esta, ya que se trata de un «antihomenaje». Se trata de la cabeza de Porcioles situada sobre una bandeja que descansa en una silla, con un título que no deja a la imaginación la intencionalidad del artista: «record d’ un mal son» (recuerdo de una pesadilla).

El record d’un mal son de Brossa: cuando el sentir popular se hizo escultura

Era 1989 cuando Sant Adrià del Besòs, al empuje del fervor olímpico que inundaba Barcelona, comenzaba a despertar de sus complejos de periferia. Eran tiempos de optimismo, con una democracia ya asentada y una economía creciente gracias a la cercana celebración de Barcelona 92, que todos entendían como la puesta de largo de la ciudad y el país, tras los años oscuros de la dictadura.

Es por ello por lo que el alcalde del municipio, Antoni Meseguer, siguiendo la senda de Maragall, quiso dar imagen de aperturismo a través de la cultura, decorando unas calles dañadas por el estigma de gueto y pobreza donde ningún ciudadano querría pasear tranquilamente.

Para ello quiso contar con la colaboración del poeta visual Joan Brossa, toda una institución artística capaz de señalar en el mapa un barrio como La Mina, fruto de la mala organización de Porcioles y particularmente señalado como «zona peligrosa» para transitar.

La jugada parecía perfecta: utilizar la figura de un icono cultural para dignificar una zona hasta entonces ignorada, como incentivo para su visita a la par que como limpieza de imagen de la ciudad. Con lo que no contaba Meseguer era con el activismo y compromiso social de Brossa, que lejos de ser un Dalí que aceptaba cualquier encargo cheque mediante, entendía el arte en su contexto, y el de la Mina no era precisamente el de una Dona i Ocell

Es por ello que, en un momento incluso en el que la figura de Porcioles era ensalzada por dirigentes como Maragall o Narcís Serra, que en vez de denunciar sus atrocidades, las dignificaron declarándose «aprendices» del alcalde franquista, Brossa quiso expresar el sentimiento de los habitantes de La Mina, cuya falta de previsión urbanística, servicios, comodidades y espacios públicos que la convirtieron en uno de los suburbios más marginales de la ciudad, merecía que se ofreciera la cabeza del culpable de tales atrocidades.

Así, Brossa colocó la cabeza del exalcalde sobre una bandeja de plata, tal como se sirve la de los enemigos a los héroes tras las batallas. Con un Porcioles aún vivo (fallecería en 1993) y una ciudad que quería esconder sus miserias bajo la alfombra, la escultura tuvo poco o ningún recorrido, quedando en los almacenes municipales…

… Hasta que en 1995, dos concejales de Iniciativa per Catalunya, regidores de Urbanismo y Cultura, con la excusa de realizar un reportaje fotográfico a la obra, la sacan de su cautiverio y la instalan nada más y nada menos que en el Parc del Besòs, en un acto totalmente clandestino al que asistió el propio Brossa.

24 horas va a durar «la broma», ya que en cuanto el Ayuntamiento se dio cuenta del engaño, mandó retirarla de inmediato y de vuelta a los almacenes. La breve, pero intensa, exposición pública motivó que hubiera un sentir popular que solicitara su exposición, demanda que finalmente el Ayuntamiento cumplió, colocándola durante un breve periodo de tiempo en la Biblioteca Popular de Sant Adrià.

Finalmente, la escultura que más justicia le da a la imagen de Porcioles, encontró su acomodo «definitivo» en el Museu d’Història de la Immigració a Catalunya, inaugurado en el año 2004 y donde la obra tiene todo su sentido, ya que culmina todo lo que allí se narra: cómo los años del desarrollismo, si bien trajo porvenir económico a las élites y el empuje de la industria, tambien tiene una cara B bien visible aunque nadie quiera mirarla, que no es otra que los barrios que viven a espaldas de la Sagrada Familia, Gaudí, el Barça y el sueño Olímpico.

Por ello, la próxima ocasión que paseéis precisamente por el centro neurálgico de ese sueño, no perdáis la ocasión de visitar a la vieja Dama del 29 y saludarla en su escondite, olvidando el falso significado que un oportunista alcalde quiso darle, y cambiarlo por el de ese «malson» que cuenta mucho más de la historia de Barcelona que la pose meditativa de la dama sobre la Exposición del 29.

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