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Rincones insólitos de Barcelona

El falso patrimonio de la Humanidad en Barcelona: “12 souvenirs” extranjeros

Este artículo no va del listado de la UNESCO en el que se destacan las obras de Gaudí y Domènech i Montaner como Patrimonio de la Humanidad, sino, siguiendo el carácter del blog de Becinadas, los 10 rincones de la ciudad que reproducen o evocan intencionadamente otro lugar del mundo y que es desconocido por la gran mayoría de, incluso, habitantes de la ciudad. 10 curiosidades con las que mirar con otros ojos espacios populares y no tan populares de Barcelona.

Si llegaste a este artículo buscando un repaso por los 9 espacios patrimonio de la humanidad en Barcelona, mejor que no sigas leyendo. Este artículo no va de repasar lo obvio, sino de adentrarnos en rincones que evocan otros lugares o ciudades de forma explícita, porque la ciudad o el autor así ha querido traer otra parte del mundo a Barcelona.

Por tanto, este artículo tampoco va del tan gentrificador y manido recurso de “parece una playa del Caribe pero es la del Prat”. Quien quiera una playa del Caribe que acuda a ella, sin esperar imitaciones o despersonalizar un lugar con una comparativa que solo busca el clic fácil. Este artículo va de curiosidades, y a continuación os presentamos los diez rincones cuyas historias directamente nos hacen viajar a otros espacios porque así se ha querido, sin buscar la comparativa fácil.

12 lugares que no son patrimonio de la humanidad en Barcelona, pero que podrían serlo de otros lugares

El puente de Croacia en pleno hospital de Sant Pau

Curiosamente, la primera parada de este viaje se da en un espacio que sí es merecidamente Patrimonio de la Humanidad en Barcelona. El que es el mayor recinto modernista del mundo, ingresó en el prestigioso listado de la UNESCO en 1997 junto con otra obra de Domènech i Montaner: el Palau de la Música.

En las aproximadamente 7 hectáreas que ocupan el hospital de la Santa Creu i Sant Pau hay espacio para todo, espacio que se fue ampliando y reaprovechando cuando en 2009 se finalizó el nuevo hospital en una zona anexa. 

Es precisamente en un jardín que actúa de barrera entre el antiguo y nuevo hospital donde encontramos la primera curiosidad de este particular listado: un auténtico trozo del puente Strižićevom en Rijeka , Croacia, de donde es el poeta al que se homenajea en la escultura.

Este poeta no es otro que Janko Polić Kamov, considerado uno de los mejores poetas contemporáneos croatas, y que fue a parar a este rincón barcelonés por ser aquí donde falleció prematuramente a los 23 años en 1910.

Dentro de los homenajes que el país báltico dedicó a uno de sus personajes ilustres, nos regaló por el centenario de su muerte esta reproducción de una escultura ya existente en Rijeka, apoyada en un trozo original del puente que la sustenta.

La Plaza de Islandia

Y de un rincón escondido donde ver un puente croata, a toda una plaza que evoca al país nórdico. La plaza de Islandia es toda una curiosidad de por sí no solo por su decoración, en la que encontramos varios geiseres en forma de fuente que alcanzan hasta los 18 metros de altura, sino por su propia concepción: siendo la primera plaza pública de Barcelona “patrocinada”.

Construida en 1995, en plena resaca del fervor olímpico (es decir, con las cuentas del ayuntamiento en números rojos), se ideó que la plaza tuviera una fuente que simulara un geiser, siguiendo con el proyecto “Barcelona Posa’t Guapa” aún vigente y dignificando con arte público un espacio inhóspito de Navas.

Para encontrar financiación, a alguien del equipo municipal se le ocurrió que, dada la analogía con el paisaje del país, se dedicara la plaza a Islandia y se buscara un patrocinador en la gélida nación que pudiera pagar la construcción. 

Dicho y hecho: la comercializadora de bacalao islandés Copesco-Sif se apuntó al plan y puso la financiación necesaria para que la plaza contara con un estanque del que sobresalen varias láminas de acero corten y cinco surtidores, a cambio de que su nombre estuviera ligado al monumento permanentemente.

Para hacerlo todo más diplomático y festivo, a la inauguración de esta recóndita plaza de Navas acudió el alcalde, Pasqual Maragall, y la presidenta de Islandia en aquel momento, Vigdís Finnbogadòttir.

El puente del Niágara en Barcelona

Vale que ni el Besòs ni el Llobregat dan para un paisaje tan romántico e icónico como el de las Cataratas del Niágara, pero eso no quita para que en Barcelona tengamos una auténtica reproducción de uno de los puentes que las atraviesan.

Para encontrarlo nos tenemos que trasladar a una zona en principio carente de aguas, como resulta Sant Gervasi. Allí, en los jardines de Can Altimira, lo encontraremos salvando un árido desnivel entre el carrer Mandri y el de Mahón.

Como esto no va de analogías, sino directamente de copia o inspiración, efectivamente el diseño del puente de Can Altimira es una copia del que John Roebling (ingeniero que creó entre otros puentes colgantes, el de Brookling) ideó para las Cataratas del Niágara. 

¿Y para qué querría el bueno de Altimira un puente colgante para su finca? Todo lo que tenía de creativo y generoso, lo tenía también de derrochón y excéntrico, siendo una de las más destacadas las de organizar grandes fiestas en su finca donde inundaba el espacio y lo llenaba de barcas.

Por esta razón, además del mencionado puente, los jardines de Can Altimira cuentan con una sala hipóstila con 36 columnas románicas, varios estanques donde se criaban sardinas, otro puente, esta vez en piedra, y otras tantas curiosidades que relatan la vida a todo tren que el señor Altimira gastaba y que lo acabó llevando hasta la ruina.

Torres Venecianas

En esta cuarta referencia al “falso” Patrimonio de la Humanidad en Barcelona, resulta muy obvio trasladarnos a la céntrica y popular plaza de España, donde desde 1929 lucen dos torres que de forma algo vasta, pero funcional, sirven de entrada al recinto de Montjuïc evocando a la veneciana torre de San Marcos, a la que imita en forma y colores.

Desde entonces, las Torres Venecianas del arquitecto Ramón Raventós (que también se encargó del Grec y del Poble Espanyol: imitando otros espacios existentes era un crack) han recibido este sobrenombre.

Pero si queremos ver algo de gusto aún más veneciano, digno de ser mencionado patrimonio de la humanidad en Barcelona, nos tenemos que trasladar a un rincón más inhóspito: a la tranquilidad del corazón de Pedralbes.

Es en la zona alta de este afamado barrio donde nos encontramos con el Santuario de Santa María de Montserrat. Una joya del novecentismo de 1920por obra y gracia de los arquitectos Nicolau María Rubió Tudurí y Raimon Duran Reynals, ambos máximos exponentes de este movimiento en Cataluña. 

Santa María Reina (tal como también se le conoce) toma prestadas claras influencias de la arquitectura neoclásica italiana, recordando en su forma a las iglesias florentinas y, concretamente en su torre, también a la de San Marcos de Venecia.

La reproducción de Pedralbes resulta mucho más fiel a la original en cuanto las de plaza de España solo reproducen toscamente la forma, siendo el estilo de la de Santa María Reina similar al “campanille”.

Los jachkar armenios de Barcelona

Y no nos movemos de Santa María Reina, ya que su evocación florentina/veneciana no es el único «no Patrimonio de la Humanidad en Barcelona» que podemos encontrar en este privilegiado espacio de Pedralbes. Justo en su entrada encontramos de hecho una pieza que sí es Patrimonio de la Humanidad en Barcelona, aunque de los muy desconocidos.

Se trata del segundo jachkar armenio que se encuentra en la ciudad, estando el primero de ellos en Montjuïc. ¿Y qué es un jachkar armenio? altares ricamente tallados usados desde la Edad Media como hitos conmemorativos por parte de este país, y que en el último siglo han sido resignificados para que, con ellos, se pueda reconocer el genocidio turco.

El genocidio turco no es otra cosa que el primer caso de exterminio masivo sucedido en el s.XX (de 1915 a 1923), con el particular hecho de que, a pesar de su notable eco y las numerosas constataciones de los sucesos, no sea reconocido como genocidio por la gran mayoría de la comunidad internacional.

Desde 2010, la cultura de los jachkar armenios es reconocida como patrimonio inmaterial de la humanidad. Se calcula que existen unos 40.000 altares armenios repartidos por todo el mundo.

Como lucha por este desagravio, la comunidad armenia exiliada decidió repartir a lo largo del mundo sus jachkar para recordar esa masacre desde diversos rincones, recalando en Barcelona primero el de Montjuïc en 2009, por ser Barcelona la segunda ciudad del país que acoge mayor número de armenios (12.000 en total), y segundo el de Pedralbes en 2021, otorgado por el reconocimiento que la Generalitat sí tuvo hacia el genocidio en 2011.

La mole de Turín en pleno Sant Martí

Tras esta parada por el Cáucaso, volvemos a los aires italianos y a sus «campanilles». De Venecia y Florencia pasamos a Turín, donde su característica Mole Antonelliana se ve tímidamente representada nada más y nada menos que en el que era el antiguo Ayuntamiento de la villa, hoy sede del distrito.

En un primer momento, para la construcción de la entonces casa consistorial, se contó con el urbanista y arquitecto municipal de la aún ajena Barcelona. Así, Antoni Rovira i Trias fue el encargado de un edificio muy al gusto del neoclasicismo tan usado para las sedes de gobierno de la época, aunque no sería hasta 1888, a las puertas de la gran exposición barcelonesa, cuando otro de los arquitectos municipales de renombre, Pere Falqués, le otorgó la personalidad que aún hoy día luce con sus retoques del cuerpo central.

De hecho Falqués, fue el encargado de que podamos hablar de la sede del distrito de Sant Martí, como uno de los «no Patrimonio de la Humanidad en Barcelona», ya que entre otros elementos, se hizo cargo de la torre que corona la cúpula, con reloj y balconada de hierro inspirada en la de Turín, de la cual reproduce sus formas (aunque no su tamaño, siendo la original de 122 metros de altura).

La Alhambra en Barcelona

Otra de las referencias al Patrimonio de la Humanidad en Barcelona real es la ostentosa fortaleza granadina, cuya decoración nazarí es fuente de inspiración e incluso calco de numerosos espacios en la ciudad.

Estas reproducciones responden a una etapa muy concreta dentro de la arquitectura, como resulta la segunda mitad del s.XIX. Coetánea del primer modernismo, este estilo historicista surge de una época en el que el romanticismo evocaba la idea de viajar a espacios lejanos, que nos comenzaban a llegar a través de las novelas y crónicas de viajes, y materializar con los primeros pasos del turismo como industria.

Es por ello por lo que arquitectos y dueños de fincas comenzaron a introducir elementos étnicos, de otras culturas (sobre todo la árabe) que se materializaban en construcciones como el Edificio Alhambra de Sant Gervasi, que incluso incluye al popular patio de los leones en el interior de la finca.

Otros ejemplos de estos trampantojos son la Casa Pere Llibre, del mismo autor que el edificio Alhambra, la Torre Marsans en El Coll, el Pavelló de la Torre Castanyer (donde Antonio Machado pasó sus últimos días en España antes de partir al exilio) o incluso tal como su propio nombre explicita, las escales del Generalife junto al Grec en los jardines de Laribal.

El teatro griego de Epidauro

Y, precisamente, el teatre Grec de Raventós construido para la Exposición Internacional de 1929 pretendía imitar este patrimonio de la humanidad en Barcelona, aunque fuera en miniatura.

Inscrito desde 1988 en el listado de la UNESCO, el teatro de Epidauro es la construcción griega más emblemática de este tipo de espacios para espectáculos al aire libre. De ahí que Raventós, aprovechando una cavidad que la explotación de piedra de Montjuïc había dejado en su ladera norte, ideó que se aprovechara este entorno natural para reproducirlo.

Aunque aún a menor escala, no es la única reproducción o símil de este patrimonio de la humanidad en Barcelona: en las mismísimas Ramblas encontramos un homenaje a los Santpere que, como iconos del teatro clásico, ven reflejado en una maqueta del teatro de Epidauro toda su dedicación a este arte.

Estatua de la libertad

El número 20 del Passeig de Sant Joan es un punto neurálgico de la cultura barcelonesa y, también, a escala mundial. Allí se encuentra nada más y nada menos que la biblioteca pública Rossend Arús, en el mismo domicilio donde residía este filántropo y librepensador clave de la masonería en Barcelona.

Por esta misma razón, encontramos alrededor de toda la casa simbología afín a la logia como las hojas de acacia o, tal como nos ocupa sobre el Patrimonio de la Humanidad en Barcelona, una reproducción de dos metros de la estatua de la libertad.

Hoy en día, esta reproducción nos podría sonar a pastiche digno de Las Vegas, pero el contexto histórico en el que se realizó, coetánea a la real y siguiendo los valores de «libertad, igualdad y fraternidad» propulsados en la Revolución por la cual simboliza el centenario, da el sentido a que esta estatua de la libertad barcelonesa esté en el lugar adecuado y en el momento adecuado.

A día de hoy la biblioteca Arús sigue siendo un centro de cultura y difusión muy preciado. Con una colección de más de 75.000 volúmenes especializados masonería y republicanismo, es centro neurálgico para historiadores de todo el mundo.

Iglesias ortodoxas

Más allá de la carga religiosa y el significado que le aporte cada uno, las iglesias son espacios donde la arquitectura suele darse con rienda suelta y, por ello, dignas de apreciar.

Según el culto, éstas siguen unas formas u otras, además de contar con elementos característicos que las destacan, como es el caso de los campanarios en las cristianas, los minaretes en las musulmanas y las cúpulas en las ortodoxas, propias de la Europa del Este.

En Barcelona podemos encontrar dos ejemplos muy significativos de esta arquitectura religiosa: la Iglesia de la Anunciación, en Vallcarca; y la Iglesia de Sant Jordi, en Navas.

En el primer caso, la magnificencia de las iglesias típicas bizantinas la tenemos que buscar más bien en el interior, ya que el edificio es una antigua construcción cristiana de 1910, la capilla de los Padres Camilos.

Abandonada durante décadas, llegó a usarse como almacén de un estudio de televisión, hasta que en 2010 fue cedida por el arzobispado a la comunidad ortodoxa rusa.

Esta congregación fue acumulando las donaciones necesarias para acceder a su compra en 2018, siendo desde entonces profusamente decorada con elementos traídos desde Rusia.

En el caso de la Iglesia Ortodoxa de Sant Jordi, estamos ante un templo de nueva construcción, iniciado en 2011 por la comunidad ortodoxa rumana de Barcelona. Por ello, en este último caso aunque también es típica la rica decoración interior, también apreciamos elementos propios bizantinos en el exterior, con el toque de modernidad que le confiere haber sido diseñada por un estudio local: el despacho de arquitectura TGIN (Lluís Giménez Mateu, Elena Nedelcu).

Su tonalidad totalmente blanca, la galería porticada y sus formas rectilíneas se deben a que se inspira en los templos típicos de la región de Valàquia, en Rumanía.

Fuentes Wallace / El Molino

Todo lo parisino ha tenido una alta influencia en las grandes ciudades que adoptaron el modernismo y, en menor medida, el novecentismo como estilos arquitectónicos imperantes. Siendo la arquitectura típica de Barcelona eminentemente modernista (en impronta, en número ganaría el horror del desarrollismo), encontramos numerosos rincones que podrían evocarnos a una rue o boulevard francés.

Sin embargo, como este artículo va de explicitar lo que serían patrimonio de la humanidad en Barcelona en materia de espacios que directamente aluden a estos reconocimientos fuera de nuestras fronteras, hay dos elementos en nuestra ciudad que provienen directamente de la ciudad de la luz.

De allí son el modelo de surtidores conocido como «fuente Wallace»: unas características fuentes parisinas en las que el chorro de agua no proviene de un grifo, sino de un caudal constante entre cuatro columnas o cariátides para el que es necesario un recipiente que lo recoja.

Estas fuentes son las que el filántropo inglés Richard Wallace creó en colaboración con el escultor francés Charles Auguste Lebourg para dotar a París de agua potable pública, tras la crisis de este suministro básico que propició la guerra franco-prusiana de 1871.

Tras el éxito de sus fuentes, Wallace decidió usarlas como regalo diplomático a otras ciudades, yendo a parar 12 de ellas a Barcelona en el contexto de la Exposición Universal de 1888.

De estas doce fuentes solo quedan dos ejemplares en nuestra ciudad: uno en las Ramblas frente al museo de Cera, y otra en Gran Vía frente al cine Comedia.

El segundo de los rincones parisinos que podemos encontrar en Barcelona es el icónico Molino de el Paral·lel, construido a imagen y semejanza del no menos popular Moulin Rouge francés.

Hoy nos llega muy modificado el que en origen, en 1898 era el cabaret denominado como «La Pajarera Catalana». De madera y otros elementos más precarios, su notable éxito permitió una primera reforma a manos del prestigioso arquitecto Manuel Raspall en 1910, momento en el que ya surge la denominación de «Petit Moulin Rouge», aprovechando la fama del local parisino.

No fue hasta una segunda reforma en 1929, aprovechando la Exposición Internacional, cuando el arquitecto Josep Alemany incorporaría el ya icónico molino luminoso de cuatro aspas.

De gran éxito durante el franquismo, -momento en el que tuvo que «españolizar» su nombre al de «El Molino»-, sufrió cierta decadencia en los años 80 debido al cambio de gustos en los espectáculos con la llegada de la democracia, donde el cabaret sonaba a rancio.

Su recuperación vino a partir de la reforma del estudio BOPBAA de 2010, ya con una cartelera de espectáculos más adaptada a los gustos actuales. En cualquier caso, su icónica fachada lleva casi un centenario siendo icono de la cultura del Paral·lel.

El Pensador de Rodin

La última de las obras que no son patrimonio de la humanidad en Barcelona, pero que bien podría serlo en otros lugares o evocan a éstos es de las menos logradas… pero no por ello carente de encanto.

Para ver la popular escultura de Rodin, tan icónica como para ya de por sí reproducirse en varios lugares del mundo, nos tenemos que trasladar al corazón del Poblenou industrial, al Passatge Olivé, que une Bac de Roda y Espronceda a la altura de su cruce con Diagonal.

Allí, en un clásico pasaje de casas bajas, tan típicas del paisaje de la Barcelona industrial de finales del s. XIX y comienzos del XX, nos encontramos al Pensador sobre la balaustrada de la casa de planta baja del número 17.

El simpático «Pensador» no cuenta con la magnificencia ni la maestría de las formas de Rodin. Realizada en un material tan humilde como el porexpan pintado, originalmente esta figura se situaba encima de una nave industrial de la misma calle, donde se realizaban decorados para teatros.

Este taller fue demolido tras años de abandono, donde lo único que permanecía inmutable era la figura del Pensador. Antes de pasar por la piqueta, una movilización vecinal impidió que este ya tradicional elemento de la calle se perdiera, ofreciéndose el vecino del número 17 a custodiarlo mientras le encontraran ubicación.

Y como todo lo que nace del arraigo, parece ser que el humilde Pensador de Poblenou acabó finalmente encontrándola a la vista de todos, en la baranda de piedra que, como él, incluso acabó pintada de rosa para acogerle.

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