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Edificio Alhambra en Barcelona: un viaje al sur con Granada como inspiración

La presencia andaluza en Barcelona es notable, pero no solo en sus gentes: paseando por distintos rincones de la ciudad podemos ver auténticos pedacitos de la Alhambra de Granada, ¿Dónde se encuentran?, ¿Cómo llega el patio de los Leones a decorar la entrada a un edificio de viviendas?

Barcelona es considerada como «la novena provincia» por muchos andaluces, que vieron en esta tierra un lugar donde progresar en los duros años de estancamiento franquista. Así, Barcelona se convirtió sobre todo en los años 50 y 60 en ciudad de acogida de 840.000 andaluces, atraídos por una industria y un ideal de progreso que en el sur, ampliamente rural y enraizado en lo tradicional, escaseaba.

Barrios enteros de la ciudad son producto de esta enorme corriente migratoria: Bellvitge, San Ildefonso y Zona Franca en el sur; Vallbona, Torre Baró, Trinitat Vella y Nova, Ciutat Meridiana, Can Zam, Singuerlín y Sant Roc en el norte, surgieron de la nada y se desarrollaron, no siempre con la planificación adecuada, a la sombra de esta enorme ola migratoria.

Por ello, la huella andaluza está ampliamente presente en Barcelona tanto en el acento, como en bares, plazas, ferias de Abril, y demás marcas de la cultura sureña que ya van por la segunda generación, pero que aún conservan el arraigado costumbrismo del sur.

Pero no es la migratoria, o la de los numerosos bares llamados Andalucía que llevan más de 50 años sirviendo cafés a los trabajadores de L’Hospitalet, Cornellà, Nou Barris o Santa Coloma, la única huella del sur en Barcelona. Antes de que algunas zonas de la ciudad y su periferia se convirtieran en igual de verdiblancas que la camiseta del Betis, ya podíamos encontrar en Barcelona la esencia andaluza, y más concretamente, la de Granada.

Es el caso de tres espacios singulares que tomaron la Alhambra como referencia para recrear, por razones bien distintas, el espíritu y la belleza granadina. Hablamos de la Torre Marsans en el Guinardó, el edificio Alhambra en Sant Gervasi y las escaleras del Generalife en Montjuïc. Tres rincones que nos trasladan mágicamente a 886 kilómetros de distancia.

Granada en Barcelona tiene su máximo representante en el edificio Alhambra

Edificio Alhambra en Barcelona: una inspiración artística fruto del romanticismo

El motivo de la fascinación de arquitectos y burgueses en Barcelona por la cultura granadina surge sobre todo a finales del s. XIX y principios del XX. En plena corriente del romanticismo, donde se abrían paso culturas lejanas como las de oriente, la creciente burguesía catalana miraba hacia los palacios nazaríes como fuente de inspiración para sus propias casas palaciegas, con un modernismo aún temprano sin asentarse.

Así, de frecuentes viajes de negocios y de placer hacia el sur, popularizado con publicaciones como los «Cuentos de la Alhambra» de Washington Irving, se traían elementos e ideas que no tardaron en plasmar en Barcelona, falta de cultura árabe por ser la presencia y huella musulmana mínima en aquel entonces.

Edificio Alhambra en Barcelona: el palacio nazarí hecho bloque de pisos

De haberse construido en el s. XIX, eliminarse su impronta defensiva y convertirse en viviendas vecinales, la Alhambra probablemente luciría en Granada de forma muy similar a como luce su reproducción barcelonesa sita en el número 5 del carrer Berlinés.

Este «trampantojo» historicista se esconde de la mirada ajena a sus vecinos, que disfrutan de un obsceno despliegue de belleza nazarí al que no le falta detalle, y que por suerte, se aleja de las reproducciones propias de parques temáticos para presentar fieles reproducciones de espacios tan singulares como el patio de los leones.

¿Y cómo llega la Alhambra a esconderse en pleno barrio de Sant Gervasi? Pues por una razón que, tal como proclaman las canciones, mueve montañas y es capaz de hacer construir hasta un Taj Mahal: el amor.

Así es: tenemos una Alhambra en Barcelona porque los burgueses adinerados no regalan cutres packs de gastronomía o aventuras: regalan palacios aunque sean verticales. Este en concreto de manos de un popular médico, el doctor Otto Steitberger, que quiso congratular a su esposa, Rosario Pequeño, con un trocito de su tierra natal: Granada.

Detalle del edificio Alhambra, una muestra de la huella de Granada en Barcelona

Edificio Alhambra en Barcelona: precursor de un estilo y un barrio

Después del toque hiperglucémico, volvemos a la curiosidad estética de cómo llega una Alhambra en vertical a un lateral de la ronda del General Mitre.

Siendo realistas, la modificación «made in Germany» es de 1920 y afectaba sobre todo a los interiores, donde se reprodujo el Patio de los Leones entre otros detalles, no siendo éste el origen del edificio, que ya contaba con detalles historicistas desde 1875.

A este año se remonta su construcción en los terrenos que Josep Castelló Galvany mandó edificar en un Sant Gervasi de Cassoles por entonces aún independiente, dando origen alrededor de la colina de Monterols al que sería posteriormente el barrio de Sant Gervasi – Galvany.

Para ello, Galvany, como era propio de la época, quiso contar con un arquitecto y maestro de obras que diera esplendor (y señal de poderío económico) a sus edificaciones, y siendo ésta la primera, quiso esforzarse especialmente. Quedando aún unos 15 años para que Gaudí entrara en juego y con el modernismo aún no popularizado, el elegido fue Domènec Balet i Nadal, que ya había dejado su impronta en la Casa Pere Llibre, de estética muy similar y aún presente en el Passeig de Gràcia (justo junto al pasaje que lleva al restaurante El Nacional).

Balet (a quien también le debemos el edificio del Museo de Cera, los interiores del Liceu y la Llotja o las Tres Xemeneies del Paral·lel) trabajaba el estilo historicista, caracterizado por, a mediados del s. XIX, recuperar elementos que eran patrimonio de otras culturas y que representaban el esplendor de otras épocas que, en plena efervescencia del aperturismo hacia el exterior y los grandes viajes iniciáticos, evadían hacia tierras lejanas. De hecho, el modernismo (o art nouveau: arte novedoso), surge pocos años después (en torno a 1880) como respuesta a estas premisas de mirar hacia el pasado.

Otto Steitberger: el extraño doctor que trajo Granada a la ciudad
Pese al excelente trabajo de Balet, este edificio precursor ganaría su esplendor cuando el señor Steitberger trasladó su clínica de Berlín a Barcelona, y quiso para ello adecuarla al estilo del lugar favorito de su mujer.

Para ello, añadió a los detalles nazaríes de las molduras y entradas, todo un despliegue de interiores que directamente reproducían espacios concretos del palacio del que el edificio recibía nombre y que dejaba de ser una inspiración para convertirse directamente en copia.
¿Cómo pudo un doctor emigrado acometer tan grandilocuente reforma? Gracias al aparato Elektra.

Hoy sonaría a vendehumos de manual, pero el bueno de Otto hizo fortuna gracias a un aparato de electroestimulación facial con el que aseguraba inmunizar de enfermedades, aumentar la fuerza e inteligencia y, de propina, hacer un lifting que ni el botox. En tiempos en los que hasta la cocaína era producto de farmacia, a este alemán no le costó apenas esfuerzo hacerse de oro con lo que hoy sería una maqueta de silla eléctrica que hace cosquillas.

Para el recuerdo de tanta locura nos queda hoy este bellísimo edificio y el nombre de la calle en el que se encuentra, denominada vagamente «del berlinés» (imagino que porque Steitberger es difícil de deletrear) en honor a Otto.

Torre Marsans: una casa de veraneo que evoca viajes lejanos

Si sorprende encontrar una Alhambra en el ostentoso barrio de Sant Gervasi, más aún otro inspirado palacete en pleno Vallcarca. Se trata de la Torre Marsans, construida en 1907 como casa de verano de Josepa Marsans Peix en unos terrenos vírgenes y verdes que nada tienen que ver con la densidad de hoy en día del barrio, de ahí su peculiar fisionomía ajena a los bloques de pisos que la rodean.

De hecho, esta construcción sigue una tendencia de la que fue germen el propio Park Güell: construcciones de veraneo en zonas verdes y montañosas junto al pla de Barcelona que sirvieran para alojar durante los meses estivales a la burguesía catalana.

¿Y de qué nos suena el apellido Marsans? La familia de la que proviene este linaje hizo fortuna como fundadora de la banca Marsans, a la que le siguió la que es la primera agencia de viajes española: viajes Marsans. De hecho, es esta última característica la que imprime el aire neoárabe a la edificación: la familia Marsans prefirió retomar el estilo historicista que lo hermana con el edificio Alhambra antes que el modernismo ya imperante, por la atracción hacia elementos lejanos que no pudieran apreciarse en la ciudad (más allá del edificio Alhambra).

Viajes Marsans: de pionera a ejemplo del fraude de la privatización
En 1910 la familia Marsans, encabezada por José Marsans y Rof, decide invertir en un sector pujante en el resto de Europa pero que aún no se terminaba de abrir paso en España: los viajes organizados. 

Ya hacía más de 6 décadas desde que Thomas Cook fundara la primera agencia de viajes en 1845 y se pusieran de moda entre la clase alta centroeuropea. Con tímidos amagos de convertirse en industria en España tras el éxito de la Exposición Mundial de Barcelona de 1888 y la llegada del hotel Ritz a Madrid en 1910, el turismo se veía con potencial pero no había la suficiente fuerza inversora como para hacerla despegar.

Es por ello por lo que Marsans, que manejaba grandes capitales como dueño de una pujante banca dedicada a las operaciones bursátiles, el cambio de divisas y la negociación de cupones y transferencias, decidió diversificar su negocio y emparentarlo con los viajes a semejanza del modelo de Cook, ya convertida por entonces en la principal agencia de viajes a nivel mundial.

La decana de las agencias de viajes en España prosiguió con éxito su negocio expandiéndolo hacia el extranjero hasta el estallido de la Guerra Civil, volviendo a manos del nieto del fundador, Enrique Marsans Comas, en 1953, en un momento en el que el turismo ya era todo un boom y una industria muy consolidada, lo cual trajo a la empresa notables beneficios.

El siguiente paso en la historia de Viajes Marsans tiene como protagonista a quien introdujo en España en el boom turístico: Manuel Fraga. El ministro franquista, al mando del Instituto Nacional de Industria, compra la agencia como parte del plan estatal de centrificar la actividad terciaria, introduciéndola con otras empresas como Renfe, Iberia, Aviaco y Paradores.

En 1985, ya con el franquismo felizmente desmontado, los intereses estatales pasan por adquirir liquidez deshaciéndose de empresas que no supusieran planes estratégicos, inaugurando una tendencia, la privatización, que continúa hoy en día con nefastos resultados.

Es así como viajes Marsans acaba en manos de Gerardo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual: dos empresarios que presumían de olfato pero cuya desbordada ambición y pésima gestión, llevó a la quiebra a la empresa junto a sus filiales en 2010, justo en el momento en el que cumplía 100 años de historia.

Actualmente viajes Marsans ha dejado de existir desde 2012, y los lumbreras que la gestionaron en su última etapa se encuentran en la cárcel. Díaz Ferrán curiosamente llegó a presidir la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), de 2007 a 2010, dando buen ejemplo del tipo de personajes que abundan en este lobby.

Una mezcla de estilos para una mezcla de usos

El encargado de construir la casa de veraneo de la hija de los Marsans (Josepa era la primogénita del clan) fue Juli Marial i Tey: un viejo conocido de la ciudad por mezclar estilos con aires exóticos y referencias a otras culturas. De hecho suyo es el Arc de Triomf, Las Arenas antes de ser centro comercial (mucho antes…) y el Palau de les Heures.

Josepa pudo disfrutar de su pequeño palacio nazarí hasta que, como ocurrió con tantas otras propiedades relevantes llegada la Guerra Civil, se expropió y puso al servicio de la contienda, convirtiéndose en hospital. Ya con el bando franquista ganador, se volvió a cambiar de uso para convertirse en cuartel general de las tropas marroquíes que lucharon al lado del dictador.

Al terminar la II Guerra Mundial, la Torre Marsans pasó a ser un orfanato de niños provenientes de Europa, sobre todo de Polonia, hasta que en 1956 son las monjas ya encargadas de la educación de los huérfanos quienes la convierten en un centro social para niñas sin recursos llamado “Hogar Escolar Nuestra Señora de Montserrat”.

Finalmente, en 1983, el edificio lo adquiere la Generalitat de Jordi Pujol para transformarlo en el primer albergue de la red regional Xanascat: uso que conserva hoy en día.

Escaleras del Generalife en Barcelona: los mejores paisajistas reconociendo la historia

En 1916 se inicia un hito dentro de la historia reciente de Barcelona: se comienza a urbanizar la montaña de Montjuïc. La que fuera la principal cantera de la ciudad y también una de sus verdugos, -con ese castillo aún en pie desde el que provenían muchos de sus ataques-, se comienza a desmilitarizar parcialmente y se planifica como un nuevo pulmón para la ciudad, siguiendo los pasos de la Ciutadella.

Para ello, la ciudad cuenta principalmente con un notable paisajista de renombre mundial y su joven aprendiz: Forestier, quien ya contaba en su currículum con el ajardinamiento del Campo de Marte en París, el diseño del parque de María Luisa en Sevilla o parte del ajardinamiento de la Ciutadella entre otras otras, y Rubió Tudurí, que comenzaba una andadura con la que acabaría diseñando desde las dos plazas de la Sagrada Familia, los jardines del Palau de Pedralbes o los de Vicens Vives entre otros.

El impulso que recibió Montjuïc para ello se debía a la Exposición Internacional de 1929, cuya celebración se decidió llevar a cabo en este rincón para seguir un modelo de desarrollismo y cambio de usos que ya había demostrado su eficacia con la Ciutadella en 1888.

En el caso de la ladera norte, la más cercana al Paral·lel, se decidió llevar a cabo una actuación que respetara el fuerte desnivel pero a la vez sirviera de acceso a la parte más alta de la montaña, para lo que Forestier decidió crear un aterrazado de distintos niveles que quedara unido mediante escaleras y galerías pergoladas, tomando como referencia la solución que los árabes habían aplicado 7 siglos atrás en la Alhambra de Granada.

De igual forma que el edificio homónimo de Sant Gervasi, pasó de tomar la Alhambra de influencia a, directamente copiarla, Forestier y Tudurí pasaron de la inspiración a la copia, reproduciendo elementos de los Jardines del Generalife emblemáticos como la escalera del agua (en la que la acequia de riego actúa elevada de cascada y barandilla) o las pérgolas con arrayanes que dan acceso al Grec (otra licencia histórica de la misma fecha obra de Tudurí y Ramón Reventós).

Tres ejemplos de de la Barcelona heterogénea, la Barcelona mestiza que es mucho más que la convivencia de varias culturas en sus calles y que se aprecia también en su cultura y su patrimonio. Tres paseos que nos llevan a una cara de Barcelona en la que el sur se hace aún más notable en todo su esplendor.

Edificio Alhambra:
Torre Marsans:
Escales del Generalife:
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