Que a estas alturas venga a contaros que las calles del Eixample relatan la historia de Cataluña puede sonar a obviedad. Pero lo realmente interesante de que Consell de Cent se denomine así, que le siga Aragó y que le preceda Diputació no es una cuestión de tener en el callejero barcelonés la mejor chuleta para un examen de bachillerato de una escuela de Badal, sino cómo se llega a ello.
Poner el nombre a una calle puede sonar a algo naif: usar criterios como elementos característicos del paisaje o de la cultura popular (carrer del Pou de la Figuera), los ríos (carrer Guadalquivir), ciudades (carrer Bilbao) o personalidades (carrer de Carmen Amaya), suelen ser un recurrente a la hora de crear una nueva vía o renombrarla.
Como dirían los Mecano, el matiz viene después, cuando el cambio de nombre responde a un criterio político, algo que pasa más a menudo de lo que podamos pensar. La razón es sencilla: las leyes cambian, los gobiernos también, pero el nombre de las calles persisten por décadas e incluso siglos, a veces incluso con el riesgo de estar honrando a quien no se debe…
Es por ello por lo que incluso más que colocando un busto o una alegoría (que tan fácil es ponerla, como quitarla…, que se lo digan al negrero Antonio López), dar nombre a una calle puede resultar más significativo. ¿Cómo se decidieron los nombres de las calles del Eixample?, ¿por qué resulta tan relevante?, ¿qué otros ejemplos de nomenclatura reivindicativa podemos encontrar en la ciudad?
El por qué de los nombres de las calles del Eixample
Lo primero a tener en cuenta a la hora de encontrar la razón de esa narrativa histórica tan precisa que resultan las calles del Eixample es el contexto en el que se nombran.
La historia del Eixample comienza en 1860, con ese concurso urbanístico que hacía ganador al proyecto de Cerdà frente al de Rovira i Trías. Barcelona comenzaba proyectos como tirar abajo sus murallas, dejando así su pasado medieval y abriéndose a los nuevos tiempos. Nuevos tiempos representados por la caída de la odiada fortaleza de la Ciutadella, que tan pronto dejaba de ser un martirio para convertirse en el primer parque público de la ciudad.
Es así como resurgía el orgullo sobre las propias raíces, sobre la propia capacidad de la ciudad para mirar al futuro sin corsés, sin las limitaciones de un Madrid siempre entrometido en las políticas locales. Una Barcelona que comenzaba a reivindicarse como fuente de cultura a través de propuestas como los Jocs Florals y, sobre todo, el movimiento de la Renaixença.
Llegamos a la clave del asunto del porqué de las calles del Eixample: la Renaixença es un movimiento literario surgido a mediados del s. XIX en el que se reivindicaba el uso del catalán como lengua histórica y cultural. Su uso dejaba de estar mal visto y lejos de quedar como una lengua minoritaria, el impulso desde la literatura y la creación cultural hizo que saltara de la casas a las calles, y nunca mejor dicho…
Este resurgir de la «llengua» tuvo su empujón definitivo cuando la Renaixença entró en la política local de manos de los burgueses que hicieron fortuna durante la Revolución Industrial que estaba viviéndose en Barcelona. Lo catalán daba el salto de los poemas y las odas históricas a otros ámbitos como el periodismo, la arquitectura, la creación de centros culturales como el Ateneo o sociedades como La Fraternidad y, también al urbanismo.
A la conquista del Eixample como símbolo de poder
El nuevo barrio, ese espacio tan higiénico, confortable y opulento, fue el mejor campo de pruebas de la fuerza de la burguesía catalana. El que construía el edificio más vistoso e imponente era el que mejor prestigio y posición social demostraba. Todo burgués se peleaba por el terreno mejor posicionado en todo este entramado por obra y gracia de Cerdà.
Y otra de las peleas era cómo se iba a nombrar a las decenas de nuevas calles que cruzarían el plano de Barcelona de norte a sur y de este a oeste, qué ilustres personajes, hitos, referencias… iban a copar los kilómetros de distancia que recorrían esas impolutas rectas del nuevo plan urbanístico, en un principio nombradas de forma tan aséptica como calle LL (Consell de Cent), L (Aragò) o 33 (Girona).
Para ello, el escritor, periodista y político Víctor Balaguer (que, de hecho junto al general Prim, fue el responsable de demoler la Ciutadella) tomó buena cuenta de la relevancia que nombrar estos espacios tendría, y en pleno fervor por reivindicar lo catalán, tuvo a bien que la historia que recién se recuperaba de la región, quedara plenamente plasmada y reconocida dando nombre a las calles del Eixample.
Así, en un momento histórico en el que Cataluña se quitaba la caspa que impedía ver aquello que conformaba su historia más reciente, la que Felipe V pretendió borrar tras el 11 de septiembre de 1711, Balaguer tuvo a bien llamar la atención de cada suceso, de cada organización, de cada personaje relevante, haciendo que cada ciudadano lo tuviera presente en su día a día.
El significado de las calles del Eixample
La misión de Víctor Balaguer no era poca cosa… Barcelona se disponía a multiplicar por cuatro su territorio, mediante un plan urbanístico inusual en el que las calles ganaban en importancia a los edificios, en las que aceras y jardines se presentaban a cada rincón como espacios plenamente transitables y no de paso. Y todos esos espacios iban a recibir un nombre que seria mencionado una y otra vez durante años, décadas, y posiblemente siglos.
Por ello, fue de vital importancia para que las calles del Eixample se nombraran como se nombraron, que la creación del barrio más denso de la ciudad, fuera coetáneo al renacimiento catalán (renaixença).
De ahí, a que las primeras vías que se nombraron más allá de letras y números, llevaran nombres que recordaran que en Cataluña se reinaba, pero no desde Madrid…
Calles del Eixample eje Llobregat – Besòs
El criterio principal promovido por Balaguer fue que las calles horizontales, las orientadas de oeste a este, llevaran el nombre de agrupaciones de gobierno y territorios propios del principado de Cataluña, dentro de la Corona de Aragón.
Por ello, se comenzaría por las tres instituciones catalanas que fueron abolidas tras la Guerra de Secesión, los tres brazos políticos que regían antes que el intervencionismo y revanchismo del reino de Felipe V, dieran al traste con cualquier pretensión de dirigir los asuntos catalanes de forma independiente. Estas calles no son otras que:
Gran Vía de Les Corts Catalanes: la que es la calle de mayor extensión de la ciudad, que con sus 13 kilómetros de longitud la recorre de oeste a este, hace mención al poder legislativo de la Cataluña de la Edad Media. Compuesta por tres órganos representativos de la iglesia, los militares y la realeza, las Cortes eran las encargadas de redactar, promulgar y aprobar las leyes que se establecían en la parte del principado de Cataluña de la Corona de Aragón, consensuándose en su mayoría con el resto de territorios (Aragón, Valencia y el reino de Mallorca).
Carrer Diputació: hace referencia al que sería el embrión de la Generalitat de Catalunya. Como tal, se encargaba de recaudar lo necesario para poder llevar a cabo las acciones de las Cortes, administrar los impuestos y actuar como órgano representativo de las Cortes cuando éstas no se convocaban o no se hallaban reunidas. Estaba compuesto por un representante de cada cámara de las cortes (eclesiástico, militar y noble), un revisor de cuentas por cada uno de ellos, delegados de las villas y ciudades del principado y diferentes oficiales y asesores con cargos relevantes (abogados, procuradores, escribanos, etc.).
El nombre de Generalitat, proviene del «apellido» de la Diputación, cuya denominación completa es la de «Diputación del General del Principado de Cataluña»
Carrer Consell de Cent: el consejo de ciento era el embrión de lo que hoy sería el Ayuntamiento barcelonés. Recibe su nombre por ser una asamblea formada por cien prohombres de la ciudad, los llamados «jurados» encargados de asesorar y supervisar a los magistrados municipales y consejeros de la ciudad.
A partir de aquí, el criterio seguido fue el de los territorios de la Corona de Aragón, por orden de composición y avance fuera de las fronteras castellano-aragonesas:
Aragó: como no podía ser de otra forma, la primera de las denominaciones territoriales (existiendo ya una para Cataluña) correspondió a Aragón, como sede de la Corona y co-regidora.
Valencia: por orden geográfico, el reino de Valencia era la siguiente denominación lógica, a la que le seguía…
Mallorca: el reino insular que completaba los cuatro territorios históricos de la Corona de Aragón.
Provença: esta ahora región francesa fue de las primeras conquistas extrapirenáicas de la Corona.
Roselló: la aún denominada como «Catalunya Nord» dado los históricos vínculos con el Principado.
Córcega: esta isla francesa fue la primera anexión a la Corona dentro del Mediterráneo.
Calles del Eixample eje mar – montaña
El eje Mediterráneo – Collserola, las calles que atravesaban de sur a norte, se destinaron en su mayoría a los personajes históricos que dieron lustre a la Renaixença y, con ello, a la historia y cultura catalana, siendo salpicada la denominación de estas calles del Eixample por algún que otro territorio que fue desplazado o no había tenido cabida en la anterior distribución.
Vilamarí: En sentido Llobregat – Besòs, la primera de las calles del Eixample que nos encontramos es la dedicada a Bernat de Vilamarí: almirante de la Corona de Aragón y quien conquistó la que fue la posición más oriental de todas las conseguidas por el reino: Licia, frente a las costas turcas.
Entença: pese a ser un apellido de importancia dentro de la historia de la Corona Aragonesa, la denominación de Entença la debemos a Berenguer VI de Entença. Noble que, como jefe de los almogavers, tuvo gran protagonismo a la hora de afianzar las plazas de Calabria y Sicilia como territorios del reino.
Rocafort: dedicada a Bernat de Rocafort, militar valenciano que precedió a Entença como jefe en armas de los almogavers. Sus principales gestas son la defensa de Calabria y Sicilia (que heredó Entença) y la lucha contra los moriscos en Valencia, lo cual le sirvió para que se le otorgara el título de alcalde de la localidad de Morella.
Calabria: al carrer Córcega le debía haber sucedido el de esta región italiana que conforma «la punta de la bota», que también formó parte de la Corona de Aragón mediante la cual el reino de Cataluña ejercía influencia en medio Mediterráneo.
Viladomat: la Renaixença, como movimiento cultural que pretendía hacer resurgir la importancia de la sociedad catalana en las artes y la historia, no podía olvidar a sus referentes en pintura, escritura y otros movimientos artísticos. Por ello, entre el entramado del Eixample, Balaguer no dudó en incluir al que es considerado como uno de los mejores pintores barrocos del s. XVIII.
Comte Borrel: de la época de esplendor del reino de Aragón, a los inicios como condados, siendo Borrel II el encargado de gobernar el de Barcelona en torno a 947. Esta circunstancia le condenó a que se sufriera durante su mandato el que es uno de los episodios más trágicos de la historia de la ciudad: el asedio de Almanzor, que casi destruyó por completo Barcelona. La falta de ayuda de los francos ante estos ataques, supuso la ruptura con el reino vecino y el comienzo de la andadura en solitario de los reinos catalano-aragoneses.
Comte d’Urgell: una de las arterias de mayor importancia en la verticalidad del Eixample se dedica a Jaume II de Urgell, protagonista activo dentro de la Guerra Civil Catalana (1462-1472) al proclamarse como uno de los sucesores de la corona aragonesa al morir el legítimo rey Martín el Joven sin descendencia.
Villarroel: la calle en la que encontramos el teatro homónimo o el hospital Clínic está dedicada a una de las figuras clave de la guerra de Sucesión: Antonio de Villarroel. Tras desertar de las filas del ejercito de Felipe V, Villarroel fue nombrado comandante supremo de las fuerzas austracistas por los tres comunes (Diputació, Consell de Cent y el brazo militar), siendo él quien estuvo al frente de la defensa de Barcelona en este periodo que desembocó en los sucesos del 11 de septiembre de 1714.
Casanova: llegamos a una calle cumbre en la interpretación que la Renaixença hizo y difundió de la historia catalana. Nombrada como tal en 1863, la de Rafael Casanova rinde homenaje al último conseller en cap de la ciudad de Barcelona, al frente del cargo durante el asedio borbónico. Símbolo de la resistencia catalanista ante las imposiciones borbónicas, curiosamente su estatua, del 1888, se encuentra en el Eixample, pero no en su calle, sino en el cruce del carrer d’Ali Bei con la ronda Sant Pere. Hacia allí se dirigen cada 11 de septiembre la comitiva de la Generalitat para rendirle homenaje en recuerdo a los hechos de 1714.
Muntaner: a veces, tal como ocurrió con Cervantes, las artes se funden con las milicias, y Balaguer tuvo la oportunidad de unificar en un solo homenaje estas dos vertientes que tan trabajadas tenía en las calles del Eixample que iba nombrando. Ramón Muntaner perteneció a la compañía de los almogavers, y como tal participó en la conquista de Menorca y Sicilia. En los almogavers, compartío filas con otros personajes de estas calles del Eixample como Roger de Flor, Entença o Rocafort. Todas estas experiencias le valió para narrarlas a través de una serie de crónicas que sirvieron para comprender el contexto histórico-político desde la época de Jaume I hasta el reinado de Alfonso IV de Aragón, así como a traer todos estos nombres al presente de la historia catalana.
Aribau: Buenaventura Carlos Aribau es, quizás, de los más merecedores de nombrar una de las calles del Eixample si tenemos en cuenta el contexto de su odonímia. Estamos ante el iniciador del movimiento inspirador de todo este despliegue histórico-cultural: la Renaixença. Aribau comienza la exaltación de lo catalán desde su posición como escritor, donde imprimía a cada una de sus obras, -escritas en catalán como no podía ser de otra forma-, alegorías y retazos de la historia catalana que durante tantos años se había silenciado. Es particularmente reseñable en este sentido, su poema «Oda a la Patria», que se considera la pieza fundacional del movimiento.
Enric Granados: creador de la escuela de piano de Barcelona, la historia de Enric Granados bien da para una docu-serie, al fallecer trágicamente en el hundimiento del Sussex provocado por la armada alemana en el contexto de la I Guerra Mundial. Vinculado al movimiento modernista de Ferrer i Guardia, destacó como compositor e intérprete pianístico de notable éxito internacional.
Balmes: la calle cuya urbanización sirvió para acercar a los barceloneses de Ciutat Vella a las faldas del Tibidabo (no sin quejas de los vecinos de Sant Gervasi, que ya consideraban a los de la ciudad como unos auténticos «pixapins«), está dedicada a Jaume Balmes, el filosofo de mayor relevancia de Cataluña y muy comprometido tanto social como políticamente.
Pau Claris: político y clérigo (lo cual nos da muestras del poder estamental en la época de la división de poderes de los tres comunes) fue el encargado de estar al frente de la Diputació durante los hechos del Corpus de Sang que derivaron en la guerra dels Segadors y, por tanto, de la ruptura con el válido Conde-Duque de Olivares con la consecuencia posterior de la proclamación de la República Catalana, del 16 al 23 de enero de 1641. Claris es, por tanto, mencionado comúnmente como el primer presindent de la República de Catalunya.
Roger de Llúria: laureado almirante al servicio de la Corona de Aragón, fue el encargado de mantener y ampliar los territorios del Mediterráneo oriental en los que participaron otros tantos personajes ilustres ya mencionados como Vilamarí, Entença o Rocafort. Tal era su destreza al frente de las flotas que su nombre aún perdura en las milicias españolas, denominando a la II Bandera de la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra español y a una fragata del Ejército de Mar.
Bruc: hasta ahora habíamos apreciado una sección de calles del Eixample nombradas por estamentos políticos históricos catalanes, otra por personajes militares relevantes en ella, ilustres de la cultura regional y territorios que formaron parte del reino. Balaguer también reservó para la cuadrícula de Cerdà nombres que recordaran gestas, como la batalla del Bruc, en cuya localidad a la que da nombre se consiguió frenar a las tropas napoleónicas durante la Guerra de Independencia Española.
Bailén: y en la tónica del carrer Bruc, encontramos la mención a la batalla de Bailén, que en el mismo contexto de guerra, supuso la primera derrota del ejército napoleónico de manos del General Castaños el 19 de julio de 1808.
Roger de Flor: otro de los ilustres almogavers fue este caballero templario a las órdenes de la Corona de Aragón que, como tal, fue clave en la defensa y consolidación de los territorios mediterráneos.
Nápols: tal como ocurría con el carrer Calàbria, el carrer de Nàpols hace referencia a la ciudad italiana, importante enclave dentro de los territorios del Reino de Aragón mediterráneos, y que no tuvo cabida dentro de la distribución horizontal del nombramiento de calles del Eixample.
Sicilia: tras el carrer Nàpols, se sigue recuperando la mención a los territorios de la Corona correspondientes a la Italia, mención a la que le sigue…
Sardenya: la mención a los territorios italianos acaba en un lugar muy significativo, en la calle a la que da la fachada de la pasión de la Sagrada Familia.
Lepant: tras el paréntesis del carrer de la Marina (denominada para homenaje de uno de los pilares de la economía catalana, junto al carrer Comerç y el carrer de la Indústria) es el turno de otra de las batallas ilustres, la de Lepanto, en la que se enfrentaron las fuerzas «católicas» (Imperio español, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya) y el imperio otomano.
La calles del Eixample que el plan de Balaguer no contempló
Si tienes buena memoria o has tirado del mapa de Barcelona para seguir esta distribución a propuesta de Víctor Balaguer, te habrás dado cuenta que han faltado algunas calles por nombrar, o que a Lepant le siguen aún Padilla, Cartagena, Dos de Mayo e Independència.
Esto no se debe a un olvido o a una omisión deliberada: que encontremos el carrer París tras el de Córcega, o que tras Lepanto aparezcan Padilla y Castillejos no se trata de una reinterpretación histórica de Balaguer, sino a la lentitud y heterogeneidad con la que se construyó el Eixample, así como que esta denominación propia de la Renaixença tuvo una aprobación paulatina y no globalizada.
Así, la denominación de Entença se aprobó en 1863, mientras que Consell de Cent, en el 1900. Esto sumado a que el Eixample no se terminó de construir hasta bien entrado el s. XX, permitió que los cambios de signo políticos sobre todo, propiciaran otros nombres menos catalanistas o desdibujaran el plan inicial deliberadamente.
Por ello, encontramos fuera del plan original de odonimia de Balaguer, calles que aluden a la historia de España en general, como Floridablanca, Sepúlveda o Castillejos, o nomenclatura que sigue otro orden ajeno al propuesto, como las ciudades de París, Londres y Buenos Aires.
Caso especial es el de la avinguda de Roma, cuya denominación puede sonar igual de aséptica que el de las anteriores capitales, pero que sin embargo, encierra un aire plenamente fascista…
Este antiguo camino real a Les Corts fue, cuando llegó el momento de su urbanización en las primeras décadas del s. XX, fue nombrado oficialmente como avinguda de la Generalitat, nombre que duró bien poco cuando, en 1940, la dictadura franquista decidió dedicárselo a la capital italiana.
¿Un homenaje a la ciudad eterna? Mas bien una complacencia franquista a la capital del fascismo, a la que dedicaban una calle destinada a ser configurada como las grandes avenidas que promulgaba Mussolini: amplias para desfiles militares y rodeadas de edificios racionalistas de hormigón.
La odonimia como arma política y cultural
El uso que Víctor Balaguer hizo de la mención a hitos histórico-culturales de la Cataluña (que el tiempo y la política centralista, pretendían que cayeran en el olvido), mediante el bautizo a las calles del Eixample sirvió para que, siglo y medio después, quizás no conozcamos del todo la obra de Muntaner o no identifiquemos de entrada quienes fueron los almogavers más allá de quienes nombran la calle donde se encuentra la Razz, pero quien tenga un mínimo de curiosidad, no tardará en conocer estos datos.
Un gesto «inocente» como pasar de llamar la calle 26 a carrer Balmes causa un impacto histórico, social y político que no solo se ha reflejado en las calles del Eixample: el callejero de una ciudad es como lo que publicas en redes sociales, que tiene mucha más relevancia y perdurabilidad de lo que puedas imaginar.
Así, tener una calle a tu nombre es mucho más que una distinción, y según el nombre, desvela mucho más del contexto que del homenajeado. Sabemos que una calle es medieval según lleva el nombre aristocrático (Montcada, Regomir, Petritxol) o del gremio que en ella se situaba (boters, escudellers, corders, flassaders); que se sitúa en la Barceloneta si su nombre remite al mar y su actividad (Hermanos Pinzón, Balboa, plaza del Mar, Andrea Doria); de etapa dictatorial si menciona a vírgenes o a la realeza (Reina María Cristina, Felipe II, Villa de Madrid) o tras la Transición si los revertía (Rambla del Onze de Setembre, Francesc Macià, Francesc Layret).
De hecho, el espíritu del plan de Balaguer sigue vivo en la actualidad, sobre todo en la reciente etapa de los Comuns en el ayuntamiento a manos de Ada Colau, usándose el cambio de nombre o la adjudicación de uno nuevo como una potente arma de memoria histórica, para recalcar aquello que se quiere recordar pero, sobre todo, para olvidar aquello que nunca se debió remarcar.
Es el caso del plan desarrollado desde 2015 hasta 2023 mediante el cual se hacía cumplir la ley de memoria histórica por una parte, y por otra se aplicaba la propia en el caso barcelonés, siendo sonados los cambios de denominación en memoria del inmigrante fallecido en el CIE de Zona Franca Idrissa Diallo, o en recuerdo del humorista y actor Pepe Rubianes.