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Historias desconocidas de Barcelona

Iglesia de Sant Andreu de Palomar: el símbolo «desconocido» de una nación

Cuando pensamos en símbolos catalanes, el himno «Els Segadors» surge como uno de los principales. Lo que pocos saben es que este suceso, -promulgador de lo puramente catalán-, se inicio a las puertas de la iglesia de Sant Andreu.

Hablar de la iglesia de Sant Andreu de Palomar como algo desconocido es menospreciar no solo uno de los mejores ejemplos de arte eclesiástico barceloní, sino toda una institución del barrio que siempre se sintió pueblo.

No obstante, lo que a muchos se nos pasa desapercibido es que, frente a la hoy iglesia, cuando aún era románica, se gestó uno, sino el que más, de los sucesos que con mayor impacto ha definido el sentir de la nación catalana: la Guerra dels Segadors

La Guerra dels Segadors: lo que puso música y sentimiento a lo catalán como nación

Antes de continuar con el contexto histórico… ¿podemos hablar de nación sin país? El uso de este término en el título, -además de un llamamiento al clickbait-, es consciente en referencia a lo que, no solo el propio Parlamento de Cataluña define como afín a lo catalán, sino lo que el mismísimo Tribunal Constitucional declaró en 2010 a raíz de las clásicas denuncias de los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad española.

Así, siendo conscientes del uso pervertido del término por parte de las instituciones, el TC interpreta que el repetido uso del término «nacional» en lo referente a Cataluña es derivado de nacionalidad -término reconocido en el artículo 2 de la Constitución- y no de nación, que corresponde única y exclusivamente a la española.

Una vez aclarado este uso no aleatorio del término nación, si bien el sentimiento como tal de los catalanes (en el sentido de nacionalidad pero, para qué negar lo evidente, también en el de estado independiente) siempre ha existido en mayor o menor medida desde tiempos de la Barcino y Tarraco romana, se hizo cada vez más evidente a medida que la Corona de Aragón se iba descomponiendo.

Como máxima expresión de esa evidencia, el 7 de junio de 1640, -día del Corpus Christi-, sucedió un hecho que marcaría notablemente la historia de los siguientes 4 siglos de catalanidad: la revolución de los campesinos que daría forma a la Guerra dels Segadors.

¿Qué es lo que cabreó tanto a los segadores de Cataluña como para desembocar en una guerra? El cuarto de los Felipes y un válido, el Conde-Duque de Olivares, que dejaba los tejemanejes de Bárcenas y su tropa en simples chiquilladas.

Por aquel entonces, estos dos personajes enfrascaron a la población en la denominada Guerra de los Treinta Años, una de las tantas disputas que se tenía con la vecina Francia. Una guerra que en el contexto de la época colonial hubiera pasado sin más, si no fuera por lo encendida que tenía a la población las constantes declaraciones del Conde-Duque de Olivares en contra de la postura catalana ante cualquier conflicto.

Entre ellas, estaba la de «poco entusiasta» a la hora de defender su propio territorio, pero lo que más cabreó a los catalanes fue la obligación de acoger a los soldados combatientes en sus hogares. Unos soldados que no es que destacaran por ser excelentes huéspedes…

Si a ello sumamos una situación donde la plebe se veía constantemente desairada por la creciente burguesía y nobleza catalana, el polvorín estaba listo a la espera que alguien encendiera la mecha… y esa mecha prendió el susodicho día del Corpus de 1640.

¿Qué tuvo que ver la iglesia de Sant Andreu de Palomar en todo este desaguisado? Pues que a sus puertas, la que es hoy la emblemática plaza Orfila, fue el punto de concentración de los segadores venidos de toda Cataluña para participar en la siega de los terrenos de los nobles barceloneses, quedada que se repetía al inicio de cada verano.

¿Y qué sucedió en el verano de 1640 cuando se reunieron medio centenar de campesinos cabreados y con armas dispuestas para la siega, en un lugar característico por sus revolucionarios? Que decidieron que más que segar el campo, lo que segarían sería a los señoritos que lo poseían.

El Corpus de Sangre: la llama que prendió desde la iglesia de Sant Andreu

La mayoría de los segadores que se congregaron aquel día frente a la iglesia de Sant Andreu provenían de Girona, donde ya días antes el aire revolucionario era patente… y tan patente, como que la negativa de poblaciones como Santa Coloma de Farners a acoger a los soldados de Felipe IV había acabado con el asesinato del válido del virrey de Cataluña, Joan de Monrodón.

Con esta previa, los segadores gerundenses solo necesitaban el empujón necesario para que del válido del virrey, pasaran directamente a asesinar al virrey. Empujón que llegó al entrar en contacto con la población obrera barcelonesa, que no dudaron en indicarles y ayudarles a dar con la máxima autoridad real catalana y, ya de camino, arrasar con las casas y las vidas de los nobles que se fueran encontrando a su paso.

Esto último fue fácil, ya que al coincidir la revuelta con el Corpus, fueron muchos los burgueses y acaudalados terratenientes que se encontraban en las calles de Barcelona celebrando la procesión… entre ellos el virrey Dalmau de Queralt, que fue atrapado (y asesinado) justo antes de que intentara huir de la Barcelona insurrecta a través del mar.

Así, con una cada vez mayor población insurrecta y en las calles, fue como unos «simples campesinos» de las tierras gerundenses, armados únicamente con sus hoces y sus desgastadas manos, tomaron el control no solo de la ciudad, sino de toda Cataluña, que descontenta con los sucesos monárquicos y alentada por el fervor revolucionario, por primera vez exclamó aquello de «independencia».

«De aquellos barros estos lodos»

… o por quitar la negatividad de la expresión, de aquel palpitar surgió el sentimiento de una nación.

Si bien «lo catalán» ya existía desde tiempos de Guifré el Pilos y su estirpe, no fue hasta ese verano de 1640 cuando, de Tortosa a Puigcerdà, se clamó de forma popular aquello de «volem una república catalana»… y casi que la consiguieron.

Como aquellos icónicos/vergonzosos/teatreros/gloriosos (que cada uno lo defina según lo sienta) 12 segundos de independencia vía Puigdemont, la República Catalana fue declarada brevemente de manos de Pau Claris en un intento por presionar a la monarquía española ante la amenaza de que Cataluña pasara a manos francesas.

Esta declaración quedó solo en intención debido a que, dado el contexto de situarse Cataluña donde se sitúa geográficamente, necesitaba el apoyo de Francia para una desanexión, y esta solo lo daría si Cataluña dejaba de lado sus pretensiones republicanas y reconocían a Luís XIII como su rey, lo cual suponía de facto que Cataluña fuera francesa.

Todo este algarabío cogió a toda la plana mayor monárquica española de improviso, que con las tropas desplegadas en torno a los Pirineos, tuvo que desplazarlas hacia Barcelona, en la que se conoció como la batalla de Montjuïc, que fue ganada el 26 de enero de 1641 por las tropas catalano-francesas.

El final de esta historia iniciada desde la iglesia de Sant Andreu no llegó hasta el llamado «Tratado de los Pirineos», por el cual Francia renunciaba a sus pretensiones en Cataluña a cambio de los territorios del Rosellón y el norte de la Cerdaña.

Así, la primera intentona con todas las de la ley de Cataluña por hacerse independiente, se saldó con el abandono a su suerte por parte de los franceses y con la monarquía española haciéndoles volver al redil… y aún estaba por llegar lo peor con el nieto de Felipe IV, el «indeseado» (por estas tierras) Felipe V.

Como bien es conocida la filia de los catalanes por hacer de la desgracia, un hito, de los hechos dels segadors surgiría el himno, y de los de la Guerra de Secesión (Felipe V) la diada del 11 de septiembre. Y todo ello comenzó desde las puertas de la iglesia de Sant Andreu.

La iglesia de Sant Andreu: la cuatro veces destruida y cuatro veces levantada

El aire ecléctico de la iglesia de Sant Andreu no es casual: es propio de iglesias que se restauran mucho tiempo después de haber sido construidas y, por tanto, quedan descontextualizadas de sus orígenes y adheridas al estilo vigente en el momento de la remodelación.

Así, el estilo originario de la iglesia de Sant Andreu, el de su primera construcción, es el románico imperante en torno al año 966. Una iglesia de Sant Andreu románica de la que poco se puede hablar no solo por la falta de documentación, sino por la fiereza con la que las tropas de Almanzor la destruyeron al completo, como ocurrió con casi toda la Barcelona romana.

Perteneciente ya a terrenos eclesiásticos bajo el control del monasterio de Sant Cugat, la iglesia de Sant Andreu resurgió al poco de los ataques árabes para nuevamente ser reducida a escombros por otra tribu proveniente del norte de África, esta vez a manos de los almorávides en 1115.

Lo obcecado de una población bajo la mirada eclesiástica en todos los actos cotidianos, y un monasterio de Sant Cugat que no quería perder control sobre los dominios del pla de Barcelona, produjo que en 1131 la iglesia de Sant Andreu se levantara de nuevo sobre los terrenos aún actuales, con una configuración puramente medieval.

Tras esta reconstrucción a la iglesia de Sant Andreu le esperarían siglos de relativa tranquilidad (si es que se puede definir como «tranquilos» hechos como que a tus puertas se reúnan miles de segadores con ganas de gresca), hasta la llegada de la convulsa primera mitad del s.XX.

El primer hecho de este periodo que volvió a dejar al descubiertos los cimientos de la iglesia de Sant Andreu fue la Semana Trágica, cuando el 27 y 29 de julio la parroquia fue pasto de las llamas y saqueada de manos de los insurrectos.

Como a este lugar de culto santandreuenc, las reconstrucciones tras las destrucciones apenas le duran un par de décadas, la siguiente (y última) de sus demoliciones no tardó en llegar cuando la Guerra Civil asomó por allá. En el mismo 1936, al poco del estallido del conflicto, la iglesia de Sant Andreu ardía de nuevo, quedando notablemente afectado su interior.

Una cúpula bellísima pero amenazante

Uno de los elementos más característicos de la iglesia de Sant Andreu es su cúpula, fruto de la reforma que se le realizó en el s. XIX, una vez el antiguo templo se quedó pequeño para un Sant Andreu en plena efervescencia industrial.

Para su reforma se contó con el arquitecto municipal de la aún vecina Barcelona, Pere Falqués, que, sin embargo, no pudo acabarla al desplomarse un 9 de agosto de 1882 la cúpula, ocasionando 7 muertos y 11 heridos.

El encargado de tomar el testigo fue uno de los máximos protagonistas de nuestra ruta de las estrellas en Barcelona: Domenech i Estapa, que lejos de amedrentarse por lo sucedido, dobló el tamaño de la cúpula hasta alcanzar los 68 metros de altura que hoy posibilitan verla desde gran parte del ahora distrito. Este volumen la convierten en la segunda de mayor tamaño de Cataluña (la primera es la del MNAC)

La cúpula, pese al incendio del 36, no volvió a ser un peligro… hasta que llegó el desarrollismo y, con él, una chapucera ampliación de la L1 que, si bien acercó Sant Andreu al resto de Barcelona, se llevó por delante varias casas del barrio y dañó notablemente la estructura de la iglesia, quedando desde entonces sin utilizar parte de su espacio bajo la cúpula por precaución ante posibles desprendimientos hasta 2020, año en el que finalmente se restauró por completo.

La iglesia de Sant Andreu a día de hoy

Como centro eclesiástico por excelencia del barrio, la iglesia de Sant Andreu mantiene su esplendor y luce como una (si no, la que más) de las joyas arquitectónicas de mayor valor de la zona.

Aún así, la iglesia de Sant Andreu aún requiere un nuevo resurgir. Si bien su fachada exterior y el brillo de su cúpula no hace imaginar el estado de su interior, espacios como la histórica capella dels Segadors (desde donde los campesinos sacaron la imagen de Cristo en procesión antes de protagonizar el Corpus de Sang), se encuentran muy deteriorados y apenas reconocibles tras el saqueo de la Semana Trágica.

A esto ayudaría la declaración pendiente por parte del departamento de cultura para declararla como BCIN (bien cultural de interés nacional).

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