En 2006 se desarrolló en Barcelona el plan de barrios, mediante el cual la ciudad sumaba a la división en 10 distritos de 1984, una nueva con 73 delimitaciones establecidas según criterios urbanísticos, sociales, culturales e históricos. Gracias a esta nueva organización, se pudo conocer que La Clota, en Horta-Guinardò, era el barrio de menor tamaño de la ciudad. ¿En qué se basó esta delimitación?, ¿qué hace tan particular a este pequeño rincón colindante con el Collserola?
La Clota: el reducto rural de la Barcelona desarrollista
El barrio de La Clota es un punto y aparte dentro del urbanismo y la historia de Barcelona. Su historia comienza en el s. XIII, cuando en estas tierras rurales se comienzan a construir pequeñas masías destinadas al cultivo. De esta fecha es Can Tarrida, la más antigua documentada y que pervivió hasta que, en una porciolada, el Ayuntamiento la demolió para abrir la avenida de l’Estatut.
La razón por la que este terreno resultaba tan atractivo para el cultivo no era otra que el situarse en un llano entre montañas al que le atravesaban dos rieras: la riera de Horta y la riera de Sant Genís. Esta abundancia de agua y lo amable de la orografía convertían a La Clota en un lugar privilegiado para huertas, función que se fue conservando durante siglos.
Al uso del terreno para el cultivo se le sumó, con el apogeo de las afamadas bugaderas d’Horta, el de lavandería ya avanzados el s. XIX. Esta era la única industria que tímidamente se desarrolló en La Clota en la época de la Revolución, por lo que mientras otros lugares de la ciudad como Poblenou, Sants o Sant Andreu se transformaban al ritmo de las fábricas, a La Clota poco le cambiaba el paisaje más allá que el de un par de talleres de artesanos.
…Y el urbanismo pasó aún más de largo
Precisamente esta característica de ser un territorio poco industrializado se convirtió en el mayor hándicap y a la ver en la mayor virtud de La Clota llegados los años del desarrollismo.
Cuando durante los años 50, 60 y 70 del pasado siglo, se fueron edificando densamente los terrenos de Horta y los que, posteriormente, serían parte de Nou Barris, las constructoras que tenían como misión dar cabida a la gran ola migratoria del sur del país se encontraron en La Clota un heterogéneo conjunto de varias masías, casas autoconstruidas y terrenos aún cultivables perfectamente delimitados.
Con el amplio llano de la riera de Horta y los pies del Collserola aún vírgenes, no hubo necesidad alguna de expropiar este espacio, por lo que de igual forma que sucediera con Can Peguera, la maquinaria desarrollista ignoró a La Clota.
Lo que fue la salvación del barrio, también supuso su condena. Pese a que las condiciones en los barrios colindantes no eran mucho mejores, la no intervención de los ayuntamientos franquistas supuso el no mantenimiento de las calles y los servicios básicos, sumiendo aún más a La Clota en ese entorno rural medieval del que presumía.
No fue hasta la llegada de la Democracia cuando se comenzó a dignificar el barrio de igual forma que se hizo con sus vecinos «desarrollistas», dotándolo de servicios municipales e incluyéndolos en los planes de reordenación y desarrollo posteriores.
La Clota dentro del Plan de Barrios de 2006
Barcelona ha tenido en las últimas décadas dos grandes planes de ordenación urbanística: el plan de reordenación del territorio de 1984, y el plan de barrios de 2006.
Estos planes tenían la finalidad de dotar al territorio urbano barcelonés de divisiones administrativas lógicas que permitieran atender a las diferentes necesidades y particularidades de una creciente población heterogénea.
Mientras el plan de 1984 se resolvió dividiendo el mapa de la ciudad en 10 distritos, teniendo como máximo referente para ello el histórico y cultural de la composición de las antiguas villas del plano de Barcelona y los nuevos núcleos creados tras éstas, el plan de 2006 pretendía ahondar aún más en las diferentes realidades que se podían encontrar en cada uno de estos 10 distritos.
El debate fue intenso, ya que no se pretendía ni desfragmentar realidades ni tampoco aislar núcleos hasta el mínimo común posible: lo que se pretendía era un territorio ampliamente identificable en cada una de sus partes y práctico de gestionar.
El resultado fue una nueva división por la cual se reconocían oficialmente (esto es, a nivel administrativo) un total de 73 barrios. En el caso de La Clota, el criterio a seguir para su plena identificación como barrio fue su particular realidad en cuanto a su entorno.
Rodeada por los barrios de Horta, Vall d’Hebrón, Teixonera, El Carmel y La Font d’en Fargues, sus peculiaridades (un terreno homogéneo compuesto por casas bajas y masías entre amplia vegetación ribereña) y dicho sea de paso, su empuje vecinal, permitió que La Clota se identificara como el barrio número 42 de Barcelona.
Gracias a esta denominación, La Clota se convirtió en 2006 con 17,8 hectáreas, 590 habitantes y una densidad de 34 habitantes por hectárea, en el barrio más pequeño de la ciudad.
La susceptibilidad de los planes urbanísticos |
Cuando dentro de un plan se habla de diferentes realidades, culturas y territorios, el debate está servido desde el inicio. A nivel extraoficial, seguramente La Clota no sea el barrio de menor tamaño de la ciudad. Espacios a los que se les denomina popularmente como barrios, como pudieran ser La França Xica en Poble Sec o el Camp de la Creu en Les Corts, son de aun menor tamaño que La Clota, pero, sin embargo, no se incluyeron en el plan de barrios, considerándose como vecindarios. La razón por la que se le niegue «oficialmente» la denominación de barrios a ciertos espacios es, tal como se ha indicado, por meras razones administrativas, buscándose la mínima división común sin que ello suponga la creación de un centenar de espacios de difícil gestión práctica. Esto ha llevado en que en ambos planes descritos (el de 1984 y el de 2006) hayan surgido fuertes debates como la consideración de la iglesia de Josepets (en torno a la cual se fundó el barrio de Gràcia) como parte de Sant Gervasi (cuestión resuelta a favor de Gràcia); la consideración de Pedralbes como parte de Les Corts (que aún duele entre los habitantes de Sarrià) o la de Poble Sec y los barrios de la Zona Franca como parte de Sants. |
Qué ver en La Clota
Muy curioso el hecho de que el barrio más pequeño de la ciudad lo sea también el más rural pero, ¿suficiente como para merecer una visita?
A La Clota ni le hace falta, ni quiere convertirse en un barrio de Gràcia invadido por hordas de turistas. Su carácter se ha formado a partir del «aislamiento» y de llevar una marcada vida rural incluso en tiempos de desarrollo industrial y tecnológico.
Es en este entorno «épico» de lucha contra el paso del tiempo donde reside el máximo encanto de La Clota, pero también en rincones como el carrer d’Alarcón: la vía principal del barrio que discurre sobre la antigua riera de Sant Genís.
A lo largo de los apenas 350 metros de distancia que tiene el carrer d’Alarcón nos encontramos un entorno tan particular como una vaquería, casas plenamente rurales, masías con sus terrenos de huertas, e incluso algún intento de modernismo «humilde». Todo ello plenamente peatonalizado y pacificado desde 2019 y, debido a la particularidad de encontrarse en una hondonada (de donde proviene el nombre de Clota), rodeado de naturaleza y aislado del cercano bullicio de las avenidas que la rodean.
Así, del paisaje de coches y VPOs del carrer Lisboa, en cuestión de segundos pasamos a un entorno propio de un pueblo del Moianés, con edificaciones con tejas y ladrillo visto datadas de mediados del s.XIX como Cal Senyorito, Ca la Bugadera Rica, Cal Segur, Ca l’Escabellat y Cal Fumador.
De todas ellas destaca por su perfil la masía donde se encuentra la Torre-Mirador de la Clota: una torre que se asemeja a un depósito de agua y que se eleva notablemente sobre el resto de edificaciones. Construida en el 1922, su función no era otra que la de permitir ver el mar desde este curioso rincón.
Curiosamente, a pocos metros de esta construcción, encontramos la que también es la plaza más pequeña de la ciudad, escondida entre huertas entre el pasaje Feliu y la calle Bragança.
Por último, encontramos dentro de las (diminutas) fronteras de la Clota una edificación que destaca de su entorno por su gusto neoclasicista, muy en la línea de las edificaciones señoriales que se construían como residencias de verano en Vallcarca o El Coll para los burgueses del Eixample. Se trata de la Torre Jussana: un imponente edificio del año 1925, de gusto afrancesado y construido sobre los terrenos de una masía que data del 1644.
Desde 1992, Torre Jussana es propiedad del Ayuntamiento y actúa como espacio cultural del barrio y sus alrededores.
Qué ver en los alrededores de La Clota
El tamaño del barrio, -que insistimos, es pequeño-, hace que por muy agradable que sea pasear por La Clota, no nos lleve mucho más que treinta minutos. Por ello, si nos desplazamos hasta este rincón barcelonés, puede ser un buen plan alargar el paseo hacia sus alrededores, donde no faltan atractivos.
Pavelló de la República
El primero de ellos bien podría pertenecer al barrio, ya que se encuentra a escasos metros de la torre Jussana y no hace falta ni que cambiemos de acera. Se trata del Pavelló de la República, en el que orgullosamente se exhibió desde París en 1937 el Gernika por primera vez (y aquí se reproduce tal cual).
La «contemporaneidad» de este edificio quiso que el plan de barrios hiciera un requiebro en el mapa e incluyera al Pavelló de la República dentro del barrio de la Vall d’Hebrón pese a encontrarse dentro de La Clota, pero en cualquier caso es un obligado una vez nos encontramos aquí admirar este prodigio de la arquitectura del s.XX.
Diseñado por Josep Lluís Sert, es una de las máximas obras representativas del racionalismo, corriente a la que se adhiere no solo por contexto arquitectónico, sino también histórico, ya que las menguadas cuentas de la República, -inmersa en plena Guerra Civil-, requerían un espacio expositivo llamativo, funcional, pero a bajo coste (máxima de la corriente racionalista, que huía de los excesos del modernismo).
Hoy este edificio alberga la mayor colección bibliotecaria de literatura republicana y antifranquista, dando más significado a esta reproducción, recuperada durante los albores de los JJOO.
«Mistos»
Frente al Pavelló de la República, encontramos la escultura Mistos, de Claes Oldenburg. Se trata de una genuina obra de pop-art muy fiel al ideario de este movimiento, donde lo cotidiano se convierte en monumental. En este caso un grupo de cinco cerillas aún en su paquete, encontrándose una de ellas encendida y el resto dobladas con distintos pliegues y dirección.
Esta obra se convirtió en una de las más populares dentro del proyeto Barcelona Posa’t Guapa, poniendo a este, por aquel entonces, inhóspito espacio de Horta en un lugar de peregrinación. La obra principal, además de transitable, se completa con otros pares de cerillas desperdigadas en los alrededores.
Campus Mundet
Y para volver al aire racionalista del Pavelló de la República solo tenemos que cruzar la ronda de Dalt para llegar a toda una ciudad construida bajo este movimiento: Mundet.
El, ahora campus universitario, tiene su origen en 1927, cuando la Diputación barcelonesa quiso trasladar a estos terrenos las vetustas instalaciones de la Casa de la Caridad del Raval. Para cuando dio comienzo la construcción, estalló la Guerra Civil, por lo que solo se pudo completar un pabellón, el de Levant, que aún se conserva tras tan diversos usos como campo de prisioneros o albergue.
El empuje definitivo al complejo caritativo llegó en 1954, cuando el matrimonio Artur Mundet y Anna Gironella realizó una importante donación para su finalización. Es así como el arquitecto Manuel Baldrich (pavelló Cambó del recinto de la Maternitat, piscinas Sant Jordi, Montbau), pudo completar los diferentes pabellones que conforman el espacio, todos siguiendo la orientación y altura adecuada para favorecer la ventilación.
El conjunto de viviendas de Mundet se completa con una iglesia, decorada con la ayuda de Subirachs, y diferentes servicios y esculturas monumentales, como el mural Dona i Colom que decora el edificio destinado a teatro.
Desde 1996 Mundet dejó de dar servicio a la caridad para convertirse en Campus Universitario de la UB.
Parque del Laberinto de Horta
Es la joya de la corona de la zona: el lugar por el que no es raro ver turistas en un entorno tan agresivo como la Ronda de Dalt.
Estamos ante el jardín más antiguo de la ciudad conservado, creado en 1791 de manos de la familia de marqueses de Desvalls, que lo conservaron hasta que pasó a ser de dominio público en 1971. Por esta residencia, hoy parque, han pasado reyes, nobles, y otras tantas personalidades de la alta sociedad que no han querido perder el privilegio de disfrutar de todo un conjunto palaciego del que destaca el gran laberinto, perfectamente diseñado y decorado por diferentes esculturas de estilo clásico.
Velódromo de Horta
Símbolo de la democratización de los JJOO, cuando se decidió que no solo afectaría su ordenación al entorno de Montjuïc, el Velódromo de Horta es una joya de la arquitectura deportiva contemporánea.
Pese a que su mayor puesta de largo fue en el 92, su construcción se debió al mundial de ciclismo en pista de 1984. Hoy se sigue usando como velódromo, adhiriéndose un campo de futbol sala y una pista polideportiva en su interior para asegurar su continuo uso como equipamiento municipal.
Poema Visual Transitable
Junto a las escaleras de acceso al velódromo de Horta encontramos uno de los afamados poemas visuales que harían famoso a Joan Brossa.
Se trata de tres piezas con forma de letra A, que están dispuestas para crear un pequeño itinerario entre ellas. Este empieza con una letra A mayúscula de grandes dimensiones para acaba con la misma letra medio destruida en el suelo. Entremedio nos vamos encontrando con varios signos de puntuación sobre la hierba. La interpretación es una alegoría del paso del tiempo, siendo la A el comienzo de todo.