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Rincones insólitos de Barcelona

Escultura L’Empordà: ¿por qué dan tanto miedo nuestras tetas?

La obra que homenajea al poeta Joan Maragall fue víctima de un destierro causado por su supuesta inmoralidad: ¿la razón? enseñar los pechos y apología al lesbianismo.

No es que Rigoberta Bandini haya visto su injusto desplante eurovisivo recompensado con una escultura. Hablamos de una pieza artística víctima de la mojigatería propia de conservadores y regímenes sin cultura, que cayeron en las mismas prácticas censoras que se denuncian en ¡Ay Mamá!. En concreto, de la Escultura L’Empordà, en los Jardinets de Gràcia: un homenaje a Joan Maragall empañado por un alcalde marioneta y un franquismo falto de cualidades artísticas.

Escultura L’Empordà: un sentido homenaje a un poeta con sensibilidad

L’Emporda, cuyo título sigue con una «oda a la nova Barcelona», se instaló en los Jardinets de Gràcia en 1961, conmemorando el centenario del nacimiento del poeta Joan Maragall. La obra realizada por su hijo, -el escultor Ernest Maragall-, quiere reflejar la gracilidad y la expresividad de sus versos.

En cuando a la referencias a L’Empordà y el uso de la palabra «oda», son propias de la propia obra de Maragall padre, que acostumbraba a hacer elegías y trabajar la retórica hacia lugares cercanos, como la propia ciudad de Barcelona o comarcas catalanas.

Por último, en el estilo de la propia escultura, Ernest Maragall se rige por el movimiento al que su padre suscribía sus poemas: la renaixença y el noucentismo. Así, pese a datarse en la década de los 60, la escultura L’Empordà se asemeja a las que podemos ver en Plaza Catalunya, inscritas en el noucentismo muy de moda en las dos primeras décadas del siglo.

Pese a que Maragall hijo nos habla de una «nova Barcelona», al momento de instalarse su obra, ésta no llega ni se le espera, tal como desvelamos tras la siguiente acotación sobre el poeta.

Joan Maragall: el poeta del verso suelto
Joan Maragall es referenciado, -y con razón-, como uno de los mejores poetas en lengua catalana. Coetáneo de grandes figuras como Cinto Verdaguer o Joaquín Costa e influenciado por el floralisme, disfrutó de un ambiente cultural propenso a difundir sus obras, que tuvieron aún mayor altavoz con la llegada de la corriente de la renaixença.
Apasionado de la cultura catalana, no se ponía de lado a la hora de hablar de España en términos críticos hacia la nostalgia imperialista, pero amable en cuanto a idiosincrasia y consideración como tierra propia.
Pese a sus múltiples contactos en círculos como la Liga Regionalista, nunca acabó por adherirse a algún partido político, aunque abogando públicamente por el concepto de Iberia (unión federalista de España y Portugal).
En la actualidad es todo un referente de la poesía que mejor recoge el sentir del poble català de principios del s.XX, recibiendo numerosos homenajes como la escultura a la que nos referimos, los jardines de Montjuïc a su nombre o el paseo que sirve de frontera entre el Guinardò y Nou Barris, que también recorre una plaza en su nombre.
A continuación, reproducimos el comienzo de su obra «Oda a Espanya», que resume a la perfección todo lo descrito sobre su legado, de más de 450 textos:

Escolta, Espanya, — la veu d’un fill
que et parla en llengua — no castellana:
parlo en la llengua — que m’ha donat
la terra aspra;
en ‘questa llengua — pocs t’han parlat;
en l’altra, massa.

Una oda al poeta versus una oda al lesbianismo

El motivo por el que una inocente escena de dos mujeres de aires noucentistas, levantara susceptibilidades entre lo más rancio de la sociedad española, no es otro que el hecho de que una estuviera desnuda y otra cubierta con un fino velo. Los gestos confidentes entre ambas fueron interpretados como una oda al lesbianismo antes que un homenaje al genio poeta.

Así, lo que fue una celebración ante el centenario de uno de los grandes poetas de Catalunya, se convirtió en un nido de protestas de la sociedad más conservadora y reaccionaria del franquismo barcelonés, que veían indecoroso que dos mujeres flirtearan de aquella manera en unos jardines creados para la alta burguesía.

Siendo el alcalde más nefasto que se conoce de las últimas décadas, quien regía la ciudad, la solución que vio Porcioles como mas adecuada a la situación no fue otra que «desterrar» la escultura del centro de la ciudad.

Es así como la escultura L’Empordà emprendió un exilio 4 años más tarde, en 1965, a una zona de la ciudad ya acostumbrada a acoger piezas censuradas: la zona alta de la Diagonal, donde ya residían otros desnudos como los de plaza Catalunya.

Maragall y la censura
La Escultura L’Empordà no es el único vínculo a Joan Maragall que padeció la censura. El poeta ya sufrió lo que supone que le retiren una obra con uno de sus mejores artículos: La ciutat del perdó.

Pese a que, como hemos visto en su biografía, se podría calificar como «equidistante» políticamente (de ahí tantos homenajes… la historia premia a quienes no resultan incómodos), puede que la razón de que apenas sacara los pies del tiesto en cuanto a sus compromisos políticos le viniera del único ejemplo manifiesto en el que se mojó públicamente por una causa.

Esta causa fue el, a todas luces, injusto aprisionamiento y posterior condena a muerte del pedagogo Francesc Ferrer i Guàrdia, al que la sociedad burguesa más reaccionaria culpó de los sucesos de la Semana Trágica. Como protesta, Maragall quiso publicar un artículo en el que instaba a los burgueses catalanes a movilizarse y pedir al rey el indulto.

La censura vino de su propio periódico, «La Veu de Catalunya», que para más señas y mayor gravedad del acto censor, estaba dirigido por entonces por Enric Prat de la Riba, que pactó con el gobierno de Antonio Maura el tipo de publicaciones que se debían hacer y cuáles no sobre los sucesos de la Semana Trágica.

La escultura L'Empordà fue duramente criticada por supuesta apología al lesbianismo

Palau Reial / Parc Cervantes: la «isla Santa Elena» de la escultura barcelonina

Como sucedió con la isla atlántica, -usada como lugar de exilio para Napoleón-, durante el s. XX y hasta que llegó la Transición, la explanada frente al Palau de Pedralbes y el Parc Cervantes se convirtieron en el sitio predilecto para acoger las «esculturas de la discordia», que eran retiradas de lugares céntricos por indecorosas, y trasladadas a kilómetros, lejos de miradas mojigatas.

A la escultura l’Empordà le tocó vivir dos décadas entre los rosales del parque cervantino, siendo vecina de otras que corrieron la misma suerte y por similares pecados: el de enseñar las tetas. Fue el caso de obras de Clarà como «Joventud»; la «Escultura Marina» de Eusebi Arnau; o la triada de «Figuras Femeninas» de Josep Llimona, Enric Casanova y Àngel Tarrach que dan la bienvenida a los Jardines de Pedralbes.

El modus operandi era tan repetitivo que cuesta creer que no estuviera ni orquestado o procedimentado en los archivos del Ayutamiento. Primero se solicitaba la creación de un conjunto escultórico para decorar un rincón de la ciudad a un reputado escultor; el escultor pese a conocer las demandas de la sociedad clasista y escandalosa, realizaba un desnudo; el Ayuntamiento lo colocaba en un lugar visible y ¡oh!, ¡sorpresa! protestas por cuerpos poco decorosos o poses homoeróticas. De ahí al destierro: estipulado para el Palau de Pedralbes, que mientras tanto se enriquecía de piezas culturales más que el propio MNAC.

En el caso de la dedicada a Maragall, la suma de desnudo + lesbianismo le costó un destierro más lejano: la frontera con Esplugues, que por aquellos tiempos estaba sin urbanizar y, por tanto, a salvo de miradas clasistas, intolerantes y sin la sensibilidad necesaria para el arte. Al menos le queda el honor de haber inaugurado este parque, hoy reconocido por la celebración desde 2001 del Concurso Internacional de Rosas Nuevas.

Los jardinets de Gràcia han estado sometidos a múltiples reformas. La última es de 2022.

«El retorno de los Maragalls»

Tuvieron que pasar 20 años para que en los Jardinets de Gràcia se volvieran a ver tetas (aunque fueran de mármol de carrara). Con un Ayuntamiento ya plenamente democrático, a salvo de las especuladoras y necias manos de Porcioles, en 1985 se restituyó el homenaje a (Joan) Maragall, realizado por (Ernest) Maragall a su lugar original.

¿Y adivinan quién fue el que obró el milagro? Un tercer Maragall, en este caso Pasqual. El alcalde olímpico, además de ser el segundo regidor democrático de la ciudad (tras Narcís Serra), es el nieto del poeta homenajeado. Razón de más para que, en el marco de restituciones de hechos desaprobados de la dictadura, devolviera el homenaje a su abuelo a su origen.

La calma de ocupar el sector sur del último tramo de césped de los Jardinets casi les dura 30 años a nuestras queridas «exhibicionistas», ya que en 2014, vuelven a recoger las maletas para ocupar otro lugar, aunque en la misma zona, en este caso para situarse en el sector norte, abriendo los jardinets desde Gran de Gràcia.

La escultura L’Emporda: oda a la nova Barcelona, toda una lección de cómo el arte y las tetas tarde o temprano resultan imposibles de silenciar.

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