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Ruta de Picasso en Barcelona

En Barcelona se encuentra el único museo que concibió él mismo, así como la casa y los talleres donde se reconoció como artista. La relación de Picasso con Barcelona es tan intensa que merece su propia ruta para explicarla y vivirla con detalle.

Es sin lugar a duda uno de nuestros pintores más reconocibles a nivel mundial y figura clave de la cultura del s.XX. Pese a nacer en Málaga, el vínculo que tiene con la Ciudad Condal es tal que, por deseo expreso del artista, gran parte de su obra descansa en Barcelona, una urbe que también tiene mucho que agradecer al genio andaluz.

Como muestra de la simbiosis que Barcelona y Picasso vivieron durante décadas, os presentamos una completa ruta en la que se refleja numerosos rincones clave para la obra del pintor, así como homenajes y alegorías que acaban, como no podría ser de otra forma, en el palacio que acoge hoy día la sede del Museo Picasso.

Ruta de Picasso en Barcelona: en busca de prosperidad e inspiración

El amor que Picasso demostró en vida por Barcelona tiene su inicio a su llegada a los 13 años a una ciudad por aquel entonces efervescente en términos culturales. De una infancia de tintes marineros a caballo entre Málaga y A Coruña, Pablo Picasso entró en contacto directo con una fuente abundante de inspiración como resultaba la Barcelona de finales del s.XIX.

Así, el 21 de septiembre de 1895 llegaba un adolescente Picasso a la Barcelona del modernismo, de los cafés culturales y la Renaixença. Gracias al empuje que le permitía tener un padre catedrático de Bellas Artes en la Lonja de Mar, y su avispada pasión por frecuentar círculos artísticos desde una temprana edad, no tardo en despertar el genio que ya no ocultaba en una ciudad abierta a su arte, que fue clave en su inspiración y en la que dejó notable huella como a continuación vamos a descubrir. ¡Bienvenidos a la Barcelona de Picasso!

[Pulsando sobre cada marcador azul (el marcador, no la letra) obtendrás un resumen sobre cada parada y enlaces a artículos explicativos]

Inicio: Barceloneta (L4)

Final: Museu Picasso (L4)

Duración: Una hora (4 km.)

10 paradas (5 más fuera de ruta)

Los Porxos d’en Xifré

La primera parada de la ruta la encontramos en un emblemático edificio del que ya hemos tenido ocasión de hablar de él no solo por méritos propios, sino por protagonizar otra de las rutas propuestas en BeCiNadas: la de la Barcelona masónica. El influjo y la magia de esta notable construcción decimonónica que el indiano Josep Xifré legó a la ciudad fueron suficientes reclamos para que el padre de Picasso eligiera la pensión que ocupaba los bajos del número 4, como primera vivienda familiar en Barcelona, aunque bien es cierto que la cercanía con la Llotja de Mar, donde José Ruíz y Blasco era catedrático de Bellas Artes, probablemente tuviera más peso en la decisión.

Allí pasaron un par de meses hasta que a finales del otoño de 1895 se trasladaran a una vivienda más cómoda en la calle Cristina, número 3, 2º 2ª, cuya dirección nos puede sonar muy diferente a la de la pensión, pero realmente se trataba de la parte trasera del mismo edificio. Fueron las vistas desde la azotea de los Porxos d’en Xifré los primeros escenarios de Barcelona que Picasso reflejaría en sus primeras pinturas, que aún se conservan en el museo que le honra en la ciudad, y los bajos los primeros efluvios culturales que Picasso recibiría gracias a sus frecuentes visitas al 7 Portes.

La Llotja de Mar

No nos tenemos que ir muy lejos para visitar la segunda de las paradas de esta ruta homenaje a Picasso: cruzando el Paseo de Isabel II nos encontramos de pleno con el edificio de la Llotja de Mar: un bellísimo edificio de estilo gótico – neoclásico donde primigeniamente los mercaderes comerciaban y que acabó por acoger el consulado del mar e instituciones relacionadas con el aprendizaje y enseñanza de oficios.

Este era el caso de la función del edificio al momento de llegar Picasso a Barcelona, donde en la última planta se situaba la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona (conocida como Escuela de la Lonja) y la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge, donde su padre ejercía de profesor y él mismo de alumno.

La Lonja de Mar ha tenido numerosos usos desde su construcción en el s.XIV, entre ellos el de Escuela de Bellas Artes donde Picasso comenzó a despuntar como pintor.

Plaza de la Mercé

La tercera parada la encontramos cruzando Vía Laietana y adentrándonos en el barrio de la Mercé. Fue en la homónima plaza donde, en cuanto la situación económica familiar despegó, (hecho que sucedería no a mucho tardar, en el verano de 1896), los Picasso alquilaron un piso en la por entonces calle de la Mercè, 3, 2º 1ª, vivienda que se convertiría en un lugar estable para la familia, que permaneció allí incluso tras marchar Pablo a París. De hecho sería en esta vivienda donde intermitentemente el pintor se alojaría durante sus numerosas visitas a la Ciudad Condal, como aquella que sucedió en 1917 aprovechando que la que sería posteriormente su mujer, la bailarina Olga Jojlova , actuaba en la ciudad con el ballet ruso del que Picasso era escenógrafo.

Así, de forma nada casual, la hizo alojar en el hotel Ranzini, en el Paseo de Colón, 22, para tenerla cerca en un momento en el que aún no estaban casados (lo harían un año después, el 12 de julio en París) y en el que el malagueño ya se mostraba como un indomable mujeriego (había perdido a su segunda relación de larga duración y su musa cubista, Eva Gouel, solo un año antes y ya se le conocía numerosas aventuras con otras mujeres).

Desde la habitación del hotel Ranzini donde se alojaba Olga, Picasso pintó la obra «El paseo de Colón», que hoy podemos ver en el museo del carrer Montcada.

Actualmente el edificio que acogió la más estable de las viviendas familiares de los Picasso en Barcelona no existe, al realizarse en 1983 la tan requerida plaza frente a la basílica de La Mercé, que por aquel entonces se encontraba inmerecidamente encajonada entre las sombrías callejuelas del gótico.

Carrer Avinyó

Retrocedemos dos calles desde el carrer Ample que nos queda al otro lado de la plaza (lado montaña) para encarar el carrer Avinyó: un lugar muy simbólico dentro de la obra de Picasso y, como tal, espacio vital dentro de la historia del arte contemporáneo. Este título se debe a que, contrario a lo que la creencia popular nos cuenta, es esta calle y no la ciudad francesa (donde también residió Picasso con Eva Gouel, de ahí la confusión generalizada) la que inspiró y da nombre a la emblemática obra que daría pie al cubismo y a la carrera internacional de Picasso: Las Señoritas de Avignon.

Considerada nada más y nada menos que la obra precursora del arte moderno, las Señoritas de Avignon son meretrices que frecuentaban uno de los tantos burdeles que por aquella época (se pintó en 1907) abundaban en este barrio marinero y, aunque hoy en día recibe los elogios de la gran mayoría de entendidos en arte, por aquel entonces se consideró una burla a los cánones pictóricos, al deformar la realidad de forma tan descarada. Tal fue así que tardó en exponerse 10 años y fue malvendida a principios de los 20. Hoy en día recibe su merecido culto desde el MoMA de Nueva York, donde se encuentra desde 1939.

El carrer Avinyó (y sus numerosos prostíbulos) supuso una fuente de inspiración para el joven Picasso, hasta tal punto de situar allí a las famosas señoritas que titulan el popular cuadro que abrió paso al Cubismo

Sala Parés

Recorremos hasta el final dirección montaña el carrer d’Avinyo, donde se convertirá en el carrer Banys Nous. En la intersección que nos lleva a la Basílica del Pi, un olor a chocolate espeso nos guiará hacia nuestra siguiente parada: el carrer Petritxol. En el número 5 de esta dulce calle barcelonesa se encuentra aún la que es decana de las galerías de arte de la ciudad, la Sala Parés.

Allí, un casi recién llegado Picasso exhibió una serie de dibujos al pastel, en exposición conjunta con Ramon Casas, en 1901. Desde entonces se convertirá en un habitual de este rincón, tanto para visitar la galería (especializada en tendencias modernas y punto de encuentro de artistas como Dalí) como para disfrutar de los dulces de las numerosas granjas que le dan fama. Junto a la sala podemos ver una pintura mural de Picasso que atestigua la frecuente presencia del artistas en este rincón.

Tal es el vínculo de la Sala Parés (y el carrer Petritxol en general) con Picasso que permanentemente nos encontramos a un Pablo caricaturizado a la entrada de la centenaria galería de arte.

Frisos del COAC

Saliendo de Petritxol nos encontramos con la amplia y céntrica carrer de la Portaferrisa, que tomándola dirección Besós nos lleva a la Plaza Nova y con ella, a nuestra siguiente parada. Allí, en un edificio anodino que ocupa el número 5 frente a la fachada trasera de la casa de l’ Ardiaca, nos encontramos con la sede del COAC (Col·legi de Arquitectes de Catalunya) cuyo friso luce dibujos de Picasso, constituyendo una de sus obras de arte urbano más importantes (y dando lustre a la edificación).

Estos frisos fueron realizados mediante la técnica del esgrafiado por el notable artista noruego Carl Nesjar, en 1960, siguiendo unos bocetos originales de Picasso dedicados a la cultura catalana. Estos dibujos representan las siguientes escenas:

  • Lado Capellans: el denominado como «La Senyera», que evoca los coros de Josep Anselm Clavé, los grupos de la ermita de Sant Medir y los faunos de la Arrabassada y Les Planes.
  • Fachada principal: centrado en las fiestas populares como el Domingo de Ramos, los bailes de Gigantes y Cabezudos, y otros bailes folklóricos.
  • Lado dels Arcs: el Friso de los niños, alegoría a la alegría de vivir representado por una gran Sardana.

Dentro del edificio, además de una muy recomendable tienda de productos de diseño, encontramos otros dos murales fruto de los bocetos del artista malagueño: el que representa Barcelona y el dedicado a la sardana.

Todo este despliegue de apreciados Picassos a pie de calle se deben a la treta que Xavier Busquets, -arquitecto encargado del diseño del edificio-, le tendió al pintor, del que se aseguró su participación al comentarle inicialmente dentro de una conversación coloquial que el encargo sería para Miró. El malagueño, herido en su orgullo, no dudó en ofrecerse a sí mismo para decorar los frisos, dejando a Miró totalmente fuera del proyecto.

Esta no fue la única treta que Busquets tuvo que diseñar para que hoy día disfrutemos de esta notable obra de arte público, ya que en aquella época, en pleno franquismo, estaba muy mal visto que un «rojo» como Picasso (exiliado en Francia por entonces) tuviera tal reconocimiento. Busquets, que fue condecorado por participar en la División Azul, tiró de contactos e imagen cercana al régimen para que finalmente el friso se completara con la rúbrica de Picasso, quien nunca llegó a verlo culminado.

Imagen del friso frontal del COAC, donde Picasso quiso representar las fiestas populares de Barcelona.

Els Quatre Gats

Nos dirigimos a Portal de l’ Angel para, una vez cruzada la plaza de Carles Pi i Sunyer, tomar la primera calle a la derecha. Nos encontramos en el carrer de Montsió, en cuya esquina con el Passatge del Patriarca se encuentra uno de los cafés más emblemáticos de la ciudad y, por influencia artística, incluso del mundo, como nos demuestra la gran cantidad de turistas que se agolpan a las puertas siguiendo la ruta modernista.

Se trata de Els Quatre Gats, un café tertulia inaugurado en 1896 a imagen y semejanza de los establecimientos parisinos tan de moda en la época (concretamente Le Chat Noir, inmortalizado por el cartel publicitario de Toulouse Lautrec). Y tal como sucedía en París, no tardó en ser frecuentado por la élite cultural. Entre sus paredes fueron habituales los pintores Santiago Rusiñol, Isidro Nonell, Ramon Casas, Pompeyo Gener, Joaquín Mir Trinxet y Miquel Utrillo, el arquitecto Antoni Gaudí, los escultores Julio González y Pablo Gargallo, el historietista Ricard Opisso, el músico Isaac Albéniz y, por supuesto, un joven Picasso que estrenó su primera muestra individual aquí mismo en febrero de 1900.

Els Quatre Gats se encuentra en los bajos de la Casa Martí, un edificio gótico – modernista concebido por el arquitecto Josep Puig i Cadafalch

El establecimiento original cerró en 1904 asfixiado por las deudas, pero reabrió en 1970 y aún se puede respirar su aire bohemio gracias a las reproducciones de las pinturas modernistas que lo decoraron (como el famoso tandem de Rusiñol y Casas) y ser escenario de la película de Woody Allen «Vicky Cristina Barcelona».

Carrer del Comerç 28

Siguiendo recto desde Els Quatre Gats dirección Besós, cruzamos de nuevo Via Laietana para adentrarnos en el barrio del Born a través del carrer Sant Pere Mes Baix, muy relevante en este último tramo de la ruta dentro de la trayectoria artística de Picasso, ya que es en este distrito donde decidió situar su museo y donde, tal como veremos a continuación, desarrolló parte de su obra.

Una vez convertida la calle en la del Rec Comptal, salimos al Passeig de Lluís Companys para adentrarnos de nuevo en el Born a través del carrer del Comerç. En el número 28 se situaba el último de los estudios que tuvo Picasso en Barcelona, propiedad de su amigo Pablo Gargallo. Allí, en la última planta de este edificio, instaló su taller Picasso en 1904, justo antes de partir hacia París de forma definitiva el verano de ese mismo año.

Tal como hemos comentado, no sería este el único estudio que tuvo Picasso en Barcelona. Le antecedieron el del carrer de la Plata, que se lo alquiló su propio padre nada más llegar a Barcelona en 1896; el del carrer Escudellers Blancs, cercano a Avinyó y desde donde se inició en la cultura de las casas de citas en 1899; el de la Riera de Sant Joan, 17, compartido con su malogrado amigo Carles Casagemas y desde donde inició su etapa azul y, por último antes de llegar al de Comerç, el del carrer Nou de la Rambla, 10, que compartió con el escultor Àngel Fernández de Soto y el pintor Josep Rocarol en 1902.

El primer estudio de Picasso en Barcelona, en el carrer de la Plata, es hoy el hotel The Serras, que le rinde homenaje con un mural en su azotea. Allí pintó su primera obra de largo alcance: «Ciencia y Caridad».

Monumento a Picasso

Seguimos desde el estudio del carrer Comerç dirección mar para toparnos con el transversal y amplio carrer de la Princesa, que va a desembocar junto al parc de la Ciutadella en el Paseo que da nombre a nuestro homenajeado artista. En este mismo paseo, a la altura de los pórticos que se encuentran tras el Born Centre Cultural, nos topamos con un curioso homenaje que el artista Antoni Tàpies realiza en 1984 en honor a Picasso.

Se trata de una lámina de agua sobre la que se asienta un cubo del que brota agua constantemente desde sus paredes. En el interior del cubo acristalado, encontramos tres piezas de mobiliario típicamente modernista: un armario, un sofá y un espejo, que evocan la etapa en la que Picasso vivió plenamente en Barcelona. La obra se completa con una viga de hierro que atraviesa la estancia, representativa del choque cultural que la industria barcelonina suponía en el desarrollo de los movimientos artísticos, y unas telas blancas en las que se pueden leer impresas frases del pintor homenajeado.

Pese a que tanta alegoría puede dispersar el carácter simbólico del homenaje de una ciudad a un artista que la tuvo siempre presente, el hecho de que este monumento lo realizara uno de los máximos exponentes de las vanguardias catalanas de fin de siglo suma mayor significado al conjunto.

Museo Picasso

Terminamos esta particular ruta por la Barcelona de Picasso en el edificio que acoge gran parte de su obra, en la calle Montcada 15-23. Para ello solo tenemos que adentrarnos por última vez en el Born a través del Centre Cultural, tomar el paseo que nos lleva a ábside de Santa María del Mar y desde allí tomar a mano derecha (lado montaña) el señorial carrer Montcada, que casi a tocar con el de la Princesa aloja el Museo Picasso.

Hoy en día ocupa diversos edificios anteriormente construidos como palacios de la eminente burguesía de la Barcelona preindustrial, pero su andadura como colección museística se inició en 1963, cuando abrió sus puertas en el palacio Berenguer d’Aguilar para albergar la colección personal de Jaume Sabartés, -poeta amigo de Picasso y poseedor de numerosas de sus obras-, y las diferentes dispersas en los museos de la ciudad.

Existen 3 museos más dedicados a Picasso en el mundo: el de su casa natal en Málaga, el de París y el de la localidad madrileña de Buitrago de Lozoya. El de Barcelona es el único creado en vida del artista y por deseo expreso de éste.

En 1968 nuevas donaciones del propio Picasso, entre ellas la colección completa de sus Meninas, y de su fondo familiar (con más de 900 obras) provoca la anexión del palacio del Baró de Castellet. Las donaciones se siguieron sucediendo incluso tras la muerte en 1973 del genial artista, siendo sus herederos los encargados de ampliarla hasta tal punto que en 1985 se tuvo que anexionar un nuevo palacio, el de Meca.

Finalmente, el Museo llega hasta nuestros días con una cuarta y quinta edificación palaciega en su haber: la Casa Mauri y el palacio Finestres, donde se realizan las exposiciones temporales. En su interior podemos encontrar como obras relevantes numerosos cuadros de su etapa temprana en Barcelona, varias piezas de su etapa azul, la colección completa de sus Meninas y el mayor número de cerámicas realizadas por el pintor, gracias a la donación que su viuda, Jacqueline Picasso, realizó a mediados de los ochenta.

La Barcelona de Picasso fuera de ruta

El influjo del artista en la ciudad es tal que traspasa las zonas turísticas, incluso más allá de donde el creador del cubismo habitó. Así, nos encontramos con otras paradas dentro de esta ruta que por lejanía de los puntos marcado, no han tenido cabida en el recorrido principal, pero que suponen la excusa perfecta para seguir la obra de Picasso en Barcelona más allá de la Barcelona intramuros.

MNAC

Comenzamos esta ruta «off the road» con un punto de la ciudad nada desconocido, pero no por ello menos reivindicable. Se trata del Palau Nacional, sede del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), que nos saluda imponente desde la zona media de la colina de Montjuïc, justo donde se encuentra su entrada más imponente, la de las fuentes.

Este museo es un imprescindible de los amantes del arte de todas las épocas, albergando desde auténticos murales y frescos de las iglesias románicas del Pirineo, hasta joyas del arte contemporáneo donde el maestro cubista no podía faltar. Aisladas del museo del carrer Montcada, las obras de Picasso aquí expuestas tienen una particularidad que las del Born no pueden disfrutar, que no es otra que poderlas contextualizar con pinturas de sus coetáneos, haciendo más relevante la importancia del surgimiento del cubismo entre las vanguardias del s. XX.

El MNAC es clave en la ruta también por ser el lugar que visitó de Barcelona en su última visita. Fue en 1934 y desde entonces, obligado por la dictadura, no volvió a la ciudad que tanto quiso nunca más, ni tan siquiera al museo que para ella concibió.

Además de las obras de Picasso, en el MNAC podemos disfrutar del retrato que le realizó su amigo Ramón Casas.

La ruta de Picasso en Barcelona pasa por Montjuic gracias a acoger dos museos parte de su obra: el MNAC y la colección Fran Daurel
El MNAC acoge una amplia colección de arte de todas las épocas, entre las que no podía faltar la contemporánea con Picasso como uno de sus representantes.

Fundación Fran Daurel

Por si el Poble Espanyol no es suficiente reclamo para visitar este rincón de Montjuïc (se puede hacer combo con el Palau Nacional), la Fundación Fran Daurel que tiene su sede allí mismo debe convencer a todo amante del arte en general y del contemporáneo en particular.

Se trata de una colección privada entre la que encontramos a referentes del arte del último siglo como el propio Picasso, Miró, Gómez de la Serna, Dalí, Tàpies, Clavé, Chillida, Manolo Valdés, Miquel Barceló o Jaume Plensa entre otros artistas. En el caso del malagueño, además de algunos cuadros y bocetos, encontraremos parte de su colección de cerámica formada por más de veinte obras originales.

DHUB

El Museu del Disseny de Barcelona (DHUB) nos introduce en el aire de contemporaneidad que respiraba Picasso antes incluso de entrar en su vanguardista edificio. Situado en plena Plaza Glòries, este museo recoge las colecciones de importantes instituciones vinculadas con el diseño en Barcelona, concretamente las del Museo de las Artes Decorativas, el Museo de Cerámica, el Museo Textil y de Indumentaria y el Gabinete de las Artes Gráficas.

Esta heterogeneidad nos permite apreciar desde mobiliario de la época romana hasta aposentos reales de Alfonso XII y Victoria Eugenia. Entre tal diversidad, Picasso encuentra su sitio nuevamente gracias a su etapa como ceramista.

Multicines El Bosque

¿Cómo llega un joven Picasso aún por despegar como pintor, a representar la máscara de la comedia junto a tres amigos en el frontón de un cine? Esta historia y la de unas salas, El Bosque Multicines, con mucho que aportar a la idiosincrasia graciença te la contamos en un artículo de esta página, pero sí te podemos adelantar que esta ocurrencia se debe a su amigo Pablo Gargallo, con el que frecuentaba esas famosas tertulias en Els Quatre Gats y el que le cedió el estudio del carrer Comerç.

La ruta de Picasso en Barcelona tiene una parada en el friso de los cines El Bosque, con una máscara con la cara del pintor obra se su amigo Gargallo
Picasso luce como máscara representante de la comedia en el friso que da entrada a los Cines El Bosque desde 1907. Lo vemos acompañado de Isidre Nonell, Pablo Gargallo (el artífice de las máscaras) y el doctor Jacinto Reventós

Pavelló de la República

Terminamos esta ruta acercándonos al siempre sorprendente barrio de Horta. A mitad de camino de su famoso laberinto y en las inmediaciones de las instalaciones deportivas que le legó las Olimpiadas del 92, nos encontramos con una joya histórica que alejada de las paradas del bus turistic, se mantiene secreta para delicia de quienes rompen la guía y buscan la Barcelona auténtica.

Se trata de una reproducción del Pabellón con el que una España aún republicana, acudía a la Exposición Internacional de París de 1937. Un edificio de formas racionalistas que sorprendió por su modernidad y funcionalidad. Creada en origen por Josep Lluís Sert y Luís Lacasa, que tuvieron que agudizar sus ingenios con una estructura rompedora, pero sin los medios económicos necesarios para ello, se reprodujo en 1992 para acoger una de las bibliotecas más importantes del mundo sobre la II República, la Guerra Civil, el exilio, el Franquismo y la Transición.

En la planta baja de esta reproducción y al aire libre, tal como fue concebida, nos encontramos con el mejor de los broches para cerrar este amplio paseo por la Barcelona de Picasso: se trata de una, también reproducción lógicamente, de El Gernika, exactamente en el mismo espacio donde se exhibió por primera vez, en una París a la que España acudía a la desesperada para mostrar al mundo los horrores que el propio cuadro desvelaba con tanta pasión.

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