¿Habéis reparado en las cuatro caras que decoran el frontón del cine Bosque en la Rambla de Prat? Este es de los artículos que gustan escribir porque desvelan el arte que nos rodea dentro de la cotidianeidad de esta ciudad. Lejos de ser un elemento decorativo más, estamos ante una de las primeras obras de uno de los escultores más afamados del país, Pablo Gargallo. 4 máscaras en las que tal como manda la tradición teatral, dos de ellas representan el drama y las otras dos la comedia.
Pero estos cuatro medallones, representantes de las artes escénicas, no solo recogen la simbología propia de las bambalinas: las cuatro máscaras son en realidad cuatro rostros, siendo uno de ellos el del propio autor, Pablo Gargallo, y los tres restantes retratos de sus amigos, el médico Jacint Raventós, y los pintores Isidre Nonell y Pablo Picasso. ¿Cómo han llegado allí estas cuatro caras ilustres sobre los posters de estreno?
La Rambla de Prat: un señor que le dio nombre y al de una estación de metro
Para saber cómo han llegado los rostros de tan ilustres artistas novecentistas a lucir encima de los posters de los últimos estrenos de Marvel, tenemos que remontarnos a los terrenos sobre el que se construyó el teatro que justifica sus existencias. Y es que sobre lo que hoy son los cinemes Bosque, se encontraba la finca La Fontana (de ahí el nombre de la concurrida estación a pocos metros), propiedad de Joaquim de Prat i de Roca, VII barón de Marmellar (de ahí el nombre de la calle, siguiendo la agradecida tradición barcelonina de: terrenos que cedes, terrenos que llevarán tu nombre).
Este burgués era muy aficionado al teatro y, como buen gracienç, a los festejos que en torno a él se celebraban. Por esta razón, desde mediados del s.XIX celebraba teatrillos, exhibiciones de linterna mágica y corrales de comedias en su finca, en una zona que destacaba por ser muy boscosa. Una vez liberados los terrenos y prácticamente integrados en la Gran Barcelona, el empresario Josep Valls quiso recuperar el esplendor de tales verbenas ya en 1905, construyendo un espacio más digno para sus representaciones: el Gran Teatre del Bosc.
Viendo su éxito inicial, dos años más tarde de su construcción decidió darle más poderío al lugar y encomendarle a un por entonces desconocido Pablo Gargallo, la decoración del frontón de entrada. ¿Y cómo llega un escultor de renombre a decorar un teatro antes de saltar a la fama con sus obras? En esta parte de la historia entra en juego otro teatro barcelonés, de hecho, el de mayor renombre…
El Gran Teatre del Liceu: el «LinkedIn» de la Barcelona burguesa
A principios del s.XX no había burgués en Barcelona que no asistiera de forma habitual al Liceu. No hacía falta ni que te gustara la ópera o el teatro: el simple hecho de cruzar su vestíbulo ya daba signos del estatus social al que pertenecías y, como tal, tenías acceso a multitud de negocios y chanchullos de la Barcelona empresarial. Como tal, a Josep Valls no le importaba el hecho de que el Liceu fuera su propia competencia: allí que se plantaba cada vez que se pudiera con sombrero y bastón tal como marcaban los estándares.
Muy aburridas les debía de parecer las charlas de los burgueses a nuestro personaje para que, con quien realmente acabara entablando amistad fuera con el jefe de la dotación de bomberos que permanentemente hacía guardia en el Liceu (ya sabemos la querencia de este teatro por quemarse de vez en cuando). Un señor que no casualmente se llamaba Mariano Gargallo y que, mira tú por donde, le acabó hablando de un hijo suyo que empezaba en esto de la escultura…
Enchufado o no, tan bien lo hizo Gargallo hijo que Valls volvió a contar con él para decorarle su teatro en 1916 aprovechando una nueva reforma de la que saldría el Teatro Circo Ecuestre El Bosc. En esta ocasión se dejó de experimentos con los colegas y representó en esculturas a la danza, la música, la comedia y la tragedia, que a pesar de su belleza poco duraron al momento de vender Valls su teatro. Estábamos ya en plena dictadura de Primo de Ribera y a la señora del nuevo dueño, aquello le parecía inmoral, por lo que acabaron destruyéndose.
Bosque Multicines: más de 100 arrinconados años de historia en Rambla de Prat
La historia de los multicines Bosque está muy ligada al de barrio de Gràcia, como uno de sus instalaciones de ocio más populares. Aunque hoy en día quede en una humilde posición frente a los multicines que proliferaron en los años 80 y 90 con el boom de los Centros Comerciales, poco de éstos pueden presumir de emblemáticos momentos y grandes hitos como sí lo puede hacer los cines Bosque.
Fue en su escenario cuando, 3 años después de haberlo hecho en la Scala de Milán, se estrenó en 1907 por primera vez en España la ópera Madame Butterfly, antes incluso de que se asomara por el Liceu gracias a que Valls obtuvo los derechos de representación en exclusiva. También fue desde su platea donde un encendido Francesc Cambó pronunció su recordado discurso «¿Monarquía? ¿República? ¡Cataluña!».
Pese a languidecer tras la venta de Valls por el mayor empuje de otros teatros (Gràcia ya no era un verso suelto de la ciudad, sino que estaba plenamente integrada en ella, por lo que no necesitaba de sus propias infraestructuras), volvería reconvertido ya en cine y con nombre castellano en 1964, de la mano de unos viejos conocidos de los espacios culturales de la ciudad: el Grup Balañá.
![Detalle de las cuatro máscaras a la entrada del Multicines Bosque en Rambla de Prat, realizadas por Gargallo en 1907 en las que se aprecia los rostros de los jóvenes Nonell, Picasso, el propio Gargallo y el doctor Reventós.](https://becinadas.es/wp-content/uploads/2021/02/mascaras-bosque-picasso-nonell-gargallo-reventos.jpg?w=800)
El devenir de los protagonistas de las máscaras del cine Bosque en Rambla de Prat
Más allá de la historia que os hemos contado, conviene fijarse la próxima vez que paséis por este rincón de Gràcia cómo eran los cuatro protagonistas de estos clásicos mascarones teatrales al momento de ser retratados. Hay que recordar que se realizaron en 1907, cuando muchos de ellos comenzaban sus meteóricas carreras pero que, al momento de fijarse en piedra en este rincón, no eran más que un «grupete de amigos».
Pablo Gargallo: el artífice escultor que se convirtió en icono
Poco se iba a imaginar el zaragozano que su «bromita» particular de fijar la cara de sus amiguetes en el frontón del teatro Bosc iba a seguir dando que hablar más de 100 años después y que se catalogaría como una «obra menor». Y es que además de su maña con el cincel, a Gargallo también hay que alabarle su buen gusto a la hora de rodearse de buenas amistades, algo para lo que tendrá que ver sus escapadas parisinas y un café que os nombraremos más adelante.
Al poco de realizar estos bajorrelieves, la carrera de Gargallo despuntó notablemente en Barcelona, decorando muchos de los edificios y espacios públicos que hoy consideramos joyas del modernismo, gracias entre otros a Domènech i Montaner, con el que ya había comenzado a colaborar en el Hospital de Sant Pau y seguiría haciéndolo con otras de sus obras, como el Palau de la Música.
Honrado con su propio museo en Zaragoza (y una avenida con su nombre en el lugar donde nació), Gargallo es hoy día uno de los máximos exponentes del la escultura en España, por su destreza al aunar clasicismo escultórico con formas cubistas y abstractas. Suyas son dos de las estatuas que presentamos como decoración de la Plaza Cataluña (el pastor de la flauta y el pastor del águila), así como las bigas y los jinetes que nos saludan desde lo alto del Estadio de Montjuïc (y sus réplicas en el parque de Can Dragó).
Un Pablo Picasso practicando couchsurfing
Pese a que hoy no necesite presentación alguna, casi nadie reconocía su rostro al momento de ser plasmado en la entrada del Teatre Bosc. Lo que motivaba su presencia en el frontón no era el Gernika, del que quedaban aún 20 años para ser pintado, sino el hecho de ser íntimo amigo de Gargallo, hasta el punto de quedarse a vivir en 1903 en su estudio de la calle Comerç 28, en una de sus idas y venidas entre París y Barcelona.
Por aquel entonces Picasso despuntaba, pero aún le quedaba para obtener el amplio reconocimiento popular. Justo en el año en el que su efigie decoró este rincón de Rambla de Prat, dio un gran paso hacia esa fama al pintar Las Señoritas de Aviñón, que lejos de inspirarse en la idílica localidad de la Provenza, lo hace en la mundana calle Avinyó de Ciutat Vella, donde existía por aquel entonces el burdel del que las señoritas eran trabajadoras.
Isidre Nonell: otro de los «coleguillas de Erasmus»
Salvando las distancias (ya que a ellos no los financiaban con fondos públicos), el resultado de estos cuatro mascarones viene a ser lo que un agradecido amigo escultor ha querido plasmar sobre sus experiencias transpirenáicas.
Isidre Nonell era otro de los artistas que hizo migas con Gargallo y Picasso (el malagueño era muy admirador suyo) en el París del finales del s.XIX / comienzos del XX. Debido a su edad (Gargallo y Picasso tenían 26 años en 1907 y Nonell 35), era el que más fama cosechaba de todos ellos al momento de su réplica en piedra, siendo ya todo un referente en la pintura modernista e impresionista.
Era otro de los habituales de las tertulias del café del que anteriormente hablábamos, que puede presumir de poseer los clientes más ilustres por metro cuadrado a principios de siglo, por el que también pasaron Rusiñol, Ramón Casas, Gaudí y Albéniz entre otros. Nos referimos como no podría ser de otra forma a «Els Quatre Gats», muy relevante en esta historia.
Jacint Raventós: el alumno aventajado de la medicina barcelonesa
Raventós fue otro de los que frecuentaba Els Quatre Gats, de ahí a que rápidamente hiciera migas con los otros tres protagonistas de la historia sin ser él un especialista en las bellas artes. Lo suyo era la medicina, y tan bien se le daba que, además de formar parte de la prestigiosa escuela de Salerno, estuvo a cargo de varias instituciones barcelonesas ganadas por oposición, entre ellas en el Hospital de Sant Pau y en el Dispensario Antituberculoso.
Fue un auténtico especialista en patologías tisiológicas y en neumología cuando apenas se estudiaba en España, teniendo a pacientes como el ya introducido Francesc Cambó, cuyo encuentro propició que Raventós entrara en política como concejal de Barcelona, y sus propios amigos aquí representados.
Otro Raventós tiene un espacio muy relevante en la Rambla Prat: se trata de Manuel Raventós, creador de las Cavas Codorniú, que construyó aquí su residencia en estilo modernista en 1903. Son las Cases Raventós.
Como curiosidad, no es la única representación realizada por Gargallo que hay en Barcelona del doctor Raventós: si nos dirigimos a la plaza erigida en 1995 en su honor, en el Born junto a Santa María del Mar, además de una escultura financiado por la Fundación Uriach, (gracias a la buena relación existente entre ésta y la Fundación Picasso-Reventós), nos encontraremos con una placa con una réplica en bajorrelieve del busto que el zaragozano realizó de su amigo médico.
![](https://becinadas.es/wp-content/uploads/2022/04/plaza-reventos-barcelona.jpg)
![](https://becinadas.es/wp-content/uploads/2022/04/reventos-gargallo-barcelona.jpg)
Un Da Vinci de la medicina justo en frente de los cines Bosque
Y sin salir de la rama de la medicina, pero sí de la Rambla de Prat, justo enfrente de la entrada de los multicines Bosque nos encontramos la pequeña calle de Benet Mercadé, dedicada al pintor gerundense, en cuya esquina con la Rambla figura una placa que marca que en el número 15 tenía su consultorio el doctor Félix Martí Ibáñez, una de esas figuras que merecen ser reconocidas con el tópico de «adelantado a su época».
![Placa homenaje al doctor Martí Ibáñez, destacado librepensador](https://becinadas.es/wp-content/uploads/2021/02/placa-doctor-ibanez-benet-mercade-barcelona.jpg?w=768)
Al doctor Martí le debemos entre otras cuestionar prácticas como el uso indiscriminado de antibióticos, que por aquel entonces se recetaban sin ton ni son (un poco como ahora con el paracetamol), así como editar y distribuir desde EE.UU. (donde se exilió llegada la Guerra Civil) la prestigiosa revista médica MD, habitual foro de su pensamiento libertario (tal como destaca la placa).
Además de médico y editor, destacó como psiquiatra, sexólogo, escritor, catedrático y, durante la II República, político a cargo de Sanidad, pero por otra de las relevancias que se le recuerda es por no seguir los cánones de la época a la hora de practicar la medicina, entre otras su posición a la hora de tratar la sexualidad de la mujer con mucha más naturalidad que los postulados de la época, los cuales lo consideraban un tabú, y normalizar el concepto de muerte digna cuando el debate ni tan siquiera existía: «Al igual que una moneda logra todo su valor cuando se gasta, la vida logra su valor supremo cuando uno sabe cómo abandonarla con elegancia cuando llega el momento» (fuente: Wikipedia).
Rambla de Prat: tan solo 170 metros de los que rascar de golpe la historia de 6 artistas revolucionarios que, entre plataneros, cines y detalles modernistas, nos descubre nuevamente cómo cualquier rincón de esta ciudad merece ser mirado con lupa.
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