Uno de los capítulos más oscuros de esta ciudad se escribió hace apenas un siglo, cuando entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909, una serie de sucesos socio-políticos desencadenaron la mayor de las revueltas contemporáneas que se conoce en esta ciudad (y hablamos de una ciudad que en revoltosa no le ganaba ni París). Estas revueltas llegaron a su punto álgido con la quema de una decena de palacios, iglesias y conventos de los que milagrosamente se libró nuestro protagonista de hoy: el Palau Moja, al que no obstante se le reservó un capítulo especial entre los sucesos de este alzamiento popular. Concretamente haciendo valer sus galerías como expositor de varios cadáveres de monjes y monjas franciscanos. ¿Qué nos cuentan las paredes en piedra de este céntrico palacete?
Palau Moja: el capricho de un indiano bendecido por Cinto Verdager
Antes de llegar a cómo unos monjes calavéricos acabaron bajo sus balconadas, comencemos a relatar los inicios de este noble palacio de la popular Rambla y que ha pasado por varias aristocráticas manos. El Palau Moja se manda a construir en el s. XVIII, por orden de Josep de Copons y su esposa Maria Lluïsa Descatllar, ambos marqueses de Moja, en un espacio junto a una de las torres de la Porta Ferrisa justo cuando la ciudad comenzaba a expandirse tímidamente fuera de las murallas medievales.
Así, este palacio neoclásico perteneció a la familia de marqueses que le da nombre desde el 1784 hasta el 1865, cuando una de las herederas, Josepa de Sarriera i de Copons, murió sin descendencia. Es a partir de entonces cuando su propiedad pasa a manos de un viejo conocido de la historia de la ciudad y también aristocrático: el indiano (y negrero, detalle que no pasa desapercibido aún a día de hoy) Antonio López y López, Marqués de Comillas, que no solo estableció allí su residencia sino que también instaló las oficinas de su Compañía Trasatlántica en la segunda planta.
Como parte del séquito del colonial marqués, también residió en el Palau Moja el Mossèn Cinto Verdaguer, que actuaba como capellán de la familia. Verdaguer, que había tenido ocasión de viajar a las américas junto a López, cuenta que el hecho de cómo se traficaba con esclavos en Cuba, era algo que le atormentaba día y noche. No obstante, siguió al cargo espiritual de la familia hasta incluso después de muerto el marqués, concretamente hasta 1893. Fue el propio Antonio López el que sufragó la edición bilingüe de la que es considerada la obra culmen de Verdaguer como poeta: La Atlántida, relato épico que terminó apenas dos meses antes de entrar a vivir en el Palau Moja (en 1875) de regreso en uno de los barcos que lo llevó a Cuba.
Los López y López: un polvorín para la Semana Trágica
Sería injusto culpar totalmente de los hechos que provocaron la Semana Trágica al marquesado de Comillas, pero también lo sería negar su participación como desencadenante de los sucesos que acabarían por hacer arder Barcelona durante aquellos siete días de 1909. El motivo de tal afirmación no es otro que el de hacer responsable tanto a Antonio López y López como a su hijo Claudio López Bru de dos de los principales ingredientes de la revuelta: un sistema de reclutamiento injusto y unos intereses territoriales por los que luchar.
El preludio de la Semana Trágica lo encontramos el 11 de julio, cuando desde el puerto de Barcelona salían rumbo al Riff a defender las minas y los intereses de explotación de empresas como las de los López, miles de reservistas que se hacían a la idea de que probablemente ya no volverían jamás. Entre este sentimiento de derrota de familias de humildes obreros ajenos a la guerra, la burguesía catalana no tuvo mejor ocurrencia que acudir a despedir a los inexpertos soldados para regalarles medallas, rosarios y cigarrillos.
Numerosas compañías de López trasladaron su actividad tras la pérdida de las colonias de Cuba a las minas Riff, de ahí a que el interés de ganarle la guerra a Marruecos era máxime para los marqueses de Comillas
Este gesto, que sobre estas líneas puede parecernos incluso amable, fue visto por las familias de los combatientes como un insulto, ya que precisamente era el sistema de reclutamiento que llevó a cabo el presidente Antonio Maura el culpable de que quienes partían del puerto ese día fueran a la guerra y no los hijos de los nobles, que intentaban limpiar su conciencia con estos obsequios.
El sistema de reclutamiento al que nos referimos fue, de hecho, ideado unas décadas atrás por el propio Antonio López y López, consistente en que mediante el pago a una compañía de seguros creada por él mismo, permitía a todo aquél que pudiera permitírselo, librarse del reclutamiento militar. Creado en el marco de la Guerra de los 10 años de 1868, este sistema también se aplicó para la de Marruecos, de ahí a que las familias de los reservistas llamados a filas, vieran un enorme desagravio que los burgueses que habían conservado a padres e hijos a salvo en sus nobles casas, acudieran a despedir a aquellos que, probablemente, se embarcaban en su lugar.
Revueltas más influyentes de Barcelona en los dos últimos siglos |
1779. La Revuelta del Pan: una subida del 50% de este producto básico lleva a Josepa Vilaret a liderar una revuelta incluso 3 meses antes que la Revolución Francesa |
1808 – 1814. Revueltas contra el Francés: la presencia de las tropas napoleónicas en la ciudad produjeron numerosas protestas durante los 6 años de ocupación. |
1820 – 1823. La Barcelona Exaltada: el inconformismo por la vuelta a la monarquía y el inmovilismo del Trienio Liberal en este sentido convirtió a la ciudad en un constante tumulto. |
1835 – 1843. «Las Bullangas»: constantes protestas de la masa obrera barcelonesa ante la creciente industrialización y las malas condiciones laborales que comportaba. |
1843. La Jamancia: un intento de descentralizar Cataluña comercialmente que desencadenó el primer alzamiento ciudadano contra el Estado liberal en España. |
1855. La Selfactina del Vapor Vell: esa fábrica de Sants dejó de protestar por la sustitución de mano de obra por maquinaria para declarar la primera huelga general de la historia de España. |
1870. Protesta de mujeres por la Guerra de Cuba: las barcelonesas se echaron a la calle en contra de la obligación de que sus hijos y maridos fuesen a la guerra de Cuba. |
1909. La Semana Trágica: el empuje de la masa obrera desde los barrios populares y una alta presencia del movimiento anarquista produjo «la madre de todas las revueltas» en España |
1919. Primera Huelga Feminista: el inmovilismo ante el encarecimiento de los precios por «La Gran Guerra» provocó el paro de 24.000 mujeres trabajadoras en un año muy tumultuoso. |
1919. Huelga de la Canadiense: la organización sindical y las protestas de esta eléctrica condujo a que España se convirtiera en el primer país en adoptar la jornada laboral de 8 horas. |
1925. Primera Huelga Infantil: en unos años de entreguerras donde hasta los niños trabajaban, las Cristalerías Planell fueron escenario de la primera huelga protagonizada por niños. |
1971. Huelga de la SEAT: el paro de 6.000 trabajadores de la automovilística por la readmisión de unos compañeros se saldó con una salvaje intervención de las autoridades franquistas. |
2001. Manifestaciones contra el Banco Mundial: La celebración de una conferencia en la ciudad (que se anuló) provocó altercados entre policía y movimientos antiglobalización. |
2014. Desalojo de Can Víes: la intervención policial en un centro social autogestionado de Sants condujo a graves disturbios en el barrio durante tres días. |
2016. El Banc Expropiat de Gràcia: el desalojo de okupas en una sucursal bancaria abandonada supuso manifestaciones y acciones contra la gentrificación y especulación del barrio. |
2017-2019. El Procés: la celebración del referéndum de autodeterminación en 2017 y la sentencia condenatoria de 2019 produjo numerosos altercados e intervenciones policiales. |
2021. Condena a Pablo Hasél: la entrada en prisión de un rapero por injurias a la corona supuso todo un movimiento violento y reaccionario a favor de la libertad de expresión. |
La Semana Trágica: de aquellos lodos, estos fangos
En el marco de una guerra desatada en pro de unos intereses específicos (el de las compañías del Riff, que mandaban a que se defendiera lo que en Cuba y Filipinas se había perdido) y una Barcelona obrera perfectamente organizada a la par que desencantada con el trato recibido, poco se necesitaba para que estallara una revolución. Y esa mecha se encendió el 26 de julio, cuando el sindicato catalán Solidaridad Obrera, decretó el paro total de toda producción durante una huelga que en principio iba a durar 24 horas. Lo que era una acción de protesta pacífica saltó por los aires cuando los obreros se enteraron el 27 de julio, aún durante el paro, de lo acontecido en el Barranco del Lobo, lo cual hacía suponer la muerte de muchos compañeros.
Desde Madrid se intentó culpar de los disturbios al movimiento independentista, en un intento porque la mecha obrera no se extendiera por el resto del país
En el fervor de la noticia, una masa de trabajadores agotada por falta de derechos, asfixiada por las pésimas condiciones económicas y agraviada por el trato clasista que protegía a nobles de ir a la guerra mientras ellos veían morir a familia y amigos, se decidió a pasar a la acción y comenzaban los hechos que pusieron a Barcelona en el punto de mira durante aquella semana de 1909. Se comenzó con el asalto a cuarteles y la instalación de barricadas por toda la ciudad pero, como ya venía resultando habitual en las salidas de tono del pueblo, fue la iglesia la que acabó pagando con mayor intensidad los platos rotos, quemándose más de un centenar de iglesias y conventos y llevándose a cabo curiosas profanaciones como las que dan pie a este artículo y a continuación desarrollamos.
…Y Serrat acabó bailando con la momia de una monja
No es que el noi de Poble Sec, -que por aquel entonces ni había nacido-, fuera uno de los profanadores, pero sí que tendría un papel importante en la recreación de los hechos que se hizo con la película «La Ciudad Quemada», de 1976. El hecho al que nos referimos en concreto es al que tuvo lugar cuando los insurrectos, movidos por un fuerte anticlericalismo y mucho de morbo, desenterraron una docena de monjas de la iglesia del Carmen y expusieron los cadáveres junto al Palau Moja y el Palau Güell.
¿Cómo se llega en medio de una revuelta popular, a desenterrar monjas y exponerlas al público en plena calle? Todo surge de una leyenda urbana por la cual se afirmaba por aquel entonces que los franciscanos a cargo del convento, enterraban vivas a monjas que se habían quedado embarazadas en los terrenos de este rincón del Raval. El pueblo barcelonés por aquel entonces vieron en el asalto a la iglesia (de las primeras en arder, al ser señalados los franciscanos como clérigos de abundante riqueza), una magnífica oportunidad de poder comprobar si las acusaciones eran ciertas.
Las numerosas columnas de humo que se produjeron durante la Semana Trágica le valieron a Barcelona el apodo de «La Rosa de Fuego»
Y así, con ese punto de morbo por descubrir lo real de una leyenda, una docena de ataúdes acabaron profanados y expuestos, -se sobreentiende que como «aviso a navegantes»-, junto a las casas palaciegas de dos de las dinastías burguesas más notables de la época: los marqueses de Comillas y los Güell. Dentro de esta acción tan gore como esperpéntica, todavía le quedaba una pizca más de surrealismo, cuyo aporte vino a cargo de Ramón Clemente, un carbonero cuya salud mental no era la más apropiada y que se dedicó a durante el traslado del Raval a la Rambla, sacar a bailar a diversas monjas ya calavéricas.
Fue esta imagen, la de un desequilibrado mental bailando con los cadáveres de varias eclesiásticas, la que mayor impacto causó en el público y por la cual toda la sociedad y gobierno español se apresuró por sofocar la revuelta. Revuelta que no solo acabó con el gobierno de Maura, sino que trajo consigo una represión basada en la venganza, que acabó con el fusilamiento no solo del pobre diablo de Ramón Clemente, sino también con el ilustre Francesc Ferrer i Guardia, creador de la Escuela Moderna, que fue injustamente acusado de instigar la revuelta, a pesar de ni tan siquiera encontrarse por entonces en Barcelona… Y sí, el encargado de dar vida a Ramón Clemente en la película y, por tanto, bailar con el cádaver de una monja fue el gran Joan Manuel Serrat.
El Palau Moja a día de hoy: un motor para la cultura
Mientras el debate sobre la importancia de Antonio López y López como figura histórica sigue vivo (por una parte, recientemente, en 2018, se le retiró la estatua y el nombre a la que había sido su plaza desde 1884 por su importante papel en el comercio esclavista del s. XIX; por otra parte, se tiene pendiente la ratificación de su nombramiento como beato por la creación de la Universidad Pontífice de Comillas, además de ser reconocido como un destacado empresario creador de una de las primeras compañías multinacionales) poco queda del marquesado de Comillas en el Palau Moja hoy en día, tan solo el recuerdo y uso como sede de todo un holding empresarial y el retrato de un perro junto a su caseta en la escalera de acceso a la planta noble.
Este perro era la mascota del propio Antonio López y López, y hoy da paso a lo que son las oficinas de la Generalitat (que compró el edificio en 1981) encargadas de gestionar la actividad museística en Cataluña. Merece la pena visitarlo no solo como parte indiscutible de la historia de la ciudad, sino también para disfrutar de su escalera marmolada y del salón principal, profusamente decorado con pinturas de Francesc Pla: el Vigatà.