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Curiosidades de las plazas de Barcelona

Plaza Vicenç Martorell: un rincón de abandono y acogida

La plaça Vicenç Martorell del Raval esconde muchos detalles. Te descubrimos un torno para abandonar niños y el mejor bolerista entre otros.

La historia de la ciudad la conforman también los pequeños detalles. Esta es la premisa por la que decidimos crear este blog, para quienes le piden a la ciudad mucho más que Gaudí, gótico tramposo y, algún que otro despistado, sombreros mexicanos en Las Ramblas. Dentro de estos detalles «amagados», hay uno en pleno Raval, en la plaza Vicenç Martorell, de los que te tienen que alertar de su historia, y de los que los conocedores de éste, seguramente te lo hagan saber cuando pasas por su lado, hasta el punto que hace bien poco, el propio Ayuntamiento decidió colocar un hito informativo frente a él.

Se trata de una cavidad en la impoluta blanca pared de la que a día de hoy es una de las salas de la Seu del Districte de Ciutat Vella, pero que anteriormente, desde su fundación en 1583, acogió la Casa de Misericordia. ¿Para qué se hacía servir este misterioso agujero?

El torn dels orfes es quizás el elemento más histórico y emblemático de la Plaza Vicenç Martorell

El Torn dels Orfes: la planificación familiar a la manera de la Edad Media

Este agujero, que se encuentra en el número 17 del carrer Ramelleres pero que asoma desde bien enmedio de la plaza, corresponde al llamado torn dels orfes, o torno de los huérfanos que, tal como su nombre bien indica, se destinaba para que las madres solteras pudieran abandonar a sus infantes y dejarlos a buen resguardo a cargo de las monjas.

Se trata de una ventana giratoria que estuvo en funcionamiento desde mediados del s.XIX hasta 1931, y desde la cual las madres que, o bien se veían superadas por la situación económica de criar a un hijo, o por el hecho de ser socialmente inaceptable tenerlo sin ser casamentera, introducían al recién nacido y accionaban un timbre mediante el cual las monjas eran advertidas de su presencia.

Los recién nacidos que acababan en la «Casa Provincial de Maternidad y Expósitos», recibían el nombre del santo del día en el que eran abandonados, y el apellido «Expósito» (latinismo que proviene de la palabra «expuesto», como eufemismo de abandonado).

La opacidad del torno y el situarse alejado de la entrada principal permitían un total anonimato de la desdichada madre que se veía obligada a tal situación. En el caso de que esta fuera de familia noble o pudiente, era habitual que se dejara una limosna en la rendija que se encuentra en el lateral del torno y que aseguraba que el hijo recibiera una buena educación y alimentación.

Esta práctica no era exclusiva de la Casa de la Misericordia que estuvo en funcionamiento en ese mismo edificio desde 1583, ya que era una práctica muy común en la Europa medieval, donde la extrema pobreza impedía una planificación familiar adecuada y eran comunes los abandonos de recién nacidos en plena calle. El primer lugar donde se puso en práctica medidas similares a la del torn dels orfes, fue en Milán, donde en el año 787, uno de sus capellanes, llamado Dateo, instaló una concha en el exterior de su iglesia que servía de cuna para los niños abandonados.

Fue el papa Inocencio III quien durante su mandato en 1198 institucionalizó esta práctica al contemplar horrorizado cómo se agolpaban los cadáveres de infantes a las orillas del río Tiber.

Antonio Machín fue el vecino más ilustre de la Plaza Vicenç Martorell

Plaza Vicenç Martorell: el rincón del Raval soñado por Antonio Machín

No es que el acertadamente considerado como el mejor bolerista de todos los tiempos deseara ser un expósito, sino que era su pretensión antes de que su muerte le sorprendiera en 1977 en Madrid, irse a vivir por estos lares como lugar de retiro, donde ya poseía una vivienda en la cercana plaza del Bonsuccés.

La relación del intérprete del Manisero con Barcelona data de 1939, hacia donde huyó de los nazis desde París. Desde entonces inició una profunda relación con la ciudad en la que vivió a caballo de su vivienda en la plaza contigua y la que poseía en Sevilla, donde también es ampliamente recordado y donde por expreso deseo del bolerista, descansan sus restos mortales bajo uno de aquellos angelitos negros a los que tanto cantó.

Como recuerdo de esta relación con la ciudad y tras una intensa campaña de sus amigos para que su recuerdo en la zona permanezca, se instaló en 1981 aprovechando un festival de música en su honor, un monolito con su efigie dentro de los jardines que se sitúan justo en frente del torn dels orfes.

Escultura en Plaza Vicenç Martorell huérfana del estanque que la iba a acompañar

El recuerdo de un estanque que desapareció

La plaza Vicenç Martorell es de las más ricas en detalles y de las más vivas del Raval: a los elementos mencionados habría que sumarles el encanto de sus edificios porticados y la elegancia de la sede del distrito de Ciutat Vella. Aún así podría estar aún más ornamentada si se hubiese mantenido el proyecto que, para su reestructuración en la década de los años 60, contempló la creación de un pequeño estanque que la decorara en su zona central.

De este proyecto queda el recuerdo de otra de las piezas que la decora: la escultura de un niño jugando con su barco sobre el césped que preside la entrada al Espai Mallorca. Se trata de una escultura de Gabriel Alabert Bosque, escultor especializado en estatuaria pública e imaginería religiosa que fue aprendiz de Enric Monjo, a quien le debemos entre otras obras la decoración de capillas como la de la Casa de la Ciutat, catedrales de Terrassa y Washington, iglesia de Sant Feliu de Sabadell y varias estatuas de plaza Catalunya.

Esta representación de un infante que juega desnudo con una pequeña barca fue concebida para que creara la ilusión de propulsar el juguete hacia una lámina de agua que presidió durante décadas la plaza, reordenándola como espacio sobre el que voltear. Finalmente se eliminó y el niño de Alabert tuvo que usar el césped como elemento propulsor de su entretenimiento.

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2 respuestas a «Plaza Vicenç Martorell: un rincón de abandono y acogida»

Buenas tardes, el niño con la barca siempre tuvo un lago dufante al menos 35 años que yo viví allí. Y incluso aún recuerdo el sonido de las ranas en verano, así que ese niño siempre tuvo lago hasta que lo quitaron.
Saludos

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