Barcelona es conocida por haber crecido a base de eventos multitudinarios que hacían las delicias de constructoras y urbanistas. Todo gran desarrollo de la ciudad ha tenido detrás un evento que respaldara (y justificara) un enorme festín de grúas, hormigoneras… y algún que otro cheque en blanco. Estos periódicos empachos de ladrillo tuvieron como guinda ¿final? un despropósito que rompió una racha impecable de ciudad organizadora de eventos: el Fòrum de Barcelona.
De la Expo del 1888 al Fòrum de Barcelona: siglo y medio de la perfecta anfitriona
Antes de llegar al punto en el que una enorme explanada de hormigón armado se convierta en símbolo del derroche especulativo, retrocedamos en la historia poco menos de siglo y medio para dar con el comienzo del festín en el que se convirtió la Barcelona pre y post olímpica que derivó en el despropósito del Fòrum.
La Expo de 1888 de Barcelona: la anfitriona que mejor partido le saca a una buena fiesta
Barcelona a mediados del s. XIX era una ciudad comparable a lo que hoy es Santa Coloma de Gramanet: un territorio compacto, de tamaño mediano tirando a pequeño en el que se hacinaban entre murallas una población de apenas 110.000 habitantes.
Tuvo que llegar el derribo del corsé medieval para que se comenzara a hablar de la gran Barcelona: una incipiente población que, a base de absorber villas vecinas muy industrializadas gracias a un plan urbanístico que era mucho más que una simple cuadrícula, crecía en población, en economía y miraba cara a cara a la capital del reino.
Para su puesta de largo como la gran metrópolis en la que se estaba convirtiendo, a alguien (el alcalde liberal Rius i Taulet) se le ocurrió la genial idea de organizar un evento multitudinario que sirviera para presentar a la ciudad como cuna del desarrollo y la modernidad: la Expo de 1888.
Este evento no solo sirvió como puesta de largo de la Barcelona «cosmopolita», sino como empuje definitivo para modernizar las caducas infraestructuras de las que se disponía por aquel entonces. Años de encierro entre murallas habían legado un aspecto arrabalero y poco organizado a la ciudad, que lucía poco mediterránea y sin un barrio gótico que justificara tanto gris.
Por aquel entonces el Eixample comenzaba a despuntar, pero aún eran mayoría los solares que rodeaban a la «vieja ciudad», por lo que autoridades de todo signo se apresuraron ante la insistencia de Rius i Taulet de la importancia de que la ciudad luciera imponente ante la llegada de los visitantes de todo el planeta.
Es así como Barcelona descubrió una fórmula, la de la organización de un gran evento, que le serviría no solo para crear una imagen de marca, sino también como excusa para que todo organismo posible «soltara la guita» para embellecer y modernizar la ciudad.
De la Expo de 1888 Barcelona sacaría de herencia su primer gran parque (la Ciutadella); se asomaba por primera vez al mar sin que éste le oliera a pescado (la construcción del paseo de Colón y el moll de la fusta); se embellecía con construcciones monumentales (Arc de Triomf, Monumento a Colón, primeras edificaciones modernistas en l’Eixample) y modernizaba sus infraestructuras (llegó la iluminación eléctrica a la ciudad).
La Expo 1888 no se pudo calificar más que de éxito tanto durante su celebración (la visitaron más de dos millones de turistas cuando el término turismo apenas existía) como su legado posterior.
La Expo del 29: la repetición del truco de Taulet
Tras la Expo del 88, Barcelona supo jugar sus cartas y mantener su estatus de incipiente metrópolis a base de nuevas anexiones que la hicieran crecer por el plano, así como siguiendo la fiebre constructora haciendo competir a los orgullosos dueños de los terrenos de l’Eixample por ver quién levantaba el edificio más obscenamente monumental del lugar.
Pero llegada la primera década del s.XX, el sueño de la gran Metrópoli languidecía tras la pérdida de las últimas colonias españolas, que hicieron caer en la bancarrota a los indianos convertidos en burgueses. Si a ello sumamos las diferentes revueltas obreras que se sucedían por el empeoramiento de las condiciones económicas, y los conflictos socio-políticos derivados de esta situación, la Barcelona modernista se estaba apagando a demasiada velocidad.
Rius i Taulet era uno de esos prohombres capaz de poner de acuerdo a toda una sociedad más allá del signo político y la posición social, y vio su relevo en la figura de Cambó, que si bien su posición burguesa ocasionaba ciertos recelos en las clases populares, caía bien tanto en Barcelona, como en Madrid.
Esta circunstancia y su papel como ministro de Hacienda y Fomento durante el reinado de Alfonso XIII, hizo que apenas tres décadas desde que Rius i Taulet ideara la Expo de 1888, Cambó quisiera repetir la fórmula con la Expo de 1929,
Aliándose con el arquitecto modernista y político catalanista Josep Puig i Cadafalch, y con el político Juan Pich i Pon, consiguió llevar a buen puerto la propuesta de una nueva exposición que pusiera de nuevo a Barcelona en el mapa internacional, y de paso, las obras y las infraestructuras que permitieran la mejora económica y social que la caída de la burguesía había propiciado.
Es así como el foco ya no era tanto dar a conocer la ahora cacareada «marca Barcelona», sino la de justificar un desarrollo urbanístico y económico que, sin una fuerte inversión que la respalde, no hubiese sido posible.
Ya no se trataba de convertir una antigua fortaleza opresora (la Ciutadella) en un elegante parque público, sino de transformar toda una montaña (Montjuïc) en una enorme infraestructura urbana.
Nuevamente, el éxito de la Exposición trascendió de su propia celebración. Más importante que lo que allí sucedió del 29 de mayo de 1929 al 15 de enero de 1930, fue lo que allí quedó: sin ella no habría MNAC, no habría Plaza de España, Estadi Olímpic, Font Màgica, Poble Espanyol, Grec o incluso Plaza Cataluña. No habría casi nada de lo que hoy en día es la Barcelona turística.
La Barcelona Olímpica: ahora tocaba implicar a toda una ciudad convaleciente
Tan solo 6 años después de la clausura de la Expo del 29, estallaba la Guerra Civil que desembocó en una oscura dictadura que sumió especialmente a la ciudad de Barcelona en un largo letargo donde desapareció toda la modernidad hasta ahora conseguida.
Los sucesivos alcaldes franquistas, con mención especial al Porciolismo, se preocuparon más por explotar las posibilidades económicas de la ciudad a través de desarrollar su tejido industrial, que por embellecerla o seguir desarrollando su vertiente cultural que tan buenos éxitos le había dado en el pasado.
Esto permitió que Barcelona fuera uno de los grandes motores económicos del país, pero también que su urbanismo cayera en decadencia, tiñéndose del gris del humo de las chimeneas sus otrora elegantes fachadas y cambiando la perfecta planificación urbanística del Eixample por un caótico desarrollismo que llenó la periferia de barracas verticales.
Es por ello que, tras la afortunada caída del franquismo y la llegada de la democracia, tocara no solo reactivar la economía más allá de las máquinas y los engranajes, sino también devolver la ilusión y unir a una población que había pasado más de 40 años oprimida y sin apenas espacios para la vida pública. Como si las antiguas murallas medievales hubieran vuelto para rodear Nou Barris, Sant Martí y otros populosos barrios con toneladas y toneladas de cemento portland.
En los años 80 el recuerdo de las exposiciones de 1888 y de 1929 eran muy difusos, lejanos… pero no así sus infraestructuras: los ya vetustos arc de triomf, parc de la Ciutadella, MNAC, plaza España… Todas estas construcciones eran de lo poco alegre del último siglo que les había dejado décadas de ladrillo y hormigón. Por lo que cuando un entusiasta Narcís Serra propuso traer las Olimpiadas a Barcelona, a las autoridades les sonó a chiste, pero a la población a un deseado milagro.
…Y el milagro se obró. Que en 1980 un catalán, Juan Antonio Samaranch, se colara como presidente del COI sirvió para que el alcalde Pasqual Maragall recogiera el guante lanzado por su predecesor y, finalmente, en octubre de 1986 se pudiera escuchar aquello de… “À la ville de… Barcelona”
El entusiasmo fue tal que, como al que le toca la lotería e invita a todo el bar, nadie reparara en gastos, plazos y macroproyectos. Barcelona estaba eufórica y el Gobierno español no menos… recién entrados en Europa después de una dictadura que nos había aislado completamente del panorama internacional, el 1992 se presentaba como el año de la puesta de largo del país.
Es por ello por lo que había carta blanca para cualquier locura… ¿soterrar el tren y enseñarles a los barceloneses qué es una playa? ¡adelante!, ¿construir una nueva terminal del aeropuerto? ¡venga va!, ¿un nuevo puerto?, ¡claro que sí!, ¿un Calatrava?, ¡que sean dos!
El cheque en blanco se extendió para cualquier locura que sirviera para dar lustro a la ciudad: algunas con bastante acierto, otras no tanto… en cualquier caso, el legado de un evento que apenas duró 20 días, se tradujo en la mayor transformación que una ciudad podía sufrir en tan corto plazo de tiempo. Barcelona lo volvió a hacer: resurgía de sus cenizas a través de un macroevento con el que sacar músculo ante el mundo.
El Fòrum de Barcelona: cuando se intenta repetir un buen truco y sale mal
Las Olimpiadas del 92 nos legó grandes infraestructuras y transformó notablemente a la ciudad para siempre… pero la resaca fue de las gordas… Tras el 92 llegó el 93, y con él una crisis económica sin precedentes tras años de crecimiento económico. Una crisis predecible tras una fiesta de años de derroche en el que nadie reparó en gastos para que el país luciera bonito, moderno y aperturista.
Aún así todo salió a cuenta. Que en 1993 apenas tuviéramos para limpiar las calles no quitaba que estas lucieran esbeltas, modernas y lejanas de aquellas vías sin asfaltar que legó el Porciolismo: la fórmula de las macroinversiones transformadoras funcionaba.
Y tan bien funcionaban que al poco que conseguimos ahorrar, en 1995 ya estábamos estrenando MACBA y CCCB para dar lustre al Raval: de los pocos barrios que resistía al borrador mágico de miserias que encerraban las macrooperaciones olímpicas.
Pero como en todo… la avaricia rompe el saco. Y tal como ocurrió con OT y GH, la primera edición tiene éxito por el factor sorpresa, pero en cuanto descubrimos el truco, se acabó la magia.
Ese truco fue el Fòrum de Barcelona: otro macroevento apenas doce años después del olímpico con el que Maragall pretendió dar otro pelotazo. El problema es que este se presentó como innecesario.
El despliegue olímpico era la puesta de largo de un país que se llevó cuatro décadas languideciendo y sufriendo los devenires ególatras de un dictador y sus palmeros. El despliegue del Fòrum de Barcelona, un simple capricho en el mejor de los casos; una excusa para especular con el terreno en el peor.
¿Qué salió mal del Fòrum de Barcelona?
Todas las anteriores iniciativas se habían resuelto, sobre todo, a favor de la ciudadanía. También en todos casos, -como ocurre cuando se mueven muchos lereles-, habían sus intereses y casos especulativos, pero tal como se suele decir, no sin cierta tristeza…: «el fin justifica los medios» y el resultado final favorecía a una amplia mayoría.
Esto hacía que las iniciativas particulares, se transformaran en causas populares. Las Olimpiadas de Barcelona son históricamente las que mayor respaldo han tenido de todas las celebradas hasta el momento, con un 90% de la fervorosa población a favor de la causa. ¿El Fòrum de Barcelona? un evento que ni se supo explicar, ni se quiso entender…
Sobre el papel, el Fórum de Barcelona era una celebración mundial de la sostenibilidad, la paz y la diversidad cultural. ¿Quién podría oponerse a tan nobles intenciones? Quienes ante la factura del millón de millones de pesetas que habían costado las Olimpiadas, no veían con buenos ojos que el Ayuntamiento sacara la chequera tan rápido y sin excusas para otro macroevento.
De las Olimpiadas Barcelona sacó dos rondas circunvalatorias (la ronda litoral es, aún a día de hoy, la instalación olímpica más usada, con un tráfico diario de más de 200.000 vehículos), lustre a su Montjuïc (abandonado desde décadas), un nuevo puerto, un centenar de intervenciones a lo largo y ancho del mapa urbano… ¿Del Fòrum de Barcelona? 16 hectáreas de hormigón armado.
Vale, es resumir en demasía… el Fòrum de Barcelona trajo un nuevo puerto a la ciudad, la mayor placa de energía solar fotovoltáica jamás construida, un auditorio y un estupendo lugar para que el Primavera Sound, el Cruïlla y la Feria de Abril alternen celebraciones año tras año.
Intervenciones que no justifican un coste de 3.240 millones de euros cuya mayor herencia (y pretensión) no era otra que… la Diagonal alcanzara el mar.
Fòrum de Barcelona: un tinglado millonario para un barrio de millonarios
El urbanismo de Barcelona tenía una deuda pendiente ya comenzado el s. XXI: su arteria vertebradora, la Diagonal, comenzaba en un extremo de la ciudad pero no terminaba en el otro… quedando a pocos metros del mar.
A pocos metros del mar dentro de un espacio que, como el Raval del 95 en el que se le endosó un museo, necesitaba de intervención para esconder la suciedad bajo la alfombra… Esa «suciedad» no era más que el barrio del cine quinqui por excelencia, La Mina, y sus alrededores.
¿Para qué desplegar políticas sociales o revitalizar una zona a partir de iniciativas que mejoren el entorno teniendo en consideración a su población, cuando puedes construir hoteles rascacielos y apartamentos de un millón de euros allí donde solo había chabolas?
Esa es la conclusión a la que llegó el equipo del alcalde olímpico y su sucesor, Joan Clos, cuando plantearon el proyecto del Fórum de Barcelona: una descarada intervención que no pretendía más que aprender de lo que la Barcelona olímpica había revitalizado ciertas zonas gracias al lavado de cara, para aplicarlo en el conflictivo entorno del Besòs.
Los antiguos terrenos de la MACOSA, el Camp de la Bota, el entorno de la Mina, el barrio del Besòs – Maresme… fueron de los pocos rincones que quedaron excluidos de la inversión olímpica. Hasta el distrito más olvidado por excelencia desde su creación, Nou Barris, había recibido su porción de presupuesto dentro del Barcelona Posa’t Guapa y del plan de infraestructuras. Los resultados mucho mejor de lo que se esperaba: la gentrificación había nacido 20 años antes de que se le pusiera nombre.
El plan urbanístico del Fòrum de Barcelona ya no contemplaba el realojo: la solución por excelencia que se daba años atrás a lugares degradados que se querían revitalizar. Ahora la solución pasaba por el maquillaje y el aislamiento social.
Para revitalizar el entorno de la Mina no hacía falta demolerla, bastaba con construir a su alrededor lujosas edificaciones y sofisticadas instalaciones que sirvieran de muralla artificial para que «el alto standing» y la exclusividad ya se encargara de aislar al barrio del Besòs.
Es así como surgió Diagonal Mar. La centenaria vía por fin se encontraba con el Mediterráneo, y como cómplices de esta hazaña le acompañaban el parque y centro comercial homónimo, el hotel Hilton, Barcelona Princess, el AC Barcelona Fòrum, el CCIB y otras muchas construcciones que hicieron olvidar que aquello años antes era una zona totalmente olvidada de las políticas municipales.
La plataforma marina del Fòrum de Barcelona: el mayor de los despropósitos del proyecto
La rentabilidad de un proyecto como el evento del Fórum de Barcelona no se mide solo por su coste y lo que ingresa durante su celebración, sino por lo que queda años después.
La caja que se hizo con el Fórum de Barcelona no llegó ni por asomo a cubrir los 3.240 millones de la factura inicial, pero la herencia posterior a través de apartamentos de un millón de euros bien mereció el esfuerzo para la contabilidad municipal y la cartera de más de una constructora. ¿A cuento de qué iba a situar Telefónica su nuevo centro de oficinas en el Besòs si no era ocupando el «número cero» de la emblemática Diagonal?
De cara a la ciudadanía se ofrecía un nuevo espacio «de encuentro», allí donde antes solo había barracas y una turbia memoria sobre los fusilamientos que en este rincón se dieron durante la dictadura, durante varios días del año se podía escuchar a Lana del Rey, bailar sevillanas o ver un espectáculo circense.
De cara a las arcas municipales surgía un nuevo barrio residencial y financiero que se ha convertido en la envidia de Pedralbes pero, ¿todo salió tan rodado como para que solo se pueda hablar de fracaso en cuanto a la proporción gastos / ingresos durante la celebración?
Es aquí donde cobra relevancia la historia de la plataforma marina del Fòrum de Barcelona: el que podría ser calificado como el mayor despropósito urbanístico de las últimas décadas no solo de la ciudad, sino del estado, y que permanece desconocido por muchos barcelonines.
Un descampado de 29 millones de euros en primera línea de playa
La plataforma marina del Fórum de Barcelona es un derroche sí, pero también una especie de justicia poética sobre la historia de la burbuja inmobiliaria española, aquella que esquilmó centenares y centenares de kilómetros de costa.
¿Cuánto cuesta una primera línea de playa en la costa mediterránea?, ¿y en la especuladora Barcelona? Los terrenos de la plataforma marina del Fòrum de Barcelona bien hubiesen servido para inflar más aún las cuentas de los fondos de inversión que crearon Diagonal Mar, y sin embargo han quedado como 8 hectáreas totalmente desiertas, un descampado de hormigón armado solo útil para que allí se coloque los dos escenarios principales del Primavera Sound, «los cacharritos» de la Feria de Abril y algún que otro mercadillo.
¿Cómo tan privilegiado terreno, a la postre ganado al mar, ha acabado con un uso tan secundario y creando un paisaje tan post apocalíptico? Para llegar a tal historia viva del urbanismo cutre español nos tenemos que remontar incluso antes de que a alguien se le iluminara la idea del Fòrum de Barcelona.
En 1994, un Maragall pletórico y aún borracho de los halagos olímpicos, seguía «on fire» con los macroproyectos. ¿La ocurrencia del momento? Un zoo marino para sacar aún más lustre a su recuperado frente marítimo. Y como no era plan de para mostrar el esplendor mediterráneo, destruir el litoral, pensó que la zona que hoy ocupa la plataforma marina era la más adecuada para el proyecto.
Maragall, que había puesto patas arriba toda una ciudad tan solo unos años antes, no se podía conformar con una suerte de acuario: el proyecto contemplaba ganar 30 hectáreas al mar, y como el mar no es propiedad de la ciudad, debía contar con el beneplácito del Ministerio de Medio Ambiente.
Las cosas de palacio, van despacio, por lo que el permiso de hormigonar el mar no llegó hasta 2005, pero eso sí, con unas cuantas hectáreas menos… en concreto reduciéndose a 8. ¿Frenó este detalle al consistorio en manos esta vez de Jordi Hereu? Obvio que no.
Es así como en 2007 comenzaron las obras que, para su finalización, se toparon de lleno con la crisis económica de 2008. La plataforma marina de 8 hectáreas de hormigonaco estaba concluida, pero para darle vida, el recálculo de lo presupuestado para el zoo elevaba la factura a unos nada desdeñables 200 millones. Este nuevo presupuesto hizo que la razón por fin ganara al bolsillo y en 2011 se diera definitivamente carpetazo al proyecto.
¿Y por qué dos décadas después, seguimos con tan descomunal descampado infrautilizado? Novios no le han faltado a los terrenos: desde diversos museos, un nuevo puerto con helipuerto incluido para que a los ricachones no les quede medio de transporte posible con el que llegar a sus millonarios apartamentos y yates, o el que se podría proclamar como el favorito por descomunal y descabellado: el acceso a un nuevo Camp Nou construido sobre una isla en el mar.
¿Frenó la razón a todos estos macroproyectos? No, lo que frena que hoy en día no se pueda mandar al mar un balonazo desde el córner de un Nou Camp Nou no es otro asunto que el Ministerio de Medio Ambiente. ¿Preocupación ecológica? No, preocupación burocrática. Los permisos se otorgaron para un zoo y sin zoo, no hay plataforma marina… hasta 2035, que es cuando expiran los permisos.
Los aciertos del Fòrum de Barcelona
Que haya 8 hectáreas de hormigón allí donde solo debía haber mar, que se haya expulsado a quienes ocuparon un terreno yermo y olvidado durante décadas por las políticas municipales, para que lo ocupen adinerados a los que jamás verás paseando por las Ramblas son nimios detalles que deben dejarse a un lado ante el hecho de que Blur tenga mejor recuerdo de Barcelona que de Coachella, algo que no hubiese sido posible de no haberse mudado el Primavera Sound al Fòrum de Barcelona y seguir en el Poble Espanyol.
Más allá de los conciertos y los paisajes a lo Mad Max, el Fòrum de Barcelona tiene su aquel gracias a rincones, incomprensibles para un dispendio de 3.200 millones de euros, pero con cierto encanto para el retrato de una ciudad que entraba en el s. XXI con la Sagrada Familia aún por acabar, pero también con una fotovoltaica del tamaño del Bernabeu.
Pérgola Fotovoltaica
Un mondongo de 4000 m2 visible a 30 kilómetros a la redonda bien merece un apartado en mayúsculas dentro de la estrafalaria y entrañable arquitectura barcelonina.
Nada más que por la cantidad de veces que ha salido en anuncios de coches, podemos afirmar que es de las instalaciones mejor amortizadas. Y hablamos de anuncios porque por lo que es la producción eléctrica… Producir produce, pero no al nivel que su tamaño sugiere.
Creada para dotar de luminosidad a 4002 familias, al final el cálculo se quedó en algo más de 100. Suficientes para dar la visión de ciudad ecológica y sostenible que se pretendía.
Port del Fòrum
Asomarte al Mediterráneo y no contar con un puerto será muy ecológico, pero, ¿Qué Ayuntamiento deja escapar la oportunidad de tener tal mina de oro en pleno litoral?
Esta misma pregunta se la hizo el Consistorio de Sant Adrià cuando le presentaron el proyecto del Fòrum. Con unas arcas propias de un municipio periférico, y con unos terrenos litorales en su mayoría ocupados por la desembocadura de un río, las cuentas no le eran favorables para que Sant Adrià entrara en las privilegiadas ciudades portuarias. De ahí a que cuando los vecinos barceloneses les vinieron con un proyecto sobre nosequé evento cultural que invadiría parte de su territorio, la contraprestación era clara…
El Port del Fòrum era el culmen de un proyecto pretensiosamente diseñado para valorizar una zona donde con anterioridad, ni el propio Vaquilla quería vivir. Diseñado por el estudio de arquitectura BCQ (pont de Sarajevo, Mercat de la Abacería, Nuevo Palau Blaugrana), responde a las necesidades del terreno y del entorno, destacando el uso del hormigón armado.
Museu Blau
Con permiso de la pérgola fotovoltaica, es, quizás, el edificio o infraestructura más emblemática del Fòrum. Diseñado por los arquitectos Herzog & de Meuron, funcionó durante el Fòrum de Barcelona como auditorio y, desde 2010, museo de Ciencias Naturales.
Aunque este último dato pueda parecer que se trata de una institución moderna, únicamente lo es el edificio que lo aloja (que en un principio iba a ser encargado a Oriol Bohigas pero, para dar carácter internacional al recinto, acabó en manos del estudio suizo), ya que la colección que expone forma parte de la que anteriormente se encontraba en el primigenio museo de ciencias naturales: el museo Martorell, recientemente restaurado y en activo desde 1882 en el parc de la Ciutadella.
De allí provienen gran número de la colección de geología y, sobre todo, la que es la atracción estrella del Museu Blau: el esqueleto de ballena que nos recibe en su hall. Un esqueleto de 500 kilos y 20 metros de largo proveniente del cetáceo que quedó varado el 11 de junio de 1862 en la playa de Llançà.
Xemeneia Solitària
No es de la época del Fòrum de Barcelona pero sí herencia de su actividad posterior. Dando la bienvenida a los eventos que allí se celebran encontramos en la plaça Ernest Lluch un cilindro de 20 metros de altura que simula la vela de una embarcación en la que se integran elementos analógicos de medición marina, como una veleta, una banderola para detectar la dirección del viento, etc.
Este elemento tan tradicional pretende enfrentar la modernidad del recinto con su pasado, compartiendo espacio desde el 2007 con la explanada que crearon sus mismos autores: los arquitectos del Fòrum de Barcelona José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres.