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Edificios sorprendentes de Barcelona

Torre de les Aigües de Dos Rius: un vigía silencioso impulsor del Tibidabo

La torre de les Aigües del Tibidabo perdió su esplendor al construirse otros imponentes edificios como el Sagrat Cor, pero sin ella, este rincón del Collserola no sería el mismo. Descubre su historia y la de los otros tres edificios de la ciudad que trajeron el agua y con ello, la prosperidad.

Es visible desde casi cualquier punto de la ciudad, y aún así nos cuesta localizarla. Se trata de la torre de les aigües que corona el Tibidabo: una construcción de apenas un siglo y que, a pesar de ser cegada por el Templo del Sagrat Cor, sin ella, ni este último ni ningún otro elemento de esta parte del Collserola hubiese sido posible.

En pie vigilando desde lo alto de Barcelona, la torre de les aigües de Dos Rius (llamada así para distinguirse de otras tantas en la ciudad), lleva coronando el Tibidabo desde 1905, y su construcción vino motivada para hacer posible el desarrollo de esta popular zona.

Torre de les Aigües: en pie para que los «pixapins» puedan pasear

No es que su construcción se hiciera expresamente para que domingueros y ciclistas pudieran pararse a beber agua, pero sí que da nombre a la popular carretera de les aigües precisamente porque sin la torre, no existiría.

A principios del s.XX Barcelona comenzaba un incipiente crecimiento urbanístico que se extendía por todos los puntos cardinales, lo cual incluía su cara norte. El Collserola, por sus atractivas vistas y su entorno natural inmejorable, era elegido como el lugar predilecto de las altas élites a las que el Eixample burgués se les quedaba corto.

Comenzaba así una conquista urbana iniciada por el polifacético Doctor Andreu que, reconvertido en promotor inmobiliario, iniciaba la urbanización de la zona a la que, desde 1898, ya se le daba uso con el Parque de Atracciones.

La torre de les aigües destaca por su carácter monumental, digno de coronar el Tibidabo

El agua como eje de desarrollo en Barcelona

La construcción de la torre de les Aigües del Tibidabo responde a una necesidad muy barcelonesa: primero traigan el agua que ya vendrá el resto. Así, la la Societat General d’Aigües de Barcelona (hoy Agbar, 100 años después seguían aficionados en eso de «levantar torres«) conocedor del proyecto del Doctor Andreu, se apresuró en dotar del preciado elemento a las colonias y otros edificios que ya crecían desde su falda hasta su cima.

Eso permitió el trazado no solo de la carretera de les Aigües y los barrios de su alrededor, sino también de otros proyectos emblemáticos como el Observatorio Fabra o, sobre todo por su imponente figura, el Sagrat Cor de Sagnier.

En Barcelona, la disposición de agua siempre ha sido sinónimo de crecimiento y prosperidad. Así crecieron desde la Edad Media municipios como Horta, -rica en rieras de aguas cristalinas que harían famosas a sus lavanderas-, y sobre todo, aquellos que se beneficiaron del paso del Rec Comtal: la mítica canalización que llevaba aguas de la sierra del Collserola desde Montcada hasta el Born.

Esta última posibilitó que Barcelona se industrializase, moviendo sus corrientes las turbinas de industrias como las de Sant Martí o las famosas farineras del Clot. De igual forma, la Torre de les Aigües que nos ocupa, permitió que la franja desde Sant Pere Màrtir hasta la Avenida Tibidabo creciera prósperamente. El agua trajo a ella proyectos de viviendas grandilocuentes que hacían ensombrecer al propio Eixample, por aquel entonces aún en ejecución.

La torre del Tibidabo junto al Sagrat Cor
El Casino de la Rabassada: la grandilocuencia en mayúsculas del Tibidabo
No solo viviendas de gran lujo ocuparon las faldas del Tibidabo. La montaña vigía de Barcelona se caracterizó también a principios del s.XX por ser el centro de ocio de las grandes fortunas.

Esta apología del exceso llegó a su cumbre en 1911, cuando el Gran Hotel de la Rabassada (de 1899, un año después del Parque de Atracciones), se amplió con un Casino al estilo de los parisinos o el de Montecarlo.

La obra fue de las más faraónicas de la época, costando su construcción más de 2,5 millones de pesetas y representando el máximo lujo, con excesos solo alcanzables a las grandes fortunas.

Tal era la fama de estos excesos que, según cuentan las leyendas de la Barcelona negra, el casino contaba con «la habitación del suicidio», donde quienes perdían todo su patrimonio en la ruleta (algo que era muy común), disponían de un revolver cargado para acabar con su vida.

Esta es solo una de las leyendas que corren alrededor del Casino, cuya decadencia se inició al año de inaugurarse por una inoportuna ley de prohibición del juego. Tan solo el impulso de la Expo del 29 consiguió darle cierto esplendor que acabó finalmente en 1930.

Hoy sus instalaciones (parcialmente derribadas en 1940 tras usarse como cuarteles durante la Guerra) son objeto de deseo de los cazadores de edificios abandonados, que cuentan todo tipo de historias sobre la energía fantasmagórica que desprende el lugar.

Una torre digna de de presidir el horizonte barceloní

Pese a su excelente estado de conservación, hoy la Torre de les Aigües tal como comentábamos al comienzo, queda ensombrecida por el Sagrat Cor, las luces de la noria del Parque de Atracciones y, sobre todo, la torre que hoy preside todo el Tibidabo con imponencia: la de telecomunicaciones de Foster, pero al momento de su construcción su silueta dominaba sin competencia.

Conocedores de este hecho, la Societat General d’Aigües de Barcelona le encargó el diseño al arquitecto Josep Amargós i Samaranch (que también se encargaría de la Central de Bombeos de Aguas de Cornellà (hoy museo Agbar de las aguas). Samaranch diseñó una torre modernista en la que destaca la combinación de ladrillo con piedra de Montjuïc, obteniendo esa dualidad de colores tan propia de la torre.

El depósito de aguas se encuentra a 53 metros de altura, en la cúpula superior y en suspensión para evitar efectos adversos ante la posibilidad de terremotos. Esta altura y los desarrollos de la época permitieron que la torre de les Aigües de Dos Rius fuera de las primeras instalaciones que contaban con ascensor.

La altura de la torre de les Aigües provocó ser una d elas primeras edificaciones de Barcelona en tener ascensor

Otras torres de les aigües en Barcelona: una ciudad de múltiples duplicidades

El apellido «Dos Rius» se hizo necesario para distinguir la torre de les Aigües del Tibidabo de las otras existentes en la ciudad. En concreto, Aigües de Barcelona disponía de otras tres que sirvieron para la misma función: traer agua corriente y, con ello, prosperidad a diversos puntos de la ciudad.

La torre de les Aigües de l’Eixample: ¡Al agua patos!

La más «mediática» de las tres restantes es la que ocupa el interior d’illa de la manzana del Eixample delimitada por Roger de Llúria, Consell de Cent, Bruc y Diputació. Diseñada en 1867 por Josep Oriol Mestres, fue ideada para dar esplendor al proyecto del Eixample, recién salido del horno. De hecho, los edificios a los que daba servicio fueron de los primeros en Barcelona en recibir agua corriente directamente en las casas. El primero fue un viejo conocido de este blog: Los Porxos d’en Xifré.

De planta hexagonal y ladrillo visto, fue restaurada en 1987 como uno de los primeros proyectos ideados para devolver el esplendor inicial al Plan Cerdà. Ya que años de especulación urbanística habían eliminado en el Eixample (un saludo a Porcioles, otro de los recurrentes de este blog) sus interiores ajardinados.

Esta restauración pretendía en concreto hacer accesibles y más verdes los interiores d’illa de las manzanas del Eixample, tal como los ideó Cerdà. Para ello, se incluyó un parque público y una piscina de poca profundidad, muy frecuentada durante los veranos sobre todo por familias con niños.

La construcción del Sagrat Cor en la cima del Tibidabo acapara toda la atención de la cima, que no obstante cuenta con otras construcciones que remarcan este lugar como monumental

Torre de Les Aigües del Besòs: un suicidio para un despropósito

La segunda de las torres de les Aigües la encontramos en Poblenou, que por aquel entonces era aún el municipio de Sant Martí de Porvençals. Construida en 1882 por el célebre arquitecto Pere Falqués (a quién le debemos, entre otras obras, las farolas de los Passeigs de Gràcia y Lluís Companys), fue un encargo del industrial Xavier Camps.

Camps quiso aprovechar los años de sequía para poder asegurar el provisionamiento de agua en una zona eminentemente industrial. Para ello, pidió los permisos municipales oportunos y aprovechó unos terrenos que poseía en el lugar donde, junto a August Kuentzmann Damm, fundó la fábrica de cerveza y hielo «Camps y Kuentzmann», germen de la popular Estrella Damm.

El aprovisionamiento de agua en la zona resultó tan exitoso que el Ayuntamiento de Barcelona le solicitó al empresario canalizar los paseos de Sant Joan, Isabel II, Aduana y la plaza Palau. La carrera exitosa de Camps tuvo un giro inesperado cuando, en mayo de 1889, la proximidad con el litoral y el efecto de succión de las bombas de la torre, provocaron que una filtración de agua marina despotabilizara la canalización por completo.

Este hecho provocó la quiebra de la sociedad, además de una profunda depresión en Xavier Camps, que acabó suicidándose tirándose desde lo alto de la torre, a 51 metros de altura, el 12 de febrero de 1890.

Desde 2012 y tras haber servido como metalurgia a las empresas de la poderosa familia Girona y caer en el más absoluto abandono, se recuperó para uso monumental, funcionando hoy como museo y torre mirador.

Torre de les Aigües de Poble Nou

Casa de l’Aigua de Trinitat Nova: a la tercera va la vencida

La tercera de las torres se conserva hoy en día como depósitos y museo en el populoso barrio de Trinitat Nova. Si la de Poblenou fue motivada por dos años de sequía, la de este lado de la ciudad se diseñó para mejorar la calidad de las aguas de la zona tras la epidemia de tifus de 1914.

El encargado de su construcción, finalizada en 1919, fue el propio Pere Falqués, el cual dotó a la instalación de dos pabellones con el aire típico modernista de sus construcciones, recordando concretamente al estilo aplicado en el Mercat del Clot.

Para entonces, ya se habían mejorado notablemente en soluciones que aumentara la calidad y la canalización del agua, destinándose estos pabellones a clorar y almacenar la proveniente de la estación vecina de Trinitat Vella, que a su vez se proveía, -como el antiguo rec comtal-, de las aguas de Montcada.

El Parque de les Aigües del Guinardó
No es casa de l’Aigua como la de Trinitat Nova, pero en el Guinardó encontramos una emblemática quinta construcción muy relacionada con el agua.
Se trata de la Casa de Les Altures, que pese a hacer referencia al «aire» en su nombre, da nombre al parque denominado como «les Aigües» y, de paso, se trata de la construcción que salvó al barrio entero en el s. XIX de convertirse en el cementerio municipal.
Ese es el futuro que el Plan Cerdà le tenía reservado al Guinardó, que de no ser porque la altura en el que se encuentra y la existencia de rieras en sus valles (el torrent de Lligalbé, que da nombre a una de sus calles, por ejemplo), habría acabado como camposanto.
Esta particularidad que permitía que el bombeo fuera mínimo y la necesidad de traer agua al creciente Eixample, potenció que en los terrenos del ahora parque se construyera La Casa de les Altures, en referencia a la orografía que fue la salvación del barrio, que pudo prosperar gracias a llevar agua a Barcelona.

Barcelona, tras su urbanización y crecimiento a través de su pla, se despidió de las rieras que durante siglos y siglos le dio prosperidad, pero con instalaciones como las cuatro descritas, siguió vinculando su historia al agua, algo de lo que jamás se podrá desvincular.

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