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Edificios sorprendentes de Barcelona

Antiguo Ayuntamiento de Sant Martí: un municipio para tres barrios

Sant Martí es un distrito suma de barrios con gran peso dentro de la historia agrícola e industrial de Barcelona. Aprovechamos su Ayuntamiento para repasar su historia.

Barcelona tiene la suerte de resultar una ciudad suma de otras tantas. El hecho de que a su núcleo principal se le haya sumado a finales del s. XIX / principios del XX diferentes municipios de distinta tradición, le confiere una actitud y, sobre todo, un patrimonio único respecto a otras ciudades.

Lo común en una urbe del tamaño de Barcelona es que, a medida que nos alejamos del casco antiguo, la historia y la monumentalidad se diluya hasta dar a parar a barrios obreros sin ningún interés urbanístico más allá del de acoger al mayor número posible de población.

En Barcelona según qué dirección cojamos, podemos adentrarnos en nuevos «cascos antiguos», donde encontrarnos otros ayuntamientos, otras calles mayores y otros legados que en muchos casos nada tiene que envidiar al principal. Es el caso del distrito de Sant Martí de Provençals: un distrito con vocación de pueblo que aún conserva su personalidad labrada a fuerza de arados y chimeneas, y a cuyo antiguo Ayuntamiento acudimos para hacer repaso de su historia.

El urbanismo en la Baja Edad Media: una iglesia y el resto ya viene hecho

Todo municipio con vocación de crecimiento se reconvirtió a la industria a principios del s.XIX, y Sant Martí no fue la excepción a la regla, sino más bien lo contrario: un notable ejemplo de cómo lo fabril podía ejercer de eje de cambio, hasta tal punto de ser considerado con el manido apodo del «Manchester catalán».

La fórmula ya estaba inventada y replicada en muchos de los municipios que acabarían formando parte de Barcelona: alrededor de unos terrenos agrícolas se funda una iglesia que actúa de centro dinamizador entre la población local hasta que los grandes terratenientes, o bien adquieren terrenos para instalar sus fábricas, o bien los aprovechan como segundas residencias palaciegas. En el caso de Sants, Sant Andreu y el propio Sant Martí ocurrió lo primero; en el caso de Gràcia y Sarrià lo segundo.

Con la iglesia hemos topado y Sant Martí obró el milagro



El germen de Sant Martí lo encontramos en la parroquia del mismo nombre: un rincón aún existente a día de hoy junto al Pont del Treball que parece atrapado en la Edad Media en la que surgió. Librado de la piqueta de forma excepcional, los territorios a su alrededor siguen conservando usos agrarios antes de adentrarnos ya en el barrio residencial de La Verneda.

Cuenta la leyenda (y Joan Amades en su Costumari Català), que el nombre del ahora distrito surge de una visita de Sant Martí de Tours a Barcelona, la cual aprovechó para refugiarse del frío en la casa de un pagès de la zona, que le ofreció además de cobijo, lo poco que tenía para comer. Entretanto, la conversación giraba en torno a las penurias que todo hombre de campo vivía en la época: que si mal tiempo, que si cosechas echadas a perder, que si no se podía trabajar el campo por la lluvia y la nieve… Sant Martí, entre agradecido y apesadumbrado por los males del pagès, decidió hacer «cosas de santos» e intervenir mejorando el tiempo durante un par de días, con lo que a día de hoy conocemos como «el veranillo de San Martín»: una inusual subida de temperaturas en torno al 11 de noviembre (día del santo… y de la matanza del cerdo, a quienes le llegan su San Martín precisamente por esa breve mejoría del clima otoñal).

Para rematar la intervención y hacerla un poco más espectacular (si Sant Jordi hacía brotar rosas de un dragón, qué menos que añadir épica por parte de nuestro santo protagonista), Sant Martí hizo que una elíptica de colores atravesara el cielo durante aquellos atípicos días . De ahí a que el arcoíris también se conozca como el arco de San Martín.

Plafón cerámico situado en la Sucursal de la Caixa de Pensions del carrer del Clot, en el que se representa la leyenda de Sant Martí, en el momento en el que el santo ofrece abrigo a un mendigo.

De Sant Martí al Clot y Poblenou: del campo a la industria



Leyendas aparte (los años en los que vivió el santo, en torno al s. IV, no coinciden con los de los primeros asentamientos documentados del ahora barrio, en torno al s. X), alrededor de la parroquia se fue afianzando una población que oficialmente se convirtió en municipio gracias a un Decreto de Nueva Planta del poco apreciado (con razón) Felipe V en 1715.

Surgía así la villa de Sant Martí de Provençals (Sant Martí por la parroquia, Proveçals por «de provincias», tal como los romanos denominaban a las tierras extramuros cultivables).


Pese a ser el germen de todos ellos, hoy día el núcleo antiguo de Sant Martí e incluso la denominación como distrito se ve ensombrecida por el empuje de otros dos núcleo que aunque pertenecientes a éste, cuentan con personalidad propia como para diluirse de la demarcación oficial. Hablamos de los barrios del Clot y Poblenou.

El Clot: cómo un caño de agua puede cambiar tu economía

Al Clot que conocemos hoy en día, se llega como tal gracias a la reconversión de terreno agrícola propio de Sant Martí hasta entonces a industrial a finales del s. XVIII. El paso del Rec Comtal por sus territorios fomentó la creación de industrias antes de la Revolución que supondría el empuje definitivo, sobre todo aquellas dedicadas a la producción de miel y harina. De hecho el nombre del Clot viene de toda esta actividad, siendo su nombre medieval el de Clotus Melis (Hoyo de la miel): Melis por la producción de este manjar, señalado en la época como de gran calidad, y el Clotus con el que finalmente se abrevió por la palabra cros, que significa fondo haciendo referencia a tierras de labranza situadas en hondonadas.

Con una industria afianzada gracias al Rec Comtal que hacía mover las ruedas de molinos y a los terratenientes que se asentaron en sus alrededores (de sus elegantes torreones nos quedó como legado la Torre del Fang y la de Sant Joan), el Clot, ya alejado de la influencia directa de la parroquia de Sant Martí y con personalidad propia, poco le faltaba para alzarse como una potencia económica. Y ese poco llegó en 1854, cuando comienza a circular por sus tierras en tren camino a Francia, al que se sumó en 1861 el que tomaba dirección a Zaragoza.

Este hecho contribuyó a que la ya por entonces creciente industria del Clot se afianzara, a la par que establecía una numerosa comunidad de aragoneses en la zona, atraídos no solo por el trabajo disponible, sino por la prosperidad de la zona. Entre los indicativos de la importancia del pueblo aragonés en la zona queda como legado que allá donde precisamente el carrer de Aragó se convierte en la Rambla del Clot, encontramos dos réplicas de Las Pajaritas de Acín, símbolo de la comunidad y que la hija del anarquista poeta regaló en colaboración con la casa de Huesca.

Poblenou: una ciénaga de la que obtener oro a través del vapor

Mientras El Clot se beneficiaba de la infraestructura externa, Poblenou se las tuvo que ingeniar para, por méritos propios, desarrollar una economía próspera y que le permitiera evolucionar como asentamiento. El planteamiento era complejo: mientras Sant Martí contaba con terrenos aptos para el cultivo y lo que despuntaba como nuevo barrio, el Clot, la producción de miel y harinas gracias al Rec Comtal, el patrimonio de Poblenou era gran cantidad de fanguizales y la cercanía al mar.

Lo segundo permitió que gracias a la pesca, el sustento no faltara para seguir desarrollándose como núcleo urbano, pero lo primero se convertía en un hándicap importante al ser la tierra impracticable. De hecho, el estado de ciénaga queda plasmado en su nomenclátor actual gracias al carrer Llacuna, llamado de esta forma romántica para recordar que en esa misma zona todo era fango. Así, la economía de Poblenou crecía mediante el sector primario hasta que llegó la Revolución Industrial, y lo que antes era un inconveniente, de pronto se convirtió en oportunidad.

Sin espacio urbano que proteger y con amplios terrenos para crecer, los fanguizales que desde tiempos atrás habían sido espacios repudiables de pronto se convirtieron en enormes explanadas para hacer crecer la industria, que además podía aprovechar las aguas para su propia actividad, como era el caso de la industria textil. Fue así como a partir del s. XIX, los terrenos de la «gran llacuna» se convirtieron en el motor económico de Sant Martí, con numerosas factorías que producían a sus anchas y atraían a población de toda España.

Ayuntamiento de Sant Martí: un gobierno para un crecimiento desmesurado

Llegados así al s. XIX nos encontramos con un núcleo antiguo (el de la iglesia de Sant Martí) eminentemente agrícola, al que tanto por el oeste (El Clot), como por el sur (Poblenou) le han ido creciendo nuevos asentamientos con un enorme potencial industrial y que aumentan a un ritmo que desde el asentamiento original son incapaces de sostener.

Esto motivó para que a mediados de siglo, desde la cabecera de gobierno del municipio, se propulsara la construcción de un ayuntamiento en unos terrenos que quedaran a mitad de camino de los tres núcleos, de forma que se pudiera crecer a su alrededor administrativamente y tener un mayor control de los diferentes polos de crecimiento de una forma más cercana.

Es así como, ya en 1865 y a tan solo 20 años de ser absorbidos por Barcelona, se construye el Ayuntamiento de Sant Martí, en unos terrenos algo más alejados del núcleo originario alrededor de la iglesia de Sant Martí, pero junto a las incipientes fábricas del Clot y Poblenou.

El ayuntamiento de Sant Martí es hoy sede del distrito
Fachada principal del Ayuntamiento de Sant Martí en la plaza Valentí Almirall, hoy sede del distrito

Un ayuntamiento a la altura de toda una ciudad

Con importantes centros productivos como Can Ricart, Can Felipa, Ca’ l’Aranyo, las farineras del Clot… e importantes vías como la Rambla de Poblenou o el carrer del Clot en efervescencia donde las grandes fortunas localizaban sus viviendas al gusto burgués de la época, el Ayuntamiento de Sant Martí se proyectó a la altura de sus pretensiones, con la referencia de lo que se había hecho con otras casas consistoriales de semejante factura como las cohetáneas Tenencia de Alcaldía de Hostafrancs y Ayuntamiento de la Villa de Gràcia.

Tal era la pretensión que se contó con el urbanista y arquitecto municipal de la aún ajena Barcelona. Así, Antoni Rovira i Trias fue el encargado de un edificio muy al gusto del neoclasicismo tan usado para las casas consistoriales de la época, aunque no sería hasta 1888, a las puertas de la gran exposición barcelonesa, cuando otro de los arquitectos municipales de renombre, Pere Falqués, le otorgó la personalidad que aún hoy día luce con sus retoques del cuerpo central.

Falqués, -a quien le debemos entre otras obras las farolas del Passeig de Gràcia y la avinguda Lluìs Companys-, fue el encargado de, entre otros elementos, la torre que corona la cúpula, con reloj y balconada de hierro inspirada en la Mole Antonelliana de Turín. Como elemento curioso, también añadió las figuras de seis ranas, como homenaje al pasado de la zona de Poblenou donde estos anfibios campaban a sus anchas.

El Ayuntamiento de Sant Martí a día de hoy

En 1897 el edificio perdió su función como Casa Consistorial para convertirse en tenencia de alcaldía, al integrarse todo Sant Martí como barrio de Barcelona. Tal como ocurrió con todos los edificios administrativos locales, tras la nueva división territorial de 1984 por la cual se dividía la ciudad en 10 distritos, pasó a formar parte de la sede del distrito.

Precisamente durante esa última división de 1984, existía la compleja realidad de si considerar Sant Martí como un todo o reconocer esas particularidades identitarias que hacían de Poblenou o el Clot núcleos lo suficientemente reconocibles y distintivos como para formar distritos diferentes. Finalmente, se hizo valor del indudable peso histórico de Sant Martí como unidad territorial y se estableció como el décimo distrito, matizándose eso sí las divisiones territoriales de cada barrio hasta bien entrado el nuevo milenio.

En los alrededores…:

Frente al antiguo Ayuntamiento nos encontramos con la Torre de Sant Joan del Clot de la Mel, una de las dos masías (junto a la torre del Fang) primigenias que se conservan del Sant Martí original que creció en torno a la iglesia del mismo nombre. Con más de 8 siglos a sus espaldas, hoy nos llega reconvertida en las Escolas Casas, gracias a una respetuosa intervención de Josep Goday en 1930.

No fue hasta 2006 cuando se aclararon las fronteras que, más allá de la pertenencia al distrito, delimitaban los diferentes barrios que lo componían, quedando en otros diez y, curiosamente el que fuera Ayuntamiento, fuera de la demarcación primigenia de Sant Martí de Provençals (que obviamente sí incluye su iglesia), cayendo del lado del barrio del Clot.

Hoy el que fuera Ayuntamiento del Manchester catalán (perdón…), no solo sirve de centro administrativo para el barrio, sino que se integra en un eje monumental en el que encontramos otras joyas como el parque del Clot (aprovechando el terreno liberado por fábricas y la antigua estación de tren), el mercat y carrer del Clot, cuyo paseo nos vuelven a trasladar a ese Sant Martí del s. XIX.

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