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Editoriales en Barcelona: un paseo por la ciudad de las letras

Si Madrid tiene un barrio de las letras, en la capital catalana encontramos toda una ciudad, ya que a lo largo de más de cinco siglos de tradición impresora, en esta ciudad se han desarrollado (y muchas continúan en activo) más de un centenar de editoriales en Barcelona.

Un esplendor cultural que tuvo su mayor apogeo en la década de los 60, y que, pese a la crisis de finales de los 80 – principios de los 90, -que se llevó por delante señeras como la editorial Sopena o Bruguera-, continua en activo con renovadas marcas como Blackie Books o Comanegra.

En este paseo daremos un repaso de las principales editoriales en Barcelona que han dado esplendor al oficio de la creación literaria a través de los rincones más monumentales y curiosos de los que han sido partícipes, así como las anécdotas que ha comportado su actividad en la ciudad condal.

Los pioneros de las editoriales en Barcelona

Barcelona es considerada desde hace décadas la capital editorial de Hispanoamérica. Desde la ciudad catalana se publican y han sido publicados los más importantes libros de la literatura en español, además de ser el lugar donde se premian estas publicaciones con mayor notoriedad, como demuestran los premios Planeta (el de mayor cuantía) o Nadal.

Esta tradición no se construye de la noche a la mañana, y ya en tiempos anteriores a la invención de la imprenta, Barcelona contaba con tan amplia actividad literaria como para que quienes promulgaban los escritos contaran con su propio gremio: el de llibreters, que como es tradicional en la Barcelona medieval, se situaban en su propia calle, el aún hoy existente carrer Llibretería.

Pero no es este el mayor vestigio de las editoriales en Barcelona de tiempos del medievo, aunque para encontrar el hito más importante en este sentido tengamos que desplazarnos 60 kilómetros a las afueras. Estos son los kilómetros que separan a Barcelona de la abadía de Montserrat, donde desde 1499 la imprenta del monasterio ha producido libros de temática religiosa que la convierten en, nada más y nada menos, que la decana de Europa.

El Quijote como símbolo de la Barcelona editora

Un icónico ejemplo de la importancia de Barcelona como ciudad de la que partía un alto porcentaje de la creación literaria hispana es que, en la segunda parte del que es considerado el libro por excelencia de las letras españolas, el Quijote, se tienen como protagonistas de sus últimas aventuras unos tira y afloja con el regente de una imprenta barcelonesa.

Traer al máximo protagonista de la literatura castellana a estas tierras tiene como fundamento que era a Barcelona a donde se desplazaban los escritores para dar a conocer al mundo sus producciones, habiendo en la capital catalana no solo una alta actividad editora, sino también difusora, con una amplia red de distribución sustentada en su mayoría a través del comercio marítimo.

La imprenta quijotesca no parece ser pura invención, y según se ha podido saber a través de los estudiosos de esta obra magna, Miguel de Cervantes se podría haber inspirado en la imprenta de Sebastián de Cormellas, situada por aquella época en la calle del Call número 14.

La razón por la que se sitúa a esta imprenta como protagonista del Quijote es que, además de su notable fama por la época en la que Cervantes visitó la ciudad (en torno al verano de 1610), la trama que se desarrolla en esta segunda parte, recuerda mucho a las práctica de los Cormellas, que por aquel entonces editaban los libros de mayor popularidad no siempre con el consentimiento o la colaboración de sus creadores.

La profesionalización de una actividad como clave del apogeo de la Barcelona literaria

Barcelona exhibe su músculo editorial sobre todo a partir del s. XX, cuando las pequeñas editoriales se convierten en gigantes de la producción literaria.

Para llegar a este punto de esplendor editorial, a Barcelona no le bastaban siglos de tradición editora. La creación de instituciones como el Institut Català de les Arts del Llibre fueron clave no solo para dar visibilidad al oficio, sino para mantenerlo en el tiempo y profesionalizarlo.

Así, estas instituciones no solo se encargaban de funcionar como gremios que protegieran los intereses de sus asociados, sino que también se dedicaban a la enseñanza y formación del oficio, asegurando así la continuidad de la actividad para las siguientes generaciones.

El interés por hacer de la producción literaria, toda una industria y una salvaguarda de la cultura popular propició que al calor de este apogeo, se abordaran majestuosos proyectos como la enciclopedia Espasa (82 volúmenes de 1.500 páginas cada uno en el que se desarrollaba todo el conocimiento abarcable en español) o el referente al respecto de las letras catalanas: la Gramática de la Lengua Catalana de Pompeu Fabra.

De hecho, Pompeu Fabra fue uno de los redactores de la editorial Espasa, sirviéndole esta experiencia editora para la difusión de los preceptos que asentarían el modelo gramático del catalán actual.

De la propia Espasa surgió otra editorial de renombre, la Editorial Salvat, y bajo ambas y un apogeo tanto en la medida de consumo, como de infraestructuras, se multiplicaron en número: Barcino, Editorial Catalana, Edicions Proa, Editorial Planeta, Norma Ediciones, Editorial Bruguera, Seix Barral, Salamandra, RBA… o incluso provenientes del extranjero como Penguin Random House o Bertelsmann, la exitosa creadora del Círculo de Lectores.

Muchas de ellas han sobrevivido en el tiempo, otras se quedaron en el camino y otras tantas han ido surgiendo para recuperar y dar esplendor al oficio de nuevo, pero además de una larga historia que vincula inevitablemente a Barcelona con el mundo editor, lo que sí ha pervivido y esperemos que así siga siendo, es un completo patrimonio cultural a lo largo de la ciudad que, a continuación, recorremos.

Un recorrido por el patrimonio cultural de las editoriales en Barcelona

Que el esplendor de la Barcelona editorial haya pervivido durante todo el siglo XX, ha permitido que muchas de las casas y fábricas que las empresas del gremio construían como tejido industrial, se hayan hecho con el estilo y buen gusto de la época correspondiente. Nada que ver con las fábricas que hoy atestan el Baix Llobregat o el último tramo del Besòs.

Elegantes fábricas modernistas, edificios racionalistas, referencias monumentales al sector… Barcelona ha quedado plagada del recuerdo bien conservado en muchos casos, reconvertido o destruido en los que menos.

A continuación un repaso por el legado que convirtió y convierta a Barcelona como la capital de las letras hispánico-catalanas.

La sede de la Editorial Salvat: aquí empezó todo

Tal como indicábamos en la (larga) introducción, pese a ser una actividad que lleva en Barcelona la friolera de más de 6 siglos, no fue hasta finales del s. XIX cuando despuntó la actividad editorial como potente industria y motor económico.

Dentro de este despegar, dos nombres resaltan por encima de cualquier otro: la editorial Espasa y la Editorial Salvat, ambas surgidas de la misma matriz.

La empresa Espasa Hermanos y Salvat fue creada en 1869 por Manuel Salvat y Xivixell y los hermanos Pau y José Espasa Anguera, surgiendo de ellos dos de las principales editoras en castellano de todo el s.XX, hoy aún en activo pero bajo el paraguas de la editorial Planeta (Espasa) y  Hachette-Matra (Salvat).

Como recuerdo de este esplendor podemos apreciar el majestuoso edificio modernistas que la Salvat mantenía como fábrica en pleno Eixample Esquerra. Así, en la confluencia de las calles Mallorca, Calabria y Rocafort, casi abarcando toda una manzana, encontramos no una, sino dos joyas patrimoniales a escasos metros de la Estació de Sants.

La primera de ellas es la fachada principal de la fábrica, datada en 1912 y conservada gracias a esa extraña moda de finales del s.XX de crear a partir de fachadas clásicas edificios eclécticos de dudoso gusto estético en su conjunto, pero que al menos permitían que se conservara patrimonio arquitectónico.

Del notable gusto modernista de la edificación originaria queda como recuerdo la placa que el Ayuntamiento le otorgó en 1917 como edificio del año. Del edificio creado en los años ochenta, mejor ni hablar…

Con «algo» más de respeto, en el año 1988 se levantó en parte de los terrenos de la Salvat el edificio que hoy lleva su nombre: un edificio contemporáneo de los muchos que constituyeron la zona de la nova Esquerra de l’Eixample, y que sigue el pretendido estilo de evocar el modernismo a través de elementos como las tribunas en chaflanes pero sin su virtud decorativa y estética.

Esa virtud sí que la apreciamos en el que es su elemento más característico, la espectacular tribuna semicircular con estructura de madera y decoración a base de trencadís cerámico como marco de las cristaleras de ojo de pez. Esta tribuna es lo único que queda en pie de la casa particular de Pau Salvat Espasa, que se situaba anexa a los terrenos de la fábrica.

Editorial Gustavo Gili: cuando el Eixample Esquerra era la impresora de hispanoamérica

A pocas calles de la Salvat, en el número 87 del carrer Roselló, se encontraba la editorial de otro renombre de las letras hispanas: la Gustavo Gili.

Gili fundó su editorial por la misma época que la Salvat, en 1902, pero más que por la actividad editorial, es conocido por haber promovido la industria sectorial catalana en torno a esta actividad, siendo uno de los promotores de la Barcelona como capital editorial.

Gustavo Gili formó parte de la Liga Regionalista de Cambó. Estas conexiones políticas le permitió fundar la Cámara Oficial del Libro de Barcelona y el mencionado Institut Català de les Arts del Llibre.

También, como concejal del Ayuntamiento e interesado en la arquitectura como arte, tuvo la oportunidad de entrar en contacto con el consejo de Eduard Fontseré y con la colaboración de Estanislau Ruiz y Ponseti para elaborar las publicaciones de arquitectura. Afición que acabó con la creación de la que era la sede de la editorial, construida entre 1954 y 1960 en un excelente ejemplo de racionalismo combinado con los movimientos modernos.

Esta sede se conserva hoy en día como equipamiento cultural en un interior de illa, premiada con el FAD en el año 1961 por un estilo que recuerda a la obra del icónico Frank Lloyd Wright.

El mural de la Sopena: un triste recuerdo del esplendor de las editoriales en Barcelona

Seguimos sin salir del Eixample Esquerra para dirigirnos a pocos metros de la Gustavo Gili. A tan solo una manzana de ésta, en el carrer Provença 93, encontramos los vestigios de la que fuera una de las editoriales más punteras del s. XX: la editorial Sopena.

Conocida en sus últimos años por su diccionario y material didáctico para escuelas, los inicios de la Sopena fueron bien distintos, siendo una de las primeras en publicar material erótico en un temprano 1898 (Ramón Sopena comenzó su editorial tan solo cuatro años antes, en 1894).

Tal fue el éxito de estas y otras publicaciones menos lujuriosas que, en 1906 se pudo permitir todo un edificio modernista en pleno Eixample, de los más llamativos por su decoración de los que se recuerda en la zona. Y decimos de los que se recuerdan porque, por desgracia, poco queda de esa esplendorosa edificación. Apenas un mural como premio de consolación.

Tras la crisis editorial de principios de los 90, a la Sopena poco efectivo le quedaba para mantener sus lujosas instalaciones, por lo que en una Barcelona olímpica deseosa de obtener suelo edificable, el que ofrecía esta editorial se convirtió en un caramelito en dulce para las constructoras.

La falta de catalogación del edificio permitió que, pese a las numerosas firmas de los vecinos que reclamaban su protección, en 1990 fuera demolido y trágicamente sustituido por un edificio ramplón sin más de los tantos que podrían encontrarse en cualquier periferia.

Lo único que les quedó a los vecinos como consolación, -y al resto de la ciudad como recuerdo-, fue el mural que el artista Jordi Gispert creó en 2002 en los jardines del interior de illa del insípido edificio.

Como parte del plan de recuperación de interiores de illa, aquel año se crearon los jardines de María Mercè Marçal, cuyo elemento más característico era el recubrimiento de una de sus esquinas con un collage realizado con mosaicos, molduras, azulejos y otras decoraciones que formaron parte del histórico edificio de la Sopena.

Editorial Bruguera: el motor de El Coll y el padre del cómic en España

La estrecha relación de Barcelona con el mundo de las letras no es únicamente por una cuestión de números: la industria supo asentarse en la raíz de zonas de la ciudad donde se convirtieron en auténticas instituciones.

Es así como hemos visto que el Eixample Esquerra desarrolló una amplia red productiva a base de impresiones donde hoy en día encontramos AirBnBs. Caso similar a lo que ocurrió en el barrio de El Coll con la Editorial Bruguera.

La zona más abrupta del distrito de Gràcia comenzaba a crecer a la par que crecía el interés del país por las historietas a través de las viñetas, y en esto último tuvo gran culpa la susodicha editorial, que desde su sede en el número 15 del carrer de l’Aldea, en un promotorio entre el Park Güell y la Creueta del Coll, llenó las estanterías de los españoles de volúmenes y volúmenes de cómics.

Así, la Bruguera (que comenzó su andadura en 1910 con el nombre de El Gato Negro) comenzaba su época dorada publicando Pulgarcito o El Capitán Trueno en la década de los 40. Esplendor que duró hasta bien entrado los años 70 a base de publicaciones semanales de bajo coste, lo que hizo que se popularizara el género entre las clases populares.

Su enorme éxito no impidió que una mala gestión de capitales provocara su cierre en 1986, siendo absorbida por el Grupo Z y dejando huérfano al barrio del Coll de su motor económico.

No obstante, a los vecinos de este populoso barrio les queda el consuelo de que el recuerdo aún les queda presente gracias a la política de los primeros años de democracia de convertir las antiguas industrias en equipamientos culturales. Es así como la antigua Bruguera ha llegado a nuestros días convertida en el Centro Cívico El Coll – La Bruguera.

Biblioteca Gabriel García Márquez: un merecido homenaje a la literatura barcelonesa

Hablar de la Bruguera y no hablar de Escobar, Vázquez o Ibánez es todo un delito. Pero la justificación a la omisión, de al menos, este tercer creador, está justificada en la que es la siguiente parada de este singular paseo.

Ésta nos lleva al corazón de Sant Martí, en la Verneda, donde desde 2023 disfrutamos la que ha sido galardonada como la mejor biblioteca del mundo de ese año: la biblioteca Gabriel García Márquez.

Este equipamiento bien merece la mención debido a su amplitud, instalaciones modernas y cómodas en un edificio inteligente, luminoso y de sugerentes formas, pero dentro de este artículo se gana su apartado por ser en sí todo un homenaje a las editoriales en Barcelona.

Volviendo a Ibáñez, justo a su entrada, en la esquina del carrer Treball con Concili de Trento, se instaló en noviembre de 2023 el primero de los semáforos conmemorativos del creador de cómics por excelencia del país, consistente en la figura de Mortadelo como el muñeco verde, y Filemón como el rojo.

Este homenaje, sucedido a los pocos meses de la muerte del creador de estos entrañables personajes, tiene como motivo de colocación en este lugar debido a que se encuentra a pocos metros de la vivienda familiar de Francisco Ibáñez, que desde este punto dibujaba a personajes como Rompetechos, El Botones Sacarino o los inquilinos del 13 Rue del Percebe.

No es el único homenaje literario del entorno de la García Márquez: con motivo de su inauguración, se renombró a la rambleta que la une con el carrer Selva de Mar como plaza Carmen Balcells.

El de Carmen Balcells es uno de los nombres más relevantes dentro de la historia de las editoriales en Barcelona: ella, desde su agencia de la avenida Diagonal a la altura del carrer Casanova, fue la responsable de traer a los principales autores latinoamericanos a Barcelona, y que desde aquí pudieran publicar sus obras a todo el mercado hispanoparlante.

Es particularmente reseñable que fue ella quien trajo a unos jóvenes Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez a la Ciudad Condal, de ahí a que su nombre quede unido para la posteridad al del Premio Nobel colombiano a través de este homenaje en La Verneda.

Norma Editorial: la renovación del cómic vuelve a tener sello de editorial en Barcelona

De El Coll (pasando por la Verneda) a pleno centro de la ciudad: el Passeig de Sant Joan a tocar con Arc de Triomf. Desde el número 7 de este popular bulevar, lleva desde 1981 revolucionando el sector del cómic español e internacional la editorial Norma.

La particularidad de esta editorial de Barcelona no es otra que la de haber dado un paso más allá de hasta donde llegó la Bruguera y recoger la cultura del cómic de tendencia, sobre todo, estadounidense y japonesa, siendo la primera en publicar manga en español.

Actualmente la Norma sigue editando y difundiendo la cultura del cómic y la novela gráfica internacional, -además de publicar autores españoles seguidores de de esta tendencia-, desde sus oficinas y tiendas con vistas al Arc de Triomf. Pero aún dejó un legado comiquero más en la ciudad, concretamente en el Poblenou.

En el número 89 del carrer Fluvià se encontraban los almacenes de la editorial, desde donde salían cómics de autores tan conocidos como Will Eisner, Neil Gaiman, Frank Miller, Mike Mignola o Alan Moore. Almacén que dejó de estar en funcionamiento como tal a principios del nuevo siglo.

El ilustrador Daniel Torres, quien fue viñetista publicado por la propia editorial barcelonesa, quiso homenajear a este lugar de difusión cultural creando un mural en 2011 que recordara que allí se encontraban los almacenes de la Norma.

Desde entonces, asomando a un punto de Poblenou aún en reconversión, podemos ver una fachada llena de vida donde se reproduce diferentes estados de la creación de viñetas.

La Editorial Planeta: una ostentosa muestra de músculo de la multinacional

En los tiempos de la Sopena o la Salvat, nada como un elegante edificio modernista para demostrar que el negocio iba viento en popa. Una fachada ostentosa y bien decorada era símbolo de distinción en la Barcelona burguesa donde la apariencia lo era todo.

El Grupo Planeta, fundado en 1949, llegó tarde para sumarse a esta tendencia, pero de haber llegado, no dudamos que su sede sería digna de la presencia de una Pedrera o de cualquiera de las 4 casas que conforman la manzana de la discordia.

En vez de eso, lo que nos legó la que es la reina de las editoriales en Barcelona (y la que ha absorbido muchas de las preexistentes) es un imponente edificio que pese a contar con 50 años, aún luce moderno y llamativo como el primer día.

En honor a la verdad, el Edifici Banca Catalana, tal como nos sugiere su nombre, no es fruto del mecenazgo de la editorial fundada por José Manuel Lara, sino que fue ideado en 1979 como sede del Banco Industrial de Cataluña.

Posteriormente este enorme jardín vertical pasó a manos del BBVA, hasta que en el 2001 la editorial Planeta lo adquirió por la nada desdeñable cantidad de 16.000 millones de pesetas, lo que al cambio y sin calcular la inflación, serían casi 96 millones y medio de euros (la torre Glòries costó 132).

Lo más característico de este edificio son sus 12.000 plantas de 46 especies vegetales que lo recubren, pero no queda ahí su singularidad. Es uno de los más notables ejemplos de la denominada Escuela de Arquitectura de Barcelona, surgida en los años 60.

La declaración de independencia (o no-declaración, según se mire) de 2017 tuvo como efecto colateral que, el Grupo Planeta, decidiera trasladar su sede a Madrid, quedando la funcionalidad de este edificio muy reducida, por lo que en 2018 trágicamente se acaba vendiendo al fondo buitre Blackstone, que le realiza un rebranding para que deje de denominarse Edificio Planeta, cambiándolo por el pomposo nombre de D Garden 662.

La Fábrica Lehmann: símbolo de las nuevas editoriales en Barcelona

Tal como indicábamos a la hora de hablar del, ejem, edificio Planeta, en pleno s. XXI el modernismo es pieza de museo dentro del urbanismo barceloní, por lo que a las nuevas editoriales en Barcelona no la vemos en los elegantes edificios que en otros momentos ocuparan los buques insignias de las letras barcelonesas.

La crisis del sector también llama a la prudencia y evita que se creen otros nuevos «edificios Planeta». Pero más allá de las construcciones estilo 22@, el s. XXI trajo a Barcelona una tendencia que favoreció el enriquecimiento del patrimonio urbano: la recuperación de espacios fabriles del siglo pasado.

Si a esto le sumamos la pretensión desde la década de los 80 de recuperar los interiores de illa, el resultado es el que vemos en la fábrica Lehmann: reformada para la ciudadanía en la última década como incubadora de empresas.

¿Y qué tiene que ver este plan de recuperación del patrimonio con las editoriales en Barcelona? Que una ilustre inquilina del espacio de la que fuera fábrica de juguetes y muñecas de porcelana es la Editorial Comanegra.

La editorial Comanegra se fundó den 2007, y representa el espíritu de las jóvenes editoriales que han heredado otras dignas sucesoras como Blackie Books: traer esta industria centenaria a los nuevos tiempos sin perder tradición y con la cultura como bandera en todo momento.

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