Las paredes del Convent de Sant Agustí Vell esconden mucho más de lo que muestran, resumiendo en sus pequeños rincones la historia de una ciudad que ha sido evangelizadora, guerrillera y difusora de diferentes artes.
Demolido, olvidado y recuperado, este espacio antes de retiro espiritual, hoy de retiro cultural, resume la idiosincrasia de tantos y tantos edificios públicos barceloneses, que han ido cambiando de usos y fisionomía según mandaban los tiempos en los que se vivía.
De todos ellos guarda un pedazo sin el que el Convent de Sant Agustí Vell hoy no sería lo que es: un espacio para entender cómo ha sido la Barcelona de los últimos siglos: bienvenidos a 7 siglos de historia.
La etapa eclesiástica: una ciudad que encomienda su presente y futuro a lo gremial y divino
La andadura del Convent de Sant Agustí Vell comienza en torno al 1349, momento en el que los agustinos se establecen en unos terrenos de por entonces extramuros, en el incipiente barrio del Born.
La razón del empuje y enorme desarrollo de este barrio en la Baja Edad Media se debe a que era aquí donde se instalaban las influyentes cofradías gremiales: agrupaciones de artesanos por sectores que establecían relaciones de solidaridad y apoyo entre unos y otros para, de esta forma, mitigar las frecuentes crisis sociales y económicas que asolaban a la ciudad.
Como sociedad profundamente arraigada en los espiritual, formaba parte de la identidad de estos gremios, contar con una capilla o espacio propio en el que poder realizar los ritos de iniciación y las oraciones pertinentes, cada uno a su patrón propio.
Debido a esta particularidad, debemos nada más y nada menos que Santa María del Mar (la Catedral del Mar) al gremio de pescadores, que fueron trayendo piedra a piedra desde Montjuïc lo necesario no solo para construir su capilla, sino uno de los mejores ejemplos del gótico catalán, en las mismas fechas que Sant Agustí Vell (entre 1329 y 1383).
Esa necesidad de espiritualidad tan fuerte como para que unos «artesanos de la mar» levantaran toda una catedral, animaba a que ciertas ordenes eclesiásticas se situaran allá donde los gremios hacían vida, buscando en sus donaciones y cultos lo necesario para prosperar como comunidad religiosa.
¿Y qué gremio fue el propicio para que el Convent de Sant Agustí Vell contara con apoyo suficiente y arraigo en el barrio? El de curtidores, que contaba con el santo como patrón y sus alrededores como zona de trabajo, ya que el convento lindaba con el tramo final del rec comtal: un recurso hídrico muy necesario para limpiar, hidratar, tintar y tratar las pieles.
Este hecho le permitió cierta prosperidad pese a la feroz competencia de Santa María del Mar, Sant Pere de les Puelles y otras congregaciones con mayor devoción y popularidad, así como que fueran creciendo sus dependencias hasta contar con un claustro mayor y un claustro menor.
Para conocer cómo era la fisionomía del antiguo Convent de Sant Agustí Vell nos puede ayudar apreciar la Iglesia de Sant Joan Baptista de Valls, ya que para su construcción en 1569 lo usaron como referente.
La etapa militar: destrucción y decadencia perfectamente «calculada» por Felipe V
El auge del Convent de Sant Agustí Vell vino en los s. XV y XVI, donde su influencia en el barrio fue tal que se convirtió en el eje vertebrador de su propio barrio: el barri de Sant Agustí Vell.
Este apogeo se truncaría, como el destino de todo el Born, tras la guerra de Sucesión. Un Felipe V revanchista nunca perdonaría a Barcelona su posicionamiento a favor del archiduque Carlos, lo que supuso para la ciudad la construcción de una fortaleza con la finalidad no de defenderla, sino de apaciguar cualquier hiato revolucionario.
La construcción de la Ciutadella se llevaría por delante medio barrio del Born para liberar sus terrenos, y entre otros tantos edificios el convento agustino. Sus moradores se trasladarían a la iglesia de Sant Agustí Nou en el carrer Hospital, pero a los restos del convento aun le esperaba un inesperado uso…
El ingeniero Próspero de Verboom (a quién le debemos la torre del Rellotge: el primer faro de Barcelona) fue el encargado de levantar la Ciutadella. Muy versado en cómo las ciencias podían influir en la arquitectura civil, Verboom impulsó la creación de un centro de formación de matemáticas para ingeniería militar.
Así, en lo que hoy es el edificio de la Caserna Militar, se fundó en 1720 la Real Academia Militar de Matemáticas, la más avanzada y prestigiosa de la época en la que se formaba a arquitectos, artilleros y cartógrafos dentro de los batallones militares. Reservando, eso sí, 5 plazas anuales a civiles, con la intención de compensar la supresión de Barcelona como ciudad universitaria decretada por Felipe V.
Las Universidades debían contar con favores reales para su funcionamiento. Como castigo por la falta de apoyo, Felipe V trasladó la Universidad de Barcelona a Cervera: ciudad que sí lo apoyó como rey.
El antic Convent de Sant Agustí Vell funcionó como academia militar hasta 1803, momento en el que se degrada a cuartel. Tan solo 5 años después, con la invasión napoleónica, el edificio recibe, si no un cambio de uso, sí nuevas atenciones…
La actual plaça de la Acadèmia, junto al Convent de Sant Agustí Vell, debe su nombre a esta institución
Convent de Sant Agustí Vell: triste testigo del primer plan genocida de la era moderna
Como parte de su uso como cuartel militar, el Convent de Sant Agustí Vell se convirtió la noche del 30 de julio de 1749 en una suerte de campo de concentración. ¿La causa? la real orden que el rey Fernando VI, heredero del rencoroso Felipe V, presentó para el arresto, prisión y confiscación de bienes de la población gitana.
Conocida como «la gran redada» o «baró istardipé» en romaní, pretendía el total exterminio del pueblo gitano, desplazándolos del Raval, que por aquel entonces ya era un lugar conflictivo para la administración de la ciudad.
El plan pasaba por encarcelar entre 7.000 y 12.000 gitanos que eran llevados a trabajos forzosos, a la par que se separaban a las familias por su condición: los hombres eran destinados a los arsenales; los niños a las minas y las mujeres y niñas eran llevadas a conventos y casas de misericordia, con la finalidad de realizar trabajos textiles o cuidar a enfermos contagiosos.
Concretamente, la función del convento de Sant Agustí fue la de recluir a unas 200 gitanas, que no fueron liberadas hasta la emisión de la orden de liberación el 6 de julio de 1765.
Desde 2021, un hito informativo sirve como memorial de estos hechos.
Convent de Sant Agustí Vell: un templo para la logia masónica
Tras este paréntesis como centro de reclusión, el convento siguió usándose como caserna incluso después de perder su uso como academia militar en 1803, ya bajo las órdenes de José Bonaparte en 1808, el cual no tardó en dejar su impronta en forma de escuadras y compases.
Estos son, nada más y nada menos, que los símbolos más reconocibles de la masonería, con amplio arraigo entre las tropas francesas al ser «Pepe Botella» Gran Maestre de la Masonería. Corresponde a esta etapa histórica los dos portales barrocos en los que vemos esculpidos diversos símbolos masones en el de la derecha.
¿Obviaron dejar la firma masónica en el portal izquierdo? Que a día de hoy no veamos la escuadra y el compás en el acceso occidental se debe a que se eliminaron de la puerta que hoy ocupa la entrada al Museu de la Xocolata en los años 60 del pasado siglo. Un ejercicio de desmemoria histórica practicado por un franquismo poco amigo de la logia, a pesar de que el propio Franco solicitó entrar en la organización.
Lo curioso no es solo lo revanchista de la acción, sino la ceguera o torpeza de las autoridades dictatoriales, que eliminaron las referencias en la puerta izquierda obviando que también existían en la derecha, a las que se sumaba las iniciales F y M (Franco Masonería).
La etapa cultural: cuatro instituciones para alimentar la cultura y memoria del Born
Tal como comentábamos, el uso militar se mantuvo hasta 1980, momento en el que se transforma en un centro cultural. No obstante, no es hasta 1990 cuando, la reforma llevada a cabo por Antonio de Moragas i Spa (al que le debemos otras obras como la Piscina Municipal de Montjuïc, el Monumento al Doctor Robert, el Colegio Público Dolors Monserdà o el Centro Cívico Font de la Guatlla) lo habilita para que sus diferentes dependencias acojan a varias instituciones culturales.
Esta reforma permitió recuperar el claustro medieval y varias capillas, que quedaron integradas en las sedes del Arxiu Fotogràfic de Barcelona, el Museu de la Xocolata, el Centro Cívico y una subsede de Barcelona Activa.
Desde entonces, el que fuera centro eclesiástico, militar y, ahora cultural del barrio del Born, nos regala estampas tan curiosas como la de poder tomar una caña bajo las arcadas del antiguo claustro tras hacer un repaso a la historia del chocolate o disfrutar del archivo de imágenes que en 1917 Agustí Duran y Sampere comenzó a atesorar.