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Rincones insólitos de Barcelona

La Barcelona vintage vista a través de los semáforos de Urgell

Dos semáforos en el carrer Comte d’Urgell son testigo de la historia más vintage de Barcelona. Descubre cómo han sobrevivido a los cambios de las últimas décadas.

Lo que construye el carácter de una ciudad es que sepa combinar los elementos de su pasado con los de su presente más inmediato sin que ambos desencajen (no como ciertas intervenciones vestidas de «revisionistas»). Barcelona demuestra poseer esta personalidad conservando dos elementos históricos primero casi por inercia, después por acostumbrarse a ello. Hablamos de los dos semáforos-farola que permanecen impasibles como los más antiguos de la ciudad en el último tramo de la calle Urgell.

Unos semáforos que parecen haber estado siempre allí

Cuando fechamos la Capella d’en Marcús como la más antigua de Barcelona, lo hacemos en torno al 1150 con cierta exactitud, a pesar de haber pasado desde entonces nada más y nada menos que ocho siglos y aumentando. Sin embargo, a la hora de hablar de estos semáforos, a pesar de ser señalados como los más viejos de la ciudad, nadie a ciencia cierta te sabe indicar cuándo se instalaron. El rango está entre los años 40 y 50 del pasado siglo, pero no existe un registro exacto del año en los que aparecieron en sendos cruces de Urgell con Londres y Buenos Aires.

Lo que sí sabemos es que en 2013 fueron restaurados con un coste de 28.000 euros, devolviéndole la pátina brillante de sus tonos grisáceos, el uso de las farolas e incorporando luces leds, a pesar de que su funcionalidad es casi nula (ambos cruces donde se encuentran cuentan con semáforos «tradicionales» en sus esquinas), hecho que motivó que hubiera un pequeño grupo talibán de lo histórico que pidiera su retirada por peligrosos, al encontrarse en medio de la calle y ser sus bases de hormigón.

Semáforo de Urgell situado en el cruce con Londres
De los cuatro semáforos por poste, el sentido único del carrer Londres y Buenos Aires provoca que uno de ellos esté siempre apagado para evitar confusiones y accidentes.

Semáforos de Comte d’Urgell: de los más avanzados de su época

Con su basamento de hormigón y sus tonos grisáceos hoy lucen algo toscos comparados con sus homólogos, pero al momento de su instalación ya en plena posguerra, supusieron todo un avance para la época.

A día de hoy son los más antiguos que podemos observar en Barcelona, pero no ostentan el título de ser de los primeros. Este honor lo tienen los que se instalaron en el cruce de Balmes con Provença, con motivo de la Exposición Universal de 1929, y existía un plan municipal para extenderlos por todo l’Eixample que se vio truncado por el estallido de la Guerra Civil.

Esta primera generación de semáforos contaba con un guardia de tráfico que debía accionar cada luz de forma manual. Poco a poco se fue perfeccionando la técnica instalándose semáforos en las principales vías (passeig de Gràcia, Rambla de Catalunya, Portal de l’Angel, Plaza Catalunya, Gran Vía y Diagonal) que se accionaban mediante bandas de caucho que reaccionaban al paso del vehículo.

Los que hoy lucen como piezas museísticas corresponden ya a una tercera generación en el que la corriente eléctrica y los temporizadores hacen su correcto trabajo, aunque conservan el clásico rayado blanco y rojo de la base como recuerdo de los colores que tenían los «altares» en los que se situaban los antiguos guardias de tráfico.

Semáforo de Urgell situado en el cruce con Buenos Aires
Semáforo correspondiente al cruce de Comte d’Urgell con Buenos Aires. El basamento en blanco y rojo es un guiño al pedestal sobre el que se situaban los guardias de tráfico en la década de los años 30

Pequeños detalles vintage protegidos

La restauración de 2013 y la actual conservación de estos dos pintorescos elementos a pesar de su falta de funcionalidad, responde al muy acertado proyecto «Petit Paisatges Urbans«, que vela por la conservación y protección de elementos del entorno urbano que, sin ser edificaciones o monumentos, forman parte del patrimonio o estilo de vida barcelonés.

Algunos ejemplos de otros elementos que forman parte de este proyecto son el Búho de Rótulos Roura, el Pou de la Clota, el termómetro del Portal de l’Àngel, el reloj luminoso de la Vía Laietana o pequeños elementos artísticos que decoran fachadas, vestíbulos y otros espacios públicos o privados con notable valor histórico.

Uno de estos ejemplos que nos pueden pasar desapercibido a simple vista pero que, una vez nos advierten de su existencia llama poderosamente la atención, es el mural de Subirach que decora todo el perímetro del Conjunto Residencial Quinta Avenida (esquina Buenos Aires con Urgell, frente a uno de los semáforos).

A modo de voladizo, el maestro muralista creo una estructura sencilla pero muy al gusto de la época (años 60), donde era muy frecuente que arquitectos y artistas colaboraran para realizar edificaciones funcionales pero repletas de detalles artísticos de gusto art decó y geométricos.

Esta intervención de Subirach (muy prolífico en esa etapa como decorador de edificios: suyas son intervenciones en construcciones como Aribau 185, los vestíbulos de los edificios Chipre, Creta, Júpiter o Catalonia, el frontón del edificio del Banc Sabadell de Rambla Catalunya, etc.) se culmina con la repetición en positivo y negativo de la antorcha de la Estatua de la Libertad en la entrada, en alusión a la denominación neoyorkina de la edificación.

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