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Curiosidades de las plazas de Barcelona

Plaza de Lesseps: entre el justo homenaje y el pastiche kitsch

Si hay una plaza entre lo desconcertante y lo más representativo de Barcelona, ese título lo merece la Plaza Lesseps (con permiso de Plaza Catalunya). Son muchos los barceloneses que la consideran aberrante, otros tantos un conglomerado de estilos digno de admiración, y no muchos menos quienes simplemente la consideran una zona de paso hacia el Park Güell sin nada en los que les merezca la pena detenerse. Seas del tipo de barcelonés que seas, no se le debe negar a la plaza su carácter ecléctico y controvertido.

¿Qué elementos hacen de la plaza un punto tan interesante como testigo de los estilos arquitectónicos y la historia de la ciudad?, ¿Quién era Lesseps y qué lo hace merecedor de uno de los nudos de vital importancia en el tráfico de la ciudad, por donde pasan cada día más de 100.000 coches? A estas y otras preguntas daremos respuesta en este artículo que pretende hacer justicia a una plaza donde cada rincón tiene algo que contar.

El cubo de la plaza de Lesseps es el elemento que mayor impacto visual causa
El cubo alegórico es, sin ser el de mayor importancia, el elemento que mayor impacto visual causa en la plaza tras su reforma de 2005

¿Quién era Ferdinand de Lesseps?

La plaza está dedicada al diplomático e ingeniero francés Ferdinand de Lesseps, cónsul en Barcelona de 1842 a 1848 y conocido mundialmente por dirigir las obras de los canales de Panamá y Suez. De hecho, los elementos centrales y más llamativos de la plaza (las vigas que la atraviesan) simbolizan éste último paso del mar Rojo al Mediterráneo.

Pero no fueron éstos los únicos méritos por los cuales le concedieron el nombre en 1895 a una de las plazas más emblemáticas de la creciente Barcelona (esta plaza, anteriormente llamada de Josepets por el convento carmelita que aún la flanquea, surgió de la incorporación de Sant Gervasi y Gràcia a la ciudad), sino por haber mitigado los efectos de los bombardeos que Barcelona sufrió en 1842 de manos del general Espartero.

Todo comienza con uno de los motivos favoritos por los que Barcelona se declaraba en revuelta: los impuestos. La Ciudad Condal siempre ha sido muy combativa en relación a proteger sus propios derechos y costumbres, por lo que cuando el primer Duque de la Victoria decidió desgravar los aranceles textiles a la industria británica (lo cual desfavorecía a la pujante industria barcelonesa) y subir los impuestos a los bienes de consumo importados, no tardaron mucho en aparecer las primeras barricadas, -sobre todo en torno a la plaza Sant Jaume-, y las marchas de ciudadanos que atacaron la muralla de la Ciutadella (fortaleza a la que le tenían especial ganas… normal cuando sus cañones constantemente apuntaban hacia las calles de la ciudad).

La revuelta acabó con las tropas del capitán general Juan Van Halen replegadas en el castillo de Montjuïc, y con un regente, Espartero, dirigiéndose hacia la ciudad con ganas de gresca. Tales que, pese a que los milicianos barceloneses no tardaron en convocar una junta y redimirse ante el general, nada pudo evitar que el 3 de diciembre miles de bombas cayeran sobre la ciudad desde el castillo de Montjuïc.

Como máximo representante de la comunidad francesa afincada en Barcelona (más de 3000) y conmovido por la brutalidad de las medidas represoras, nuestro personaje protagonista no dudó en usar su posición diplomática para mediar ante un bravucón Espartero, alegando que durante los 15 días que duró la revuelta, no se produjo ninguna baja. De poco le sirvió a Lesseps la súplica, ya que Espartero contrapuso este argumento haciendo llegar a Madrid noticias sobre violentos asesinatos por parte de las milicias, con tal de ganarse la opinión pública que justificase lo salvaje de su actuación.

Incómodo con que un francés se entrometiera en sus asuntos, Espartero regresó a Madrid con la firme intención de protestar ante las autoridades a cargo del rey Luis Felipe de Orleans, pero fue éste quien, molesto por los ataques que su propia comunidad había recibido en Barcelona, pidió explicaciones al Gobierno Español. Este hecho fue colmando el vaso que, junto a otras revueltas populares en Sevilla que sufrieron similares consecuencias, acabó con la opinión pública en contra de Espartero y su destierro en Inglaterra.

Lesseps salió reforzado de su tarea como cónsul y la desempeñó con notable cariño por parte del pueblo barcelonés hasta 1848, desde una humilde casa de dos plantas que aún hoy podemos apreciar en la calle Sant Carles de la Barceloneta, por aquel entonces extramuros y zona residencial de marineros y pescadores.

Pese a que mundialmente se le conoce como el promotor de dos de las obras de ingeniería más relevantes de la navegación, Lesseps se hizo merecedor de su plaza en Barcelona gracias a la cercanía que demostró a su pueblo de acogida.

La elección de esta localización para honrar a Lesseps no fue del todo casual, ya que además de en su vivienda habitual en la Barceloneta, acabó los últimos años de su consulado en Barcelona habitando una torre localizada en este mismo lugar. La reurbanización llevada a cabo un año antes de las anexiones de Gràcia y Sant Gervasi a la ciudad, posibilitaron que tuviera un espacio a la altura de su relevancia en el imaginario popular.

Las alegorías homenaje a Lesseps

La actual plaza debe su fisionomía a una reforma de 2005, en la cual además de soterrar el paso elevado que hacía confluir la ronda de General Mitre con la Travessera de Dalt, se añadieron elementos que integraran las diferentes partes en las que el vial dividía la plaza. Así, además de un anfiteatro, zona de juegos infantil y pequeñas parcelas ajardinadas, el elemento que más llama la atención son las vigas-surtidores que la recorren de extremo a extremo y que confluyen en una estructura cúbica central.

Estas vigas canalizadas, tal como ya hemos tenido la ocasión de introducir, son una alegoría al Canal de Suez, siendo el cubo una simbología del cuadro de mando de un barco cuya proa asoma hacia la entrada del tunel en el extremo de General Mitre. Esta es la solución que encontró el arquitecto Albert Viaplana, encargado de la obra, para dar unidad a una plaza muy dividida por el tráfico, con diferentes niveles (de ahí a que la proa se eleve) y en la que las numerosas perforaciones del suelo (por donde además de la ronda, circula el metro) impedían que la vegetación arraigase.

Este hecho confiere a la plaza en su tramo central, la categoría de «plaza dura», que el propio Albert Viaplana ya llevó a cabo en la plaza dels Països Catalans con cierta controversia vecinal, pero integra y permite visualizar las partes más interesantes del conjunto, que se sitúan en cada uno de los extremos de la plaza.

La iglesia de Josepets supone el germen de la villa de Gràcia, pese a que su localización en la frontera del ahora barrio, no lo sugiera
La iglesia del Josepets es el elemento más antiguo y emblemático de la plaza.

El legado de las vilas y un conflicto fronterizo bien resuelto

Al hacer repaso del numeroso patrimonio conservado en la plaza y que su configuración pone en valor, es obligación comenzar por la que es su edificación más antigua, que no es otra que la iglesia de Santa María de Gràcia, también conocida por como daba nombre a la anterior plaza: Sant Josepets, denominada así por ser el promotor de su construcción (años 1658-1687) el fraile carmelita Josep Ferrer.

Esta iglesia parroquiana, pese a su encanto barroco, al ciudadano de a pie nos puede pasar desapercibida arrinconada en una plaza de tal envergadura, pero ni mucho menos les pasa desapercibida a los graciençs, ya que a ella le deben la fundación de la vila a la que da nombre. Así, el primer asentamiento que dio lugar a Gràcia fue el convento fundado por los Carmelitas Descalzos en 1626 (hoy desaparecido), justo al lado de esta parroquia que se situaba en el camino viejo a Sant Cugat entre las rieras de Vallcarca y de Cassoles. A partir de ahí se comenzó a edificar la zona hacia el Mediterráneo dando lugar a una villa próspera e independiente hasta 1897.

Como lugar fundacional, Sant Josepets tiene una característica única en su clase, y no es otra que ese crecimiento provocado «cuesta abajo». Normalmente, las ciudades crecen en torno a un punto de forma concéntrica. La propia Barcelona ha ido creciendo progresivamente y de forma más o menos homogénea (hasta la absorción de otros núcleos) desde la actual plaza Sant Jaume hacia el Eixample. Lo mismo sucede con otras villas coetáneas a las de Gràcia como Sants o Sant Andreu, cuyos puntos neurálgicos se pueden situar hasta el momento de su incorporación a Barcelona, más o menos en una posición céntrica.

En el caso de Gràcia, este punto que tratamos se encuentra exactamente en su esquina superior izquierda, totalmente descentrada (los propios graciençs corregirían este «defecto» situando la plaza de la Vila en un punto más centrado). Tal es su falta de integración con el resto del ahora barrio, que fue fruto de un pequeño conflicto territorial en 1984, momento en el que se decidieron las divisiones administrativas distritoriales de la actual Barcelona.

El conflicto se debía simplemente a razones fisionómicas, ya que la lógica dictaba que se usara el viario tradicional de cada villa como fronteras reconocibles entre distritos. Este hecho dejaba a esta parroquia del lado de Sant Gervasi, al mediar General Mitre y República Argentina (ambas calles de Sant Gervasi) entre medio y ser reconocibles como ciudadanos de tal distrito las casas inmediatamente circundantes de Sant Josepets. Por esta razón, en los primeros borradores que marcaban las delimitaciones de cada uno de los 10 distritos en los que se dividía administrativamente la ciudad, esta iglesia carmelita era considerada de pleno como parroquia de Sant Gervasi.

Obviamente, este hecho causó cierto malestar entre los graciençs, ya que era motivo de orgullo y reivindicación que los terrenos mediante los cuales surgieron sus casas, pertenecieran de pleno derecho al distrito, concesión que finalmente se llevó a cabo. Así, a día de hoy, encontramos un pequeño entrante del barrio de Gràcia en Sant Gervasi, de no gran tamaño pero sí de gigantesca importancia para el pueblo de Gràcia.

Hito alegórico fronterizo entre Gràcia y Sarrià - Sant Gervasi
Un monolito a modo de hito fronterizo con un poema de Joan Maragall marca el punto fronterizo entre Gràcia y Sant Gervasi, justo ante la escalinata de San Josepets

Casas Ramos: el toque modernista que necesitaba la plaza Lesseps

No podemos hablar de heterogeneidad en Barcelona si no hace acto de presencia algún ejemplo del que probablemente sea su estilo arquitectónico más emblemático: el modernismo. Este honor lo recoge con orgullo el conjunto de tres casas que forma el edificio Casas Ramos, justo enfrente de Sant Josepets y, esta vez sí, perteneciente al barrio del Farrò (Sant Gervasi).

Obra de Jaume Torres Grau (Barcelona, 1879-1945), se trata de tres casas con fachada unitaria simétrica, en la que destaca el constante esgrafiado de sus exteriores, los marcos tallados de cada uno de los amplios ventanales y el cuerpo central, del que sobresale una tribuna y un cuerpo piramidal a modo de acabado en el frontispicio. Se construyó en 1906 como vivienda de Ricardo Ramos Cordero, consejero-fundador de Fomento de Obras y Construcciones.

Pese a que se engloba dentro del modernismo (así se cataloga, lo dicta su estética y sus notables inspiraciones en las obras de Lluís Domènech), la pretensión de Torres Grau es que fuera ejemplo del creciente movimiento noucentista, proclamado por el escritor Eugeni d’Ors y cuyos principios precisamente solicitaban romper con la corriente modernista y buscar inspiración en la propia renaixença, pero con mayor ambición hacia las corrientes europeas. Grau acabaría finalmente abrazando esta corriente en otras obras posteriores, como en el clasicista edificio de Correos y Telégrafos.

Como toque que afianza ese punto kitsch al que referenciamos en el título de este artículo, en 1999 las Casas Ramos formaron parte de los escenarios de la oscarizada película de Almodóvar «Todo Sobre Mi Madre».

La Casa Ramos supone la mejor presentación de la plaza en el punto exacto en el que se une Gran de Gràcia con Vía Augusta
La Casa Ramos es el representante del modernismo en Lesseps, siendo la construcción más estilizada de la plaza y, probablemente, la de mayor belleza

Biblioteca Jaume Fuster: la última incorporación que introduce a Lesseps en el s.XXI

Teníamos una iglesia histórica, el toque modernista… Para ser un auténtico mosaico barcelonés, a la plaza Lesseps le faltaba ese toque contemporáneo tan «marca Barcelona». A falta de una torre Agbar que en este contexto ya sería incluso insultante, ese honor lo ostenta la biblioteca Fuster: fruto inminentemente previo a la última reforma (2005) y la excusa como equipamiento de servicio público dentro de ésta.

Es obra del arquitecto Josep Llinàs, y destaca por ser una biblioteca de grandes dimensiones, con una superficie de 5.600 m2 distribuidos en cuatro plantas. Además de los espacios que albergan la colección, actúa como centro cívico al contar con un auditorio, una sala polivalente, anfiteatro y sala de exposiciones. Fue galardonado con el premio FAD de arquitectura de 2006.

El principal objetivo de Llinàs al hacerse cargo de este solar abandonado desde hace décadas en el año 2001 (antes estaba ocupado por unas cocheras), era reordenar la fachada norte de la plaza, a través de un edificio que se integrara en altura con los de su entorno en República Argentina, y a su vez recogiera los elementos paisajísticos del corredor verde que lo une hacia el Collserola. Estos son las ondulaciones propias de la ladera de la montaña, los elementos naturales (representativos en el uso de la madera) y la presencia de arboleda que la circunferencia.

En cuanto a su nomenclatura, rinde homenaje al escritor barcelonés Jaume Fuster, fallecido un par de años antes de que diera comienzo el proyecto (en 1998). Fuster fue presidente de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana (AELC) desde 1995, y un férreo defensor de la cultura en catalán desde sus inicios como escritor, ya en el franquismo.

La biblioteca Jaume Fuster es de los pocos aciertos contemporáneos que se ha agregado a la plaza de Lesseps
La Biblioteca Jaume Fuster aporta el toque contemporáneo contundente a la plaza.

Otros elementos que culminan el carácter heterogéneo de la plaza Lesseps

La mayor crítica que se le hace a la plaza Lesseps es que no se entiende. No hay un conjunto preponderante y definitorio de la plaza, no hay una zona completamente arbolada, sino elementos dispersos que sin el discurso completo de Viaplana al respecto de su obra, no se aprecian más que como un incómodo pastiche para una plaza llamada a ser un gran foro entre tres barrios.

Esa sensación de pegotes sin ton ni son se acrecenta con las nuevas edificaciones realizadas fuera del proyecto original, como la residencia de estudiantes Lesseps: la primera gran construcción de la plaza en darle ese «bocado» a su estilo propio en el 2000. Un edificio que pese a su altura (y como tal, protagonismo), resulta anodino, insulso y sin nada que aportar estéticamente más que romper con las fachadas clásicas de las edificaciones del barrio.

Justo en su entrada encontramos otro de los elementos que hacen torcer el gesto al viandante ajeno a la singularidad de toda la plaza: el anfiteatro. Unas gradas escalonadas a diferentes alturas (5 escalones en su tramo más corto y 8 en el más extenso) pensadas para diferentes celebraciones populares pero que, en la práctica, son el espacio perfecto para comer pipas en el mejor de los sentidos, consumir alcohol en el peor.

Y para rematar la sensación de vivir en un futuro paralelo, el alumbrado característico nada tiene que ver con las farolas fernandinas que asoman desde Gran de Gràcia, que siguiendo el sentido alegórico del cubo central, representan estructuras industriales aunque parezcan más focos de estadio de fútbol que iluminaria «contemporánea».

Lesseps… una plaza que apreciar por partes, un resumen de lo que es la Barcelona del s. XXI: capaz de mirar a su pasado pero «solo de refilón», caracterizada por el mestizaje, lo heterogéneo… en definitiva, una plaza incomprendida pero imprescindible.

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