Las Cristalerías Planell surgieron en Les Corts como la respuesta del barrio a la incipiente industria que, ya desde mediados del s.XIX hacía de la villa de Sants una ciudad próspera y creciente, en este caso en el sector textil. Parte de esa prosperidad de la aún por entonces independiente Santa María de Sants, se la debemos al Vapor Vell: un ingenio de la fabricación de panas y terciopelos que sorprendió por el uso de técnicas inéditas en España en la fabricación de tejidos.
El Vapor Vell, -llamado así en contraposición a la otra gran fábrica textil de Sants: la Espanya Industrial, que era conocida como el Vapor Nou-, encendió su gran chimenea (aún conservada) en 1846, como fábrica de la recién instituida empresa textil Güell, Ramis y Compañía, propiedad de Joan Güell.
Joan Güell: el eje entre indianos y burgueses barcelonines
A principios del s. XIX, las compañías indianas no pasaban su mejor momento: se había iniciado un próspero movimiento descolonizador en las Américas y cada vez era más complicada la gestión de empresas de ultramar. Güell, hijo de indianos, vio como su padre tuvo que regresar arruinado de sus otrora prósperos negocios en Santo Domingo en 1816, algo que lejos de desanimarle, le empujó a emprender por él mismo un par de años después, en 1820, en Cuba.
Fue allí donde Joan Güell amasó una gran fortuna, con negocios poco legítimos con la trata de esclavos (y por los que hoy se rebate los honores recibidos en el callejero y en la vía pública) pero tan fructíferos como para permitirle estudiar en Inglaterra y parte de Europa las técnicas más revolucionarias de producción e invertir a mediados de la década de los 30 en la fundación de varias empresas, de fundición y construcción de maquinaria textil primeramente, para acabar especializándose en la producción de telas y tejidos.
Es en este contexto como surge en 1848 la sociedad Güell, Ramis y Compañía (previamente ya había fundado con otros socios La Barcelonesa, que daría fruto años más tarde a otra fábrica emblema: La Maquinista) , fruto de su alianza con Domingo Ramis, quien en 1847 había obtenido el privilegio real para fabricar en exclusiva panas durante un periodo de cinco años. Mediante esa sociedad, se levanta en los terrenos que hoy ocupa la biblioteca del mismo nombre, la fábrica del Vapor Vell.
Tras una posterior década centrándose en sus negocios y afrontando numerosos conflictos obreros, Joan Güell fue virando cada vez más a expresar sus ideales progresistas más que emplearlos en sus empresas. Así, llegó a hacer carrera política siendo elegido diputado por Barcelona en 1857, regidor de la ciudad de 1862 a 1868 y posteriormente encabezando firmes movimientos liberales mediante la fundación de sociedades como Fomento de la Producción Nacional o el Círculo Hispano Ultramarino, potentes tribunas desde las que promulgar sus ideas en contra del proteccionismo y a las que estuvo activamente ligado hasta el momento de su muerte en 1872.
Resulta curioso como un hombre que hizo toda su fortuna en base al esclavismo, acabara abogando por su abolición. Hecho que se produjo a través de campañas promulgadas por el Círculo Hispano Ultramarino que dirigía.
Vapor Vell: un enorme logro empresarial recordado por mayores logros obreros
El Vapor Vell enciende sus chimeneas convirtiéndose muy pronto en todo un emblema de la Revolución Industrial en Barcelona y, por extensión, todo el país. Todo era grandilocuente en esta fábrica, producto del amplio conocimiento que Güell adquirió en Inglaterra aplicando las técnicas y el estilo productivo de las grandes empresas británicas. Fue pionera en el uso del vapor, y daba trabajo a una colonia de más de 1.000 obreros.
Tal cantidad de obreros, en una villa caracterizada por su movimiento revolucionario, se convirtió pronto en un polvorín que no tardó en estallar. Así, en un contexto en el que se comenzaban a dar pie las primeras huelgas obreras, el Vapor Vell estaba predestinado a protagonizar la suya de forma tan grandilocuente como su capacidad productiva. Ya convertida en una de las mayores industrias algodoneras de España y con un carácter innovador permanente, no era de extrañar que le salpicara el conflicto de las sefalctinas: una revolución que se activó en Alcoy en 1821 en contra de la maquinización de la producción en fábricas, que sustituía a los obreros por máquinas automatizadas que realizaban su trabajo.
El término selfactina que nombró a esta serie de revueltas en contra de la sustitución de mano obrera por máquinas, viene del anglicismo self acting: automatizar
A Barcelona, esta revolución nos visitó en varias ocasiones antes de que, en 1854, le tocara protagonizarla (y a lo grande) al Vapor Vell, con un paro que detuvo durante dos meses toda la producción textil, pero no fue hasta el año siguiente, en 1855, cuando esta pretenciosa fábrica santsenca encabezó titulares durante la que es reconocida como la primera huelga general de España.
El 2 de julio de aquel año se iniciaba un paro desde esta fábrica y otras tantas de Sants, Gràcia, Sant Andreu, Badalona e Igualada, que rápidamente encendieron una mecha que se extendió por todo el país clamando por el Derecho a la Asociación que el gobierno de Espartero negaba. La jornada se saldó con el asesinato a tiros en su despacho de la fábrica, del director del Vapor Vell, Josep Sol y Padrís (asesinato motivado por ostentar también el cargo de presidente de la organización patronal, además de ser diputado en las Cortes), siendo también Ramís herido de gravedad. Estos hechos sirvieron a Güell para volcarse más en sus causas liberales que empresariales. Aunque siguió ligado como inversor al Vapor Vell, sus intervenciones ya resultaban mínimas.
De hervidero revolucionario a experimento social y emblema cultural
La crisis algodonera de finales de siglo unido a tanto ambiente de revuelta iba menguando el fuelle de la fábrica, que iba decayendo año tras año hasta verse abocada al cierre en 1890. Pero como un ave fénix, el Vapor Vell aún tenía mucho que aportar, sobre todo en el campo de la cultura hasta verse convertida a día de hoy en lo que es: un motor de actividad entre sus vecinos.
Su primera reconversión y aporte a la historia de la arquitectura en concreto, no se produjo exactamente en sus terrenos, sino 10 km al noroeste de la ciudad, provocando que dos ilustres apellidos, los Güell y Gaudí, materializaran un experimento que hoy en día nos deja una joya del modernismo sin igual: la Colonia Güell.
La Colonia Güell: el «Gran Hermano» que se ideó gracias al Vapor Vell
Ya con el hijo de Joan Güell plenamente a los mandos, un excelentemente instruido en estos cauces Eusebi Güell, apagó las máquinas de la otrora exitosa fábrica de Sants en 1890. Lejos de abandonar la empresa, decidió recolocarla en una zona inédita para estas causas: en la finca que la familia poseía (como buenos burgueses de la época) en margen derecho del río Llobregat, en Can Soler de la Torre. Unos terrenos más acostumbrado a la producción agraria que industrial en aquella época y refugio de familias de bien en épocas de epidemias, por mucho que hoy veamos ese perfil reconvertido y conviviente con humeantes chimeneas, precisamente gracias a esta recolocación.
Lo que motivó tal decisión por parte de Eusebi fueron varias razones: por una parte, Sants estaba a punto de ser «engullida» por una Barcelona a la que le restaban solo 7 años para alcanzar el Collserola, quedando su fábrica en una posición céntrica y plenamente integrada en las rutinas barcelonesas. Este hecho potenciaba la segunda de las razones: una masa obrera muy numerosa que no paraba de recibir el influjo del cada vez más organizado movimiento reivindicativo y sindicalista.
¿Qué solución ideó Güell hijo para dar solución a ambas cuestiones? Trasladar la producción del ámbito urbano a uno más relajado como resulta el mundo rural. ¿Y cómo iban a aceptar los obreros tal cambio de buena gana? Construyéndoles toda una ciudad cooperativa a su servicio, donde poder crecer en un entorno natural alejado del bullicio de la ciudad y, de paso, de sus revueltas.
Así fue como, de distintas revueltas en Sants, surgió la joya del modernismo que hoy podemos disfrutar en Santa Coloma del Cervelló. Una colonia que a la par sirvió para que un Gaudí bien protegido económicamente por su mecenas, pusiera en práctica mucha de las técnicas arquitectónicas que posteriormente lucirían algunas de sus obras. En la cripta concretamente, planteó por primera vez el uso de arcos de catenaria y los muros paraboloides hiperbólicos que posteriormente coparían la estructura de la Sagrada Familia, pero eso da para otra historia…
De huelgas y revoluciones, a riñas cinematografiadas
El carácter «belicoso» que la fábrica había mantenido en la segunda mitad del s.XIX, se diluyó hasta ser famosa de nuevo por una anecdótica «bronca», que supuso el primer hito del cine español. Así, en 1897 y con la fábrica ya cerrada, un joven Fructuós Gelabert la eligió como escenario de su «Riña en un Café»: un cortometraje de apenas un minuto que es adía de hoy la primera película de ficción rodada en España.
Gelabert, que se había criado en Mallorca pero crecido en Sants donde su padre tenía un taller como ebanista, se interesó desde el principio por el desarrollo de las tecnologías visuales, comenzando su carrera laboral en el prestigioso estudio de fotografía de los hermanos Napoleón, y asistiendo a puestas en marchas de inventos como el kinetoscopio de Edison en 1895 o el cinematógrafo Lumière en 1896.
Es así como pudo ver la película «El Regador Regado» y aficionarse por las lamparas mágicas y otros ingenios de la época. Pasatiempos que le obsesionaron de tal forma que llegó a construirse su propia cámara y, con ella, rodar en el patio del Vapor Vell este embrión del cine español.
Pese a que con anterioridad ya se habían rodado escenas con cámara en España como la también pionera Salida de la misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza, se le otorga a Gelabert y su riña santsenca el honor de ser la primera guionizada. Este revolucionario mallorquín continuó realizando películas y ligado al cine hasta su muerte en 1955. 3 años antes volvió a reproducir su «Riña en un Café» al no haberse conservado la original, siendo la copia la que ha llegado a nuestros días.
El Vapor Vell en nuestros días: un motor cultural y vecinal
Los motores que hace más de siglo y medio hicieron famosa la producción textil en Sants hoy día están en marcha al servicio de sus vecinos, que la disfrutan como un equipamiento cultural eje de parte de la vida del barrio. Convertida en biblioteca municipal y centro escolar desde el año 2000, a punto estuvo de no sobrevivir a la piqueta o de reconvertirse nada más y nada menos que en un Galerías Preciados al ser comprada en los años 80 por la RUMASA de Ruiz Mateos.
Tras desvincularse de la familia Güell, el Vapor Vell siguió en uso pasando por varias manos, siendo destacado su papel como cuartel de la CNT durante la Guerra Civil o piscina para el Club Esportiu Mediterrani
Nuevamente, un barrio caracterizado por su naturaleza combativa, luchó para que con la expropiación y posterior municipalización de los bienes del empresario gaditano, este espacio tan simbólico para la vida de Sants, volviera a servir a su comunidad más inmediata, y donde en el s.XIX había bullicio de obreros, hoy lo que se escucha es el griterío del centenar de niños y niñas que juguetean en un escenario de cine por méritos propios.