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Monasterio de Pedralbes: un menhir de los de Asterix y una reina monja pero caprichosa

Lo apreciamos como monumento, pero la historia del Monasterio de Pedralbes tiene mucho más que admirar: desde un menhir «mágico» hasta una reina que empoderó a las monjas y las introdujo en la jet set barcelonina del s. XIV

Si en Barcelona es posible encontrarse con la Alhambra paseando por Sant Gervasi, ¿por qué no un Stonehenge patrio en Pedralbes? Podría sonarnos todo a capricho de ricos de dos de los barrios más adinerados del país, pero existen. En este caso hablaremos de acupuntura prehistórica en el monasterio de Pedralbes, fruto por otra parte de una reina que se hizo monja y de la jet a la par.

El menhir de Pedralbes: un legado prehistórico al que le cantan unos ángeles

Había dudas de por dónde empezar esta historia: si por el monasterio por eso de crear contexto, o por el menhir, que al fin y al cabo es de lo más curioso. Al final ganó el pedrusco por dos razones: porque si nos ceñimos al orden cronológico, lo prehistórico va antes que lo medieval, y porque dada la costumbre del autor de alargar historias hasta límites insospechados, mejor captar la atención de lo más genuino antes que entrar en milongas (de nada).

Y sí, no se trata de ningún reclamo ni engaño para haceros leer este artículo, que al fin y al cabo yo no me llevo nada más que la satisfacción de que mis lectores aprendan curiosidades de su ciudad (un saludo a los tres): existe un menhir en Barcelona y lo encontramos en pleno monasterio de Pedralbes.

El menhir en cuestión, -del que no se sabe la fecha exacta pero sí que es del megalítico-, lo encontramos justo en medio de la antigua puerta que daba acceso a través de la muralla desde el lado montaña (carrer Montevideo) al monasterio de Pedralbes. La razón por la que se decidió no tocarlo y dejarlo en la mitad del arco de acceso (que, quizás… una solución más eficaz hubiese sido desplazar la puerta…) es porque se trata de un menhir colocado para captar las fuerzas telúricas del lugar, lo cual convertía al monasterio en un espacio aún más mágico y de recogimiento.

Se le denomina menhir del ángel porque, según la leyenda (el autor no ha querido comprobarlo), quienes golpean con fuerza su cabeza contra el menhir, escucharán el canto de unos ángeles… llámalo magia, llámalo conmoción cerebral…

Las fuerzas telúricas y los menhires
¿Y qué… es una fuerza telúrica?
Puede sonar a monserga tarotista, y probablemente en parte lo sea, pero realmente, se trata de una corriente eléctrica científicamente demostrada (por el doctor Ernst Hartmann entre otros) que se encuentra en la corteza terrestre, a unos 100 km de profundidad. Estas corrientes suben a la superficie a través de las fallas geológicas y circulaciones marinas, equilibrándose a través de la radiación solar.

Estas energías bien canalizadas son las que producen que un lugar sea «agradable» o que, por el contrario, suponga algún tipo de alteraciones nerviosas en quienes se sitúan a su alrededor, debido que ese equilibrio entre fuerzas naturales no se ha llevado a cabo correctamente. Sucede por ejemplo con la percepción generalizada de que el golpear constante del viento en la cabeza en zonas de fuerte levante o tramontana (Tarifa, Menorca, etc.), produce alteraciones psicológicas.

Hasta aquí, la explicación científica. Pese a que la teoría de las fuerzas telúricas es de la década de los 30 del pasado siglo, prácticas como la colocación de menhires hace más de 7000 años se correlacionan con la intención de querer canalizar esas fuerzas naturales, practicando una especie de «acupuntura terrestre» que favorecería ese equilibrio de campos energéticos.

Estas piedras no solo actuaban como agujas: como sociedad falocentrista ya desde antiguo, se entendía la práctica de colocar símbolos de la virilidad no solo como elemento canalizador de energías, sino también como atracción de fortaleza, de ahí a que se colocaran en puntos estratégicos donde se quería conseguir ese fluir de energías o protección extra.

Este concreto de Pedralbes, se cree que servía como «vigilante» de una arca funeraria, protegiendo un lugar de entierro de ladrones y animales a la par que contenía el alma del difunto, ya que además se creía que la piedra, debido a su incorruptibilidad, podía alojar eternamente el espíritu de los fallecidos.

Monasterio de Pedralbes: la más monja de las reinas, la más reina de las monjas

De lo que sí tenemos conocimiento de autoría y fecha de fundación es del Monasterio de Pedralbes donde asoma el menhir. Concretamente data de 1327 y fue patrocinado por la reina Elisenda de Montcada, la última de las mujeres de Jaume II, sobrellamado el justo pero que bien podría ser el Borbón, ya que antes de Elisenda pasaron por las dependencias reales Isabel de Castilla, Blanca de Anjou y María de Chipre (todas igual de reinas aunque suene a fiesta Erasmus).

Elisenda, mujer culta y preparada, le llevaba a su marido una diferencia de edad notable como para prever que pronto enviudaría (ella tenía 30 años y él 55… en el s. XIV, que era como sumar más de 90). Conocedora que tras su muerte, le esperaría un retiro de sus obligaciones políticas, quiso prepararlo todo para ello, solicitándole a su marido la construcción de todo un monasterio.

Es así como se inicia en Pedralbes en 1326 (solo un año antes de su finalización, había prisas…) la construcción del monasterio, el mayor ejemplo del gótico catalán, y que fue a parar a este lugar debido a la riqueza en piedras blancas que de allí se extraía, hecho que aligeraría su construcción.

La primera opción para la construcción del monasterio fue Valldaura, entre Montcada y Cerdanyola. La pedrera allí situada fue decisiva para que recayera en Pedralbes, cuyo nombre proviene de esta singularidad (petras albas = piedras blancas)

El monasterio, pese a su carácter de recogimiento, desde un principio no se pensó como un simple lugar de retiro y oración: Elisenda no reparó en gastos y se garantizó durante su vida e incluso después de muerta, que mantuviera un nivel económico elevado, buscando el apoyo y patrocinio tanto de familias nobles como los Montcada, los March y los Cardona, como de instituciones políticas, consiguiendo exenciones fiscales y la protección real y del Consell de Cent

Así, las monjas clarisas (en torno a 30) y la propia Elisenda, gozaban de un alto nivel de vida, siendo Pedralbes por aquellos tiempos un destacado centro de actividad social, política y comunitaria para las mujeres.

Un segundo Palau Reial que Elisenda no nos dejó admirar

Durante su matrimonio con Jaume II, el Palau Reial fue la dependencia más frecuentada por Elisenda, que también contaba con propiedades regias en el castillo de Tortosa. Es por ello natural que, para un retiro que le duraría más de 30 años hasta su muerte en 1364, quisiera algo a la altura cuanto menos…

Por esta razón, no solo encontramos en el Monasterio de Pedralbes el claustro gótico más grande del mundo, sino otras grandilocuencias para un espacio religioso «menor» como numerosos refectorios decorados con importantes pinturas murales, como la dedicada a Sant Miquel obra de Jaume Ferrer i Bassa, datada en 1346 y frecuentemente nombrada como el mejor ejemplo de la pintura del «trecento» en la península.

El mayor ejemplo de este desmedido despliegue de medios hoy ya no lo podemos apreciar debido al propio mandato de Elisenda, hecho por otra parte que me permite la licencia de haberla calificado como «caprichosa» en el título, pese a que haya pasado a la historia por su cultura y generosidad.

Se trata del palacio privado que mandó construir anexo a la iglesia, y que presuponemos que por no crear agravio comparativo con las celdas de las clarisas, ella mismo mandó destruir una vez falleciera. No obstante, en su propio sepulcro también dejó huella de esa doble polaridad de su persona…

Curiosamente su marido, Jaume II, no se encuentra enterrado con ella, sino con su segunda esposa (y se ve que la favorita) Blanca de Anjou, en el nada desdeñable Monasterio Real de Las Santas Cruces, donde se construyó todo un lujoso mausoleo

Así, la reina monja se encuentra enterrada en un sepulcro visible desde dos espacios diferentes: una cara da al claustro, donde se la puede apreciar con los hábitos de clausura y pose de viuda y penitente; y otra cara a la iglesia, donde se la presenta con pose regia, corona y vestidos reales.

Un monasterio que sigue en pie de milagro

…O por acción del menhir, quién sabe. Lo cierto es que resulta muy extraño que, con más de ocho siglos de vida y con un carácter tanto religioso, como noble, siga en pie en una ciudad que, al menos en los dos últimos siglos, no se ha andado con chiquitas a la hora de prender fuego a las iglesias…

No obstante, aunque no acabara pasto de las llamas, sí que en los siguientes siglos que continuaron a la muerte de Elisenda, no se pudo cumplir con la intención de que siguiera siendo una fuente de riqueza para las religiosas, cuyo poder llegó al punto de tener «subordinada» a la comunidad franciscana, que se alojaba en el llamado «conventet» en la calle anexa para asistir espiritualmente a las hermanas.

Así, durante el s. XVI y con un poder eclesiástico eminentemente masculinizado, se reforzó el carácter reclusorio del monasterio, que ya no era fuente de poder femenino sino un convento «a la vieja usanza». Este hecho fue acrecentando cierto deterioro que le llevó a un estado casi ruinoso en el s. XIX.

No obstante, quizás por esa pérdida de poder (y por tanto, interés), quizás por el menhir, quizás por el espíritu de Elisenda, el monasterio se libró de contiendas tan agrias para las iglesias de la ciudad como la Guerra de Els Segadors, la invasión francesa, la revolución de 1835 y, de forma muy reseñable, la Semana Trágica.

¿Unas velas o un pueblo demasiado entregado? De cómo la Semana Trágica pasó de lado por Pedralbes

La Semana Trágica fue un auténtico polvorín para los órdenes eclesiásticos y para la nobleza, donde no quedó iglesia por arder y hasta se pudieron ver cadáveres de monjas expuestas en el centro de la ciudad. Es por ello por lo que resulta muy extraño que, siendo Pedralbes el epicentro religioso de un barrio donde residía la nobleza que era objeto de la ira desbocada del pueblo, se librara de las llamas.

Al parecer dos fueron los motivos que provocaron que Pedralbes fuera la excepción de una regla que la hubiera dejado en ruinas, uno que suena a leyenda y otro más realístico. Ambos recopilados por José Luís Caballero en su libro «Els Secrets dels Barris de Barcelona».

En cualquier caso, en ambas historias las hermanas clarisas abandonan el monasterio a su suerte al ver como la turba de obreros entusiastas avanzaban en sus intenciones de no dejar iglesia en pie. Tan solo que en la primera de ellas, se cuenta que en el fervor de la huida, las monjas se dejaron un par de velas encendidas y que, al acercarse los exaltados, las luces que proyectaban se multiplicaron milagrosamente haciendo pensar a los insurrectos que el ejercito ya ocupaba el monasterio.

La segunda de las historias y que suena mucho más plausible, es que dado que por aquellos tiempos, el monasterio estaba bajo la propiedad de Sarrià (hoy le tocaría «el marrón» a Les Corts), en cuanto se tuvo conciencia del avance hacia el aún municipio independiente de los obreros, se dio aviso mediante toque de campana a los vecinos, que no dudaron en enfrentarse bien armados.

Unas calles más amplias que el laberinto de Ciutat Vella, la imposibilidad de hacer barricadas y un municipio con medios para hacer frente a cualquier revuelta fue lo que realmente parece que «obró el milagro».

Monasterio de Pedralbes: de vuelta al esplendor gracias a la Renaixença

Unas décadas antes de que la Semana Trágica supusiera una nueva amenaza, el esplendor perdido del monasterio de Pedralbes acabó recuperándose a finales del s.XIX fruto de lo que se denominó como Renaixença: el resurgir del sentimiento de la cultura catalana a través de poner en valor su historia y su patrimonio.

Esta corriente permitió el hecho de que, un monasterio que es el mayor ejemplo del gótico catalán, se pudiera restaurar en 1894, bajo la dirección de Joan Martorell. Actuaciones que siguieron durante todo el siglo XX y que facilitaron que, en 1949, por primera vez fuera abierto al público generalista.

Con dos galerías de 26 columnas y un tercer piso a modo de desván, el de Pedralbes es el claustro gótico más grande del mundo

Ya en 1983, el monasterio de Pedralbes se convierte en museo, lo que le sirvió para que entre 1993 y 2004, se ubicara en el dormidor y la sala de la Reina, una parte de la Colección Thyssen-Bornemisza, que actualmente se encuentra en el MNAC.

Actualmente sigue en pie como una de las obras más relevantes de la cultura eclesiástica catalana y epicentro de un barrio que ha crecido a su alrededor con la misma idiosincrasia y opulencia que la que motivó su construcción.

Tal es el arraigo en la cultura político-social del Monasterio de Pedralbes que, a la hora de asegurar que la lluvia no desluciera la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos del 92, ni a la Mercè, ni a Santa Eulàlia, ni a Santa Madrona se acudió: fueron hacia las monjas clarisas de Pedralbes a donde se dirigió el séquito presidido por Maragall para llevarles huevos a las hermanas.

Las monjas rebeldes y el monasterio de Pedralbes como centro de poder

Tras haber hecho repaso a lo que es la historia del monasterio de Pedralbes y la figura de Elisenda de Montcada, se pueden plantear varias preguntas como, ¿Qué motiva a una reina que tiene juventud, cultura, poder y riqueza, autorecluirse en un monasterio y hacerse monja?, ¿Cómo unas clarisas pueden acumular tanto poder como para tener garantizada la protección durante siglos del Consell de Cent y la realeza?

La respuesta está en que, para entender en qué concepción se creó y cómo se desarrolló el poder del monasterio de Pedralbes, no hay que pensar en un convento tal como lo concebimos en el s. XXI, sino como era en plena Edad Media.

Para comenzar, ni la propia reina, ni las monjas de su séquito, llevaban muy bien eso de la reclusión… Si bien es verdad que la gran mayoría del tiempo lo pasaban entre las paredes del monasterio, a una fiesta de la alta sociedad barcelonina o a una recepción de personalidades influyentes no les decían que no…

Por otra parte, quitando las zonas de gobierno y poder a las que sí tenían acceso, la Barcelona del s. XIV no es que fuera una fiesta continua como para quererla frecuentarla… a menos que quisieras formar parte de la lista de invitados de epidemias como la de la peste que asolaba a la población año tras año.

Por ello, «recluirse» (en la forma en la que las monjas de Pedralbes lo hacían… que obliga al entrecomillado) en un espacio donde tenían garantizado el acceso a agua limpia y aire puro, con un espléndido jardín botánico y con provisiones garantizadas… Elisenda no creó un monasterio, creo un resort de la alta sociedad.

Y ese es otro de los aspectos que liga lo privilegiado de ser monja en Pedralbes, a la fuente de poder que llegó a ser… Ya que sus monjas no eran «unas cualesquiera». A Pedralbes no se llegaba por la llamada de dios: se llegaba por el título nobiliario que tuviera tu apellido.

Así, las poderosas familias de Sarrià habituaron mandar al monasterio como monjas a sus hijas «más descarriadas» con una doble intención: enderezarlas mediante unas rutinas eclesiásticas alejadas de cualquier otra fuente de perversión, y relacionarlas con los linajes más influyentes, hecho que las propias monjas aprovechaban para interceder en asuntos de la vida civil barcelonesa.

Violant de Montcada: ejemplo del tipo de monja que habituaba Pedralbes

… Al menos en su primera etapa, la de la protección ordenada por Elisenda y que duró con sus más y sus menos hasta mediados del s. XV. En esta etapa era frecuente que, al menos las abadesas, gozaran de mayor libertad y pudieran aplicar reformas a la vida claustral del monasterio con cierta independencia.

Una de las más activas en este sentido fue Violant de Montcada. Como heredera del linaje proveniente de la propia fundadora, desde su ingreso ya de pequeña en el monasterio, se adivinada su predisposición a liderar Pedralbes. Y así fue tras la muerte de la abadesa Violant de Centelles en 1477.

No obstante el relevo esta vez no fue tan natural y sin intermediarios como hasta el momento… Fernando el Católico ya reinaba y ganándose su sobrenombre, no veía con demasiados buenos ojos que un simple monasterio concentrara tanto poder (el de la nobleza allí concentrada), intercediera en cuestiones políticas y, sobre todo, que no llevara una vida de retiro espiritual férreo.

Por esta razón, intentó imponer a su criterio otra abadesa, la fundadora de la orden de las clarisas del convento de Santa María de Jerusalén, que estas sí, llevaban a rajatabla eso de ser una buena «esclava del señor». Ante la negativa de las hermanas de Pedralbes, que veían en esta elección una forma de que la monarquía obtuviera el control del monasterio, Fernando hizo algo muy feo: «chivarse» al Papa.

Así, Fernando el Católico no se fue con chiquitas y acudió a la única autoridad que podría interceder en el gobierno de Pedralbes, notificando al Papa Sixto IV la vida poco eclesiástica que llevaba Violant y su séquito. llegando a promulgar una bula que dejaba a Violant de Centelles sin sucesora.

Violant de Montcada (que siguió ejerciendo durante varios años mientras llegaba su sustituta), por supuesto no estuvo conforme, pleiteando con los visitadores del Papa que acudieron al mismo Pedralbes para ver lo que allí sucedía. Y mucho recogimiento no debieron ver cuando, ya con otro Papa al cargo, Inocencio VIII, decidieron deponer de pleno derecho a la legítima de los Montcada.

Violant nuevamente no se quedó de brazos cruzados, y ni corta ni perezosa, se dispuso ella sola a realizar una travesía hasta Roma para ser ella misma la que le contara al Papa la razón de su derrocamiento. 7 años y tres Papas después (Alejandro VI, Pío III y Julio II), tiempo en el que tuvo que vivir a base de limosna, Violant recuperaba su título de abadesa de Pedralbes.

Y no lo recuperó porque convenciera a la máxima autoridad de la iglesia en la tierra, sino porque quien se quedó al cargo, Teresa Enríquez, no es que fuera mejor «cristiana» que Violant: venida de Palencia, lo que vio en Pedralbes no es que le escandalizara como monja superiora, es que le encantó, y lejos de emprender reformas que acercara a las clarisas de Pedralbes por el camino de la rectitud, ella misma se dejó seducir por la opulencia y vivía a cuerpo de reina que ni la Elisenda en sus buenos momentos…

Los tejemanejes de este rincón barcelonés acabaron con Violant cansada de tanta pugna y, aunque siguió como abadesa, lo hizo ya no desde Pedralbes, sino desde el convento de Santa Clara en el Born: desaparecido un par de siglos después de manos de Felipe V para construir su aborrecible Ciutadella.

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