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Rincones insólitos de Barcelona

Bar Trole: tortillas refugiadas de cualquier asedio medieval

Por fuera parece un anodino bar más de la ciudad, pero en su interior, el Bar Trole de Barcelona esconde un trozo de la muralla medieval, además de otras tantas historias que te contamos.

Cuando caminamos por el paseo Lluís Companys esquina Ronda Sant Pere, nada nos hace presagiar que nos encontramos a pocos metros de uno de los pocos fragmentos de la muralla medieval que se conservan en la ciudad. No basta con ser observador: hay que dirigirse al centenario bar Trole y bajar a su sótano, en el lugar destinado a los baños, para poder apreciarla.

El Trole: un bar con más de cien historias

Por si contar con parte del trazado de la muralla medieval de Barcelona en los lavabos no fuera poco como fuente de anécdotas, el Trole aún puede presumir de unas cuantas más que lo unen con más fuerza a la historia de la ciudad, comenzando por la que da nombre al propio establecimiento.

El bar Trole se abrió en 1896 de manos de la familia Parera, por lo que este año nada más y nada menos que celebra su 125 aniversario. Su cercanía con el mercado del Born lo hacía el lugar perfecto para que los carretilleros se tomaran un merecido descanso, pero lo que más fama le hizo ganar hasta el punto de merecer el nombre del local es el establecimiento de la parada del tranvía número 29 justo en su puerta.

El bar se llamaba a comienzos del s.XX Trolley: anglicismo con el que se denominaba a los tranvías de la época (trolebuses). Con la dictadura de Primo de Rivera y su normativa lingüística, se tuvieron que sustituir todos los términos de denominación extranjera, quedando el nombre actual: el Trole.

Este hecho no solo le permitió ser el lugar de encuentro de numerosos usuarios de tal medio de transporte, sino también establecerse como centro de operaciones de la propia compañía de tranvías, que al tener en la parada de Lluís Companys uno de sus puntos de control, otorgó el número de teléfono 17151 al bar, a través del cual se informaba de cualquier incidencia. Asimismo, aprovechando la buena relación entre la compañía y el Trole, en el local también se guardaban herramientas para eventuales averías y sacos de arena, que se lanzaba a las vías cuando llovía para que el tranvía no resbalara.

El tranvía 29 de Barcelona: un hito en la movilidad de la ciudad

Hoy en día que pongan una parada de tranvía, bus o metro delante de tu establecimiento no es todo un acontecimiento como sí lo fue para el Trole a principios del XX, pero hablamos de una etapa de la historia de la ciudad donde todo cambio en la movilidad era muy celebrado, y la línea 29 lo fue constituyendo varios hitos.

El primero y quizás el más relevante es que fue la primera línea en la que se sustituyó la tracción animal por la eléctrica. Esto sucedió el 26 de enero de 1899, suponiendo el comienzo de una red de transportes firme que hoy abarca 7 municipios y que, en el caso único del metro, alcanza los 122 km de longitud. El segundo tiene que ver con su trazado, que no es otro que el de la primera ronda de circunvalación de la ciudad, coincidente casi al 100% con el de las murallas medievales y consecuencia precisamente del alivio transitorio que supusieron sus derribos.

Así, por 20 céntimos de la época, podías realizar el recorrido circular que iba desde Ronda Sant Pau – Paral·lel (donde estaban situadas las cocheras de Borrell y desde donde en 1985 salió el último autobús con esta numeración y recorrido) hasta la estación de Francia, pasando por Universidad, Pelai y plaza Cataluña. Un recorrido que no solo era apreciado por la población, sino que era atracción habitual para ver cómodamente mucho de los puntos turísticos de la ciudad.

«Dar más vueltas que el 29» se convirtió en una expresión popular inspirada en esta singular línea, en activo hasta 1985.

Tal era el carácter de emblema de la línea y su función social, que durante muchos años funcionó como buzón de correos: los ciudadanos depositaban sus cartas en la parte posterior del vagón y éste, a su paso por plaza Urquinaona donde se situaba la Sede Central de Correos, se depositaban listas para su reparto.

Fachada del bar Trole tras la construcción del nuevo edificio
Núñez i Navarro te construirán por toda Barcelona y les irá muy bien por ello, pero a nivel estético…

El Trole: salvaguarda de parte de la historia de Barcelona

Encontrarnos un trozo de muralla en los baños de un bar no es algo casual. Más allá de las circunstancias que ocasionaron esta singularidad (en el s.XIX la sensibilidad por la conservación de este tipo de edificaciones no era la actual), le debemos al bar Trole que a día de hoy siga existiendo, ya que en su historia se cruzó uno de los peores enemigos del patrimonio cultural barceloní: la inmobiliaria Núñez i Navarro.

Núñez i Navarro no solo es famosa por ser la promotora inmobiliaria más importante de Cataluña y contar con activos patrimoniales en torno a los 120 millones de euros, también por ser partícipe, con la complicidad del alcalde Porcioles, del crecimiento caótico y aberrante que se produjo en la Barcelona de los años 60. Bajo las iniciales de la inmobiliaria se hizo pasar por la piqueta a la Casa Trinxet en 1967: una joya del modernismo firmada por Puig i Cadafalch y con pinturas murales de gran valor que se vieron abocadas a escombros para construir un anodino bloque de viviendas.

Como anodino es el que la constructora realizó sobre el Trole cuando adquirió el edificio original hace unos años. Siguiendo la práctica de más vale el espacio interior que lo que se muestra al exterior, Núñez i Navarro nos ha legado otra de esas construcciones descafeinadas que solo importan a los afortunados dueños que viven en pleno casco histórico y frente a Arc de Triomf. El Trole accedió a ceder su terreno con la condición que el trozo de muralla se conservara. Los Núñez aceptaron, pero fieles a su estilo se olvidaron del mural publicitario de jabones lagarto que también decoraba el edificio primigenio.

Durante los años que duró la construcción del actual bloque, El Trole se hizo cargo como concesionaria de la cafetería de los cercanos juzgados, volviendo la familia Parera (que continúa al cargo) a la esquina que le dio fama hace más de una centuria una vez se acabó la nueva construcción.

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