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Pepita Teixidor: la primera representación de la mujer en Barcelona

Con motivo de la celebración del 8M recuperamos la memoria de la que fue la primera representación pública de un personaje femenino no divinizado ni alegórico: Pepita Teixidor. Una acuarelista de la talla de coetáneos como Ramón Casas o Santiago Rusiñol y que, sin embargo, el tiempo silenció su obra.

El arte público es un gran termómetro de cómo una sociedad se representa de cara al resto, y en el caso de la representación de la mujer en Barcelona, en este aspecto la ciudad tuvo que esperar hasta 1917 para que una mujer figurara en el estatuario de la ciudad sin ser ni reina, ni divinidad.

Se trata de Pepita Teixidor, una de las mejores acuarelistas que ha visto el país y que, sin embargo, la visión homocentrista de la historia del arte la ha relegado a un injusto segundo plano. Con motivo de las celebraciones del 8M, recuperamos su figura y, con ella, el papel de la mujer en Barcelona a través de lo público.

Pepita Teixidor, la pintora que buscó y encontró su sitio

Barcelona a principios del s. XX era un auténtico hervidero cultural. A la corriente Modernista, se le sumó el Novecentismo, la Renaixença y movimientos como los que protagonizaban las tertulias dels Quatre Gats, exposiciones de la Sala Parés y otros puntos de la ciudad donde te encontrabas tanto a un Gaudí como a un Picasso.

Ramon Casas, Santiago Rusiñol, Pompeyo Gener, Joaquín Mir, Miquel Utrillo, Aleix Clapés, Joaquim Sunyer, Hermenegildo Anglada Camarasa, Juan Brull, Ricard Canals, Javier Gosé, Josep Maria Sert, Pablo Gargallo, Isidre Nonell… Todos ellos y otros tantos estaban en plena efervescencia creativa revolucionando la pintura proveniente del ambiente creativo barcelonés…

¿Llama algo la atención de este listado? Efectivamente, ninguna mujer es destacada dentro de las referencias a la época que dan búsquedas sobre Els Quatre Gats, la pintura modernista u otras afines. ¿Es que las mujeres no destacaban en las artes?

Este vacío injustificado se debe a que la mujer creativa no solo tenía que luchar en abrirse paso en un mundo eminentemente masculino, sino que en cuanto mínimamente lo conseguía, iniciaba su lucha también por no caer en el olvido.

Pepita Teixidor ganó la primera batalla gracias a su enorme talento y a un carácter que debe ser innato en la mujer artista para cosneguir reconocimiento, pero una muerte prematura la condenó a la hora de pasar a la posteridad como la genial pintora que era.

Busto de Pepita Teixidor

Pepita Teixidor: flores en palacio que abrieron exposiciones

Hoy hablamos del desdén hacia el género femenino como «el techo de cristal», pero lo de la época de Teixidor directamente era hormigón armado.

Josefa Teixidor era la única hija de tres hermanos, dedicándose los dos restantes también a la pintura. Arte que habían heredado de su padre, José Teixidor.

Pese al amor por la pintura que se respiraba en la familia, su propio padre y su hermano, Modesto Teixidor, -los mismos que le había facilitado a Francesc Miralles como maestro-, la instaron a que abandonara las acuarelas florales (su especialidad) y se dedicara a pinturas más seriadas y productivas como los retratos o los paisajes… Todo ello por supuesto sin descuidar las labores del hogar y a la par que buscaba marido: para ella la pintura no debía ser más que un hobby.

Por suerte, Teixidor no se dio al «mainstream» y siguió cultivando su arte propio a tiempo completo, aprovechando su posición burguesa para hacer llegar a las altas esferas sus flores, que plasmaba con maestría en diferentes superficies.

Esto permitió que muchas de ellas pasaran a decorar los salones de la alta sociedad barcelonesa y que, mediante el boca-oreja, se fuera popularizando hasta llegar sus obras a personalidades como la regente María Cristina, que actuó como una de sus principales valedoras.

Estas altas esferas le valió introducirse en el circuito de galerías y exposiciones, un espacio solo reservado para el mundo masculino. Hasta llegó a ganar la medalla de oro en hasta cuatro ediciones de la Exposición Nacional de Bellas Artes, y una en la Exposición Universal de Bruselas. Logros que acabaron por convertirla en una de las mejores acuarelistas que se conoce. Carrera que se truncó trágicamente en 1914, cuando falleció tras una grave enfermedad.

Detalle del pedestal del busto de Pepita Teixidor, en el Parc de la Ciutadella de Barcelona

Teixidor y el movimiento feminista

Pese a sus éxitos entre la sociedad burguesa (a la cual como ya podemos intuir, ella también pertenecía, siendo su padre además de pintor, uno de los encargados de la instalación de luz eléctrica en las calles del país) Pepita Teixidor era plenamente consciente de la condición de desigualdad de la que partía por el simple hecho de ser mujer.

Esto la llevó a encabezar el movimiento de mujeres artistas que luchaban por exponer en galerías tradicionalmente proclives a exponer obras masculinas, acompañada de otras pintoras como Lluïsa Vidal, Visitación Ubach, Antonia Farreras y María Luisa Güell (la mujer de Eusebi Güell).

Tal empeño le sirvió para obtener distinciones tan notables como ser nombrada socia honoraria de la Union des Femmes Peintres et Sculpteurs, y en 1912 de la Union Internationale des Beaux Arts et Lettres, así como encabezar hasta en tres ocasiones las exposiciones de la Sala Parés, sala que sirvió de impulso a artistas de la talla de Picasso o Dalí.

La revista Feminal: cuando el feminismo reaccionario era burgués (e instaló en la memoria colectiva a Teixidor)

El 8M sirve entre otras cosas, como catalizador y expositor de los diferentes movimientos feministas. ¿Podríamos imaginar hoy en día, un feminismo ampliamente conservador y catalanista? Este oxímoron en la era de las Cucas Gamarras, Macarenas Olonas o Díaz Ayusos, que no solo reniegan, sino que atacan todo lo que les huela a feminista, existió en el periodo de 1907 a 1917.

Se trataba de las creadoras de la Revista Feminal, un suplemento de La Ilustració Catalana, donde se difundían ideas feministas desde la perspectiva independista y con bastante tono burgués.

Fue su directora, Carmen Karr (a la postre, una de las sufragistas), la que propuso tras la muerte de Pepita Teixidor que se la honrara mediante una estatua y con ello, no solo perpetuar su legado, sino convertirla en la primera representación femenina de la ciudad (que no fuera ni virgen, ni alegoría, ni divinidad).

Para ello, se organizó una tómbola cuyos beneficios permitieran pagar a Manuel Fuxà, el máximo referente de la escultura en la época (y maestro entre otros de Pablo Gargallo). El evento se llevó a cabo en la prestigiosa sala Parés, donde se expusieron y sortearon más de 300 obras de los artistas del momento, con tan notable éxito que hasta la realeza adquirió papeletas.

Es así, gracias al cariño que se la tenía y al reconocimiento de sus propios compañeros de profesión, como Pepita Teixidor nos saluda desde su peana en el Parc de la Ciutadella desde 1917, acompañando a otros bustos de la talla de Carreras i Candi, Marià Aguiló, Víctor Balaguer, Joan Maragall o Lleo Fontona. Todos ellos homenajeados en el mismo espacio ajardinado.

Mural reivindicativo por el día internacional de la mujer 8M

La importancia del busto de Teixidor: un homenaje aún con tintes políticos

Lo que Carmen Karr y sus compañeras de la Revista Feminal pretendían colocando el busto de Teixidor entre el listado de ilustres antes mencionados, no era solo homenajear a una artista relevante de la época y querida entre la sociedad, sino también poner a la altura de la categoría del hombre poderoso, relevante y reseñable, a una mujer, porque hasta ese momento, aún no se había hecho.

Karr era consciente del «ahora o nunca», que sin el empuje de Feminal, no iba a salir de forma espontánea un homenaje de esa categoría a una mujer, por muchas barreras que rompiera en su sector y por muchas exposiciones que encabezara.

Este hecho nos puede sonar antiguo y que queda atrás este debate sobre el género estatuario de la ciudad, pero basta con hacer números para darnos cuenta de que la «politización» del busto de Pepita Teixidor, aún tiene sentido en pleno 2023.

En Barcelona actualmente existen 168 representaciones de personajes ilustres masculinos en la ciudad, frente a 14 de género femenino. Esto significa que en los poco más de cien años que distan del busto de Pepita Teixidor, solo 13 compañeras han sido consideradas dignas de merecer un homenaje similar.

Mural reivindicativo del 8M en Barcelona

La representación de la mujer en el callejero de Barcelona

La brecha de género no queda solo en el estatuario: sabemos por las políticas del actual Ayuntamiento de Barcelona que la mujer está totalmente ignorada en el callejero de la ciudad. De las 4.541 calles de la ciudad, sólo 327 son «femeninas» (el 7% del total, frente al 43% «masculinas»), y en su gran mayoría representando a vírgenes y otras divinidades.

Esto ha llevado al Consistorio de los «Comuns» a desplegar una reaccionaria feminización del nomenclator cuya pretensión es aumentar hasta, al menos el 8% la representación hasta mayo de 2023 (momento en el que se realizarán las elecciones municipales).

El Institut Català de les Dones cuenta con un mapa de Catalunya donde se marcan las calles con nombre de mujer, y donde podemos apreciar que, en el caso de municipios como Sant Andreu de la Barca, directamente no existen en el nomenclátor

La falta de nuevas construcciones en la ciudad ha provocado que este horizonte se prevea alcanzar mediante cambios de nombre o dándolo a espacios que, como los interiores d’illa, anteriormente no lo tenían pero, ¿es suficiente ese 8%?, ¿son estas cifras representativas de una sociedad aún lejos de la igualdad?

La respuesta a estas preguntas está aún por ver, pero lo que sí que podemos apreciar en el parc de la Ciutadella es un busto que es más que un nombre y un reconocimiento, es un escalón más ante una situación, la falta de paridad, en el que el arte y la cultura tienen mucho que decir.

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