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Plaza de Gala Placídia: la reina de Barcelona olvidada que pudo cambiar Europa

La propia historia da en ocasiones guiones que ni los más aventajados storytellers de Juego de Tronos son capaces de imaginar. Por desgracia, los mismos que la escriben, tienen el poder de borrarla, como es el caso de Gala Placídia: una mujer que tuvo en sus manos la oportunidad de unir el pueblo visigodo con el romano y, con ello, crear el que posiblemente fuera el imperio más poderoso del que se tiene conocimiento.

Desde 1944 da nombre a una plaza de Barcelona, más conocida como intercambiador de Gràcia que como espacio con entidad propia (los edificios que la decoran, dicho sea de paso… no le hacen ningún bien). Un desdén más a sumar a la falta de reconocimiento de la que pudo ser emperatriz de toda Europa y parte de Asia. ¿Por qué debemos reivindicar a Gala Placídia como una de las mujeres más poderosas de la historia?, ¿Qué relación guarda con Barcelona?

Gala Placídia: la que pudo unir Roma con los visigodos y la historia se lo negó

Gala Placídia fue la hija de dos poderosos linajes que se unieron para gobernar todo un imperio: el de su padre, Teodosio el Grande, y el de su madre, hija de Valentiniano el Grande (se ve que era llegar al trono y recibir el apodo «grande»).

Como hija de dos casas llamadas a gobernar las tierras del poderoso Imperio Romano, Gala hubiese pasado a la historia si no fuera por el hecho de que en Roma las mujeres dinásticas solo servían para marcar la sucesión, sin tener derecho a ejercerla. Fueron sus hermanastros Arcadio y Honorio quienes, sin pertenecer a la rama visigótica, se disputaron el trono de Augusto en Oriente, llevándose el primero de ellos el gato al agua.

A la muerte de Teodosio se sucedieron las intrigas y los tejemanejes que situaron a nuestra protagonista como una potente moneda de cambio de la política de la época. Estamos en torno al año 400 d.C., cuando el poderoso Imperio Romano comienza a verse asediado por los pueblos germanos, a los que pertenecían los godos. Por ello, tener acceso a una figura como Gala, que suponía la unión de dos pueblos enfrentados, representaba una oportunidad de cambio inigualable en la fecha.

Esta singularidad sanguínea de Gala, acaparaba tanto simpatías por lo descrito, como antipatías por el hecho de representar dos pueblos antagónicos y, sobre todo, por ser mujer. Nada de su posición dinástica se hubiese cuestionado de haber nacido hombre, pero el hecho de que la cualidad de ser mitad romana, mitad visigoda solo existiera en ella y que sus hermanos no disfrutaran de esa posición, causaba el ignoro en el mejor de los casos, la persecución en el peor.

De haber nacido hombre, Gala Placidia hubiese tenido la oportunidad de parar la invasión bárbara de Roma y, gracias a su linaje, unir todos los pueblos de Europa bajo el Imperio

Todo ello supuso para Gala una serie de vicisitudes que pasaban por varios matrimonios de conveniencia, relaciones incestuosas, humillaciones públicas y otros penares que se resumen en este artículo en el que se recupera la memoria de Placidia, hasta hace bien poco condenada al olvido como parte de ese ninguneo machista que le tocó sufrir incluso 15 siglos después de fallecida.

La primera reina del único reino que tuvo a Barcelona como capital

¿Y cuál fue su papel en Barcelona como para recibir el honor de nombrar a esta plaza? En uno de sus vaivenes matrimoniales, se desposó con Ataúlfo en un acto tan romántico como que la tomó mientras ella era rehén de su padre Alarico.

Esta estirpe germánica reinaba por entonces en estas tierras, las primeras de la historia que convertían a Barcelona (por entonces aún Barcino) en capital de un reino, lo cual otorgaba a Gala el título de consorte de la ciudad y por extensión, reina de la Hispania Visigótica.

Que a la ciudadanía en general le cueste hacer memoria para recordar este hecho (amén de que sucedió hace 16 siglos) no es casual: poco le duró a nuestra denostada protagonista el título. Los godos no se parecían en absoluto a los Borbones, y más que intrigar al trono mediante guerras entre el pueblo y fórmulas matemáticas para mantener el apellido (aunque hubiera que acudir al incesto), ellos mismos se echaban al cuello del otro con tal de apearlos del asiento (lo de pueblos bárbaros no es un apodo casual).

En una de estas «riñas habituales», Sigerico conspiró para matar a Ataúlfo y así tenemos de nuevo a Gala en la casilla de salida.

Gala Placídia: de reina consorte de Barcelona a emperatriz de Europa

Pese a ello y a las humillaciones que sufrió como presa de los godos, a Gala aún le quedaba un ascenso mayor que el de reina hispánica. Tras otras tantas conjuras que ríete tú de los Targaryen o los Lannisters, a Sigerico no le dio tiempo ni a deshacer la maleta cuando ya criaba malvas de manos de Walia, quien llegó a un acuerdo con Honorio, el hermanastro de Gala, que durante este intervalo pudo llegar a ser emperador de Occidente… (sirvan estos puntos suspensivos de descanso para asimilar tanto cambio y nombre peculiar).

Honorio, que después de tanto tiempo había perdido algo el apego con su hermanastra, no tuvo reparos en casarla con Flavio Constancio, uno de sus generales de confianza (quién no «prestaría» su hermana a un buen amigo…). La muerte prematura de Flavio y, poco después, la de Honorio (no estaban muy instaurados los blogs de hábitos saludables por aquella época), situaron a nuestra ya amiga (llevamos 9 párrafos hablando de ella, si a estas alturas no has empatizado con la buena de Gala…) nada más y nada menos que como Emperatriz de Occidente, dado que Honorio no dejaba descendencia y ella sí (¡ja!).

Como una Sansa Stark bien curtida después de tantos desprecios, Gala tenía un carácter y una inteligencia política a estas alturas mediante la cual no dudaba en «pasarse al lado oscuro» si el momento lo requería, como demostró cuando a un usurpador al trono de su hijo Valentiniano (de solo 6 años) llamado Juan (suena poco épico después de tanto desfile de nombre contundente) lo castigó haciendo que le cortaran una mano y que lo pasearan por el hipódromo de Aquilea antes de darle muerte: un gesto con el que pretendía avisar a otros posibles usurpadores que a ella no le chistaba ni dios a ese momento.

Donde hay machismo, hay homofobia

Poco después su hijo no solo perdería el trono, sino todo el Imperio de Occidente. Por si este ninguneo a un figura femenina tan relevante, silenciada durante siglos no fuera suficiente, aún se tiene que soportar un toque homófobo a la historia, ya que Procopio de Cesarea (historiador bizantino al que le debemos el reflejo de lo sucedido aquellos años en la vida de Justiniano y su estirpe) achaca la pérdida de imperio a que Valentiniano fue criado con costumbres afeminadas por parte de su madre, que no lo hacían válido a la hora de defender el trono.

Sirvan todas estas parrafadas para rendir homenaje a una mujer que se menciona a diario en Barcelona, pero de la que poco se conoce y cuya historia merece salir de la oscuridad a la que siglos y siglos de revisiones machistas la han abocado.

La Plaza Gala Placídia hoy en día

Todo un detalle que en plena era oscura franquista, (alguien que imaginamos no conocía la historia al completo o quiso «meter un gol» a la dictadura), se dedicara una de las nuevas plazas del Eixample a tan relevante pero olvidado personaje.

Por lo demás, poco homenaje más recibe la única reina del único reino barcelonés… La plaza no es que sea de las llamadas «duras» (esa plaza Lesseps o Països Catalans bañadas en hormigón), pero a pesar de cierta intencionalidad por hacerla agradable (la zona de juegos pegada a los edificios modernistas del lado Gràcia), el cruce de Vía Augusta con Travessera se lleva por delante cualquier intento de agradar a la vista.

La culpa la tienen dos edificios que intentaron ser modernos en su época de construcción (los años 60) pero cuyo resultado suponen una auténtica mordida al paisaje, sobre todo en el caso del edificio Autopistas (ACESA).

Señalado en más de una ocasión como uno de los edificios más feos de Barcelona, esta obra de Claudio Carmona de 14 plantas se adhiere al movimiento brutalista, en el que el uso de hormigón, acero y cristal ganan en protagonismo.

Para protagonista la malla que recubre la totalidad del edificio dándole un aspecto plenamente feísta (sí, aquí dejamos el rigor histórico-periodístico para caer en la descalificación plena), que tal como dirían los arquitectos más refinados, «dialoga» con su compañero de fechorías: el edificio que «decora» la otra esquina de travesera, de estética igualmente agresiva.

Todo ello convierte a la plaza Gala Placídia en un lugar meramente de paso, con tan solo el alivio de las áreas de juego donde el bullicio de los niños devuelve cierta vida a un lugar, y una fuente de Blancanieves que, tal como de ella se pretendía, solo está por allí para no hacer pensar demasiado en lo que le rodea…

En cualquier caso, que el mal gusto de cierta arquitectura con pretensiones no nos haga perder el foco de una plaza que recupera, accidentalmente o no, la memoria de una de las féminas más apasionantes de la historia, injustamente arrinconada.

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