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Edificios sorprendentes de Barcelona

Can Damians y los antiguos Almacenes El Siglo: cómo hacer de la venta arte

Can Damians es uno de los mejores ejemplos de arquitectura art decó en Barcelona, a pesar de pasar injustamente desapercibido. ¿Quieres conocer su historia?

Hay edificios que a pesar de su belleza, a pesar que los observamos y nos quedamos admirados de todo el arte que desprenden, nos pasan desapercibido o no se destacan por su uso frívolo y cotidiano; como el fast food que disfraza su envoltorio para llamar la atención pero no deja de ser mala comida. Es el caso de Can Damians: una auténtica obra maestra del art decó que queda ensombrecida por su uso como establecimiento de la cadena belga de ropa C&A.

Y no es que el hecho de ser una tienda de ropa barata al por mayor le desmerezca… De hecho, desde sus comienzos ya hace más de un siglo, se concibió como gran establecimiento, y así ha permanecido cadena tras cadena hasta ahora. Pero mientras hace 100 años se construía con carácter de asombrar, llenando de significado cada tramo de fachada y cada estancia, hoy la arquitectura funcional requiere espacios amplios y vacíos, sin más distracciones que el cartel de oferta de turno (para ejemplo la monstruosidad de Corte Inglés de plaza Catalunya), lo cual provoca que la mirada consumista no repare en detalles como puedan ser unas cariátides culminando una cuarta planta.

Perspectiva general de Can Damians desde el carrer Pelai

Can Damians: un ferretero como ejemplo del nuevo burgués

Los inicios de este edificio monumental del carrer Pelai no podrían ser más anodinos. ¿Os imagináis yendo a comprar una reja a segunda planta de la Casa Batlló como quien va al Leroy Merlin? Pues eso es exactamente lo que este opulento edificio representaba para la época.

Can Damians se construyó entre 1913 y 1915, en una época en la que en Barcelona aún no imperaba la simplona arquitectura de VPO que tanto ha afeado las ciudades y en la que cualquiera que hiciera una fortuna, la invertía en vistosas edificaciones para disfrute público. Por otra parte, el perfil del «burgués de Liceu», ya no correspondía a indianos, ni hijos de Güell, Batlló, López o cualquier otra estirpe de banqueros o industriales: quien tuviera un buen negocio, tenía para su palco.

Eso abría camino para que cualquier hijo de vecino que quisiera presumir de estatus, imitara el gusto de quienes comenzaban a llenar l’Eixample de edificios nobles y señoriales, y don Ignacio Damians, era uno de ellos.

El patriarca de los Damians había hecho fortuna como forjador: realizando lámparas, rejas, figuras decorativas y elementos arquitectónicos trabajando este material. Contando ya con un taller y una oficina, quiso construir su propio punto de venta al gusto de la época como símbolo de su nuevo estrato social.

Imagen general de toda la fachada de Can Damians, de la que destaca su esfera art decó y las cristaleras, muy apropiadas como escaparate

Can Damians: el primer edificio barcelonés del nuevo estilo imperante

Si el bueno de Ignacio hubiese levantado su imperio solo una década antes, se hubiese debatido entre construir un edificio modernista o noucentista, según su apego por Gaudí o por la reinaxença, pero a mediados de la segunda década del s.XX comenzaba a despegar desde Francia un nuevo estilo denominado como Art Decó, caracterizado por formas racionalistas que se decoran con elementos modernos influenciados por las artes, tales como la cubista, constructivista o el art nouveau.

Es así como a la hora de encargarle a los arquitectos Eduard Ferrés, Ignasi Mas y Lluís Homs sus flamantes almacenes de forja, éstos diseñaron un edificio único en la ciudad por aquel entonces, basándose en los modelos previos del maestro de obras Agustí Mas. Siguiendo el halo de autenticidad, fueron los primeros también en usar hormigón armado como estructura principal de la edificación.

Modernos sí, pero no rupturistas… Y para que el nuevo edificio no resultase extraño a su entorno, -eminentemente modernista-, diseñaron unas galerías cubiertas de cristaleras convexas a modo de fachada que remitían al gusto de principios de siglo, que gracias al uso del hormigón, podían ocupar todo el ancho de fachada sin apenas sujeción (toda una innovación en la época). El edificio hace su máximo aporte a las artes contemporáneas coronándose con una cúpula de lucernario esférico de inspiración expresionista.

Otro de los elementos decorativos destacables son sus cariátides de la cuarta planta, dos figuras de estilo clásico que representan el Trabajo y el Estudio, obra de Lambert Escaler (escultor modernista que decoró numerosas edificaciones de La Rambla). Cada una de ellas está identificada por un rótulo en latín, Labor y Studio, y se encuentran muy en sintonía con los grupos escultóricos que para aquel entonces, se preparaban para decorar Plaza Catalunya.

Detalle de las estatuas clásicas que rematan Can Damians

De «ferretería» a centro comercial: la puesta de largo de Can Damians

Can Damians duró como almacén de forja y decoraciones cerca de 20 años, hasta que en 1933 fue adquirido por la familia Conde, dueña de los afamados Almacenes El Siglo, que cambiaron su sede en La Rambla por ésta del carrer Pelai tras el popular incendio que sufrió en las navidades de 1932.

Los almacenes El Siglo era el principal centro de compra de los barceloneses del primer tercio del s.XX, equiparables a un Corte Inglés pero sin competencia de ningún tipo. Tal era la magnitud y la fama de este centro que su sede primigenia en La Rambla, ocupaba toda la manzana que actualmente se encuentra entre Ramblas, carrer de Xuclà y la plaza del Bonsuccés: 7 plantas y una superficie de 149.464 m2 en el que se empleaba a 1.050 barceloneses.

Por ello, su traslado a Can Damians pocos meses después del incendio, suponía poner aún más en valor el edificio para sus ciudadanos, que pasarían a disfrutarlo para todo tipo de compras durante todo el año.

El incendio de los Almacenes El Siglo: todo un colosal evento

Edificios que actualmente ocupan el lugar donde los Almacenes el Siglo se encontraban antes del incendio de Las Ramblas

Barcelona ha sido testigo numerosas veces de incendios que han destruido gran parte de su patrimonio: afamados son los dos sufridos por el Liceu y todos los que envolvieron la ciudad durante la Semana Trágica, pero el del 25 de diciembre de 1932 es ampliamente recordado por su gran magnitud y voracidad (destruyó las siete plantas en cuestión de horas) pese a ser provocado por un inofensivo trenecito.

Todo comenzó a la hora del cierre la noche de Nochebuena, cuando los últimos empleados apagaron las luces y echaron la persiana para marcharse a casa. Un pequeño descuido provocó que un trenecito de juguete que decoraba el escaparate, permaneciera encendido durante toda la noche. Al estar cargado de pequeñas piezas de carbón y paquetitos a modo de regalos para darle más realismo, el largo tiempo de encendido y el sobrepeso de la carga produjeron que el pequeño motor se recalentara e iniciara unas pequeñas llamas que se convirtieron en voraces llamas nada más alcanzar las cortinas del establecimiento.

La magnitud y los daños provocados fueron tales que hasta 22 compañías aseguradoras tuvieron que hacerse cargo de las indemnizaciones.

Plano alzado del lugar donde se encontraban los almacenes El Siglo antes de su incendio
En azul, superficie que ocupaba los antiguos Almacenes El Siglo, antes del incendio de 1932 y su traslado a Can Damian en 1933

La Casa Damians a día de hoy

Tal como enunciábamos al comienzo, Can Damians no ha dejado de ser un edificio comercial en ningún momento de sus más de 100 años de existencia. Tras que los Almacenes El Siglo cayeran en quiebra en 1951, la competencia, los Almacenes El Capitolio quisieron aprovechar sus instalaciones hasta que, tan solo 10 años más tarde, en 1961, otros almacenes, «El Águila», tomara el relevo.

Éstos último echaron el cierre en 1984, momento en el que C&A, -cadena de moda belga que desembarcó en España un año antes, en 1983-, se hace con la propiedad del edificio. Desde entonces, se ha hecho cargo de su mantenimiento, destacando la rehabilitación llevada a cabo a finales de 2020, en la que al eliminarse las capas de pintura con las que se había recubierto, se descubrieron detalles hasta entonces desconocidos, como las ménsulas de mármol rojizo o la confección de las esculturas con tonos rosados. También se recuperaron dos fanales originarios y la iluminación original del lucernario.

Todas las reformas a las que ha sido sometido para sus cambios de marca, supusieron la pérdida de elementos que como los mencionados fanales, se fueron suprimiendo, siendo el más característico la escalera principal, que provocaba un efecto de vacío circular que conectaba antiguamente todas las plantas de forma visual.

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