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Rutas temáticas por Barcelona

Ruta por la Barcelona Medieval: siglos de historia que juegan al escondite

La Barcelona medieval luce exuberante en el Born, pero sus murallas se esconden de miradas no acostumbradas a buscar. Descúbrela en rincones tan insólitos como el aseo de un bar, un local erótico o un Lidl en esta ruta.

Barcelona es una ciudad que ha sabido marcar históricamente muy bien sus tiempos. El apodo manido de «cosmopolita» bien lo ha podido hacer servir tanto a día de hoy, como hace mil años, en cuanto es sinónimo de a la vanguardia, que sabe evolucionar…

Así, cuando tocaba ser romana, Barcelona se entregó a la tradición imperial y bien supo reflejar en sus cardos y forums la cultura que le tocaba. Cuando tocó ser industrial, cogió el estandarte y a golpe de chimeneas y ferrocarriles, se ganó ese otro manido apodo del «Manchester español». No hay mayor ejemplo de modernismo que el de ese Eixample exuberante por lucir las riquezas burguesas mediante pomposos adornos en la fachada, y pese al letargo franquista (ay ese malnacido de Porcioles… ejemplo de despotismo inculto y desarraigado hacia para quienes gobiernan…), Barcelona supo alcanzar el podio de la contemporaneidad en apenas 10 años a golpe de fomento olímpico.

Por ello, a la hora de hablar de siglos y siglos de parálisis evolutiva como fue la Edad Media (ay ese poder eclesiástico y monárquico…), los rastros en una Barcelona ecléctica y formada a base de hacer de su historia un auténtico puzle evolutivo, no podían ser sino numerosos. Barrios enteros como el Born crecieron a la luz de esta lánguida etapa histórica, que causa tanta fascinación (son numerosos los libros y producciones cinematográficas que se basan en ella) como pereza en cuanto no son más que siglos y siglos de lenta evolución.

Hoy queremos recorrer esa Barcelona medieval a través de esta ruta que sigue el rastro de sus murallas. Una ruta que no pretende emular lo vivido en bestsellers como La Catedral del Mar (procuraré relatarla con más pasión y entretenimiento que Ildefonso Falcones…), sino alinearla con la cotidianeidad de nuestro día a día, en cuanto sus paredes asoman por rincones tan curiosos como un local erótico o un bar especializado en tortillas.

¡Bienvenidos a la Barcelona Medieval del s. XXI!

La muralla medieval de Barcelona: un corsé muy odiado ahora reivindicado

¡Tanto pidió la ciudad de Barcelona su derrumbe en el s.XIX que normal que a estas alturas se haya escondido tanto! Había tantas ganas después de años y años de confinamiento intramuros, de hacinamiento de calles, de plagas y epidemias por falta de espacio que, a la orden en 1854 de tirarlas, todo barceloní, como un Núñez i Navarro cualquiera, puso su empeño para que no quedara nada de esos molestos montones de roca apilados.

Y es que a día de hoy tenemos un concepto romántico, histórico y monumental de los lienzos de muralla que se conservan en toda ciudad. Admiramos ciudades enteras como Lugo o Ávila por haber sido capaces de resistir el paso del tiempo, y maldecimos a alcaldes de la época por haber hecho víctimas de la piqueta puertas y muros con siglos de historia.

Para entender por qué un mandatario es capaz de hacer añicos lo que hoy entendemos como patrimonio, debemos situarnos en el contexto del s.XIX, en el que se llevaron a cabo la mayoría de demoliciones de este tipo no solo en Barcelona, sino en otras ciudades como Sevilla.

La decisión de prescindir de unos muros que aprisionaban los cascos urbanos más que protegerlos, viene tras la creación de corrientes urbanistas que promulgaban los llamados preceptos higienistas: concebir las ciudades como espacios abiertos, donde pueda circular el aire y el sol toque a las casas, donde los desagües no fluyan en canales abiertos y, en definitiva, donde se pueda pasear sin miedo al contagio de cualquier enfermedad que se propague.

El Eixample, concebido tras caer las murallas de Barcelona, surgió siguiendo estos preceptos, siendo Cerdà uno de los más ejemplares higienistas urbanos

Estos preceptos iban en contra del modelo medieval, donde era común que la población viviera confinada en calles estrechas y sombrías, apegotonadas por la obligación de tener que situarse intramuros. Las murallas ya no eran elementos protectores, sino corsés que ante la falta de corrientes de aire fresco, suponían ser grandes aliadas de enfermedades como la peste o el cólera.

Es por ello por lo que en ciudades en el que el progreso crecía extramuros, y ya no existía amenaza de pueblos invasores de los que protegerse, la muralla medieval era un incordio. Ni tan siquiera el «encanto turístico» podría salvarlas, en cuanto el turismo es un invento de finales del XIX y aún no estaba ni asentado, ni en el imaginario popular que aquello sirviera para «hacer dinero».

Barcelona, que ya veía asentado su modelo industrial y crecía más allá de Ciutat Vella; que se veía amenazada cada 5 años por una plaga que mermaba a su población, no encontraba sentido a seguir manteniendo esos muros de piedra que les impedía pasear airadamente y que la incomunicaba de poblaciones vecinas que ya comenzaban a integrarse en su día a día (y que a las pocas décadas se anexionarían, como Sants, Sant Martí, Gràcia o Sant Andreu), por lo que las voces que pedían el enderrocamiento de las murallas fueron creciendo una vez superada la invasión napoleónica.

Este no llegó hasta 1854, cuando desde Madrid (sí, como si Ayuso siempre hubiese existido, toda decisión previa pasaba por Madrid…) autorizaron el derribo tras una fuerte presión popular encabezada por el humanista y político Pedro Felipe Monlau, quien en 1841 publicó la memoria ¡Abajo las murallas!, en la que defendía su destrucción para evitar enfermedades y epidemias.

Restos de la muralla medieval en Barcelona

[Pulsando sobre cada marcador azul (el marcador, no la letra) obtendrás un resumen sobre cada parada y enlaces a artículos explicativos]

Inicio: Ciutadella – Vila Olímpica (L4)

Final: Ciutadella – Vila Olímpica (L4)

Duración: Dos horas a pie (7 km.)

9 paradas.

Plaza de Joan Fiveller (Parc de la Ciutadella)

Las murallas de Barcelona se tiraron con tanta pasión, que no fueron pocos los barceloneses que piqueta en mano, se lanzaron a su derribo del mismo modo que los berlineses hicieran con su muro. Tal era el odio de la población hacia estas construcciones, que no tardaron en hacerlas caer en el olvido.

No obstante, tal como sucede en toda ciudad milenaria, basta una obra pública (o unas pocas privadas… otras tantas se la callan por eso de que no les paren las reformas) en una zona céntrica para que aparezcan recuerdos del pasado. Ese ha sido el caso de las obras de reforma del que era la antigua plaza de armas de la Ciutadella, frente al actual Parlament, donde nuestra «odiada» construcción en piedra ha aparecido de nuevo.

Así, la ruta en busca de la muralla medieval de Barcelona la iniciamos en un punto muy significativo para esta historia de la ciudad. Hoy concebimos la Ciutadella como un orgulloso parque para el disfrute de todos, pero en los tiempos en los que aún había muralla, ese era el epicentro del odio de todo barcelonés por la monarquía y el centralismo.

Este ahora idílico lago del parc de la Ciutadella fue una relevante zona militar

La Ciutadella antes que parque, fue una fortificación construida no con el fin de proteger a Barcelona, sino de atacarla. Se trataba de las defensas planeadas por el revanchista de Felipe IV (Borbón, para más señas… por si el apellido ya aporta algo…) para castigar a los exaltados que no apostaron por su trono en la guerra de Secesión, y por la que Cataluña perdió gran parte de su independencia en 1714, amén de arrasarse gran parte de las casas del Born.

Con estos mimbres… ¿Qué Barceloní le iba a tener aprecio a cualquier construcción militar medieval? Resulta irónico que hoy asome parte de su lienzo en el mismo lugar donde hoy se encuentra la «voz del pueblo catalán»…

Bar Trole

De la solemnidad de los «fets de 1714» pasamos a un lugar mucho más lúdico. Y es que en su afán por esconderse de sus detractores, la muralla medieval aparece en rincones de lo más insólitos… ¿Quién espera encontrarse un muro con más de 10 siglos de historia en los aseos de un bar famoso por sus tortillas?

Es lo que ocurre en los baños del Bar Trole, que podemos encontrarnos recorriendo desde la Ciutadella el Passeig Lluís Companys hasta frente al Arc de Trionf. Justo en la esquina con la Ronda Sant Pere (las rondas de Barcelona que rodean Ciutat Vella surgieron precisamente siguiendo el trazado de las murallas), nos encontramos este peculiar bar que cuenta con más de un siglo de historia.

Precisamente por contar con una centena de vida, pudo mantener este trozo de historia que hoy sorprende a clientes y curiosos, ya que era frecuente a finales del s. XIX, que antiguas estructuras medievales, sirvieran como muro de apoyo o contrafuertes a nuevas edificaciones.

Quienes os acerquéis a comprobar esta particularidad, os asombrará que un edificio tan anodino, tan VPO en el peor sentido de la palabra (el gusto constructivo se ha perdido con los años hasta alcanzar la nada de las VPO actuales, asépticas, ramplonas y simplonas) pueda tener tanta historia… Y no la tiene: se trata de una construcción moderna obra de Nuñez i Navarro: la constructora de nulo gusto que no duda en cargarse tanto una joya modernista como cualquier otro patrimonio que se le cruce en sus ambiciones.

¿Cómo ha podido la muralla medieval sobrevivir al apetito destructor de los Nuñez i Navarro? Gracias precisamente al bar Trole, que puso como condición a la construcción del nuevo edificio, que pudieran regresar a sus bajos una vez finalizado y se conservara la muralla como elemento icónico.

En los baños del Bar Trole encontramos parte de la muralla medieval de Barcelona

Carrer Pelai (ascensor Ferrocarriles de la Generalitat)

Seguimos jugando al escondite…. En este caso nos tenemos que trasladar ronda arriba hacia otro lugar muy dado a aprovechar su subsuelo, Plaza Catalunya, donde en su esquina con el carrer Pelai podemos encontrar parte del basamento que conformaba el antiguo portal de Sant Sever: la puerta de entrada a Ciutat Vella desde la parte norte de Las Ramblas.

Para ello solo debemos bajar con el ascensor acristalado a la estación de ferrocarriles por el lado de Pelai y fijarnos en uno de sus laterales. Debemos ser rápidos, ya que el muro nos saludará mientras bajamos durante el par de segundos que dura el trayecto, sin que tengamos otra oportunidad ni otro lugar mejor donde apreciar este trozo de legado de la ciudad.

Conscientes de que ese ascensor roza parte de la historia viva de Barcelona, el Ayuntamiento tuvo a bien colocar un hito informativo junto al ascensor donde explica el trazado antiguo de la muralla y la función defensiva del Portal de Sant Sever, aunque siguen siendo muchos los barceloneses que cada día lo rozan camino al Vallès sin ser conscientes que pasan junto a 1000 años de antigüedad.

La muralla medieval de Barcelona apareció perfectamente conservada en los bajos del Mercat de Sant Antoni, justo a la entrada de lo que hoy en día es un Lidl

Mercat de Sant Antoni

Hablamos con sorpresa de encontrarnos una muralla en un ascensor, en los aseos de un bar y en otros lugares insólitos, pero realmente solo hace falta estudiar el trazado de la muralla para intuir que, buscando bajo sus cimientos, más temprano que tarde surgirá nuestra tímida amiguita.

Así, de la Ronda Sant Pere pasamos a la siguiente ronda, la de Sant Antoni, donde recientemente en las obras de reforma de su mercado, ¡oh!, ¡sorpresa! ha aparecido un buen tramo que se ha rehabilitado para la ocasión. Otro motivo de peso para acercarse a este monumental y exuberante mercado al que no le falta detalle.

¿Y dónde ha quedado al descubierto la muralla medieval en el Mercat de Sant Antoni? Para descubrirlo solo tienes que dirigirte a su Lidl, donde entre ofertas de vinos, quesos y chocolates la verás en su rampa de acceso al subsuelo.

Sala Bagdad

Estamos ante la, sin duda alguna, más sorprendente aparición de la muralla medieval, en la mítica sala Bagdad: el establecimiento de espectáculos eróticos con sede en Nou de la Rambla que forma parte de la historia más canalla y contemporánea de la ciudad. Inmortalizada de manos de personajes como Nacho Vidal o titulando a una de las mejores canciones de Rosalía.

Para dar con ella (con la muralla, no con Rosalía…), solo hay que bajar las escaleras que dan acceso a la zona de actuaciones en directo para apreciar unos metros de la muralla que incluyó al Raval dentro de la zona defensiva. Por si aún así no damos con ella (o nos distraemos por el camino…), la dueña del Bagdad ha tenido la delicadeza y buen gusto de señalizarla como merece.

Drassanes

A estas alturas, podemos figurarnos la muralla medieval de Barcelona como una acomplejada que necesita cubrirse de los más cotidianos escenarios para subsistir en la memoria de Barcelona… por eso la siguiente parada va destinada a honrarla como merece, como legado presumible.

Para ello nos dirigimos hacia el portal de Santa Madrona, en las Drassanes, donde se encuentra el único tramo que se conserva de forma consciente desde el s.XIX, que para compensar, luce durante unos largos metros y correctamente señalizado. Se trata del lienzo que cubre todo el recinto del museo marítimo y que mantiene incluso su baluarte.

¿Cómo ha llegado a sobrevivir tan espléndida en este rincón después de toda la tirria que el pueblo barceloní le ha procesado? La razón de que se indultara es porque por aquel entonces, formaba parte de un cuartel militar, y por tanto, servía como estructura y ya se le estaba sacando provecho de ella.

Parking municipal de la Plaza del Teatre

Otro de los servicios públicos que nos permite ver la muralla medieval de forma casi anodina es el parking de la Plaza del Teatre, en la parte baja de Las Ramblas. Para ello, la mejor forma de apreciarlo es bajar en coche al ralentí por la rampa de acceso, ya que es uno de sus laterales el que nos deja ver parte del muro.

Este es uno de los muros más primigenios del trazado medieval, ya que se trata de la muralla que separaba el centro de la ciudad del arrabal, cuando Las Ramblas aún eran una riera que actuaba de frontera natural.

Baluard del Migdia

Nuestra ruta circular continúa hacia la Barceloneta. Si abordamos el paseo por la franja marítima, estaremos recorriendo el antiguo trazado de la muralla de mar, que subsistió hasta comienzos del s.XIX separando el puerto de la ciudad para protegerla de ataques.

Precisamente en nuestra siguiente parada podremos apreciar parte de la construcción defensiva que en esa muralla de mar se realizó para la protección de la Barcelona menos marinera: el Baluard del Migdia, un punto de gran relevancia histórica y literaria, al ser nombrado en el Quijote a su paso por Barcelona.

De hecho, esa mención en el Quijote ha supuesto que su búsqueda fuera de interés general, ya que estaba ampliamente documentada pero no apareció hasta que hace apenas 15 años, se iniciara la construcción de unas viviendas de protección oficial (blancas, anodinas nuevamente…) que lo dejara al descubierto, por debajo del actual nivel del mar.

CEM Ciutadella

Finalizamos nuestra «ruta del escondite medieval» en otro de los rincones cotidianos, en otro de los lugares que nos permite apreciar la historia mientras realizamos una acción tan aséptica como nadar en una piscina…

Para ello volvemos muy cerca del punto de salida: nuevamente el parc de la Ciutadella. Allí, entre el zoo y la Estació de França, nos encontramos con el CEM Ciutadella, donde el lienzo se nos aparece junto a la piscina de natación de la planta baja.

Todos estos casos nos dan un buen ejemplo de lo que es la historia oculta de nuestra ciudad: puedes estar tomando un café tranquilamente, bañándote en un centro deportivo municipal, buscando aparcamiento en Las Ramblas o, por qué no, disfrutando de un espectáculo erótico-festivo mientras las paredes te hablan de siglos y siglos de asedios, encierros y defensas.

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