Todo movimiento revolucionario nace como respuesta al anterior, rompiendo totalmente las bases de lo realizado hasta entonces para marcar un camino que, puede gustar más o menos, pero resulta diferente e innovador.
Algo que encontramos implícito en el ADN de estilos como la exageración del barroco frente a la sobriedad del gótico o lo neoclásico o renacentista frente a lo medieval. En el siglo XX estas rupturas tuvieron su réplica en el racionalismo.
Al racionalismo en Barcelona le tocó nada más y nada menos que romper radicalmente con el modernismo: el estilo arquitectónico por antonomasia de la ciudad. Algo que lejos de resultarle un hándicap, se convirtió en mantra. ¿En qué basó sus principios y cuáles fueron sus ejemplos más notables?

Los principios del racionalismo en Barcelona: sobriedad combinada con practicidad
El surgimiento y esplendor del racionalismo en Barcelona lo debemos situar en las décadas de 1920 y 1930. Por tanto, en un contexto de entreguerras, crisis económicas y constantes cambios políticos y de pensamiento. Cambios que impedían un desarrollo de la arquitectura de una forma tan exuberante como la puesta en práctica por el modernismo en tiempos de indianos y bonanza de la burguesía industrial.
Así, la base del racionalismo es romper con el precepto tan clasista de demostrar el poderío económico mediante llamativas fachadas y requiebros decorativos. El «less is more» de Van der Rohe, -que por la misma época nos legó su pabellón alemán mientras los últimos coletazos del modernismo / novecentismo se despedían a lo grande en la Expo del 29-, marcaba la ruta para la nueva arquitectura, más funcional que estética.
Este cambio no fue fortuito: el hecho de que se pasara de la magnificencia de un Hospital de Sant Pau, a la rectitud de un Dispensari Central Antituberculós, le costó al racionalismo en Barcelona su buena ración de críticas, del mismo público que llamaba unos años antes «Pedrera» de forma despectiva a la Casa Milà o que, por el mismo tiempo, llamaban aberración estética a la Casa Xina.
No obstante, las razones de por qué abandonar lo curvo en favor de la línea recta y las esculturas por molduras no era únicamente cuestión de acabar con el reinado de décadas de modernismo capricho de una nueva generación de arquitectos, sino una cuestión puramente económica: el dispendio realizado para la Exposición del 29 y el declive burgués de la Barcelona de los felices años 20 requería un abaratamiento de la construcción, tanto pública, como privada.
Por ello, el racionalismo se define como la aplicación de nuevas técnicas arquitectónicas y materiales de construcción para edificar lo más eficaz y económicamente posible, dejando lo estético solo como funcional. y basando lo decorativo en las líneas y contornos que pudiera ofrecer la propia edificación.
El GATCPAC: el esplendor y genialidad del racionalismo en Barcelona
Es ineludible a la hora de hablar de racionalismo en Barcelona, la mención al GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) un colectivo de arquitectos imprescindibles en la creación de la Barcelona del s.XX y que fueron clave a la hora de popularizar el movimiento racionalista como respuesta al clasicista o historicista.
Así, renombrados arquitectos como Josep Lluís Sert (Casa Bloc, Pavelló de la República, Fundació Miró), Josep Torres Clavé (Dispensario Central Antituberculoso), Joan Baptista Subirana (Sala Bagdad), Sixte Illescas (Casa Illescas), Germán Rodríguez Arias (Bloc Diagonal) y Ricardo de Churruca (Casa Barangé) entre otros, basaron los principios de sus obras en los principios racionalistas europeos llevados al contexto nacional.
Esto requería no solamente que, tal como ya hemos comentado, en las edificaciones primara la línea recta y el uso de nuevos materiales como el hormigón, el fibrocemento, el vidrio estructural o la desdichada uralita, sino también adaptarlas a un uso social y democrático en un tiempo en el que el desarrollo de lo público resultaba primordial.
Resultado de esta concepción, surgieron en Barcelona obras cumbre de la arquitectura del s.XX como las mencionadas Casa Bloc o el Dispensario Central Antituberculoso.

La Casa Bloc: el ideario del GATCPAC racionalista hecho edificio
Es probablemente la obra cumbre del movimiento en Barcelona. Creado a conjunto entre Josep Lluis Sert, Subirana y Torres Clavé, los tres fundadores del GATCPAC volcaron en este rincón de Sant Andreu toda su ideología y conocimiento sobre el racionalismo barcelonés.
Su construcción se realizó durante el periodo de la Segunda República, entre 1932 y 1936, lo cual marcó su amplio carácter social. Este carácter se aprecia en la voluntad inicial de que las 207 viviendas duplex que comprendían los 5 bloques en forma de “S”, fueran habitadas por los trabajadores obreros del barrio, aislados social y arquitectónicamente de la cotidianeidad de la Barcelona de entonces.
Para ello, Sert, Subirana y Torres Clavé obviaron la arquitectura de barracas que los arquitectos municipales destinaban para estas clases sociales, y sin desbaratar costes en la construcción, diseñaron viviendas que aprovechaban al máximo el espacio disponible, con oberturas a dos vientos (fachada principal y posterior) y orientadas hacia el sol, así como con galerías, plazas y espacios comunes donde sociabilizar.

Por esta razón, la Casa Bloc es fiel representante del ideario racionalista en cuanto trajo al nuevo contexto social, los preceptos que el propio Eixample creó décadas atrás para la imperante sociedad burguesa (amplitud, luminosidad y espacios comunes), transformándolos para el encaje obrero.
La irrupción de la Guerra Civil y la posterior victoria franquista impidió que la Casa Bloc cumpliera su abierto carácter social, siendo finalmente habitada por militares y funcionarios adeptos al régimen. No ha sido hasta el periodo 2008-2021 cuando se ha podido restituir ese carácter primario, musealizándose una de las viviendas para conservar y mostrar el esplendor racionalista que representa, y destinándose el resto a solicitantes de asilo político.

Dispensari Central Antituberculós: la puesta en marcha de lo aprendido
Cuando en 1934, la Generalitat de Catalunya encargó a los mismos arquitectos de la Casa Bloc, la construcción de un dispensario que frenara los numerosos brotes de tuberculosis que, por la fecha, asediaban a la región, la maquinaria racionalista del GATCPAC ya estaba perfectamente engrasada como para poder repetir los preceptos del edificio de Sant Andreu.
Así, el Dispensario Antituberculosis, sigue la reinterpretación de las líneas higienistas de la Casa Bloc, aplicadas a un edificio que para su uso civil, cambió la forma de S por la de una L.

Esta forma perpendicular, rompía conscientemente con la linealidad del carrer Torres i Amat para poder aprovechar tanto luz como corrientes de aire, siguiendo formas y orientaciones que, aconsejados por los preceptos de Le Corbusier y el plan urbanístico conjunto que desarrollaron junto a éste (el Plan Macià) se primaba la comodidad y el uso al mero aprovechamiento del terreno.
Pavelló de la República
Es obra cenit y culmen tanto de los ideales del GATCPAC como los del racionalismo en Barcelona. La razón de tanta admiración por este edificio dentro del movimiento se debe a su valor histórico, patrimonial y arquitectónico, en cuanto estamos ante la réplica del edificio en el que se presentó por primera vez al mundo el Gernika de Picasso, cuya reproducción también la encontramos en él.
Obra de Sert en colaboración con Luís Lacasa, el Pavelló de la República debe su sobriedad y formas a la necesidad de que la representación española en la Exposición Internacional de París de 1937, se pudiera llevar a cabo pese a estar el país inmerso en plena Guerra Civil.

Pese a lo frívolo en términos expositivos de estas citas mundiales, la República vio la perfecta ocasión de contarle al resto del planeta lo que aquí estaba sucediendo presentándose a la cita como un país más. Para lo cual, requería un pabellón práctico, espacioso, llamativo, pero sobre todo, barato. Premisas todas ellas del movimiento racionalista.
Es por ello por lo que Sert planteó un edificio rectangular, que abarcara todo el espacio disponible pero alzado en pilares que permitiera el tránsito y sensación de espacio y visibilidad en la planta baja. No se merecía menos, puesto que allí era el lugar elegido para presentar el Gernika y, con él los horrores de la Guerra, al mundo.
A la obra cumbre de Picasso le acompañaban otros hitos de la historia del arte como la fuente de Mercurio de Calder, o el Segador de Miró: todos ellos con una importante carga política en contra del alzamiento fascista.
Actualmente, esta réplica realizada en 1992 con motivo de los JJOO, acoge el Centro de Estudios Históricos Internacionales y una biblioteca con el mayor fondo documental sobre la Segunda República, la Guerra Civil, el franquismo, el exilio y la transición en España y Cataluña.
Fue realizada por los arquitectos Miquel Espinet, Antoni Ubach y Juan Miguel Hernández León con los mismos materiales precarios usados en el original, como lo fueron las estructuras metálicas de su esqueleto, los rellenos de fibra-cemento y los cierres en cristal.

Bloc Diagonal
Este edificio situado donde la peatonal Enric Granados y la bulliciosa Diagonal se encuentran es de los que causan un más que interesante debate sobre arquitectura. Situado en una zona «noble» y nada más y nada menos que en contraposición con la majestuosa Casa Sayrachs, el Bloc Diagonal no solo no despierta el interés de transeúntes y turistas, sino que quienes reparan en él, suelen atreverse a calificarlo como anodino en el mejor de los casos, atentado a su entorno en el peor.
La razón es que entre sus competidores paisajísticos modernistas y balconadas clásicas de su alrededor, el Bloc Diagonal es el «elefante en la cacharrería». Un bloque de edificios sin nada aparentemente singular que bien podría haberse construido este mismo año y en cualquier otro barrio o lugar.
Y es, precisamente, en esta crítica, donde reside su magnificencia. Que un bloque de edificios construido en 1934, se parezca a cualquier otro construido en 2025 lejos de insultante, resulta admirable.
Lo que Churruca y Rodríguez Arias hicieron en la década de 1930 fue marcar el camino a lo que se haría, -pobremente en las décadas del desarrollismo, y de forma más elaborada a partir de los ochenta-, hoy en día a la hora de plantear la construcción de una vivienda: aprovechar espacio, orientación y dotar a cada estancia de elementos que la hagan más habitable, como esas enormes terrazas en voladizo.
Así, casi 100 años después, el Bloc Diagonal no languidece ni presenta el paso del tiempo en sus formas, quedando como manifiesto vivo de lo que representa el racionalismo en Barcelona y continuando siendo símbolo de modernidad.
Ejemplos del racionalismo en Barcelona
La Casa Bloc y el Dispensari Antituberculós no fueron ejemplos aislados del racionalismo en Barcelona… Pese a que este estilo arquitectónico está presente en influencia en numerosos edificios, el racionalismo como tal se creó y murió joven, sin tener tiempo de dar señales de agotamiento.
Su falta de continuidad se debe al contexto tan específico en el que se desarrolló, sumado a lo abrupto de la Guerra Civil, que provocó que, lo estrictamente racionalista, se enmarcara únicamente en los años coincidentes con el activismo del GATCPAC: de 1928 a 1936.
No obstante, estos 8 años de frenética actividad, fueron suficiente como para dejar varias decenas de edificios catalogados como bienes de interés cultural, recogidos por el Institut Municipal del Paisatge Urbà en diferentes itinerarios que sirven como exponente de su importancia.

Edificio Fábregas
Relevante no solo por todo su perfil claramente racionalista (líneas rectas solo rotas por la curvatura de su chaflán, que actúa como elemento decorativo), sino por ser el primer rascacielos de la ciudad.
La aparente simpleza con la que el racionalismo permitía la construcción, facilitó notablemente que ésta se hiciera en vertical y que, por tanto, los edificios barceloneses pudieran ganar en altura en un perfil solo dominado por las 5 o 6 plantas habituales del Eixample.
Al coincidir en un periodo en el que la necesidad de vivienda coincidía con la necesidad de abaratar costes, que el primer edificio de 15 plantas de la ciudad fuera racionalista no sorprende a ninguno, siendo el Fábregas el modelo a seguir para los «rascacielos» residenciales barceloneses de mitad de siglo.
Por desgracia, la posguerra y el Porciolismo hicieron que este canon se rompiera llegada la década de los 60, cuando el desarrollismo y sus bloques colmena, tomaron el relevo.
Racionalismo republicano versus monumentalismo franquista |
La corta vida del racionalismo en Barcelona, tal como se ha indicado, se debió al contexto político. No obstante, aunque no con la etiqueta original, siguió su impronta con adaptaciones que lo transformaban hacia otras corrientes como el movimiento moderno, brutalismo o, en su adaptación a los ideales franquista, el monumentalismo. La arquitectura no es solo construcción o diseño: como arte viva e influenciable, se empapa del discurso de su fecha y lo expresa cargando fachadas de ideología y pensamiento. Así, en la época franquista, -más allá del más común desarrollismo-, sobre todo en las esferas pudientes y durante las décadas de los 40 y 50 el racionalismo vio su continuidad en el monumentalismo: una corriente que tomaba la rectitud y simpleza del racionalismo más puro, ornamentándolo con elementos clásicos como las cúpulas, los atrios, frontones y balaustradas. Con esto, el discurso no era otro que otorgar una carga clásica, megalómana, grandilocuente, a lo sencillo, práctico y funcional. El peso de la historia sobre el del desarrollo. Encontramos ejemplos de esta arquitectura en edificios como el Schmith, en General Mitre (1949, Francesc de Paula Nebot) o en el edificio de viviendas de La Caixa, en Meridiana (1944, Sagnier Vidal-Ribas) |
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Casa Joaquim Masana
El edificio Fábregas tiene su precursor a tan solo una acera de distancia. La Casa Joaquim Masana surge como encargo de su promotor, quien da nombre al edificio, en el año 1936. Año clave para el racionalismo en Barcelona al situarse en pleno apogeo y decadencia a la par.
Este año supone la inflexión entre el estallido de la Guerra y la consecuente decadencia del principal impulsor del racionalismo en Barcelona: el GATCPAC, que por este mismo contexto se ve obligado a seguir cada uno de ellos caminos distintos.
No obstante, urbanísticamente, que el señor Masana quisiera hacerse un edificio racionalista en plaza Urquinaona respondía a unas razones muy lógicas: esta porción de terreno fronteriza entre los encorsetados principios constructivos del Eixample, y la promesa de nuevas vanguardias iniciada años antes con la apertura de la Vía Laietana, hacían de esta céntrica plaza el mejor laboratorio de pruebas para el nuevo movimiento arquitectónico.
Y así pudo levantar su obra de una sorprendente altura de 9 plantas para su tiempo, que tan solo unos años después ensombrecerían con el edificio Fábregas pero que quedaron como testigo del inicio de una revolución que suponía el punto y aparte del racionalismo, y el punto y final de los preceptos del Eixample.

Clínica Barraquer
Es de los edificios del racionalismo en Barcelona más relevantes fuera de la etiqueta del GATCPAC, a pesar de ser coincidente en fechas. Proyectado en 1934 y finalizado en 1941, esta obra del arquitecto Joaquim Lloret suma a la evidente influencia racionalista de su fachada, un gusto decorativo art decó que lo aleja del movimiento arquitectónico catalán.
Este hecho también se evidencia en cuanto la influencia racionalista no es tanto necesidad de ahorrar en formas y espacios, como en sumarse a la vanguardia de este estilo, ya que el doctor Barraquer, -una de las mayores eminencias en el campo de la oftalmología-, no es que no dispusiera del suficiente presupuesto para alzarlo.
De hecho, fue la afición hacia la arquitectura y las artes decorativas de Ignasi Barraquer la que posibilitó esta obra referente. Así, Barraquer propuso seguir la tendencia constructiva racionalista, adaptándola a la necesidad clínica de su edificio y aderezándola con los acabados decorativos que otras construcciones contemporáneas no se podían permitir.
Por ello, la Clínica Barraquer dispone de una luminosidad amplia pero tenue, de manera que las entradas de luz son numerosas pero reguladas de tal manera que no afecten a la visión de sus pacientes. De igual manera, su interior es rico en rellenos y esculturas museísticas, de estilos variados como el renacentista o el figurativo, donde no faltan referencias a lo visual como el ojo de Horus o Udjat.
Aun así, lo más destacable de su interior es su escalera circular, presente en toda la edificación para acceder desde el centro de ésta a todas las plantas y que, además de crear un juego visual muy potente, es otro de los elementos utilizados para regular la entrada de luz a conveniencia.
Grup de Habitatges Les Cotxeres
Conjunto de una veintena de bloques de viviendas que, pese a construirse en torno a 1968 y 1974, responden claramente a todos los postulados del racionalismo en Barcelona marcado por el GATCPAC.
Algo que no es de extrañar viniendo del que sería posteriormente uno de los alumnos más aventajados del colectivo catalán: Josep Antoni Corderch.
A Corderch le debemos obras tan emblemáticas del movimiento y de la arquitectura barcelonesa como la Casa de la Marina, las torres Trade, la torre del Banco Sabadell o las torres La Caixa.
Para estas viviendas, -con Gaudí como vecino ilustre y construidas en los antiguos terrenos de las cocheras del tranvía de Sarrià-, Corderch deja la impronta racionalista con el uso del ladrillo visto, sin más decoración que las formas escalonadas que dan forma a los edificios a la par que proporcionan un reparto de luz y ventilación a todas las estancias.
Esta forma escalonada es el aporte más significativo al movimiento racionalista y a los posteriores de Corderch, rompiendo con la cuadriculatura de los edificios del desarrollismo y del propio racionalismo, influenciando a otras obras como el polémico edificio Estel.

Fábrica Myrurgia
Y del más aventajado alumno del racionalismo en Barcelona, a su predecesor e influencia más inmediata. La fábrica Myrurgia, pese a inscribirse por etapa y rasgos en un estilo más cercano al art decó, ya presenta desde su construcción en 1927 esa rectitud y juego de las formas cuadradas y rectangulares que inspirarían al racionalismo del GATCPAC a punto de surgir.
Esta fábrica situada en el corazón del Eixample de la Sagrada Familia, ya fue creada con la pretensión de ser «escultórica», de crear un canon arquitectónico. Su arquitecto, Antoni Puig Gairalt, se dejo guiar por las peticiones de su mecenas, el perfumista y escultor Esteve Monegal, quien ya desde su posición como dueño de la marca fabril, cuidaba cada detalle en frascos e imagen corporativa.
La Myrurgia se convirtió en todo un ejemplo de la nueva arquitectura fabril, en contraposición de las formas clásicas de la fábrica reina del barrio, la Damm, pero el hecho de trabajar con productos químicos y altamente inflamables, agraviado por el incendio producido durante la década de los 60, provocó su traslado del barrio hacia la periferia.
Hoy el recinto se encuentra en rehabilitación y en su interior, siguiendo el proyecto de recuperación de illas de l’Eixample, se crearon los jardines de Beatriz de Provença.

Fábrica Frigo
Y de una fábrica emblema del barrio de Sagrada Familia, a otra de las que mantuvo vivo el «espíritu Manchester» del Poblenou ya en su decadencia a mitad del s. XX: la fábrica Frigo.
Correspondiente a un racionalismo tardío, dado ya en la década de los 50 cuando este movimiento transitaba hacia el estilo moderno, la Fábrica Frigo bebe y mucho de la influencia de la Myrurgia, dejando atrás las formas fabriles en ladrillo visto dispuestas en naves y con grandes chimeneas, para cambiarlas por la rectitud y linealidad solo rota por decoraciones que, en este caso se realizan en piedra artificial para su basamento y escalinata.
Esta nueva arquitectura fabril sería posteriormente muy replicada para edificios públicos, tales como escuelas, centros de atención ciudadana, ambulatorios, etc.

Casal Sant Jordi
Ya bajo la influencia del racionalismo europeo (con Le Corbusier a la cabeza), el arquitecto Francesc Folguera i Grassi plantó en pleno Eixample Dreta el que sería uno de los primeros edificios de este estilo en el barrio. Hecho que causó gran revuelo debido a la comentada ruptura entre las ricas florituras modernistas y la sobriedad tosca del racionalismo en Barcelona.
Se trata del Casal Sant Jordi: un mamotreto de varias plantas y distribuciones destinado a acoger las oficinas de la textil Tecla Salas y las viviendas de sus dueños.

Estos múltiples usos le sirvieron a Folguera para jugar con el espacio y las fachadas, diferentes según el uso que se le da a cada planta. Así, vemos un primer cuerpo de bajos comerciales, donde destaca la fachada atrasada y los grandes acristalados; un segundo cuerpo para las tres primeras plantas, donde el uso como oficinas permite un mayor uso del cristal y un leve zigzagueo como juego arquitectónico; el uso residencial de un tercer cuerpo, donde destaca la alteración del orden de los ventanales y un mayor uso del muro macizo; y por último el ático, donde la extraordinaria altura conseguida respecto a su entorno, le permite un menor uso del ventanal y deja la función estética a sus interiores.
Esta escasez de ornamento solo se rompe por el Sant Jordi que preside el centro de la fachada residencial. Un Sant Jordi que en consonancia con lo que representa el racionalismo respecto a estilos anteriores, se muestra sobrio, casi lánguido. Muy en contraposición de los típicos Sant Jordis heroicos a caballo sobre los restos del dragón y alzando una espada.

Grup Escolar Collaso i Gil
La fuerza de cómo un movimiento arquitectónico se impone en una etapa se demuestra cuando crea «conversos». Y ese fue el caso de Josep Goday en este magnífico ejemplo de racionalismo aplicado a la escuela pública.
Goday, que era un insigne novecentista que venía de construir edificios historicistas como el de Correos, Fomento del Trabajo o uno de los pabellones del recinto de la Maternitat, continuaba en 1931 su proyecto más ambicioso: la creación de una red de escuelas del Patronato.
Este proyecto, que inició en 1917, comprendía 11 escuelas de carácter público para poder suplir la falta de medios educativos en la creciente población barcelonesa. Goday entendía la belleza de lo estético y decorado como parte de la educación de estos infantes, de ahí a que sus escuelas pese a la falta de medios, fueran ricas en esgrafiados, columnas y remates que sirvieran para sensibilizar a sus usuarios en estas artes.
Así, encontramos en la obra de Goday para el Patronato, ejemplos monumentales de escuelas públicas como la Escuela Ramón Llull, la Escuela Jacint Verdaguer, el Grupo Escolar Pere Vila, el Instituto Lluís Vives y otros siete ejemplos de llamativa arquitectura.







Cuando le llegó el turno de construir la Collaso i Gil en pleno Raval, a Goday ya le había cogido por medio la dictadura de Primo de Rivera y, con ella, unos fuertes recortes que supuso que un tercio de las escuelas proyectadas, no se pudieran finalizar e inaugurar hasta finalizada la República.
Es por ello por lo que la llegada del movimiento racionalista parecía hecho a medida para el pensamiento arquitectónico de Goday: creatividad y funcionalidad a menor coste. Por ello, la Collaso i Gil se convirtió en la primera de sus escuelas adscrita al movimiento racionalista en Barcelona y la primera en renunciar al novecentismo que tanta fama le había otorgado.
No obstante, aún se aprecia su sello no renunciando del todo a la ornamentación, usando los espacios entre pilares y ventanales de la fachada que anteriormente rellenaba con esgrafiados, para decorarlos con esculturas, rematando los tejados lisos con jarrones en forma de niños y, sobre todo en la entrada al recinto, donde colocó dos llamativos leones heráldicos.

La posterior influencia del racionalismo en Barcelona
De igual forma que encontramos edificios de pretensión modernista tras la década de los 20, durante la de los 40 y 50 sobre todo, seguimos encontrando ejemplos de racionalismo en Barcelona, aunque influenciado o diluido por otros estilos.
No obstante, la implantación del racionalismo fue clave para dar paso al denominado como estilo moderno, donde se combina la rectitud y los materiales racionalistas, con ciertas artes decorativas historicistas.
Este estilo moderno engloba desde la arquitectura brutalista, hasta el monumentalismo clasicista, muy propio de los años del régimen por alinear esta arquitectura a los valores franquistas (rectitud y fachadas planas con toques de grandilocuencia expresados en cúpulas, remates voluminosos o relieves alegóricos).
Menos afortunada fue la influencia del racionalismo barcelonés en la arquitectura del desarrollismo, que salvo notables ejemplos como el Bloc Les Corts o los edificio Colmena de la Meridiana, el llevar al extremo el uso de materiales baratos y la reproducción en serie, crearon un notable empobrecimiento del paisaje urbano con la construcción de barrios enteros con edificios mastodónticos de mínimo gusto estético al primar únicamente la necesidad de ofrecer vivienda en masa.
