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Edificios sorprendentes de Barcelona

Escola Industrial: un ejemplo del pasado fabril de Barcelona

Si hay un edificio en Barcelona que puede resumir todo uso municipal que se le puede dar a un equipamiento, esa es la Escola Industrial: un complejo que ha sido fábrica textil, hospital, y actualmente centro educativo y deportivo.

El aprovechamiento por parte del Ayuntamiento de instalaciones monumentales para usos municipales no es una cosa nueva: ya desde el s. XIX fue poniendo en práctica el «reciclado» de edificios para intereses comunes a la ciudadanía, siendo la Escola Industrial un buen ejemplo de ello.

Gracias a esta práctica, nos han llegado hasta el s.XX una buena cantidad de fábricas que nos relatan el gran pasado industrial de Barcelona, y que ahora curiosamente, toman el relevo del futuro de la ciudad. Sus chimeneas ya no echan humo, pero sí las mentes creativas que en su gran mayoría aprovechan estos espacios como espacios de estudio y de creación.

A partir de una familia tan relevante para la ciudad como los Batlló, y un recinto histórico como el de la Escola Industrial, hacemos un repaso por las principales fábricas y cómo éstas han ido evolucionando hasta llegar a hoy.

Historia de la fábrica Batlló: el germen de la Escola Industrial

La historia del Recinte de la Escola Industrial comienza en 1870, de manos de dos hermanos de gran relevancia dentro de la historia de Barcelona: Feliu y Joan Batlló.

Por aquel entonces, los Batlló ya contaban con experiencia en el mundo industrial. Hijos de un importante industrial olotí, Feliu y Joan antes de abrir la fábrica del carrer Urgell en 1870, ya contaban con fábricas algodoneras y de gasas en Monistrol, Sitges y Tarragona compartidas con otros dos hermanos: Jacint y Domènec, que fallecieron antes de la apertura de esta última.

Este bagaje previo, coincidente con la primera edad de oro de la industria barcelonesa (Vapor Vell, Vapor Nou, la Maquinista, Espanya Industrial…), permitió sobre todo a Joan Batlló, especializarse en las técnicas y en la obtención de materias primas más novedosas para convertir su industria en una de las más prósperas de la Barcelona del s.XIX.

Para ello fue clave la compra de terrenos en lo que aún era la villa agrícola de Les Corts: 60.000 m² allí donde no se divisaba nada más que campo pero que, con el proyecto del Eixample recién salido del horno, se preveía que iba a convertirse en un punto caliente de la ciudad.

Fábricas a pleno rendimiento vs movimiento obrero: un tira y afloja continuo en la Barcelona industrial

…y tan caliente… Pese a su notable éxito como una de las primeras y más potentes fábricas algodoneras de Cataluña, la fábrica Batlló tuvo un corto recorrido hasta 1889. ¿Crisis?, ¿falta de producción? Nada de eso. La fábrica iba como un tiro, llegando a emplear a 26.000 obreros y convirtiendo a los Batlló en unos de los principales industriales y mecenas de la ciudad. ¿Entonces? Si la historia de la ahora Escuela Industrial es representativa de la historia de las fábricas de Barcelona es porque su devenir fue y es muy parecido al de otras como las que poblaban Sants, Sant Andreu o Poble Nou.

Lo que le ocurrió a la fábrica Batlló es que, si bien surgió en la edad de oro de la industria catalana, también convivió con la edad de oro del movimiento obrero. Un temprano sindicalismo en el que las negociaciones no se realizaban a golpe de sala de reuniones, sino a tiros en los despachos.

En 1855, este movimiento obrero barcelonés, saltó a las primeras planas de la prensa nacional gracias a la primera huelga general promovida desde la fábrica del Vapor Vell. Esta histórica jornada de huelga celebrada el 2 de julio y ampliamente seguida en Sants, Gràcia, Sant Andreu, Badalona e Igualada, se saldó con la muerte a tiros del director de la patronal Josep Sol y Padrís.

Lejos de calmarse los ánimos dos décadas después. El modus operandis se repetía en la fábrica Batlló. En 1881, en una acción coordinada por los trabajadores de la fábrica, moría asesinado el director de la fábrica. Y por si no quedaba duda de que el pueblo unido, jamás será vencido, de paso quemaron el almacén de algodón dejando a la Batlló sin posibilidad alguna de producir hasta nuevo cargamento.

Esa fue la gota que colmó el vaso de unos Batlló que ya habían tenido que soportar repetidas huelgas, algún que otro incendio, protestas… Y sin andarse con tonterías, tras el asesinato decidieron echar el cierre, disolver la sociedad y, en el caso de Juan Batlló, mudar la producción a otro «lejano» lugar. Abría sus puertas en 1882 en La Bordeta Can Batlló.

Con la fiebre por lo industrial en los albores de la Expo de 1888, la fábrica volvió a encender su emblemática chimenea, que se apagó definitivamente en 1889 cuando la crisis algodonera y un nuevo atentado en sus oficinas de la Rambla de Catalunya la acabó de rematar.

Ejemplo de arquitectura industrial a través de la fábrica Batlló

El «breve» recorrido fabril de la Batlló legó mucho más que la mayor fábrica algodonera de Cataluña y el apellido de una casa que cada año la visitan un millón de turistas: el recinto y, en especial, el edifici del Rellotge son un excelente ejemplo de arquitectura industrial y reconversión para otros usos.

Para la construcción de la fábrica Batlló, Joan y Feliu decidieron convocar un concurso en 1868 del que salió ganador un joven arquitecto valenciano llamado Rafael Guastavino, que comenzaba a despegar desde la escuela de maestro de obras de la ciudad.

La primera obra de Guastavino sucede en una etapa del modernismo temprano, que llevado a la arquitectura fabril se adapta con menos ambición que en las fachadas domésticas. El principio imperante era la practicidad, aunque adaptando la corriente modernista con otros aspectos «higienistas» de la época como la luminosidad, la ventilación y los espacios sutilmente decorados.

La suma de todos estos aspectos nos da como resultado un edificio como el citado «del rellotge» (que por aquel tiempo no lo tenía, por lo que se denominaba con el simplista nombre de «edifici gran»), en el que destaca el uso del ladrillo visto y estructuras de hierro que permitían extensas aperturas al exterior: en concreto cinco pisos en los que se sucedían grandes ventanales.

Si bien no encontramos esgrafiados, esculturas ni otros elementos ostentosos del modernismo, Guastavino juega con la superposición y los diferentes ángulos del ladrillo en la fachada para dibujar sinuosas formas sin que ello suponga una inversión en decoración.

Pero la gran aportación de Guastavino a la arquitectura de la ahora Escola Industrial, y al mundo de la arquitectura en general, fue la invención de la «volta tibada»: una reinterpretación de la clásica volta catalana adaptándola a los nuevos y más ligeros materiales de construcción industrial.

Esta construcción en bóveda le permitió posteriormente convertirse en el más reputado arquitecto de EE.UU de finales del s. XIX y principios del XX, con construcciones como la Universidad de Harvard, Berkeley o Yale, el Museo Metropolitano de Nueva York o el Museo Nacional de Washington, el puente de Queensborough, el Oyster Bar de la Grand Central Station neoyorquina o la Estación Fantasma de City Hall del metro de Manhattan.

En el caso de la puesta en práctica en el «edifici gran» de la Escola Industrial, Guastavino usa una mezcla de ladrillo y cemento cohesionado que, con ocho arcos de hierro, le sirven de cubierta ligera y con la posibilidad de añadir un tragaluz que aumenta la luminosidad de la estancia, dedicada a la hilatura.

Otra de las innovaciones de Guastavino para el funcionamiento de la Escola Industrial en su primera fase como fábrica Batlló, la encontramos en cómo solucionó el hecho de que las máquinas de vapor provocaran suciedad y contaminación en las estancias. A la amplia ventilación que ofrecían sus fachadas, se le suma el añadir un sistema de canalización desde los motores para que se llevara el humo hasta la chimenea exterior, sin acumularse en la zona de fabricación.

Posteriormente, como veremos, otros arquitectos de renombre, especialmente Rubió Bellver, tomarían el relevo de Guastavino para la reconversión de la fábrica Batlló en Escola Industrial. Pero es esta primera etapa la que resulta más interesante de resaltar por lo relevante que resultó para la arquitectura fabril catalana.

La fábrica Batlló tras el cierre: un breve hospital y una escuela de oficios

No es fácil deshacerte de 60.000 hectáreas de fábrica ya en pleno Eixample de la noche a la mañana. Eso bien lo saben los herederos de los Batlló, que tardaron casi dos décadas en poder ceder los terrenos de la primigenia Can Batlló.

Mientras tanto, la ahora Escola Industrial funcionó brevemente como hospital de campaña para los combatientes de las guerras de Cuba y Filipinas de 1896 a 1900. Volviéndose a vaciar sus estancias recién inaugurado el nuevo siglo.

Los Batlló pedían por la venta de los terrenos 2 millones de pesetas y una única condición: que se conservara la imponente chimenea de 33 metros de altura. Pese a lo atractivo de los terrenos, el elevado precio de venta y la creciente tendencia de deslocalizar las fábricas del ya centro de Barcelona, hizo que la fábrica languideciera seis años más hasta su definitiva venta en 1906.

Esta venta fue posible gracias a que en 1904 se crea el Patronato de la Escuela Industrial: una asociación participada por Foment de Treball, la Asociación de Ingenieros Industriales, el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona.

Foment de Treball surge con la intención de mantener el músculo industrial barceloní en un ya siglo XX que se presentaba desconcertante para las fábricas urbanas. La intención era fomentar la cultura industrial a través de la formación experta y el desarrollo tecnológico. ¿Y qué mejor que hacerlo en un amplio espacio dedicado años atrás a la producción industrial?

Es así como en 1906 se llega a la firma que convertiría la fábrica Batlló en escuela de oficios e ingeniería técnica. Proyecto que cobraría aún más fuerza con la llegada de Prat de la Riba a la presidencia de la Mancomunitat de Catalunya, que también entraría a participar en la asociación.

De manera escalonada, el Patronato fue impulsando una serie de enseñanzas de oficios en el recinto de la Escuela Industrial, que comenzó su andadura en 1914, a la que le siguió una profunda reforma que llegó a durar hasta finales de la década de los 20 a manos de arquitectos como Josep Goday, Joan Rubió i Bellver, Lluis Planas i Calvet y Francesc de Paula Nebot.

Fruto de esta reforma resultan gran parte del interior y exterior de los edificios que aún a día de hoy, siguen en pie en el Recinto de la Escola Industrial, y de los que destacan el interior del, -ya propiamente denominado-, edifici del Rellotge, la residencia de estudiantes, la capella, el paraninfo o la escola de treball.

La Sala Noble del Edifici del Rellotge
Una de las reconversiones más sorprendentes que se hicieron en esta etapa fue la creación de la sala noble en el edifici del Rellotge, en el que llegaron a participar todos los arquitectos de la Escola Industrial en diferentes etapas.

El arquitecto Lluis Planas i Calvet convirtió las cinco plantas del espacio donde se realizaban las hiladuras en una biblioteca y escuela de bibliotecarios. Para ello unió la segunda y tercera planta creando un patio que sirviera de sala de reuniones y eventos, retiró 9 vigas del techo de Guastavino y añadió decoración novecentista como la dedicatoria de cada tímpano a una persona clave en la ciencia y esgrafiados que representan el templo de la sabiduría. En el exterior añadió el característico reloj y sumó decoración clasicista a la puerta de acceso.

A los añadidos de Planas i Calvet, se le sumaron en 1926-27 los toques del arquitecto de Reus Rubió i Bellver, que mediante la adición de hierro al techo, permitió la apertura de una gran claraboya.

Tras que una bomba alemana dañara el edificio durante la Guerra Civil, Manuel Baldrich lo reconstruyó sin entrar en florituras decorativas para recuperar su funcionalidad, no siendo hasta 1968 cuando el edificio volvería a lucir gran parte de su esplendor con la reforma de Camil Pallàs.

Esta reforma se consolidó con una última intervención en 1986 de Joan Margarit y Carles Buxadé, que lo vaciaron por completo para consolidar la estructura y revalorizar la decoración original novecentista.

La llegada de los ingenieros: el principio de la Escola Industrial, el final de la ideología catalana

Pese a que era intención desde la creación del patronato y la compra en 1906 del recinto, la escuela de ingeniería no llegó a la escola industrial hasta 1927. Las desavenencias entre la asociación de ingenieros y la diputació/mancomunitat, retrasaron el aterrizaje de estos especialistas. Aterrizaje allanado por la situación política durante la dictadura de Primo de Rivera que restaba poder a las instituciones anteriormente mencionadas.

Esta represión ideológica afectó a la Escola Industrial que tuvo que compensar la especialización en ingeniería con la expulsión de otros oficios y de profesorado que no era afín al régimen dictatorial.

Con la II República, el centro en manos de la Generalitat recupera la especialización en ciertos oficios quedando como escola industrial especializada en mecánica, electricidad, química, textil y tintorería.

Este «toma y daca» de cambios de enseñanzas se mantuvo durante los oscuros años del franquismo, hasta que con la llegada de la democracia y la reinstauración de las instituciones pre-dictadura, llega la total especialización en ingeniería, quedando nuevamente la enseñanza en manos de la Diputación y convirtiéndose en especialidad universitaria.

La Escola Industrial a día de hoy

En 1990 se aprobó el plan de ordenación de la antiga fábrica Batlló, lo que supuso la distribución de estancias e instituciones que, la gran mayoría, se mantienen hasta hoy en día.

No es el caso de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial, que desde 2017 se ha trasladado a un campus mucho más moderno en la zona del Fòrum-Besós, pero sí de la escola e institut de Treball, diversas escuelas para adultos y, desde 1964, la emblemática Piscina Sant Jordi.

Caso especial es el de las dependencias de la Diputación de Barcelona, que desde su nuevo desembarco en 1979, ha ido sumando usos a los edificios del recinto de la Escola Industrial, destacando la reciente reforma que ha realizado del paraninfo como salón de actos.

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