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Curiosidades de las plazas de Barcelona

Plaça dels Àngels: un convento que fue ferretería antes que museo

La Plaça dels Àngels cierra nuestra trilogía de dedicatorias angelicales de la ciudad con la importancia de haberse convertido en el motor de cambio de El Raval, no sin antes haber sido desde convento hasta «trastero» municipal

La tercera referencia angelical que Barcelona hace en el centro tras el portal y la plaza en singular, se debe al convento que la acoge. Se trata del convento de Nuestra Señora de los Ángeles: un edificio neogótico de 1562 construido sobre el modelo de una capilla previa de la misma adjudicación, datada en 1485.

Pero lo que hace realmente llamativo a este rincón del Raval es el MACBA: el museo de arte contemporáneo de la ciudad que vino a cambiar la idiosincrasia del barrio, siendo éste el que al final acabó cambiado (como enorme pista de skate entre otras cosas).

Convento de los Ángeles: un continuo sí y no que acabó en museo

La historia de las iglesias es variopinta: las hay que sobreviven siglos y siglos (Sant Pau del Camp); las hay que se trasladan piedra a piedra (Iglesia de la Concepción); incluso las hay que desaparecen por completo (Sant Josep de la Boquería). En el caso del convento que nos ocupa, su hándicap reside en sus numerosos cambios de uso, motivados por los intereses de la política de cada tiempo.

Todo comienza en 1487, cuando desde Caldes de Montbui llegan a Barcelona las religiosas de la orden de la Penitencia de Sant Domènec. Para darles cobijo, el Consell de Cent les ofrece una pequeña capilla dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, en el Born.

La falta de seguridad al situarse extramuros, y la necesidad de contar en esa zona con espacio para maniobras militares (de hecho, décadas después se construiría la Ciutadella en su emplazamiento), provocó que en el año 1561se trasladaran a la zona actual, que por entonces quedaba refugiada dentro de las murallas.

El edificio eclesiástico se acabó en 1566, realizado en su mayoría en estilo gótico tardío, aunque destaca el hecho de que en su interior encontremos la única capilla renacentista de la ciudad: la anexa del Peu de la Creu.

El edificio tal como lo conocemos a día de hoy es fruto de la desamortización de Mendizabal (1835), que lo convirtió en edificio civil como Casa de Corrección (lugar de rehabilitación de mendigos). Pese a que una vez cerrada la institución, volvió a ser de uso eclesiástico (como parroquia de Sant Antoni Abat de 1868 a 1924), durante la Guerra Civil su uso pasó a ser el de almacén de hierros.

Un convento para acoger un palacio

¿Cómo llega un bien cultural de interés nacional (BCIN) a poco más que convertirse en un trastero? La respuesta la encontramos en uno de esos personajes necesarios en la historia de la ciudad por su particular idiosincrasia. Nos referimos a Miquel Mateu Pla, «Mateu el dels Ferros», alcalde de la ciudad de 1939 a 1945.

Proveniente de una familia con tradición metalúrgica, Mateu tuvo que hacerse cargo de demoler el Palau de Belles Arts, muy dañado tras la Guerra Civil. Dada su naturaleza ferretera, vio una oportunidad excelente de hacerse con las toneladas de hierro que se obtuvo de la demolición, pero para tal, debía conservarlo a buen recaudo.

Es así como haciendo uso del mapa de la ciudad, cayó en que el convento dels Àngels se encontraba en desuso y desamortizado, por lo que aprovechó la oportunidad para reconvertirlo en almacén municipal, acogiendo también los talleres de coches de la Hispano-Suiza dado que, curiosamente, Mateu formaba parte de la dirección.

Mateu y su familia también es conocida por ser dueños del Castell de Peralada, cuyo festival de música lo ideó su propia hija. Otros vínculos empresariales destacados además de la Compañía de vehículos y motores Hispano-Suiza, -fundada por su padre-, son la presidencia de La Caixa tras la muerte de su fundador, e inversor del Banco Urquijo, la Agencia EFE y el Diari de Barcelona.

Y finalmente llegó la cultura (de la gentrificación)

No fue hasta 1984 cuando se decidió darle un uso cultural, encargándose su reforma a los arquitectos Lluís Clotet, Carles Díaz y Ignacio Paricio para acoger la sede de Foment de les Arts Decoratives (FAD).

Fue «el pueblo» quien determinó el nombre «dels Ángels» a la plaza, ya que a pesar de llamarse previamente, de Company, Anselmo Lorenzo o Felipe Cortiella, se seguía conociendo por el nombre del convento

El último cambio de uso se enmarca dentro de la reforma que se llevó a cabo en todo el entorno a mediados de los 90, en un intento del alcalde «olímpico» Maragall por gentrificar El Raval. Así, en 1995 se inaugura una plaza totalmente reconvertida para acoger el MACBA: una obra arquitectónica firmada por Richard Meier que dio un aire totalmente contemporáneo a un rincón de la ciudad que palidecía por la marginalidad.

Este «empujón» permitió que a partir de 2006, el antiguo convento se integrara como una instalación más del museo. Actualmente existe el proyecto de reformar nuevamente la plaza para que ambas instalaciones, museo y convento, se unan. Mientras tanto, la plaça dels Àngels sigue tomada por los «skaters», quienes aprovechan su amplitud y rampas para practicar este deporte.

MACBA: un sello de Barcelona que tardó 35 años en materializarse

Pese a oscuros personajes como Porcioles, y actitudes mojigatas al censurar estatuas por mostrar pechos, Barcelona siempre se ha mostrado a lo largo del s.XX como abanderada del progreso, ganándose a pulso ese manido apodo de «cosmopolita».

No obstante, había una deuda pendiente desde mediados de siglo, que no llegó a cumplirse hasta finalizarlo: tener un museo de arte contemporáneo a la altura de la modernidad que la ciudad pregona.

El primer intento por aunar en un mismo edificio una colección de arte contemporáneo barcelonina data de 1959, cuando Alexandre Cirici Pellicer, -político durante la Transición, pero sobre todo historiador del arte y revolucionario del diseño gráfico-, usó su influencia en el mundo artístico de la ciudad para proponer crear un espacio expositivo a imagen y semejanza del MoMA neoyorquino.

En una ciudad donde eclosionaban movimientos artísticos de los que Picasso, Miró y Tàpies eran abanderados, Cirici vio una oportunidad de hacer de lo contemporáneo, todo un sello de la Barcelona cultural

A través de su propia fundación, la Associació d’Artistes Actuals, Cirici mezcló diferentes personalidades culturales que contribuyeron a realizar una colección itinerante de obras contemporáneas, a la espera de que el Ayuntamiento encontrara un espacio a la altura.

Sin embargo, la muestra «El Arte y la Paz», de 1963, supuso el carpetazo a la idea, ya que su marcado contenido antifranquista, incomodó a toda autoridad vinculada al proyecto. Todas las obras hasta entonces recopiladas pasaron a formar parte de la colección permanente de la Biblioteca Museo Víctor Balaguer de Villanueva y Geltrú.

…Y llegó «el alcalde olímpico» al rescate

No es que Pasqual Maragall sea ningún superhombre, pero debemos reconocerle ciertos méritos a la hora de hablar de crecimiento cultural en la ciudad. En el mismo año en el que devolvió la escultura dedicada a su abuelo a su lugar original, impulsó la creación del consorcio que haría posible el MACBA, recuperando la idea inicial de Cirici que, -aunque fallecido apenas dos años antes de resucitarse su idea-, había formado parte del PSC.

El momento era más que adecuado: Barcelona se preparaba para un lavado de cara que posibilitara ganarse ser la sede de los JJOO del 92, los ecos del franquismo ya quedaban lejanos y la financiación para proyectos que hicieran de España «más europea», eran recibidos por todas las administraciones con los brazos abiertos.

Es así como no solo se involucró el gobierno municipal, sino que también se contó con la Generalitat y financiación privada. En un principio, la futura colección se instalaría en la antigua Casa de la Caridad (que no obstante, acabaría dentro del consorcio como el futuro CCCB), pero con una Barcelona ya convertida en sede olímpica, se quiso pensar más a lo grande…

MACBA en la plaça dels Àngels

MACBA: el que puso ser «efecto Guggenheim» antes que el propio Guggenheim

Con las propuestas olímpicas ya en mente, el consistorio barceloní no solo buscaba reforzar la «Marca Barcelona» como sinónimo de contemporaneidad y aperturismo. Con el problema de la financiación en este caso resuelto, quisieron usar la cultura como elemento gentrificador: como atracción que sirviera para regenerar zonas deprimidas.

Este era el caso del Barrio Chino (Raval): una zona de la ciudad que había traído de cabeza a todas las administraciones a su cargo. Su carácter céntrico y, por tanto, visible, suponía un grave problema de imagen dada su fama de marginalidad, prostitución y tráfico de drogas. Algo que simplemente reconvertir un viejo edificio (la Casa de la Caridad) en museo no iba a atajar.

Proyectos como el MACBA o Barcelona Posa’t Guapa buscaban que el fervor olímpico se tradujera en mejoras en amplias zonas de la ciudad

Por ello, aunque la reconversión de la Casa de la Caridad en museo continuó adelante (cambiando el apoyo de la Generalitat por el de la Diputación), para el futuro Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona se pensó en la construcción de un nuevo edificio que llamara la atención del turismo y, con ello, se revitalizara la zona.

Fue así finalmente como, de una humilde colección itinerante ideada tres décadas antes, se pasó al emblemático e icónico edificio de Richard Meier, finalmente inaugurado el 28 de noviembre de 1995.

Aunque el éxito del uso de un museo como agente gentrificador resultó algo agridulce en el caso barcelonés (la decadencia del Raval no desapareció, consiguiéndose el efecto de que aumentara en su lado sur), sirvió de modelo para otros casos que sí supusieron toda una revolución, como el estudiado «efecto Guggenheim» de Bilbao.

Plaça dels Àngels: de trastero municipal a centro neurálgico

Aunque no se consiguió del todo ese «efecto Guggenheim» deseado por la administración Maragall, no se le debe quitar el mérito de revitalizar El Raval, que antes de varias de sus actuaciones acometidas (que culminarían con la Filmoteca y La Rambla del Raval) era un punto negro por el que ni los propios barceloneses querían adentrarse.

Lo que sí que en vez de «empijotar» El Raval, fue el barrio quién «ravalizó» el MACBA, siendo éste y la plaça dels Àngels en consecuencia, los que se convirtieron en un foro de culturas mucho más eficaz que el proyectado para 2004.

Hoy en día este rincón barcelonés es un punto siempre frecuentado, incluso a altas horas; ya sea por los skaters, -que tienen en esta plaza su punto de encuentro principal-; por la Barcelona Hipster, -que se dirigen al CCCB en busca de la última retrospectiva dedicada a Bjork-; amantes del arte conceptual o de la arquitectura contemporánea; estudiantes universitarios, -que la usan como patio de recreo de la cercana universidad de Geografía e Historia; o turistas que, tal como quería Maragall, ven en el Raval otro atractivo más de la ciudad.

No es el Guggenheim, pero lo que sí es la plaça dels Àngels, es Barcelona: la ciudad en la que cabe absolutamente cualquier cultura.

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