El Fòrum de Barcelona es el último gran evento que se permitió la ciudad, en un contexto en el que nos habíamos convertido en los mejores anfitriones. Pese a unos números razonablemente amortizados, ¿por qué la sensación de fracaso?, ¿qué salió mal y qué legado nos queda frente a las otras grandes celebraciones barcelonesas?
